viernes, 28 de octubre de 2011

El rey Licaón



En la mitología griega Licaón era un rey de Arcadia hijo de Pelasgo (al que sucedió) y de Melibea, Cilene o Deyanira. Otras versiones lo hacen hijo de Titán y la Tierra.
Era un rey culto y religioso, muy querido por su pueblo, al que ayudó a abandonar la vida salvaje que habían llevado hasta entonces. Fundó la ciudad de Licosura, una de las más antiguas de Grecia, y en ella erigió un altar a Zeus Licio. Pero su apasionada religiosidad le llevó a realizar sacrificios humanos, lo que degeneró su posterior metamorfosis. Ovidio afirma que llegó al punto de sacrificar a todos los extranjeros que llegaban a su casa, violando la sagrada ley de la hospitalidad.



Enterado de esta aberración, Zeus se hizo pasar por un peregrino y se hospedó en su palacio. Licaón se preparó para asesinarle, pero alertado por algunas señales divinas, quiso asegurarse antes de que el huésped no era un dios, como afirmaban sus temerosos súbditos. Para ello hizo cocinar la carne de una de sus víctimas o de un esclavo, y se lo sirvió a Zeus. Éste montó en cólera y transformó a Licaón en un lobo, incendiando después el palacio que había sido testigo de tanta crueldad.
Licaón fue padre de una numerosa prole (algunos autores afirman que llegaban a cincuenta), tenidos de distintas mujeres. Los hijos de Licaón eran famosos por su insolencia e impiedad, y sus crímenes llegaron a oídos de Zeus, que se disfrazó de viejo mendigo y acudió al palacio de los licaónidas para comprobar si los rumores eran ciertos. Los jóvenes príncipes tuvieron la osadía de asesinar a su propio hermano Níctimo y servir sus entrañas al huésped, mezcladas con las de animales. Zeus descubrió el engaño y enfurecido convirtió a todos en lobos, los fulminó con su rayo o tuvieron que exiliarse para siempre, según las versiones. Después devolvió la vida a Níctimo, que sucedió a su padre en el reino de Arcadia.



Según Apolodoro fue en el reinado de éste último cuando se produjo el diluvio de Deucalión, provocado precisamente por ira que generó a Zeus la impiedad de los hijos de Licaón.
Suidas ofrece otra versión de la historia, según la cual Licaón había extendido, con el fin de que su pueblo se volviese más piadoso, el rumor de que Zeus iba a visitarle a menudo de incógnito. Para comprobarlo sus hijos fueron los que mataron a un niño y mezclaron su carne con la de los bueyes preparados para el sacrificio al dios, que fulminó con un rayo a los asesinos. Fue entonces cuando Licaón, inocente, instituyó las lupercales.

miércoles, 26 de octubre de 2011

Las Mil y una Noches




Historia de un pescador


Érase un pescador viejísimo y tan pobre que apenas ganaba para mantener a su esposa y a sus tres hijos.

Cierto día, después de haber echado sus redes inútilmente por dos veces, sintió gran placer al notar que, a la tercera, pesaba de tal modo la red que a duras penas podía tirar de ella hasta la orilla.

¡Pero cuál no sería su desencanto viendo que sólo había pescado cascajo, piedras y el esqueleto de un asno!

Rezó, empero, una fervorosa plegaria, echó las redes por cuarta vez y, cuando las hubo sacado a la playa, observó, con sorpresa, que contenían una copa de bronce cuidadosamente cerrada y con un sello.

-Bueno -se dijo-, la venderé al fundidor y con su producto compraré una medida de trigo.

Tomó su cuchillo y tras no poco trabajó logró romper el sello y destapar la copa. La volvió boca abajo, pero no salió nada. Entonces se la acercó a los ojos y, mientras miraba atentamente a su fondo, salió una columna de humo densísimo que se elevó hasta las nubes, y extendiéndose sobre el mar y las montañas formó un negro nubarrón.

Cuando todo el humo salió de la copa, apareció un Genio cuya estatura era dos o tres veces mayor que la de un gigante.

Al ver aquel monstruo, el pescador, horrorizado, quiso huir, pero el miedo le dejó como petrificado en la playa.

¡Salomón! Gran Profeta de Dios -exclamó el Genio-, perdóname; jamás me opondré a tu voluntad, y tus órdenes serán puntualmente obedecidas.

- ¿Qué es lo que decís, espíritu soberbio? -replicó el pescador con extrañeza-. Hace más de mil ochocientos años que murió Salomón.

-Háblame con más cortesía, o te arranco la existencia, repuso el Genio en tono de amenaza.

-¿Es decir, que me mataréis en pago de haberos puesto en libertad? ¡Pues vaya una recompensa! ¡Pronto lo habéis olvidado!

-Esto no se opone a que mueras a mis manos, y la única gracia que te concedo es que elijas la clase de muerte que va a poner fin a tus días.

-Pero, ¿en qué he podido ofenderos? -preguntó el infeliz pescador, lleno de angustia.

