lunes, 30 de agosto de 2010

VERSSÍCULOS DEL DEMONIO - Umberto Senegal


VERSSÍCULOS DEL DEMONIO

1 Si el árbol se confi-esa, no sigas de largo: conviértete en ave o estrena plumaje. 1 Dios puede ser ese perro callejero que se rasca las pulgas. Acarícialo.

2 Toda piedra del ca-mino tiene 2 No vayas a la mon-taña. Espera que ella decida venir a ti. Es cuestión de siglos.

3 Descubre los jueves en cualquier aguacero. 3 Cierra pronto los atardeceres aunque te ardan las llaves y aúllen los cerrojos.

4 Recuerda los verdes –sin gritos- cuando se vayan por la fruta descompuesta. 4 Podrías contar de tres en tres, recordar a Blake y anudarte la corbata.

5 No todos los pasos van hacia la muerte. Hay huellas de cuanto viene. 5 Cuando te extravíes recuerda que ya esta-bas perdido.

6 Verás que la gente camina y se saluda o se odia de alguna mane-ra. 6 Al final del sótano encontrarás una almo-hada de seda o la tumba de un sufí.

7 Pregúntales por qué a las bicicletas blan-cas. 7 Las viejas cortinas siempre colgarán blancas aunque no haya ventanas.

8 Encuentra palomas o arañas de cualquier color sobre los techos grises 8 Bésala cuando se silencien las campa-nas.

9 Desconfía de las miradas que expresan los automóviles y los sacerdotes. 9 No olvides que tú y ella tuvieron cita en el recuerdo.

domingo, 29 de agosto de 2010

CULTO DE JESÚS MALVERDE


Al parecer, este culto no tiene una organización estricta ni un nombre oficial. Aquí le llamaremos Culto de Jesús Malverde (CJM).

Según investigaciones, Jesús Malverde nunca existió, por lo cual se puede asegurar que estamos frente a un mito o leyenda que tiene semejanza con la de otros bandidos generosos, como Chucho el Roto, el Ojo de Vidrio y Felipe Reyes, aunque alguna de esas leyendas tenga una base histórica en un personaje real, posteriormente mitificado. La leyenda lo presenta como un humilde campesino que un día decide sublevarse contra el orden establecido, pero a su manera: asaltando carretas y repartiendo el botín entre los necesitados. El mito de Jesús Malverde se originó alrededor de 1870 en la región de Culiacán, Sinaloa y su muerte se festeja el 3 de mayo. Su nombre completo se dice que era Jesús Juárez Mazo.

El culto de Jesús Malverde se ha extendido mucho más allá de Sinaloa. Por el norte ha llegado por lo menos hasta Los Ángeles y por el sur hasta Cali, Colombia, donde existen capillas dedicadas al “ánima de Malverde”. Capillas semejantes existen ya en muchas otra poblaciones de la República Mexicana, entre ellas en Chihuahua.

Para la historiadora sinaloense Patricia Castro, “Es preciso situar a Malverde más que como un fenómeno de fe religiosa, como la interpretación que hace un poblado como Culiacán en cuanto lo que debería de ser una más justa división del trabajo y por consecuencia de sus beneficios. No es arbitrario asumir que la fecha de su nacimiento se ubique en 1870 porque si como señala la mitología popular, muere prácticamente asesinado el 3 de mayo de 1909 y había conseguido enfrentar a varios gobernadores del estado, su periodo vital debió contar al menos con un promedio de 40 años. Esto es, alcanzó la plena madurez antes de morir, independientemente de que haya existido o no”.

“Si bien la vida de Jesús Malverde no está documentada más que a través de la tradición oral –dice Güemes-, históricamente los hechos van tornándose más complicados de explicar cuando se habla de su muerte, toda vez que esta ocurre ya entrado el siglo XX y bajo el gobierno de Francisco Cañedo, un hombre de carne y hueso que ha pasado sin problema alguno a la historia oficial. La leyenda, que ha pasado de boca en boca desde aquella fecha hasta este inicio del siglo XXI, habla de que luego de un enfrentamiento particularmente feroz con las fuerzas de la ley, Malverde se descubrió herido. Es de pensarse que en 1909 una persona lesionada por bala, como se entiende que le ocurre a nuestro personaje, escondida en la sierra de Culiacán, tenía muy escasas probabilidades de sobrevivir. La gangrena comenzó a actuar sobre una de las piernas de Jesús Malverde, que para entonces era, si es que lo fue, uno más de los mortales. La anécdota es relativamente sencilla: en cuanto se ve acosado por la enfermedad y con el paso del tiempo el precio por su captura va en aumento, Jesús Malverde se permite que la recompensa suba tanto como su cuerpo lo resiste y cuando ya no puede más, le solicita a un compadre suyo que lo entregue a cambio de la recompensa y que haga con ella tanto bien social como le sea posible”.

El gobernador Cañedo, quien recibió al herido y lo condenó a la horca, prohibió que se le diera sepultura. Muy poco después de su muerte, acaecida el 3 de mayo de 1909, se inicia un proceso de “canonización” popular y pasa de un bandido generoso a un santo social no reconocido por iglesia alguna. La gente, al mirar su cuerpo insepulto, comenzó a arrojarle piedras, no como agresión, sino para proteger su cuerpo, de manera que, sin desobedecer la orden del gobernador, se fue formando poco a poco un montículo que de alguna manera se convirtió en una tumba. Esta tumba se convirtió en un “lugar sagrado” que la gente iba a visitar y tiempo después se levantó también en Culiacán la primera capilla del culto de Jesús Malverde, que se llenó pronto de ex-votos. En esta capilla, que con el paso del tiempo se convirtió en un templo de regulares proporciones, se ha desarrollado un culto sincretista, es decir, una mezcla de creencias propias del catolicismo popular y creencias que la Iglesia católica llamaría supersticiosas. Por ejemplo, junto a imágenes del “santo” se ven en su capilla imágenes del sagrado Corazón y de la Virgen María.

A Jesús Malverde se le conoce también como el “Santo Patrono de los narcotraficantes”. Supuestamente, en la década de 1970 Raymundo, hijo de Julio Escalante, un poderoso capo de la droga en Sinaloa, fue mandado matar por su padre por haber querido hacer negocios a espaldas de éste. Raymundo, herido de bala y arrojado al mar todavía consciente, invocó la ayuda del “anima” de Malverde y fue rescatado por un humilde pescador y se convirtió en fervoroso devoto y benefactor de la capilla del “santo”. A partir de ese momento se comienza a ver que desfilan por su capilla famosos narcotraficantes, unos que ya murieron y otros que están en la cárcel, como Rafael Caro quintero, Ernesto Fonseca, Miguel Gallardo Félix y Amado Carrillo Fuentes, el “Señor de los Cielos”. A esto se añade que tan especiales y adinerados devotos han sido muy generosos en los donativos hechos a la capilla, con los cuales se ha establecido un sistema de donaciones para subvenir a las necesidades de los pobres.

Otro elemento que ha contribuido a la difusión del culto de Jesús Malverde, son las canciones, corridos, expresiones plásticas y obras de teatro. Hay por lo menos cinco discos grabados con canciones y corridos que suman un total de 56 piezas dedicadas a él. Otro ejemplo es El Jinete de la Divina Providencia, obra teatral escrita por Óscar Liera, convertida también en película con el mismo título.

En Chihuahua también está presente el culto de Jesús Malverde y se le ha levantado una pequeña capilla en la carretera a Aldama. Contiene ésta un altar con un retrato del personaje debajo de un crucifijo. El altar está permanentemente adornado de flores. Para muchos jóvenes, incluso de clase alta, Jesús Malverde se ha convertido en una especie de amuleto y traen su efigie colgada al cuello como símbolo de poder, aunque muchos ni siquiera saben quién fue.

El amor - Mario Rivero




El amor es algo que viene y calienta
una vez. Y un instante no más,
-si es que viene-
Y después de esta costumbre de calor,
otra vez, ¡ay! Nos deja muriendo solos.

¡En estos silencios! Este dejarse llevar
más allá de las barras de los bares,
y más allá del bien y el mal.

El amor es algo punzante. Y en verdad

con olor
que desaparece y nos dice: “yo estuve aquí”
-reseda- en la rara y tenue sensación
de aromar,
en la habitación ya vacía...

viernes, 27 de agosto de 2010

LA PELOTA QUE LANCÉ CUANDO JUGABA EN EL PARQUE AUN NO HA TOCADO EL SUELO - Frank Baez




Siempre quise ser el primer dominicano en la NBA.
Para entonces poner un dominicano en la NBA
era tan difícil como poner un dominicano en la luna.

Practiqué tiros libres, corrí, hice marineros,
sentadillas y lagartijas.
Parodié ganchos, donqueos.
Jugué veinticinco quintetos al día.
Mandé hacer una franela
con el número veintitrés y lloré
cuando Magic Johnson anunció que tenía sida.

Un día toqué la malla de un salto.
Luego toqué el tablero.
Nunca llegué a tocar el aro.

Conseguí esas pesas
que se amarran en los tobillos
y que incrementan el salto.
Pero no funcionaron y me las cambiaron
por unos Converse Magic con aire comprimido
que me robaron mientras jugaba bajo
un transformador en San Carlos.

Compré unos Reebook Pump
y me expulsaron del equipo nacional
de minibasket.
Me faltaba estatura, alegaron.
Ni empinado era lo suficientemente alto.

Dormí trece, catorce, quince horas al día
para acelerar mi crecimiento.
Comencé a comprar jarabes,
vitaminas, minerales, suplementos.
Luego de once meses
creo me estaba encogiendo.

