domingo, 30 de mayo de 2010

Inscripciones gratuitas para cursos y talleres de poesía


Durante el XX Festival Internacional de Poesía de Medellín, entre el 8 y el 17 de julio de 2010, importantes poetas colombianos y extranjeros dictarán más de 20 cursos y talleres gratuitos, que abarcarán una gran variedad de temas como la traducción de poesía, la imagen poética, el haikú, la producción de textos, poesía y derechos humanos y la poesía en diferentes momentos de la historia, entre otros. Las personas interesadas en acercarse y conocer más sobre el universo de la poesía pueden inscribirse en cualesquiera de los siguientes cursos o talleres, a través del correo electrónico escuela@festivaldepoesiademedellin.org o en los teléfonos 2549495 y 2847699 de Medellín:

- En torno a la kora y la poesía del griot. Por: Alhaji Papa Susso (Gambia). Julio 9 y 10 en la U. de A.
- Sobre la traducción de poesía. Por: Renato Sandoval (Perú). Julio 9 al 11 en el Palacio de Bellas Artes y el Gran Hotel.
- Todo es muerte o amor - sobre la poesía de Jorge Gaitán Durán. Por: Ángela García (Colombia). Julio 10 al 12 en el Gran Hotel.
- Poesía de la generación beatnik. Por: Esteban Moore (Argentina). Julio 10 al 12 de julio en la U. de A. y el Gran Hotel.
- Taller poesía y velocidad. Por: Andrea Cote (Colombia). Julio 12 en el CEFA.
- Taller para niños “Bosque Mágico”. Por: Berenice Pineda (Colombia). Julio 12 en el Museo de Antioquia.
- Taller la poesía en la prosa. Por: José Libardo Porras. Julio 12 en Bellas Artes.
- La poética del Nuevo Mundo en las Crónicas de Indias. Por: Tarsicio Valencia (Colombia). Julio 12 al 14 en el Museo de Antioquia.
- Curso de iniciación en el haiku para niños. Por: Umberto Senegal (Colombia). Julio 12 al 14 en la Casa de la lectura infantil de Comfenalco (Avenida La Playa).
- La imagen posible (sobre la imagen poética). Por Marco Mejía (Colombia). Julio 12 al 14 en el Museo de Antioquia.
- Taller la lúdica en la producción del texto poético. Por: Argemiro Menco. Julio 13 en el INEM.
- Taller: el poema como lugar de convergencias. Por: Consuelo Hernández. Julio 13 en Bellas Artes.
- El pensamiento mágico en la cultura amerindia. Por: Vito Apshana (Nación Wayuu). Julio 13 al 15 en el Museo de Antioquia.
- Taller sobre el haiku: “el corazón del silencio”. Por: Claudia Trujillo. Julio 14 en el Gran Hotel.
- Taller de la llama: poesía, pedagogía y derechos humanos. Por: Gustavo Adolfo Garcés. Julio 14 en la Corporación jurídica LIBERTAD.
- Taller: adivinación y poesía en el mundo grecorromano. Por: Walther Espinal. Julio 14 en el Gran Hotel.
- Miguel Hernández y la generación del 27. Por: Rei Berroa (República Dominicana). Julio 14 al 16 en la Biblioteca Diego Echavarría Misas de Itagüí.
- Taller: el ojo estrábico de Buñuel. Por: Juan Diego Velásquez. Julio 15 en el Gran Hotel.
- Taller experimental: fábrica de poesía. Por: León Gil. Julio 15 en la Casa del Maestro.
- Taller: poética de la física. Por: Sara Beatriz Posada. Julio 15 en el Gran Hotel.
- Valor poético y mágico de las plantas. Por: Rafael Patiño (Colombia). Julio 14 al 16 en el Gran Hotel.

Más información sobre los cursos, talleres y demás actividades de la Escuela de Poesía de Medellín en los teléfonos 2549495 y 2847699.

XX Festival Internacional de Poesía de Medellín
http://www.festivaldepoesiademedellin.org/

sábado, 29 de mayo de 2010

3 poemas de E. E. Cummings


Autorretrato de E. E. Cummings


X


Un político es un culo
en el que se ha sentado todo el mundo salvo un hombre


XIII


platón se lo

dijo: no se lo pudo
creer (jesús



se lo dijo;
no lo quiso
creer) lao

tse
desde luego se lo
dijo, y el general
(sí

sra)
sherman;
e incluso
(lo creas
o

no) tú se lo
dijiste: yo se lo
dije; nosotros se lo dijimos
(no se lo creyó, no

señor) hizo falta que
un niponizado trozo del
viejo el
de la sexta avenida; le cayera en la cabeza: para que se lo
creyera


XXVI

cuando dios decidió inventar
todo dio un
suspiro más grande que una carpa de circo
y todo empezó

cuando el hombre decidió destruirse
a sí mismo separó el fue
del será y encontrando sólo un porqué
lo trituró hasta convertirlo en un porqué

lunes, 24 de mayo de 2010

Juan Gregorio Regino (México) en el XX Festival Internacional de Poesía de Medellín




VEINTE DÍAS

Guardemos nuestro amor por veinte días.
Veinte días de paz para iniciar la limpia.
Guadermos nuestro sexo en el petate
para aliviarnos, y así detener nuestra vida
para viajar al futuro.
Guardemos nuestra inquietud de madrugada,
en las noches hagamos oraciones que la alejen,
y que nada entre o salga de esta casa,
ni siquiera el suspiro del humo
o la brisa que cachetea el viento
Matemos nuestra carne con incienso,
detengamos la pasión que nos consume,
porque la carne es una hoguera que quema.
Condenemos así la carne frágil y
que nuestra alma vuele y llegue
adonde no hay límites ni abismos.
Allá donde sólo nosotros conocemos la puerta,
como si fuera nuestra casa.
Allá donde únicamente caben
los que son parte del mundo;
los que cuidan y llenan de luz el universo.
Los que pueden sostener una vela durante
veinte días,
mientras menstrúa la luna.

