Las perturbaciones, las
ansiedades, las depravaciones, la muerte, las excepciones en el orden físico o
moral, el espíritu de negación, los embrutecimientos, las alucinaciones
servidas por la voluntad, los tormentos, la destrucción, los trastornos, las lágrimas,
las insaciabilidades, los servilismos, las imaginaciones penetrantes, las
novelas, lo inesperado, lo que no hay que hacer, las singularidades químicas
del buitre misterioso que acecha la carroña de alguna ilusión muerta, las
experiencias precoces y abortadas, las oscuridades con caparazón de chinche, la
monomanía terrible del orgullo, la inoculación de los estupores profundos, las
oraciones fúnebres, las envidias, las traiciones, las tiranías, las impiedades,
las irritaciones, las acrimonias, los despropósitos agresivos, la demencia, el
spleen, los espantos razonados, las inquietudes extrañas que el lector
preferiría no sentir, las muecas, las neurosis, las hileras sangrantes por las
cuales se hace pasar la lógica acorralada, las exageraciones, la ausencia de
sinceridad, las burlas, las vulgaridades, lo sombrío, lo lúgubre, los partos
peores que los crímenes, las pasiones, el clan de los novelistas de tribunales,
las tragedias, las odas, los melodramas, los extremos presentados a
perpetuidad, la razón impunemente silbada, los olores de los cobardes, las
desazones, las ranas, los pulpos, los tiburones, el simún del desierto, lo
sonámbulo, turbio, nocturno, somnífero, noctámbulo, viscoso, foca parlante,
equívoco, tuberculoso, espasmódico, afrodisiaco, anémico, tuerto, hermafrodita,
bastardo, albino, pederasta, fenómeno de acuario y mujer bar-buda, las horas
borrachas de desencanto taciturno, las fantasías, las acritudes, los monstruos,
los silogismos desmoralizadores, las basuras, lo que no reflexiona como el
niño, la desolación, el manzanillo intelectual, los chancros perfumados, las
nalgas con camelias, la culpabilidad de un escritor que rueda por la pendiente
de la nada y se desprecia a sí mismo con gritos alegres, los remordimientos,
las hipocresías, las perspectivas vagas que os trituran con sus engranajes
imperceptibles, los serios escupitajos sobre los axiomas sagrados, los piojos y
sus cosquilleos insinuantes, los prefacios insensatos, como los de Cromwell, la
señorita de Maum y de Dumas hijo, las caducidades, las impotencias, las
blasfemias, las asfixias, los ahogos, las rabias ante esos osarios inmundos que
hacen que enrojezca al nombrarlos, es hora de reaccionar ya contra lo que nos
lastima y nos doblega tan soberanamente.
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