Hice barras.
Ejercicios de estiramiento.
Le pedí a Jesus, a la vírgen
y al hombre elástico
unas míseras pulgadas de más.

Ya tengo treinta años y todavía necesito
dos pulgadas para alcanzar los seis pies.
En vez de llegar a la NBA me mudé de barrio
y ahora juego dominó
en donde da lo mismo si eres enano.


También escribo poemas
y se los dedico a quien se me ocurra.

Por ejemplo este, que dedico a los que ya no se quitan
la camiseta al jugar basquetbol
porque les ha crecido pelo en la espalda.

ADAGIO DE ADAGIOS - Robinson Quintero Ossa



Me escapé de una ruidosa fiesta, con una de las sombras de la noche, jalonado por los bríos del alcohol y del deseo, en un taxi que cruzó como otra sombra la ciudad.



Sombra de piel blanca y pelo negro, los colores del cine tienes —le susurré—. —No me alebresta el alcohol sino el deseo—, me contestaba, despintando la noche con el labial de su voz.



Y a su cuerpo, a contravía de la luz como a un objeto sin apariencia, como a un espejo sin imagen o como a un lienzo sin color, le di mi claridad.



Pero con las sombras de la noche siguiente, otra sombra —salida de no sé qué escondite—, me madrugó.



Aprende de esta historia, un adagio de adagios: asaltador asaltado es el amor.

sábado, 21 de agosto de 2010

VALS FÚNEBRE PARA HERMENGARDA - Ledô Ivo



Pintura de Millais


Heme aquí junto a tu sepultura, Hermengarda,

para llorar tu carne pobre y pura, que nadie
de nosotros vio pudrirse.
Otros vendrán lúcidos y enlutados,
sin embargo yo vengo borracho, Hermengarda,
yo vengo borracho.
Y si mañana encuentran la cruz de tu tumba
caída en el suelo
no fue la noche, Hermengarda, ni fue el viento.
Fui yo.
Quise amparar mi ebriedad en tu cruz
y rodé por el suelo donde reposas
cubierta de margaritas, triste todavía.
Héme aquí junto a tu tumba, Hermengarda,
para llorar nuestro amor de siempre.
No es la noche, Hermengarda, ni es el viento.
Soy yo.

viernes, 20 de agosto de 2010

¿Libres para morir? (Recorrido histórico por el suicidio) - Enrique Bonete


Platón

Dos referencias breves aparecen sobre el suicidio en la obra de Platón ( 427-347 a.C). La primera de ellas la extraemos del Fedón y la segunda la encontramos en Las Leyes.
El contexto en el que encontramos la primera referencia nos sitúa en la muerte de Sócrates bebiendo la cicuta. Como todos sabemos Sócrates pudo haber huido, pero afrontó la muerte.
Esta actitud ha llevado a pensamientos dispares sobre la muerte del filósofo. Unos la ven como suicidio, otros como una actitud ética de acatamiento a la autoridad de Atenas.
Filósofos como Séneca y Montaigne no han dudado en encontrar en la muerte de Sócrates una decisión voluntaria y por lo tanto la definen como suicidio.
Estas son las palabras que Platón pone en boca de Sócrates en el Fedón:” El dicho que sobre esto se declara en los misterios, de que los humanos estamos en una especie de prisión y que no debe uno liberarse a sí mismo ni escapar de ésta, me parece un aserto solemne y difícil comprender. No obstante, me parece que, a mi al menos, Cebes, que no dice sino bien esto: que los dioses son los que cuidan de nosotros y que nosotros, los humanos, somos una posesión de los dioses... Tal vez, entonces, desde ese punto de vista, no es absurdo que uno no deba darse muerte a sí mismo, hasta que el dios no envíe una ocasión forzosa, como ésta que ahora se nos presenta “ (Fedón, 62 b y c).
El siguiente texto nos ayudaría a entender más la postura de Platón ante el suicidio.
“El que mate al más próximo y del que se dice que es el más querido de todos, ¿qué pena debe sufrir?. Me refiero al que se mate a sí mismo, impidiendo con violencia el cumplimiento de su destino, sin que se lo ordene judicialmente la ciudad, ni forzado por una mala suerte que lo hubiera tocado con un dolor excesivo e inevitable, ni porque lo aqueje una vergüenza que ponga a su vida en un callejón sin salida y la haga imposible de ser vivida, sino que se aplica eventualmente un castigo injusto a sí mismo por pereza y por una cobardía propia de la falta de hombría...Pero las tumbas para los muertos de esta manera deben ser, en primer lugar, particulares y no compartidas con otro. Además, deben enterrarlos sin fama en los confines de los doce distritos en aquellos lugares que sean baldíos y sin nombre, sin señalar sus tumbas con estelas o nombres” (Las Leyes, 873 c y d)


Aristóteles

El discípulo de Platón se muestra claramente en contra del suicidio. Aristóteles ( 384-322 a. C) considera al suicidio como un atentado contra la propia vida , una deshonra personal y una manifestación de cobardía y sobre todo y como argumento esencial el entender este como un atentado contra la ciudad.
Encontramos referencias al tema en su “Ética a Nicómaco”, donde expresa: “ Pero el morir por huir de la pobreza o del amor o de algo doloroso, no es propio del valiente sino más bien del cobarde; porque es blandura regir lo que es penoso, y no sufre la muerte por ser noble, sino por regir un mal (EN III,7, 1116ª 10-15).
Realmente para Aristóteles suicidarse es un atentado contra la ciudad más que contra uno mismo (interesante tema para la reflexión sobre la libertad de cada uno respecto a su vida y su muerte).
“En efecto, una clase de acciones justas son las que se conforman a cualquier virtud y están prescritas por la ley; por ejemplo, la ley no autoriza a suicidarse, y lo que no autoriza , lo prohibe . Por otro lado, siempre que uno hace daño a otro contra ley, voluntariamente y sin que el otro se lo haya hecho a él, obra injustamente; y lo hace voluntariamente si sabe a quién y con qué; y el que, en un acceso de ira, se degüella voluntariamente, lo hace contra la recta razón, cosa que la ley no permite, luego obra injustamente. Pero ¿contra quién? ¿No es verdad que contra la ciudad, y no contra sí mismo?. Sufre , en efecto, voluntariamente, pero nadie es objeto de trato injusto voluntariamente. Por eso también la ciudad lo castiga, y se impone cierta pérdida de derechos civiles al que intenta destruirse a sí mismo, por considerarse que comete una injusticia contra la ciudad “ (EN V, 11, 1138ª 12-15)

Séneca

Sin lugar a dudas Séneca ( 4-65) es uno de los pensadores que menos indiferente nos dejará frente a este tema. Séneca entiende el suicidio y su consumación como la puesta en práctica de la libertad que posee el ser humano para abandonar una vida que considera ya indigna e impropia de su razón. Honor y libertad son los dos pilares que levanta el estoico para sustentar su teoría de que el suicidio es un acto moral y valiente, nunca de desesperación ni cobardía como ya habían expuesto otros autores.
Séneca inaugura con su pensamiento una visión que hoy es fuertemente defendida por aquellos que defienden la calidad de la vida frente a la santidad de esta.
“ Esta vida, como sabes, no ha de ser retenida siempre, pues lo bueno no es vivir, sino vivir bien. Por eso el sabio vivirá tanto como deberá, no tanto como podrá; él verá dónde ha de vivir, con quiénes, cómo y qué ha de hacer. Él piensa a toda hora cuál sea la vida, no cuánta; si se le presentan muchas molestias y estorbos que perturben su tranquilidad, se licencia a sí mismo. Y no hace esto en la última necesidad, sino que tan pronto como empieza a serle suspecta la fortuna, reflexiona con toda diligencia si ha de acabar de una vez. Juzga que ninguna importancia tiene para él, si ha de cansarse o ha de esperar su propio fin, si ha de ser más temprano o más tarde; y no siente ningún temor como de una gran pérdida. Nadie puede perder mucho en aquello que se escurre gota a gota. Morir más tarde o más pronto no tiene importancia; lo que importa es morir bien o mal…la vida no ha de comprarse a cualquier precio…” ( OC LXX, 495).
Para Séneca el suicidio no es ir contra Dios, quien ya nos ha destinado a todos a la muerte. Es un acto de total coherencia con la razón, una posibilidad que Dios nos pone al alcance de la mano para salir de la vida cuando lo creamos necesario. Al fin, es la manera de asegurar nuestra propia libertad frente a la vida.
“Es cosa egregia aprender a morir. Acaso se antoja superfluo aprender un arte que sólo ha de practicarse una vez. Precisamente por esto hemos de meditarla, porque siempre hay que aprender aquello que no podemos experimentar si lo sabemos. ¡ Medita la muerte! Quien esto nos dice, nos dice que meditemos la libertad. Quien aprende de vivir desaprende de servir, se encarama por encima de todo poder; al menos, fuera de todo poder. ¿Qué le hacen a él la cárcel, los guardas, el encerramiento?. Tiene libre la puerta. Una sola es la cadena que nos tiene atados, el amor de la vida, el cual, aunque no tenga que echarse, se ha de rebajar a tal punto que si alguna vez se impone la exigencia, no nos detenga nada ni nada nos impida estar dispuestos a hacer en el acto lo que habría que hacer más pronto o más tarde” ( OC XXVI, 418).
No podemos en cualquier caso desprender de estos fragmentos de las obras completas del filósofo estoico, que su defensa ante el suicidio pueda traducirse como una entrega a la muerte cuando el dolor y la enfermedad acechen al hombre.
Si bien antepone claramente la calidad de vida frente al concepto de santidad de vida, que veremos más adelante, apunta notas de sumo interés por las que valora el encuentro del hombre con el dolor y la enfermedad dado que este puede propiciar espacios para la virtud: “ También en el lecho del dolor hay sitio para la virtud. Lucha bravamente con la enfermedad” (OC LXXVIII, 524).
Gran parte de las interesantísimas reflexiones de Séneca sobre la actitud ante la muerte la encontraremos en las Cartas a Lucilio .
Sin lugar a dudas, y a mi interpretación, Séneca es uno de los referentes más a tener en cuenta a la hora de tratar el tema de la libertad para la toma de decisiones en el último tramo de la vida.

