Comenzamos una conversación
se parte por la
mitad.
Comenzamos a construir un muro
no nos dejan terminarlo.
Y nuestra canción, partida.
Todo lo acaba el horizonte.
Por encima de las lonas pasan a
manadas las
estrellas
a veces cansadas, a veces amargas,
sin embargo
seguras
por sus caminos, y por los
nuestros.
Y el día, hasta el más injusto, te
deja en el
bolsillo
una banderita azul y blanca de la
fiesta de la mar,
te deja una bocanada de aire
limpio
te deja en la vista la gracia de
los ojos
que miraban contigo la misma
piedra,
que repartieron por igual el mismo
dolor,
la misma nube, la misma sombra.
Todo lo hemos repartido,
camaradas,
el pan, el agua, el cigarrillo, la
pena,
y la esperanza.
Ahora podemos vivir o morirnos
sencillamente y con bellaza –con
mucha belleza-
igual que si abrimos una puerta a
la mañana
y decimos buenos
días al sol y al mundo.
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