MIRAMAR, 1986
Recuerdo esa noche de 1986
en que todos los vecinos se subieron
en las azoteas de las casas
a ver el paso del cometa Halley.
Destaparon cervezas y bebieron por horas
hasta que alguien anunció que ahí estaba y entonces
todos en sus azoteas se pusieron de pie
y aplaudieron cuando lo vieron pasar por el cielo
como un candidato en campaña.
Han pasado veinticuatro años.
Dentro de cincuenta y dos pasará de nuevo.
Igual que un espermatozoide extraviado
en el útero de una adolescente,
tratará nuevamente de fecundar el planeta.
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