San Agustín

Agustín de Hipona (354-430) en su obra “La ciudad de Dios” realiza no pocas referencias al suicidio en una clara oposición contra los pensadores cínicos y estoicos, y muy particularmente con lo expuesto por Séneca.
Se inspira en las Escrituras para afirmar que en ellas no encuentra ninguna referencia donde se autorice el suicidio, ni siquiera para evitarnos un mal o sufrimiento. Según Agustín de Hipona el mandato de Dios “no matarás” debe ser aplicado al suicidio.
“aplicaremos al hombre las palabras no matarás, entendiendo: ni a otro ni a ti, puesto que quien se mata a si mismo mata a un hombre” (OCI,XX,50)
También encontramos una clara referencia en el siguiente texto: “ Sabemos que no existe ley alguna que permita quitar la vida, incluso al culpable, por iniciativa privada, y , por tanto, quien se mata a sí mismo es homicida. Y tanto más culpable se hace al suicidarse cuanto más inocente era en la causa que le llevó a la muerte” (OC I, XVII, 41)
Destacaremos por último de este autor su afirmación de que los sabios estoicos entraban en una contradicción ética dado que afirmaban que para conseguir la felicidad en este mundo es necesario ser fuerte en la adversidad, en medio de los dolores y sufrimiento. Simultáneamente afirman que un acto de suprema libertad les llevará al suicidio para acabar con una vida de dolores, enfermedad o desdichas.

Santo Tomás

Para Tomás de Aquino (1225-1274) el argumento más poderoso contra el suicidio radica en que nuestra vida no nos pertenece. La vida, según Tomás de Aquino nos la da Dios, y si bien tenemos la libertad de finalizarla no nos corresponde a nosotros.
Durante la Edad Media la argumentación más manejada contra el suicidio fue la expuesta por Agustín de Hipona , y a él hace constante referencia este autor en la “Suma Teológica” con una novedad, anexionar al argumento de San Agustín y el de Aristóteles, por lo que nos encontramos entonces con tres argumentos o razonamientos que rechazarían de plano en este autor el suicidio. Suicidio es ir Contra la ley natural y la caridad, contra la comunidad o polis, contra Dios que es nuestro creador y el único que tiene derecho sobre la vida y la muerte.
“ Es absolutamente ilícito suicidarse por tres razones: primera, porque todo ser se ama naturalmente a sí mismo, y a esto se debe el que todo ser se conserva naturalmente en la existencia y resista, cuanto sea capaz, a lo que podría destruirle. Por tal motivo, el que alguien se dé muerte va contra la inclinación natural y contra la caridad por la que uno debe amarse a sí mismo; de ahí que el suicidarse sea siempre pecado mortal por ir contra la ley natural y contra la caridad.
Segunda, porque cada parte, en cuanto tal, pertenece a la sociedad. Por eso el que se suicida hace injuria a la comunidad, como se pone de manifiesto por el Filósofo en el libro V de la Ética a Nicómaco. Tercera, porque la vida es un don divino dado al hombre y sujeto a su divina potestad, que da la muerte y la vida. Y , por tanto, el que se priva a sí mismo de la vida peca contra Dios, como el que mata a un siervo ajeno peca contra el señor de quien es siervo; o como peca al que se arroga la facultad de juzgar una cosa que no le está encomendada, pues sólo a Dios pertenece el juicio de la muerte y de la vida, según el texto de Dt. 32,39. -Yo quitaré la vida y yo haré vivir-“ (III, Parte II-II a, C.64 a.5, pp. 533-535)
Si para Aristóteles en su Ética a Nicómaco la muerte es el más terrible de los males para Tomás de Aquino suicidarse conlleva un gran mal, el no tener tiempo para una penitencia que pueda expiar “tan horrendo” pecado contra Dios, la polis y uno mismo.

Michel de Montaigne

Para el humanista francés Montaigne (1533-1592) la huella del estoicismo es sin duda importantísima a la hora de sus reflexiones sobre el suicidio. Estas reflexiones aparecen en sus “Ensayos” donde mantiene que nuestra muerte es una parte del orden universal.
Montaigne está fuertemente influenciado por el pensamiento del estoico Séneca y textos como el que siguen lo demuestra:
“ Este vuestro ser del que gozáis pertenece por igual a la muerte que a la vida. El primer día de vuestro nacimiento os encamina tanto a vivir como a morir… Todo lo que vivís se lo robáis a la vida, es a expensas suya. La continua obra de vuestra vida es la construcción de la muerte. Estáis en la muerte mientras estáis en la vida; pues estáis después de la muerte cuando ya no estáis en la vida. O si preferís estáis muerto después de vida; más durante la vida estáis muriendo y la muerte afecta mucho más duraderamente al moribundo que al muerto, y más viva y más esencialmente. Si habéis aprovechado la vida estáis saciados, idos satisfechos. Si no habéis sabido hacer uso de ella, si os era inútil,¿qué se os va en haberla perdido? ¿Para qué la queréis todavía? No es la vida de por sí ni buena ni mala: el bien y el mal dependen del sitio que les hagáis…” (I, XX,137).
Otro de sus textos nos lleva de nuevo a la misma dicotomía. Vida como calidad, vida como santidad. “ Había visto que la mayoría de las opiniones de los antiguos convenían en esto: que es hora de morir cuando vivir reporta mayor mal que bien; y que es ir contra las propias leyes de la naturaleza el conservar la vida para tormento e insatisfacción nuestras, como dicen estas antiguas reglas: “ O una vida tranquila, o una muerte feliz. Es bueno morir cuando la vida es molesta. Vale más no vivir que vivir desgraciado” (I,XXXIII,281)
En otro texto de sus “Ensayos”, encontramos a un Montaigne que nos habla de una lucha frente al sufrimiento, de un vivir para el “otro”, de una “responsabilidad en la polis”. “ A veces, aunque las circunstancias nos empujen a lo contrario, hemos de recuperar la vida, incluso con sufrimiento; hemos de detener el alma entre los dientes, puesto que la posibilidad de vivir para las gentes de bien no depende de lo que les plazca, sino de lo que deban. Aquel que no estima a su mujer o a un amigo tanto como para prolongar su vida por ellos, es demasiado débil y blando: ha de ordenárselo el alma cuando lo requiera el bien de los nuestros; hemos de entregarnos a veces a nuestros amigos y aunque por nosotros queramos morir, interrumpir por ellos nuestros designios. Es prueba de gran valor el volver a la vida en consideración a otro, como hicieron varios excelsos personajes; y es un rasgo de singular bondad conservar la vejez, si se siente que ese esfuerzo es dulce, agradable y provechoso para alguien querido “ ( II, XXXV,510)
En el siguiente texto vemos como Montaigne nos hace referencia al doble castigo, el de la ley divina y el de la ley humana. “ Pues muchos sostienen que no podemos abandonar esta guarnición del mundo sin orden expresa de aquel que en él nos ha puesto, y que sólo corresponde a Dios, que aquí nos ha enviado, no solo por nosotros sino para su propia gloria y para servir a los demás ,el darnos permiso cuando le plazca, y no a nosotros el tomárnoslo, pues no nacimos para nosotros sino también para nuestro país: las leyes nos piden cuenta de nosotros mismos en su propio interés, y nos condenan por homicidio; es decir que como desertores de nuestra misión somos castigados en este mundo y en el otro …” (II,III, 32)

Hume

Con “Sobre el suicidio” el filósofo escocés D. Hume (1711-1776) aportó una serie de razonamientos desde la teología, la sociología y la ética para la justificación del suicidio.
Este pequeño ensayo apareció después de la muerte del filósofo, levantando al parecer no pocas controversias.
A la manera de Epicuro, Hume argumenta que además de nuestro apego a la vida son muchas las supersticiones que agravan el temor. Frente a esto propugna que sea la filosofía la que se enfrente a ello.
Hume quiere rebatir la postura de Agustin de Hipona y de Santo Tomás. Para él, el suicidio no es un pecado ni una ofensa contra Dios. Para Hume el suicidio es moral.
Este filósofo plantea una pregunta de gran importancia para el tema de la autonomia ante la decisión de vivir o morir. ¿no podemos disponer todos libremente de nuestra propia vida?
“Si el disponer de la vida humana fuera algo reservado exclusivamente al Todopoderoso, y fuese un infringimiento del derecho divino el que los hombres dispusieran de sus propias vidas, tan criminal sería el que un hombre actuara para conservar la vida como el que decidiese destruirla. Si yo rechazo una piedra que va a caer sobre mi cabeza, estoy alterando el curso, y estoy invadiendo una región que sólo pertenece al Todopoderoso, al prolongar mi vida más allá del periodo que, según las leyes de la materia y el movimiento, Él le había asignado (...). ¿Podría alguien imaginar que estoy violando los planes de la Providencia o maldiciendo el orden de la creación porque yo deje de vivir y ponga punto final a una existencia que, de continuar, haría de mi un ser desdichado?.Nada más lejos de mi que esos sentimientos. De lo único que estoy convencido es de un hecho que todo el mundo admite como posible: que la vida humana puede ser desdichada , y que mi existencia, de prolongarse por más tiempo, resultaría indeseable; pero doy gracias a la Providencia de todos los bienes de los que ya he disfrutado, y por el poder que ella me ha dado de escapar de los males que me amenazan. Quien estúpidamente piense que no dispone de tal poder, estará de hecho quejándose de la Providencia, al verse obligado a prolongar una vida odiosa, llena de dolor, de enfermedades, de humillación y de pobreza” (SS pp.127-128)


