XVIII
ahora que las niñas se desvisten
con secreto temor
y en el fuego bailan duendecillos azules
por calles que tienen nombres de batallas
voy, solitario y vano
y pienso en la dulce saliva de la doncella
que en algún lecho madura y gime
y visita otro duro laberinto
como de una ahogada
veo su frente a través del agua
del sueño
de noche, en este parque donde tengo cuatro
sombras
bajo el antiguo insomnio de las estatuas
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