Desde muy
niño, mi vida se la aposté al arte, específicamente a la literatura. La poesía me ha deparado (no precisamente
costado) locura, pobreza y soledad. Y trabajo, muchísimo trabajo. Pero también
me ha traído a mi vida ocio, gran alegría y amistad. No soy, pues, un hombre
amargado, sino simplemente un estoico. Me limito a decirle a otros de mi dolor
de estar vivo y del placer de estarlo, mirando el río Sinú, el mar y las
murallas de Cartagena, o el rostro de alguien, que de alguna manera,
trascendente y oculta, me dice que el mundo está vivo
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