Hume, situándose en la otra parte, la del pensamiento cristiano, usa los argumentos de este cuando refrendan que la providencia es la que ha guiado todas las causas, y que nada sucede en el universo sin su consentimiento. Hume responde, que también mi propia muerte, auque sea voluntaria, es permitida por Dios y por lo tanto se materializa con su consentimiento.
El suicidio no transgrede la ley natural. El filósofo escocés apunta igualmente que el mandato de Dios “No matarás a tu prójimo” no se puede interpretar como lo hace Agustín de Hipona, extendiendo este mándato a uno mismo, esto es , no te matarás.
Finalizamos la referencia a Hume con este texto de su “Sobre el suicidio”.
“ cuando el dolor o la tristeza superan mi paciencia hasta el punto de hacer que me canse de la vida, puedo sacar la conclusión de que se me está pidiendo, en los más claros y expresivos términos, que deje mi puesto.” (SS p 130)

Kant

La tesis a la que llega Kant (1724-1804) arranca desde su convencimiento, expresado en “Metafísica de las costumbres” de que existen deberes del hombre para consigo mismo, siendo el principal tratarse a sí mismo como fin, y no como mero medio.
“Metafísica de las costumbres”, “ Fundamentación para una metafísica de las costumbres”, “Crítica de la razón práctica “ y “ Lecciones de Ética “ constituyen el armazón ético de Kant, y en este aparecen múltiples referencias al suicidio.
Kant critica ferozmente a los estoicos cuando estos apuntan como “privilegio de sabio “ salir de la vida voluntariamente. Junto con lo expresado por Agustín de Hipona, subraya una paradoja en el pensamiento estoico que por otra parte realza la defensa por estos de la virtud de la fortaleza ante lo adverso.
En la Metafísica de las costumbres Kan anota: “ El hombre no puede ejanjenar su personalidad mientras viva: y es contradictorio estar autorizado a sustraerse a toda obligación , es decir, a obra libremente como si no se necesitara ninguna autorización para esta acción. Destruir al sujeto de la moralidad de su propia persona es tanto como extirpar del mundo la moralidad misma en sus existencia, en la medida en que depende de él, moralidad que, sin embargo, es fin en sí misma; por consiguiente, disponer de sí mismo como un simple medio para cualquier fin supone desvirtuar a la humanidad en su propia persona, (homo noumenon), a la cual, sin embargo, fue encomendada la conservación del hombre (homo phaenomenon)(MC.,423, pp.282-283)
Según algunos autores Kant no hace uso de razonamientos religiosos en sus escritos sobre el suicidio y su tratamiento lo realiza desde consideraciones y argumentaciones teónomas. No obstante, vemos como a la forma de Hume un “apoderamiento” , tal vez más sútil, de los contenidos religiosos, hasta llegar a afirmar ya sin difraces en sus “ Lecciones de Ética “ que los seres humanos hemos sido puestos en este mundo para seguir los designios de un Dios creador (LE. 194)
“ No hay que buscar fundamento de tales deberes en las prohibiciones de Dios, ya que el suicidio no es algo aborrecible porque Dios lo haya prohibido, sino que por el contrario, Dios lo ha prohibido porque era aborrecible; en otro caso, si elsuicidio fuera aborrecible porque Dios lo hubiera prohibido, yo no podría conocer la razón de esa prohibición, que es justamente el tratase de algo aborrecible en sí mismo. Por consiguiente, la razón de considerar aborrecibles el suicidio y otras violaciones de los derechos no ha sido extraída de la voluntar divina, sino de su intrínseco carácter repulsivo... Por ello, es el carácter intrínsecamente aborrecible del suicidio lo que, ante todo, deben poner de manifiesto todos los moralistas (LE, pp 159 y 195)
Para Kant perder la dignidad es llegar hasta el suicidio. Su argumento se centra en que tenemos que respetar a la humanidad en nuestra propia persona, ya que para el filósofo prusiano sin este principio ético el hombre es indigno de vivir y le sitúa en el nivel de los animales.. Para Kant nuestra disponibilidad sobre nosotros mismos tiene fronteras, al fin la autonomía no es total.
El cumplimiento de la moralidad, de la norma, la observancia de esta llega a parecer que sea bien mayor o superior que la propia vida del hombre.
“ Es preferible sacrificar la vida que desvirtuar la moralidad. Vivir no es algo necesario, pero sí lo es vivir dignamente, quien no puede vivir dignamente no es digno de la vida. Se puede vivir observando lo deberes para consigo mismo sin necesidad de violentarse. Pero aquel que está dispuesto a quitarse la vida no merece vivir. La felicidad constituye el motivo pragmático del vivir. ¿Puedo entonces quitarme la vida por no poder vivir felizmente? ¡Claro que no ¡ No es necesario ser felíz durante toda la vida, pero si lo es vivir con dignidad. La miseria no autoriza al hombre a quitarse la vida, pues en este caso cualquier leve detrimento del placer nos daría derecho a ello y todos nuestros deberes para con nosotros mismos quedarían polarizados por la joie de vivre, cuando en realizad el cumplimiento de tales deberes puede llegar a exigir incluso el sacrificio de la vida” (LE. 192)


Schopenhauer

En este autor, podemos encontrar una profunda reflexión sobre el sufrimiento, dolor y muerte. Para este pensador el origen de todo mal se ha de buscar en la insaciable voluntad de vivir. De alguna manera se diría que nos pide una negación de nuestra voluntad vital que rozaría la ascética y que no estaría muy alejada de determinadas religiones.

Schopenhauer en su búsqueda de una moralidad nos acerca a un rechazo radical de la voluntad de vida como una negación a ésta. Según el profesor bonete, podríamos llegar a entender en contra de lo que pudiera parecer a primera vista que el suicidio sería el acto más sublime del querer del hombre, sin embargo no es otra cosa que un acto de total sumisión a la voluntad de vivir. El filósofo afirma que quien comete un suicidio busca con ahínco desesperado liberarse de males y dolores antes que acabar con su vida. Si pudiera escapar de aquellos males que le acosan sin recurrir a la propia muerte lo harían, con lo que según este autor se produciría la paradoja de que el suicidio realmente fuese una manifestación de voluntad de vida:

“ el suicidio, lejos de negar la voluntad de vivir, la afirma enérgicamente. Pues la negación no consiste en aborrecer el dolor, sino los goces de la vida. El suicida ama la vida; lo único que le pasa es que no acepta las condiciones en que se le ofrece. Al destruir su cuerpo no renuncia a la voluntad de vivir, sino a la vida. Quiere vivir, aceptaría una vida sin sufrimientos y la afirmación de su cuerpo, pero sufre indeciblemente porque las circunstancias no le permiten gozar de la vida. ” (PP cap.69,p.305)

Vamos a destacar de este autor una importante referencia vertida en su libro Parerga y Paralipómena (Sobre el dolor del mundo, el suicidio y la voluntad de vivir), donde contra aquellos pensadores anteriores, que calificaron el acto del suicidio como un acto de cobardía y de injusticia ante los demás, el autor hace un alegato de la tan traída y llevada “autonomía”, cuando dice: “es manifiesto que nada hay en el mundo sobre lo cual tenga cada uno un derecho tan indiscutible como su propia persona y vida” (PP, p.51)

Este pensador hace uso de Séneca y de Hume para reforzar su tesis contra los argumentos teológicos que la tradición cristiana ha manejado contra el acto de libertad que para él supone el suicidio: “ el virulento celo de los sacerdotes de las religiones monoteístas, que no encuentra sin embargo apoyo alguno en la Biblia ni en argumentos convincentes, parece, pues descansar por fuerza en una razón huera” (PP, p.58)

Nietzsche

Finalizamos este recorrido histórico en torno al suicidio con uno de los pensadores mas estremecedores del siglo XIX. Tal vez su propia experiencia del dolor su carácter especial y su experiencia vital le hayan llevado a construir sobre sí una imagen fantástica y enigmática. Para este pensador el sufrimiento ha de ser asumido como parte de la vida, formando al hombre y educándole en la percepción de nuevas dimensiones que sólo pueden ser captadas desde ese dolor.

Contrario a toda moral cristiana el filósofo critica ferozmente el sentido redentor y trascendente del sufrir humano expuesto insistentemente por el cristianismo. Nietzsche mirando al mundo griego retoma el dolor como resultado de un destino trágico que tiene que ser aceptado por el hombre con todas las fuerzas justificando en algunos casos el atentar contra la propia vida.

La concepción de la muerte como un acto de libertad humana está presente en las palabras del filósofo alemán, si bien es verdad que su obra se ha interpretado y reinterpretado en multitud de ocasiones, al punto de haber querido encontrar el armazón ideológico del genocidio nazi en sus escritos filosóficos.

