«"Cíclope, ¿me preguntas mi célebre
nombre? Te lo voy a decir, mas dame tú el don de hospitalidad como me has
prometido. Nadie es mi nombre, y Nadie me llaman mi madre y mi padre y todos
mis compañeros."
«Así
hablé, y él me contestó con corazón cruel:
«"A
Nadie me lo comeré el último entre sus compañeros, y a los otros antes. Este
será tu don de hospitalidad."
*
«Entonces se extrajo del ojo la estaca
empapada en sangre y, enloquecido, la arrojó de sí con las manos. Y al punto se
puso a llamar a grandes voces a los Cíclopes que habitaban en derredor suyo, en
cuevas por las ventiscosas cumbres. Al oír éstos sus gritos, venían cada uno de
un sitio y se colocaron alrededor de su cueva y le preguntaron qué le afligía:
«"¿Qué
cosa tan grande sufres, Polifemo, para gritar de esa manera en la noche
inmortal y hacernos abandonar el sueño? ¿Es que alguno de los mortales se lleva
tus rebaños contra tu voluntad o te está matando alguien con engaño o con sus
fuerzas?"
«Y les
contestó desde la cueva el poderoso Polifemo:
«"Amigos,
Nadie me mata con engaño y no con sus propias fuerzas."
«Y ellos
le contestaron y le dijeron aladas palabras:
«"Pues
si nadie te ataca y estás solo... es imposible escapar de la enfermedad del
gran Zeus, pero al menos suplica a tu padre Poseidón, al soberano."
«Así
dijeron, y se marcharon. Y mi corazón rompió a reír: ¡cómo los había engañado
mi nombre y mi inteligencia irreprochable!
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