-En nada, pero es forzoso que te trate así, y como prueba de ello escucha mi historia:


«Yo soy uno de esos espíritus malignos que se han rebelado contra la voluntad de Dios. Todos los Genios, menos Sacar y yo, prestaron obediencia al gran profeta Salomón, y este rey, en venganza, me mandó aprisionar y conducir delante de su trono, como en efecto se verificó. A su intimación expresa para que le jurase fidelidad, le respondí con una altanera negativa, y Salomón, en castigo, me encerró dentro de esa copa de cobre, cerrada y sellada por el mismo monarca. Después fui arrojado al mar en mi estrecha cárcel. Durante el primer siglo de prisión juré hacer rico y feliz al hombre que me librase de tormento antes de transcurrir cien años. Pero nadie vino en mi auxilio. En el segundo siglo juré dar a mi libertador todos los tesoros de la tierra, y ninguno apareció. Al tercero, prometí convertir en rey al que me sacara de la copa y prolongar los días de su vida. Por último, desesperado ya, al cuarto siglo de cautiverio juré matar al hombre que me devolviese la libertad y la luz del sol. Ese hombre has sido tú, y, por consiguiente, prepárate a morir, y dime cómo quieres que te mate. Debo cumplir mi juramento.»

En vano le dijo el pescador que aquello era una injusticia, que iba a pagar el bien con un crimen, y a dejar huérfanos a sus tres inocentes hijos; el Genio se mostró iracundo e inexorable.

La necesidad aguza el ingenio, y al pobre pescador se le ocurrió una ingeniosa estratagema.

-Ya que no puedo evitar la muerte -dijo-, me someto a la voluntad de Dios, pero antes de morir quisiera que me dijeras la verdad sobre una duda que tengo.

-Pregunta lo que quieras y despacha pronto -repuso el Genio.

-¿Es verdad que estabas dentro de esa copa?

-Sí, lo juro.

-Pues no puedo creerte, porque es imposible que se encierre tu cuerpo en un sitio tan pequeño, que apenas es capaz de contener una de tus manos. No lo creeré sino viéndolo.

-Pues, para que te convenzas, lo vas a ver ahora mismo.

Entonces se disolvió el cuerpo del Genio, que, cambiado en humo, empezó a entrar poco a poco en la copa, hasta que no quedó fuera ni una sola partícula.

-Y bien: ¿me creerás ahora, incrédulo pescador? - exclamó la voz del Genio.

El pescador, en vez de responder, se apresuró a cerrar la copa con la tapadera. Al verse encerrado nuevamente, el Genio, se enfureció y se esforzó por salir de la copa; pero fue en vano, porque se lo impedía el sello de Salomón, que el pescador había vuelto a ajustar. Recurrió entonces a las súplicas y a los ofrecimientos, asegurando que cuanto había dicho hasta entonces fue chanza; mas el pescador, lejos de ablandarse, replicó:

-Me guardaré muy mucho de dejarte salir, maldito Genio, que pagas con la muerte los beneficios que se te hacen. Voy a arrojar la copa al mar y a avisar a todos mis compañeros que no vengan a echar sus redes en este sitio, y que si llegan a pescar algún día la copa, la vuelvan a arrojar enseguida, si no quieren morir. Y mientras la acabo de cerrar bien para que no puedas escaparte, voy a referirte la historia del Rey leproso y de su médico, para que te sirva de enseñanza...

sábado, 15 de octubre de 2011

El bestiario o cortejo de Orfeo - Guillaume Apollinaire




I. El dromedario

Teniendo cuatro dromedarios
Don Pedro de Alfarubeira
Fue por el mundo y lo admiró.
Él hizo lo que hiciera yo
Teniendo cuatro dromedarios.

2. La cabra del Tibet

Los pelos de esta cabra, y esos
Dorados, el embeleso
De Jasón, nada son al lado
De los que me han enamorado.

3. La langosta

Es esta la esbelta langosta,
El alimento de San Juan;
Ojalá mis versos, como ella,
De buenas gentes sea el pan.

4. El delfín

Delfines, jugáis en el mar,
Pero las olas son amargas.
¿A veces brota mi alegría?
La vida es siempre despiadada.

5. Elcangrejo

Incertidumbre, iremos lejos
y alegres, sin volver jamás,
Así como van los cangrejos;
De para atrás... de para atrás...

6. La carpa

En los estanques y en las charcas,
Cuánto tiempo vivís, ¡áh carpas!
¿Acaso la muerte os olvida,
Peces de la melancolía?

sábado, 8 de octubre de 2011

Flegias



Hijo de Ares y Dotis o bien de Ares y de Crisa, fue rey de los Lapitas en la Mitología griega. Sucedió a Eteocles en el trono de Orcómeno donde fundó Flegias. Al morir, sus dos hijos habían fallecido ya, por lo que el trono fue ocupado por su sobrino Crises. Dichos hijos fueron Ixión y Corónide.