En cualquier caso la posición nietzscheana apunta argumentos a favor de la eutanasia voluntaria y de la ayuda al suicidio e incluso apunta a la defensa de la muerte natural. Hay claras referencias a lo largo de su inmensa obra donde expone algunas veces con una claridad deslumbrante su opinión: “mucho mejor es la decisión de optar por la muerte rápida y libre a través del suicidio” (Aurora, nn.52)

En Así habló Zaratrustra y más concretamente en su capítulo sobre “La muerte libre”, el filósofo desarrolla una defensa estremecedora sobre la eutanasia y el suicidio: “No quiero ser como los cordeleros, que estiran su hilo caminando para atrás.
Mas de uno llega a tan viejo que ya no es edad la suya ni para sus verdades y sus victorias; la boca desdentada ya no tiene derecho a decir todas las verdades” (AHZ, p.539)

La metáfora en este filósofo es un grave problema a la hora de analizar sus contenidos filosóficos. La literatura que brota de las manos de este genial pensador a veces nos confunde y aturde al punto de poder encontrar interpretaciones diametralmente opuestas. En obras como Humano, demasiado humano; Genealogía de la moral o Crepúsculo de los ídolos y otras, daremos con múltiples referencias sobre la actitud del ser humano ante la muerte.

Terminamos nuestro recorrido histórico con un texto realmente estremecedor del filósofo alemán que sin duda alguna no nos deja escépticos:

“El enfermo es un parásito de la sociedad hallándose en cierto estado es indecoroso seguir viviendo. El continuar vegetando, en una cobarde dependencia de los médicos y de los medicamentos, después de que el sentido de la vida, el derecho a la vida se ha perdido es algo que debería acarrear un profundo desprecio en la sociedad. Los médicos, por su parte, habrían de ser los intermediarios de ese desprecio, -no recetas, sino cada día una nueva dosis de náusea frente a su paciente… Crear una responsabilidad nueva, la del médico, para todos aquellos casos en que el interés supremo de la vida ascendente, exige el aplastamiento y la eliminación sin consideraciones de la vida degenerante- por ejemplo, en lo que se refiere al derecho a la procreación, al derecho a nacer, al derecho a vivir… Morir con orgullo cuando ya no es posible vivir con orgullo. La muerte, elegida libremente, la muerte realizada a tiempo, con lucidez y alegría, entre hijos y testigos: de modo que aún resulte posible una despedida real, a la que asista todavía aquél que se despide, así como una tasación real de lo conseguido y querido, una suma de la vida –todo ello en antítesis a la lamentable y horrible comedia que el cristianismo ha hecho de la hora de la muerte. Se debería, por amor a la vida querer la muerta de otra manera…” (CI)

Creo que este fragmento de Nietzche nos lleva a no pocas reflexiones y nos recuerda el interesante trabajo de Ariès: “El hombre ante la muerte”, cuando nos muestra un recorrido por la manera de morir a lo largo de la historia. Podemos encontrar igualmente motivo de reflexión en el texto de Nietzche sobre el momento de decisión de poner fin a la vida, y por supuesto enlazar con el modo tecnológico de muerte y con lo que damos en llamar dignidad de morir.

lunes, 16 de agosto de 2010

Los campos magnéticos - André Bretón y Phillipe Soupault



Pintura de Daubigny


Todo lo misterioso


La Pelea de Gallos de Jerome
Una ruptura de banda seguida de prospecto
Arena negra
Moldura de paraíso
Inspección solar y luego frescor real
En el dormitorio sueño con el verano
Me han dicho Qué tiene en lugar de corazón


Rescate


Facultad de darse
Informaciones gratuitas
Enmendarse en la tierra
Felices de complacer
He aquí los bellos picos de inofensivo retroceso
El oro merecido
Será que por la noche ha crecido mañana se habrá podrido
Estaciones animadoras de nuestros deseos
Apertura de puertas ante la amazona

domingo, 15 de agosto de 2010

El amado es doble - ANGELA GARCÍA




El amado es doble
el presente y el ausente
el visible y el evocado

El primero es fiel con su proximidad
el otro con su perfección

A este le soy fiel con ternura
el amor nos asalta
A áquel, fiel con el deseo
el amor nos obliga

Digo a uno:
vivo contigo
pero te amo

Digo a otro:
vivo sin ti
pero te amo

Es difícil saber cuál de los dos
es el inventado

martes, 10 de agosto de 2010

EL PADRE - Affonso Romano de Sant'Anna




EL PADRE


Busco en mis papeles,
en los baúles familiares
un perdido testamento.

Encuentro cartas, proverbios en esperanto,
pensamientos de Raumsol y la caligrafía de mi padre.
Hombre de fe, rezaba en los cementerios.
Expulsó demonios en Uberlandia
y a la alta madrugada enfrentó al diablo
cara a cara en Carangola.

Ninguno de los hijos lo entendió a tiempo.
Pero él, esperantista,
esperaba cartas de Holanda,
las vacas gordas de José
y el fin de la Torre de Babel.
Mi padre, ciudadano del mundo,
pobre profesor de esperanto
a la orilla del Paraibuna.

Leía, leía, leía. Había siempre
un libro en su mano.
Y llegaban misivas
y sellos fraternales
–mia caro samiedano-
de Polonia, China,
Bélgica y Japón.

Masón, grado 33,
letra primorosa,
bordaba actas de la cofradía,
nos hablaba de machos cabríos y calaveras,
liturgias impenetrables
y un día nos trajo la espada
que entre los masones usaba.

Los domingos, en la mesa
se regodeaba con los Salmos:
leía los más largos
ante la fría macarronada,
pero su flauta dominguera
apacentaba mi deseo
de pecar allá en el huerto
y amontonaba las deudas
que despertaban el lunes.


Estuvo en tres revoluciones.
No sé si disparaba
y medallas nunca fue a buscar.
Capitán de milicias
licenciado por desacato al superior
discutía de política sin mucho empeño.
Votaba con los pobres: PTB-PSD.
El tío Ernesto era udenista
y lo recriminaba.

Me llevó a ver a Getulio
en un desfile militar.
En el bolsillo, una carta
exponiendo al presidente
su penosa situación:
injusticias militares,
necesidad de subsidio
y la solicitud de un maletín escolar
para mi hermano.

Hecho esto, era capaz de esperar
semanas y meses
sin desconfiar de que, al llorar
oyendo novelas
de la Radio nacional,
él era un personaje más,
pues si, como dice García Márquez,
el coronel no tiene quién le escriba,
el dictador jamás respondería al capitán.

Novio contrariado,
huyó con mi madre
y con ella intercambió cartas, que vi
escritas con la propia sangre.
Peleó con un cochero
que azotaba a una bestia
delante de nuestra puerta.
Y cuando la tarde caía,
alzaba a la hija paralítica
paseando su calvario por las calles
del interior.

Cierta vez, como mis hermanos
me pusieron treinta apodos
queriéndome degradar
llamándome “guga”,
“tora”, “manduca” y “Júpiter”,
aquella noche, notando mi tristeza
me llevó al patio
entre coles y hortalizas:
me mostró Júpiter, la enorme estrella
y otras constelaciones: peces,
toros, centauros, osas mayores y menores
todo brillando en mí
estrellas que con él distinguí
y desde aquella noche
nunca más pude encontrar.

domingo, 8 de agosto de 2010

Y así fue Medellín (la crónica tardía del XX Festival Internacional de Poesía de Medellín) - Lauri García Dueñas


Todo empezó hace algunos meses cuando recibí la noticia por correo electrónico de que sería invitada al Festival Internacional de Poesía de Medellín. Mi reacción fue al principio de incredulidad porque yo decía eso de “algún día me invitarán a Medellín”, pero creía que esa invitación llegaría hasta muchos años después, cuando la experiencia hiciera cuajar más mis poemas y mi oficio se agudizara. Pero el honor me llegó pronto y había que asumirlo.

Ir al festival de Medellín, para un poeta, es como la graduación del colegio, es como para un boxeador conocer a Mike Tyson o para un niño mirar entrar por la chimenea a Santa Claus. Así me sentí yo.

Gracias a esa “buena estrella”, que no es tal, sino más bien el cúmulo de gente que cree en mí y en mi poesía, conseguí el pasaje México-Bogotá-México y llevé en mis destartaladas maletas algunos ejemplares del poemario “un error espectacular atravesado por avenidas e hipopótamos líquidos”, diseñado por Karla Aguirre y que contiene algunos de los extractos de “el tiempo es un texto indescifrable”, más otros poemas que consideré los más adecuados para leer frente a las centenares de personas que escucharían ávidamente a los cien poetas del mundo de 58 países que llegamos este año a la ciudad de quebradas limpias y cielos despejados.

Volé desde México D.F. a la 1.35 a.m. y llegué a Bogotá a las 6.35 a.m. del 6 de julio. A bordo de su jeep, la poeta colombiana María Tabares, poeta del megáfono, amiga entrañable, me esperaba.

Parte fundamental de mi aventura poética colombiana fue ser recibida por esta mujer de 52 años, quien dejó su carrera de publicidad para ser “escritora siempre” y quien me ha enseñado que eso significa levantarse todos los días, servirse el café, escribir, escribir y pulir y creer. Y entender, como dice la poeta más joven de Colombia – Mari Zapata de 15 años- que las mujeres que se dedican a escribir no tienen edad.

Luego de dos días para que Bogotá nos empapara, de comer ajiaco y otras delicias que empezarían a sumar en los kilos que subí en Colombia, aferrada a la ferviente convicción de que no pagaría un avión para ir a Medellín –acostumbrada a viajar hasta 27 horas seguidas al interior de México- me fui a la terminal y me preparé para las diez horas de autobús, sinuosas, mareantes, que me llevarían a mi destino.

