Pretendo que todo lo perdido se convierta en poema.
Las heridas como los huracanes tienen nombre. Y aunque
ignoro por qué a mi alrededor nacen los abismos, desde el origen fui mancillado
por la felicidad, por su cima inclemente.
Las invasoras restas del recuerdo. La pugna de la
raíz. La antigüedad del silencio...
No pongo flores en el cementerio del sueño, pero
continúo a pesar de todas las arenas movedizas del espíritu.
La culpa que no te deja partir es el amor.
Y ahora la niebla, la lluvia, la ausencia...
El desequilibrio llamado belleza, la terrible orfandad
de lo sagrado, la rosa ígnea que me guía en la desesperación...
Sé que el camino terminará por encontrarme.
Como todo lo que se hace visible para morir.
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