(Manuel Altolaguirre y Manuel Ulacia)
Quería construir una gran
catedral de piedra y cemento como le habían enseñado en la Universidad Autónoma
de México, donde se graduó de arquitecto. Las iglesias le atraían y cada vez
que entraba a una, sentía la mística que allí se encerraba. Pero antes de
lograrlo, las palabras levantaron bases más sólidas y comenzó a edificar
ensayos y poemas. Al tiempo que hacía planos y diseñaba casas, recogía material
para la revista poética y literaria El Zaguán, que fundó con otros compañeros
en 1973. Recopilar material inédito de escritores consagrados como Vicente
Aleixandre, Octavio Paz y Jorge Guillén para publicar junto a escritos de
jóvenes poetas de su país, como él, resultaba a veces más entretenido que
estudiar estructuras. Así como se trasnochaba puliendo una ventana, lo hacía
esculpiendo alguna traducción de Ezra Pound o una adaptación de Gabriel Said.
Porque este mexicano de 39
años no pudo evitar la influencia de su abuelo, Manuel Altolaguirre, un español
hijo de la generación del 27 y reconocido editor. Tampoco pudo y nunca quiso
sacarle el quite a Luis Cernuda, el poeta español que vivió muchos años en su
casa.
Los dos lo llevaron de la
mano por el mundo de los libros. Su abuelo, a través de su biblioteca de más de
cinco mil volúmenes, donde descubrió los clásicos de la literatura al tiempo
que a los contemporáneos devoraba un libro por semana, y de los versos que le
dictaba junto a las planas con las que aprendió a escribir.
Con Cernuda se paseó por el
romaticismo y el surrealismo francés y por los autores ingleses.
Por eso a la Universidad de
Yale en Estados Unidos llegó a hacer una maestría en letras hispanas, y Emir
Rodríguez fue el guía con quien profundizó en la literatura americana,
estadounidense y española. Y como para saldar una deuda de afecto, hizo su
tesis de grado sobre Cernuda, que fue publicada luego con el título Luis
Cernuda: escritura, cuerpo y deseo.
Definitivamente, el diploma
de arquitecto quedó archivado, aunque su gusto por el arte salga a flote en
algunos ensayos, cuando pasea por una ciudad o cuando escribe un poema. En
Origami para un día de lluvia, hay algunas alusiones a la arquitectura, lo
mismo que en otros libros de poemas como La materia como ofrenda y El río y la
piedra, obras que mostró en el Primer Encuentro de Poesía Hispanoamericana y
que lleva ahora a Manizales.
Noticia del 15 de agosto de
1992 (EL TIEMPO)
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