La emoción crecía, a cada curva de la carretera que me acercaba a Medellín.

Llegué justo a tiempo al hotel, Luis Eduardo Rendón –uno de los titánicos organizadores de este encuentro maravilloso- me dio las primeras indicaciones, aventé mis maletas en la habitación, me eché agüita y me subí en un taxi con Jesús, Cristina, y la poeta colombiana Tatiana Mejía.

Hablé sin parar, como suelo hacerlo cuando estoy nerviosa, mientras acelerábamos en la avenida oriental en dirección al cerro Nutibara.

Lo que viví ahí esa noche superó cualquiera de mis sueños o expectativas. Al llegar, me senté en el escenario junto con los poetas que al pasar los días se convertirían en mis amigos.

Reconocí a Ophir Alviárez, de Venezuela, quien me presentó a Gustavo Pereira, uno de los grandes escritores de su país. A un costado platicaban los cubanos Oscar Cruz y Domingo Alfonso y se me apareció el carismático dominicano Rei Berroa, gran poeta y ser humano, a quien ya había escuchado leer en El Salvador.

Al frente, unas cinco mil personas habían llegado para escuchar poesía. Empezó la lluvia y la mayoría del público permaneció incólume. Las parejas se abrazaban, las familias se cubrían bajo amplios paraguas. El agua no restó el entusiasmo ni cesaron los aplausos cuando los poemas gustaban.

Salvo el poeta francés Jean Clarence Lambert (1930) que se endiosó en el micrófono y no lo soltaba, la noche fue maravillosa.

El culmen llegó cuando le tocó la hora de leer al poeta ruso, varias veces propuesto al Premio Nóbel, Yevgeny Yevtushenko (1933). El público guardó absoluto silencio, y el escritor acostumbrado a recitales multitudinarios en Moscú, cautivó a Medellín con el poema de la primera mujer que amó, viuda febril, y lo que sucede en el país de más o menos.

“Vivo en el país llamado Más o Menos,
dónde,
muy extrañamente,
no hay ningún partido oficial llamado ‘Masomenosista’…
donde ellos
leen a nuestros escritores clásicos… más o menos…”

Mucho menor que él, la inglesa Caroline Bird (1986), encantó con su poesía explosiva y tierna, bomba molotov de hadas masturbándose.

Y así inició la maratón poética de diez días, que me llevaría a dar ocho recitales, seis en Medellín y dos en municipios, aprender de los grandes escritores, performanceros, músicos, traductores y dramaturgos, que leyeron a mi lado y a los que conocí en las pláticas de pasillo, en las inolvidables noches de rumba o en las tardes de café y cerveza.

De todos quisiera hablar acá pero no me alcanzaría el papel. Bromeando con el también poeta, actor y traductor, Walter Artieda, le decía que iba a escoger mi top ten poeta del festival, lo cual sería injusto, porque fui atravesada por demasiada fascinación en esos días y porque mis percepciones, mi cabeza y mi corazón fueron puestos patas arriba más de diez veces en esos diez días.

Hablaré entonces de algunos de ellos porque hablar de cien es mucho. Comentaré no por orden de importancia, sino de memoria.

Viví pues constantes y mágicos descubrimientos, respiré aire nuevo para mi creación, me apasioné. Hay poemas que escuché en Medellín que todavía me siguen resonando dentro.

Escuchar a Yevgeny Yevtushenko cambió mi vida. Más allá de su aire esquivo, y de que no pude platicar con él porque siempre estaba rodeado de fans, comprendí que la poesía cuando es sencilla y habla del mundo es importante y contundente. Fue inolvidable su lectura de “Mi bandera roja” en el Jardín Botánico. La gente lloró, al escuchar ése y otro poema de una abuela indigente peruana. Yo también lloré.

Otra de las grandes lecciones de esos días es que la fuerza de la poesía mundial palpita dulce, agitada, comprometida y desquiciada en las gargantas de sus jóvenes poetas. Aparte de destacar el trabajo de Bird, creo que por lo menos una vez en la vida hay que escuchar a Julien Delmiere (Francia, 1977) cuyo poema “Rojo”, dedicado a Medellín en clave de rap, es uno de los delirios más hermosos que escuché:

“Recuerdos de antes de la aurora
cuando yo no era todavía
sino una lluvia de misterio, un escalofrío sobre la tierra
un fragmento de elemento –un montón de sentimientos
no verdaderamente definidos
una parcela de infinito…”


Teresa Colom (Andorra, 1973) quien a pesar de que no se quedó a todo el festival, dejó, a los que pudimos oírla, la belleza de las belugas, esas ballenas del Ártico, la elegancia de su forma de recitar y el rumor de su voz descansada que atravesaba como un cuchillo punzante el estómago: “Un león parece un león. Una araña parece una araña. Pero detrás de los ojos de un hombre te puede estar mirando cualquiera. Me han dicho palabras que se enredaron al cuello y han serpenteado en mis cabellos. A menudo he parecido más feliz de lo que era. Las sonrisas atraen el veneno de las serpientes”.

Andrea Cote (Colombia, 1981) Una aparición pálida de ojos transparentes y dulces. Me regaló su poemario China Town, a toda hora, una cajita de fideos poéticos que tengo sobre la mesa de noche para cuando los necesito: “Soy la punta de la estrella, y la cosa de papel que cae desde el aire en los aniversarios, el autor de la teoría de que el espíritu es el hueso que no se puede roer. Soy las ganas de romperse y decir algo…”

Por supuesto, Ophir Alviárez, poeta venezolana que acaba de publicar “Ordalía o la pasión abreviada” con el Fondo Editorial del Caribe. Desde que la conocí en Oaxaca en 2006, me gustó la energía femenina que emana de sus poemas como si fueran vidrios rotos, una especie de intrincado misticismo, su aliento antiguo, la denuncia de todo aquello que aplasta a las mujeres y su defensa desde el cuerpo. Es un lujo su blog:

http://www.solfayarabescos.blogspot.com/

Oscar Cruz (Cuba, 1979) Su poema “La derrota” me volteó las entrañas: “Uno no se mata por el amor de una mujer, escribió Césare Pavese en su Diario, a manera de adiós, después de llamar a varias putas. uno se mata porque un amor, cualquier amor, te revela tu desnudez, tu miseria, y tu nada. horas después se suicidó, en la misma habitación donde lloraba. es esto lo que importa tal vez: ni el mundo, ni las putas, lo recuerdan”.

Walther Espinal (Colombia, 1980) y “La balada del motel”, para nuestra generación de acostones en hoteles de paso: “Cogidos de la mano entramos como a una tarde de domingo. Y pronto las ropas cuelgan del perchero que no espabila con las acrobacias sexuales. Aquí la vela del amor riega esperma y luego se apaga. El deseo como un león sigue los pasos/ríe/ me considera su hermano. Pago entonces la balada del motel para el amanecer o el rato. Y yazgo/miro al techo/huele a flores/y de costado/por el espejo/contemplo su espalda”.

También tuve el honor de conocer a tres grandes maestros que recuerdan el significado de esa palabra: Homero Aridjis (Mexico, 1940); Piedad Bonett (Colombia, 1951) y Gustavo Pereira (Venezuela, 1940).

De Aridjis: “… que no hay mayor esplendor del gris que cuando la luz lo platea. Su respiración profunda es una exhalación… Y Dios vio que era bueno que las ballenas se amaran y jugaran con sus crías en la laguna mágica”.

De Bonett: “Significa que amo la curvatura de tu nuca, la momentánea luz del ojo, las doce vértebras dorsales y las cinco lumbares que imaginan las yemas de mis dedos. y tu hígado azul, el cráneo que encierra el cerebro que encierra/esa palabra/que quisiste decir y no dijiste/y tu miembro, que sueña su memoria/y el arco de tu pie/y la pequeña luna de tus uñas/y el ruido de tus vísceras que libran sus pequeñas batallas cotidianas”.

De Pereira, “Somari del viaje de regreso”: “Yo tendré algunos años en el 3002 y serán muchos para ti pero no demasiados en el vuelo de regreso. No habrá más años sino en el cuaderno donde escribo/ tu nombre para el olvido. No habrá ni siquiera un minuto para soñarte/ porque ayer habré despegado para siempre/ y tú serás tan vieja que no podrás derramar una lágrima/ y tan llena de escombros que apenas te sentirás vivir”.

El poema que más me gustó del festival fue el dicho en la clausura por John Agard (Guyana, 1949) el cual hablaba de cómo el ser humano debería de aprender de la vaca, que no siente envidia porque otras de su especie comen un pasto más verde que ellas, ni por eso hacen la guerra. “¿Mujes el mensaje?”, concluía el poeta.

Lina Castro, de Cuba, me invitó a leer, de la antología del festival, el poema “De la tejedora” de Juan Diego Tamayo (Colombia, 1968), y quedé impresionadísima, por suerte también lo leyó en la clausura: “… tan arduo me ha sido tejer la sangre de las batallas como los besos de los enamorados. Soy la tejedora. La que con sus hilos urde la trama de la vida. Y mientras canto, tejo y destejo el silencio de la incertidumbre…”

El poeta, baterista de jazz y actor, Jules Deelder (Países Bajos, 1944) fue uno de los personajes del encuentro, seguido en todo momento por los camarógrafos de la televisión de su país, sin bajarse sus trajes de dandy y su ceño fruncido.

“El poema es primicia. Derrota demoledora de equipo de cricket femenino. Equipo de cricket femenino otra vez aniquilado. Equipo de cricket femenino barrido del campo de juego. El poema a nadie obliga. El poema es un suspiro de alivio. Un taxi lleno de chinos. El poema es poesía”.

