jueves, 20 de septiembre de 2012
Sócrates según Aristófanes
ESTREPSIADES -- ... ¡Calla!, ¿y quién es ese hombre suspendido en el aire de un cesto? (...)
EL DISCIPULO -- Sócrates.
E.-- ¡Sócrates! Anda y llámale fuerte.
D.-- ¡Sócrates! ¡Sócrates!
SOCRATES-- Mortal. ¿Por qué me llamas?
E.-- Ante todo, te ruego que me digas qué es lo que haces ahí.
S.-- Camino por los aires y contemplo el Sol.
E.-- Por tanto, ¿miras a los dioses desde tu cesto y no desde la tierra? Si no es que...
S.-- Nunca podría investigar con acierto las cosas celestes si no suspendiese mi alma y mezclase mis pensamientos con el aire que se les parece. Si permaneciera en el suelo, para contemplar las regiones superiores, no podría descubrir nada porque la tierra atrae a sí los jugos del pensamiento: lo mismo exactamente que sucede con los berros.
E.-- ¿Qué hablas? ¿El pensamiento atrae la humedad de los berros? Pero, querido Sócrates, baja, para que me enseñes las cosas que he venido a aprender.
S.-- ¿Qué es lo que te ha hecho venir?
E.-- El deseo de aprender a hablar. Los usureros, los acreedores más intratables me persiguen sin descanso y destruyen los bienes que les he dado en prenda.
S.-- ¿Cómo te has llenado de deudas sin apercibirte?
E.-- Me ha arruinado la enfermedad de los caballos, cuya voracidad es espantosa. Mas enséñame uno de tus discursos, aquel que sirve para no pagar. Sea cual fuere el salario que me pidas, juro por los dioses que te lo he de satisfacer.
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