Flegias habría hecho un viaje al Peloponeso para espiar el país y preparar una expedición de rapiña. En el curso del viaje, su hija Corónide habría sido seducida por Apolo (fruto de esta relación nacería Asclepio y el viaje explicaría la razón demográfica de que Epidauro fuese su lugar natal). Una vez Corónide hubo yacido con Apolo y dado a luz a su hijo Asclepio, se enamoró de Isquis, hijo de Élato. Un cuervo informó a Apolo del romance y éste, ofuscado por el insulto y los celos, envió a su hermana Artemisa para que asesinara a Corónide. Sin embargo, Apolo rescató al bebé entregándoselo al centauro Quirón para que lo criara. Flegias se encolerizó y prendió fuego al templo de Apolo, en Delfos, por lo que éste le mató. En otras versiones se dice que Flegias viajó al Peloponeso en compañía de su hija y que durante el viaje Apolo sedujo a Corónide quien dio a luz en secreto al pie de una montaña llamada Mirtio, en tierras de Epidauro.

Según Virgilio, Flegias pena en los infiernos por su impiedad. Dante lo presenta como barquero de las almas que cruzan el Estigia, uno de los tres afluentes del Hades en la Divina Comedia, lugar donde Flegias es quien conduce una barca a través de estas aguas.

Murió luchando contra los tebanos Lico y Nicteo.

En el libro VI de la Eneida, se dice que Flegias impuso una poderosa tiranía sobre los Lapitas, cambió leyes cuando se le dieron sobornos y él mismo raptó a Corónide, a pesar de su rabia contra Apolo por haber hecho lo mismo.

domingo, 2 de octubre de 2011

De las vanidades del mundo - Ferrat Sánchez Calavera (mitad s. XV)





Por Dios, señores, quitemos el velo
que turba e ciega así nuestra vista;
miremos la muerte qu'el mundo conquista
lanzando lo alto e baxo por suelo.
Los nuestros gemidos traspasen el cielo
a Dios demandando cada uno perdón
de aquellas ofensas que en toda sazón
le fizo el viejo, mancebo, mozuelo.

Ca non es vida la que bevimos,
pues que biviendo se viene llegando
la muerte cruel, esquiva; e cuando
pensamos bevir, estonce morimos.
Somos bien ciertos dónde nascimos;
mas no somos ciertos a dónde moremos.
Certidumbre de vida un ora non avemos;
Con llanto venimos, con llanto nos imos.

¿Qué se fizieron los emperadores,
papas e reyes, grandes perlados,
duques e condes, cavalleros famados,
los ricos, los fuertes e los sabidores,
e cuantos servieron lealmente amores
faziendo sus armas en todas las partes,
e los que fallaron ciencias e artes,
doctores, poetas e los trobadores?

¿Padres e fijos, hermanos, parientes,
amigos, amigas, que mucho amamos,
con quien comimos, bevimos, folgamos,
muchas garridas e fermosas gentes,
dueñas, doncellas, mancebos valientes
que logran so tierra las sus mancebías,
e otros señores que ha pocos días
que nosotros vimos aquí estar presentes?

¿El duque de Cabra e el almirante
e otros muy grandes asaz de Castilla,
agora Ruy Díez, que puso mancilla
su muerte a las gentes en tal estante
que la su grant fama fasta en Levante
sonava en proeza e en toda bondat
que en esta grant corte luzié por verdat
su noble meneo e gentil semblante?

Todos aquestos que aquí son nombrados,
Los unos son fechos cenizas e nada;
Los otros son huesos, la carne quitada
E son derramados por los fonsados;
Los otros están ya descoyuntados,
cabeças sin cuerpos, sin pies e sin manos;
los otros comienzan comer los gusanos;
los otros acaban de ser enterrados.

Pues ¿dó los imperios e dó los poderes,
reínos, rentas e los señoríos,
a dó las empresas, a dó los traheres?
¿A dó las cïencias, a dó los saberes,
a dó los maestros de la poetría;
a dó los rimares de grant maestría,
a dó los cantares, a dó los tañeres?

¿A dó los thesoros, vasallos, servientes,
a dó las firmalles, piedras precïosas;
a dó el aljófar, posadas costosas,
a dó el algalia e aguas olientes?
¿A dó paños de oro, cadenas luzientes,
a dó los collares, las jarreteras,
a dó peñas grisses, a dó peña veras,
a dó las sonajas que van retinentes?

¿A dó los combites, cenas e ayantares,
a dó la justas, a dó los torneos,
a dó nuevos trajes, estraños meneos,
a dó las artes de los danzadores,
a dó los comeres, a dó los manjares,
a dó la franqueza, a dó el espender,
a dó los rissos, a dó el plazer,
a dó menestriles, a dó los juglares?...

Pues ende buen sesso era guarnescer
de virtudes las almas que están despojadas,
tirar estas honras del cuerpo juntadas,
pues somos ciertos que se han de perder.
Quien este consejo quisiere fazer
non avrá miedo jamás de morir,
mas traspasará de muerte e bevir
vida por siempre sin le fallescer.