Uno de los poetas que tuvo mayor arrastre popular fue el nadaísta Jotamario Arbeláez (Colombia, 1940) con versos claros, cómicos y cotidianos que incluían a su mujer cambiándole la marca del whiskey mientras él creía que tenía cáncer, o la lista de sus varias mujeres de nombre Claudia.

Me conmovió el erotismo, el retrato vital y la fuerza de la poesía de Héctor Fagot (Colombia, 1961), además que siempre recitó de memoria, viendo al público a los ojos: “Ayer visité el barrio de la infancia/ y en la misma cuadra, de pie/ el brazo derecho pegado al viejo poste/ cerrados los ojos/ pronuncié el antiguo talismán de la alegría/ y salí a buscar a los amigos…”

Mención especial en mi corazón, la pulida y delicada poesía del conocido Esteban Moore (Argentina, 1952), lamentando no haber podido ir a sus talleres de poesía beatnik, por coincidir con mis lecturas y la semifinal del mundial (lo sé, soy lo peor pero fue un honor brindar con él en el bar del hotel -varias veces- y leer en la misma mesa) Su poesía, impecable: “Aquellas palabras del momento y aquellas otras que no supieron salir de tus labios. Han pasado los días y tantas noches y sabrás que siempre ha sido demasiado tarde”.

Otro honor para mí fue leer con el consagrado paraguayo Carlos Villagra Marsal (1932), y escuchar sus poemas políticos y de celebración a la naturaleza: “Un pájaro raspa el cielo equívoco de la atardecida”.

Me salvé, casi no platico con Udo Kawasser (Austria, 1965), también coreógrafo, que montó con bailarines de Medellín una pieza de danza animal llena de percusiones. Por suerte, también bailé con él: “¿De dónde sólo escombros de corteza ese silencio de las formas?”.

Me gustó mucho el poema leído en la clausura por Lasse Söderberg (Suecia, 1931) y Ángela García (Colombia 1957), pareja en la vida real, quienes se conocieron justamente en Colombia y se dedicaron mutuamente un diálogo erótico leído a dos voces.

Y la hermosa Imtiaz Dharker (India, 1950) pidiendo por la protección de la humanidad: “Protege la leche. Protege al niño que la bebe. Protege al seno y cólmalo. Protege a la mujer. Protege el esperma. Protege al hombre. Protege la semilla. Protege los naranjos. Protege a estos para empezar. Si me ofreces tu mano. La tomaré. Una, dos o tres, de ti. Tomaré todas las ayudas que pueda”.

Domingo Alfonso (Cuba, 1935). Inolvidable maestro quien nos habló de los grandes poetas de Cuba, de su generación, en un aula magna de la Universidad de Antioquia y dejó subrayada su carta de presentación. “No me gusta la vulgaridad ni la estridencia”, dijo.

“Esta mujer y yo terminamos. Ahora, dejando el desorden de las sábanas, Hemos mirado por la ventana hacia la calle. Un poco a la derecha/ Unos obreros componen una enorme valla/ Que dice: Todos con boinas rojas a la Plaza de la Revolución. Ella se vuelve al interior del cuarto de hotel. Yo miro sus nalgas color de tinta de imprenta. Siento lo que los hombres normales ante tal espectáculo: Doy gracias a quien corresponda por encontrarme vivo”.

También fue un gusto conocer a Nathalie Handal (Palestina, 1969), sobrina del fallecido comandante comunista salvadoreño Shafick Handal, cosa que me enteré por su boca en el parqueo del hotel. Bella y comprometida con la denuncia de lo que ocurre con sus compatriotas en la franja de Gaza. Su poesía citadina dicha en voz suave en su español adolescente y creciendo: “El viejo chino en la tienda de alimentos naturales en la 98 con Broadway me dice que la lluvia tiene muchas vidas…”

Cómo olvidar a my friend, Obediah Michael Smith (Barbados, 1954), con quien compartí dos lecturas, mi inglés tartamudo, dos comidas, un par de cervezas Club Colombia, sus confesiones al estilo Lolita de Kubrick, una caminata por el centro de Medellín, las imágenes de Botero y la admiración por su hermosa y erótica poesía:

“todo es robado, de veras/ el sol tardío sobre el mar/ mi intento por capturarlo/ por saquear esta tarde/de agosto.

Y al gran y elocuente Rei Berroa (República Dominicana, 1949) y sus poemas de paz,: “Si la paz se vistiera de paloma/dicen los expertos en humanos/con una sola paz nos bastaría/para darle sus alas a la tierra/haciendo del humano una paloma. No es mucho pedirle/a la paz o a la paloma”.

Mis aplausos para el gringuísimo Bob Holman (1948), también inolvidable con su rostro rubicundo, su sombrero, y la capacidad de hacer reír a mandíbula batiente a centenares de personas con sus poemas y una caja.

La guatemalteca Carolina Escobar Sarti (1960) con quien leí en el Teatro de la Librería Panamericana, y hablamos de nuestros vecinos países, algunos amigos en común, de periodismo, de su edad –que no aparenta- , sus hijos, la poesía, el amor y la vida.

“Expulsada del paraíso/ por acamar las mies/ por arrebatarle el lado oscuro a/ la colmena/por tenderse dichosa/sobre su lomo arqueado/ y despuntar/aún temblando.”

Casi se me olvida Jenny Tunedal (Suecia, 1973) porque aunque me la encontré casi todos los días, en casi todos los pasillos, le quedé debiendo una buena conversación. Me pareció la Björk del festival, vi su libro en la muestra, pero estaba en sueco. Su ser me desató una enorme simpatía y profunda curiosidad. Ahora, porque lo leí en la antología, sé que también es periodista -como yo- y que reflexiona sobre la soledad –también como yo.

“La pregunta que erróneamente se plantea, o la carencia de ésta da origen a una nueva soledad. A una solitaria furia. Esto también puede tener su origen en que nadie ha encendido tu fuego”.

No hubiera conocido a todas estas voces, sin que un ejército de unas doscientas personas de la Corporación de Arte y Poesía Prometeo, encabezada por el poeta Fernando Rendón, organizaran este festival, padre de los festivales de América Latina y el mundo. Y por alguna desconocida y agradable razón, me invitaran.

El lema: “El destino del hombre es un solo ritmo celeste”. La consigna, cambiar el mundo a través de la poesía. Un Premio Nóbel alternativo y varios premios internacionales bien merecidos a los prometeos a lo largo de ¡20! años. Impecable la organización, el público lo mejor de todo.

La clausura el 17 de julio en el Cerro Nutibara de nuevo. La lluvia todavía más recia. Unas cinco mil personas escuchando poesía, conmovidas.

miércoles, 4 de agosto de 2010

Mapa del Nuevo Mundo - Derek Walcott (traducción José Manuel Arango)




Un mapa de Europa

Así como en la idea de Leonardo
en una gota de agua se abren paisajes
o en las manchas se ocultan dragones,
hace el brillo del aire un mapa de Europa
en las grietas de mi pared descascarada.

En el borde pintado de la ventana
brilla el filo de oro de una lata
de cerveza como la tarde
por un lago de Canaletto,
o como la rocosa hermita donde,
en su celda de luz, el ojeroso
Jerónimo reza para que Su Reino
venga a la ciudad lejana.

La luz crea su reposo. En su aro
todo es. Una taza rota, una hoja
quebrada, un dentado jarro llegan
a ser ellos mismos, como en Chardin,
o en el brillo de cerveza de Vermeer,
no objetos de nuestra piedad.

No hay en ellos lacrimae rerum
ni arte. Sólo el don
de ver las cosas en su realidad,
partidas por una sombra
de la que no pueden mudarse.


Watteau


El rocío de ámbar de los árboles que pincela el ocaso,
el hueco ruinoso de un castillo espectral, la ingle
de un lujurioso sátiro ahíto de hiedra. Y a lo lejos el grano
de una insegable cosecha alquímica, el vacío
en el centro de toda embarcación. Nada permanece verde
en esa prodigiosa urgencia hacia el crepúsculo.
En todos sus viajes los peregrinos son febriles
y el laurel de la malaria los hace temblar.
¿Dónde está pues, Citerea? También ella lejana y febril,
se dilata en un horizonte de delirio, cerca
y luego más allá, puede romperse como los aparejos arañescos
de sus encintados bergantines, está tan en ninguna parte
como estas islas de anchas hojas, es la enfermedad
de la elefantina vegetación de Baudelaire,
el bicho del trópico en la bruma de París. Para él es el espejo
de lo que es. El paraíso es la vida repetida espectralmente,
una silla vacía que hace eco al vacío.


Gauguin 1


En los muelles de Papeete los ociosos colonos vestidos de dril blanco, bebiendo
con putas cuya piel es como el cobre de las monedas,
pretenden, mirando la salvaje tez de la luz y la sombra,
que un vermouth sin mezcla recree la metrópoli;
pero el sol ha quemado estos recuerdos en mi cabeza:
Cezanne construyendo con el color, cada pulgada cuadrada un bloque,
los trazos de los puntillistas como millones de iris.
En los huesos de mi cara vi la cabeza de mula de un bretón,
la plácida, implacable estrategia del mongol,
los mostachos como los curvos cuernos de un yelmo;
la cadena de mi sangre me arrastra a pueblos más oscuros,
aunque parezca otro de los cetrinos, ajados colonos
que saltaron aquel día del muelle a la lancha de la aduana.
Soy la semilla salvaje de Watteau, su heredero ilegítimo.
Levanta tu trasero, escribano, y busca tu camino.
El libro de oraciones del diablo es el himno de la paciencia,
gruñido en la bruma. ¡Vamos, fuera! Yo huí muy tarde.


