La Mochila Filosófica
viernes, 20 de junio de 2025
miércoles, 27 de diciembre de 2023
Poemas de Constantino Cavafis
Deseos
Como cuerpos
hermosos de muertos sin vejez
encerrados, con lágrimas, en bellos mausoleos,
rosas a la cabeza, jazmines a sus pies—
así parece ser que se pasaron los deseos,
sin ser cumplidos nunca, sin apenas merecer
una noche de goce, ni su claro amanecer.
Monotonía
A un día
monótono, después
le sigue otro monótono, inmutable. Pasarán
las mismas cosas, que suceden otra vez.
Momentos similares nos encuentran y se van.
Un nuevo mes
trae el mes que ha transcurrido.
Se puede fácilmente adivinar qué nos espera:
igual que ayer será, lo mismo de aburrido.
Y así el mañana es como si mañana ya no fuera.
sábado, 27 de marzo de 2021
El lazarillo de Tormes
Pues sepa vuestra merced, ante todas cosas, que a mí llaman Lázaro de Tormes, hijo de Tomé
González y de Antona Pérez, naturales de Tejares, aldea de Salamanca. Mi nacimiento fue dentro
del río Tormes, por la cual causa tomé el sobrenombre; y fue de esta manera: mi padre, que Dios
perdone, tenía cargo de proveer una molienda de una aceña que está ribera de aquel río, en la cual
fue molinero más de quince años; y, estando mi madre una noche en la aceña, preñada de mí,
tomóle el parto y parióme allí. De manera que con verdad me puedo decir nacido en el río.
Pues siendo yo niño de ocho años, achacaron a mi padre ciertas sangrías mal hechas en los costales
de los que allí a moler venían, por lo cual fue preso, y confesó y no negó, y padeció persecución por
justicia. Espero en Dios que está en la gloria, pues el Evangelio los llama bienaventurados. En este
tiempo se hizo cierta armada contra moros, entre los cuales fue mi padre (que a la sazón estaba
desterrado por el desastre ya dicho), con cargo de acemilero de un caballero que allá fue. Y con su
señor, como leal criado, feneció su vida.
Mi viuda madre, como sin marido y sin abrigo se viese, determinó arrimarse a los buenos por ser
uno de ellos, y vínose a vivir a la ciudad y alquiló una casilla y metióse a guisar de comer a ciertos
estudiantes, y lavaba la ropa a ciertos mozos de caballos del comendador de la Magdalena, de
manera que fue frecuentando las caballerizas.
Ella y un hombre moreno de aquellos que las bestias curaban vinieron en conocimiento. Éste
algunas veces se venía a nuestra casa y se iba a la mañana. Otras veces, de día llegaba a la puerta en
achaque de comprar huevos, y entrábase en casa. Yo, al principio de su entrada, pesábame con él y
habíale miedo, viendo el color y mal gesto que tenía; mas, de que vi que con su venida mejoraba el
comer, fuile queriendo bien, porque siempre traía pan, pedazos de carne y en el invierno leños a que
nos calentábamos.
lunes, 9 de noviembre de 2020
martes, 2 de junio de 2020
lunes, 6 de abril de 2020
Raúl Gómez Jattin
Son un dios en mi pueblo y mi valle
No porque me adoren Sino porque yo lo hago
Porque me inclino ante quien me regala
unas granadillas o una sonrisa de su heredad
O porque voy donde sus habitantes recios
a mendigar una moneda o una camisa y me la dan
Porque vigilo el cielo con ojos de gavilán
y lo nombro en mis versos Porque soy solo
Porque dormí siete meses en una mecedora
y cinco en las aceras de una ciudad
Porque a la riqueza miro de perfil
mas no con odio Porque amo a quien ama
Porque sé cultivar naranjos y vegetales
aún en la canícula Porque tengo un compadre
a quien le bauticé todos los hijos y el matrimonio
Porque no soy bueno de una manera conocida
Porque amo los pájaros y la lluvia y su intemperie
que me lava el alma Porque nací en mayo
Porque mi madre me abandonó cuando
precisamente
más la necesitaba Porque cuando estoy enfermo
voy al hospital de caridad Porque sobre todo
respeto solo al que lo hace conmigo Al que trabaja
cada día un pan amargo y solitario y disputado
como estos versos míos que le robo a la muerte.
Fuiste un testigo indolente
Ni comprendiste
Ni ayudaste a la víctima.
Fuiste un cómplice de la perfidia y la ignorancia
Tácitamente aceptaste
Que aquel hombre no valía la pena.
Cuando lo llevaban al matadero
Estabas cerca de él
Y sólo miradas de rencor le prodigaste.
Cuando te preguntaron
Si aquel amigo que aparecía en sus poemas eras tú
Lo negaste airado.
Hoy que vives entre cosas cotidianas,
¿Te olvidas de aquella época ilustre
Cuando a tus pies tuviste la poesía?
viernes, 14 de febrero de 2020
César Vallejo - XV
En el rincón aquel, donde dormimos juntos
tantas noches, ahora me he sentado
a caminar. La cuja de los novios difuntos
fue sacada, o talvez qué habrá pasado.
Has venido temprano a otros asuntos,
y ya no estás. Es el rincón
donde a tu lado, leí una noche,
entre tus tiernos puntos,
un cuento de Daudet. Es el rincón
amado. No lo equivoques.
Me he puesto a recordar los días
de verano idos, tu entrar y salir,
poca y harta y pálida por los cuartos.
En esta noche pluviosa,
ya lejos de ambos dos, salto de pronto...
Son dos puertas abriéndose cerrándose,
dos puertas que al viento van y vienen
sombra a sombra.
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