Gauguin 2


Nunca pretendí que el verano fuera el paraíso,
o que fueran virginales mis vírgenes; en sus platos de madera
están los frutos de mi conocimiento que irradian peste,
y eso te ofrecen en sus ojos de madura almendra marina,
en sus pechos de barro que brillan como lingotes en un horno.
No, lo que he vidriado en ámbar no es un ideal,
como quería Puvis de Chavannes, sino la corrupción:
la mancha en la vulva del lirio, los falos de los plátanos,
el volcán que se irrita como un chancro, el humo de la lava
que sube con su silbo hasta la diosa sibilante.
En esta aleación cocí el oro de sus cuerpos;
el paraíso de los evangelistas huele a azufre,
he sentido las gotas de mi sangre hervir
cuando mi pincel acariciaba sus dorsos —cabeza
de jesuita degradado pasando su rosario.
Puse una azul máscara de muerte en mi Libro de Horas
para que los que sueñan con un paraíso terreno puedan leerlo
como hombres. Mis lienzos a la diosa Maya.
La papaya, los mangos que enrojecen como carbones
en un asador, pacientes como las palmas de Atlas.

Derek Walcott (Castries, Santa Lucía 1930)

Ganó el Premio Nobel en 1992. The Gult (1970), Another Life (1973), Midsummer 1984), CoIlected Poems (1948-1984), son algunos de sus libros.

domingo, 1 de agosto de 2010

El terror reinó en estos muros - Javier Alexander Macías


La promesa de un amor eterno, plasmada en un sobre de carta sucio y olvidado en un rincón, sobre un montículo de ropa deslucida, mal oliente y raída, le recordó a su receptor un sentimiento que, al parecer, nunca tendría fin en el corazón de quién lo escribió con el esfuerzo de su mejor letra.

"Burro, consérvala, te amo... no me cansaré de decírtelo", expresaba aquel papel amarillento marcado por "Suly", quien pintó dos corazones negros como muestra de su afecto interminable.

Esta declaración, junto a otras cartas de amor y algunos trabajos estudiantiles de niñas de octavo y décimo grado, fueron paisaje por más de cinco años junto a resquicios de electrodomésticos, gabinetes para ropa y colchones que, con el paso del tiempo, perdieron su color original y tomaron un tono ocre en "la casa del terror".

La vivienda estuvo aferrada a una de las laderas del barrio San José-La Cima (nororiente de Medellín) y fue, por muchos años, según las autoridades, la guarida de los combos del sector supuestamente al servicio de alias "el Francés". En sus salones, algunos pequeños y otros amplios, blanqueados con cal y con pisos de tierra o en madera, dicen los habitantes que se perpetraron muchos delitos y que en las noches se escucharon desgarradores gritos de horror.

Una casa "gruyere"
Un olor a guardado, a orín corrompido, a bola de naftalina, se apoderó de los rincones y cada uno de los muros de "la casa del terror", que no era una sola vivienda, sino cinco construcciones unidas por túneles socavados por "los muchachos".

Huecos de diversos tamaños conectaron habitaciones, salones y baños y convirtieron esa construcción en una casa "gruyere", como los quesos rancios por donde se meten los ratones. Estos pasajes permitían, en caso de "emergencia", entrar por una de las calles y salir por la otra, y en otras ocasiones, realizar disparos hacia la vía escondidos entre los muros.

Recorrer sus laberintos exigía de gran esfuerzo físico. Para pasar de la primera casa, cuyo color azul terminó sucio por la falta de aseo, a la segunda, en paredes sin revocar, había que pasar por un hueco de un metro. Arrastrarse era el mejor ejercicio para no ser detectado por los enemigos que observaban desde terrazas vecinas.

En la cocina de la segunda casa, construida con mesones de cemento y piso sin embaldosar, un boquete en el techo servía de conexión a la tercera. Para subir hasta esta vivienda, huecos hechos en los muros servían de escaleras y a la vez, para vigilar. Al pisar, la madera del suelo de la tercera casa, este crujía, por lo que cobijas y tapetes fueron los silenciadores para no delatar presencia alguna.

"Se turnaban para vigilar y ahí tenían hasta equipos de sonido. Ellos a veces no salían porque eso era una guarida. Las casas estaban conectadas por pasadizos que ellos mismos abrieron para escaparse en caso de que llegara la Policía. Hubo días en que emboscaron a sus enemigos. Los atraían por un lado, daban la vuelta, y los encerraban a bala", relata Juan*, habitante del sector.

La tercera vivienda contaba con una ventana como conexión a la cuarta construcción. La puerta hecha en madera sin pulir fue clausurada por "los muchachos" no se sabe con qué intención, pero al lado, un Corazón de Jesús permanecía intacto "por si algo pasaba".

Para pasar a la quinta casa y de ahí a la calle, había un pasadizo como de película de espionaje. En el piso y tapado por un puerta corrediza cubierta de un tapete, un pequeño hueco daba a un sótano en el que dicen algunos habitantes, hay personas enterradas. Allí, un ventanal conducía a las escalas de la calle posterior, que conectaba con la principal para salir a la vía que conduce al barrio Santo Domingo.

Desde la parte alta de "la casa del terror", los combos tuvieron toda la panorámica del barrio y sus vías. Era un lugar ubicado estratégicamente, lo que por años la convirtió en un fortín para el accionar delincuencial de los combos como "El Desierto", "La Terraza" y los delincuentes que sirvieron a "el Francés".

Una fortaleza para delinquir
Muchas veces los gritos que emanaban de "la casa del terror", irrumpieron en las noches solitarias y silenciosas del barrio San José-La Cima.

Cuentan habitantes del sector que los alaridos llegaron a ser tan aberrantes, que podían escucharse a varias cuadras, pero al otro día, nadie "vio ni supo nada".

"En estas calles no se ven los ojos de los muchachos, pero no crea, ellos siguen vigilantes. Por eso es mejor quedarse calladito. Luego vienen a reclamar y no de forma pacifica", dice la voz de Clara*, mientras los dedos índice y pulgar, en un gesto de silencio, recorren su boca de derecha a izquierda. "Por eso hemos vivido tantos años en este barrio, por ver, oír y, sobre todo, por callar", agrega.

Pero la voz temerosa de su amiga Martha* habla en tono mas bajo, mientras afirma que pasó muchas noches en vela, escuchando los gritos de horror de niñas y hombres que trajeron ahí para hacerles daño, como en "una película de terror".

"Una vez escuché a un tipo gritar que no lo castraran. Eso fue una noche en que lo trajeron arrastrado y lo metieron a la fuerza. Muchos lo vieron entrar y nadie lo vio salir, porque lo único que se veía era que entraban la gente a la fuerza, después despertaba a media noche al escuchar los gritos de la muerte", dice Martha.

"Entraban niñas y a veces no salían. Uno escuchaba los gritos cuando abusaban sexualmente de ellas y nada podían hacer. Muchas cosas hicieron allá que nadie revela", explica José*, vecino de "la casa del terror".

"Entre lo que más susto nos daba era que en esa casa asesinaban, picaban a la gente y luego la sacaban en bolsas o costales. Fue un antro de miedo y pavor", cuenta José, versión que fue corroborada por el alcalde de Medellín, Alonso Salazar Jaramillo, en su primera visita en febrero pasado, cuando dijo que "según testimonios, acá se cometieron algunos homicidios y probablemente en los entornos cercanos haya cuerpos o partes de cuerpos".

Se fue al piso la ignominia
Luz Dolly volvió a caminar después de doce años por el estrecho callejón del que tuvo que salir en enero de 1998. Pese a la insistencia de su hijo de que no fuera al barrio, ella quiso ver caer los pedazos de su casa que levantó con tanto esfuerzo y que "los muchachos" le quitaron a la fuerza para convertirla en "la casa del terror".

Volvió al barrio y anduvo los mismos escalones empinados que llevaban al zaguán de su casa y por los que un día su hermana tuvo que pagar 850 mil pesos a los "del combo" para que la dejaran salir, porque ellos se apoderaron del espacio.

Luz Dolly recordó cuando su hermano Álvaro le sacó las cositas para marcharse desplazada por la violencia y como, 20 días después, él murió por las balas del combo del sector, cuando a las dos de la mañana le tocaron la puerta haciéndose pasar por agentes del DAS.

"Toda la familia tuvo que irse de por acá, Álvaro para el cementerio y nosotros para otro barrio", asegura Luz Dolly.

El martes pasado, de almádana en mano, el alcalde de Medellín, Alonso Salazar Jaramillo, dio los primeros mazazos para tumbar lo que fue por más de cinco años "la casa del terror".

"Siempre quise demoler esta casa por todas las cosas que pasaron en ella y que la gente sabe que pasó. Queremos hacer un parque infantil o un jardín para niños. Eso lo decidiremos con la comunidad", dice Salazar.

Después del primer golpe del Alcalde, un pequeño ejército de trabajadores del Municipio, con palas y mazos, arribó para tumbar lo poco que quedaba en pie de "la casa del terror".

Ante muchos testigos, entre los que se encontraba Luz Dolly, se desmoronaron los muros. Entre los escombros quedaron sepultados los gritos de dolor, las noches de terror, y una promesa de amor escrita a alias "Burro", uno de "los muchachos" del combo que fue asesinado y cuyo sobre amarillento jamás alcanzó a guardar.

*Nombres cambiados a petición de las fuentes.
Publicado el 1 de agosto de 2010 en el períodico El Colombiano