PIENSAS EN MI

En mi interior existe la certeza,
piensas en mí, no me olvidas.
Yo no sé qué sentimientos existen
en el corazón de los muertos,
ni qué tan intensos son;
pero algo en mi interior me dice
que estás preocupada
y piensas mucho en mí.
Así como estás presente
cuando yo como y bebo.
Así como al anochecer sueño
y pienso al amanecer,
así también en ti estoy presente.
Aunque la casa de luz está en el infinito, te veo.
Te escucho, en el abismo que separa el cielo de la tierra,
porque eres aire y polvo.
Estás triste.
¿Cómo estará mi padre?
piensas, cada vez que el viento sopla
y apaga las estrellas;
sientes miedo a la obscuridad y a la tormenta,
entonces piensas en el frío y el sepulcro
que hay en mi lecho.
Nada te pasará,
no sientas temor ni pienses en mí.
Ya sabes cómo engaño al trueno
cuando está furioso.
No pienses en mí,
que nada me pasará.
Ahora sí, acabemos de una vez con la tristeza,
yo te enviaré a diario mis plegarias
y tú estarás en mí como siempre.

TU MUJER

Tomaste la decisión de pedir mi mano,
enviaste al embajador a tocar mi puerta.
¿Por qué fui yo la elegida?
¿Por qué yo si ni siquiera conozco tu mirada?
Ahora eres el dueño de todo lo que tiene vida
en mi cuerpo y en mi alma.
Ahora que la mazorca se convierte en fiesta
y el fuego se enciende hasta el amanecer.
Ahora que se tiende el baile y la mesa para todos.
Lentamente ve habitando mi corazón,
maneja mis sueños, guía mis deseos
y quédate a vivir aquí sin preguntar, es tu casa.
Si sucumbo al sueño cuando aletea la obscuridad
despiértame, abre mis ojos, enjuaga
mis párpados con rocío.
Acostúmbrame a dormir contigo,
ser uno solo de noche y de madrugada,
ser siempre, en todo momento,
tu mujer.

martes, 18 de mayo de 2010

Diez mandamientos para escribir con estilo - Friedrich Nietzsche



1. Lo que importa más es la vida: el estilo debe vivir.


2. El estilo debe ser apropiado a tu persona, en función de una persona determinada a la que quieres comunicar tu pensamiento.


3. Antes de tomar la pluma, hay que saber exactamente cómo se expresaría de viva voz lo que se tiene que decir. Escribir debe ser sólo una imitación.


4. El escritor está lejos de poseer todos los medios del orador. Debe, pues, inspirarse en una forma de discurso muy expresiva. Su reflejo escrito parecerá de todos modos mucho más apagado que su modelo.


5. La riqueza de la vida se traduce por la riqueza de los gestos. Hay que aprender a considerar todo como un gesto: la longitud y la cesura de las frases, la puntuación, las respiraciones; También la elección de las palabras, y la sucesión de los argumentos.


6. Cuidado con el período. Sólo tienen derecho a él aquellos que tienen la respiración muy larga hablando. Para la mayor parte, el período es tan sólo una afectación.


7. El estilo debe mostrar que uno cree en sus pensamientos, no sólo que los piensa, sino que los siente.


8. Cuanto más abstracta es la verdad que se quiere enseñar, más importante es hacer converger hacia ella todos los sentidos del lector.


9. El tacto del buen prosista en la elección de sus medios consiste en aproximarse a la poesía hasta rozarla, pero sin franquear jamás el límite que la separa.


10. No es sensato ni hábil privar al lector de sus refutaciones más fáciles; es muy sensato y muy hábil, por el contrario, dejarle el cuidado de formular él mismo la última palabra de nuestra sabiduría.

jueves, 13 de mayo de 2010

Poemas de Alfredo Pérez Alencart




Perú

Yo he bebido esa leche verde que va nutriendo el goce
tras comer y dormir
en los pezones de árboles susurradores
guardando el fruto que a diario perfumaron
el delta de mi desamparo
cuando fui puesto en la costa más agria
mostrándome su pesado cortinaje de garúas
y, de tos en tos,
quebré el extravío sin quemar consuelos
por el hervidero Capital
donde hasta el aire me acosaba
como bestia sedienta restregando su sobaco
en mi nariz.
Pero avancé por el desierto
del ardor
con mis raíces y fastidios,
tan caracol para llegar seguro, lleno de ecos
cargando chispas o mareas y semillas de la noche
por el témpano azul de los Andes
que desde niño divisaba
horizonte al fondo de mi calurosa Tierra,
región fiel y delirante
en las aguas que repetían su imagen ceremonial
a vuelo de águila danzante del cielo
mientras yo abría códigos
de chirriantes exorcismos que a veces
adivinaba
con las plumas de la libertad.
Mi lengua saborea
una porción del Perú que fue amansada
por mis ancestros,
secretas selvas con diez mil años de recuerdos
y cálidos hechizos
y pequeños proyectos tramitándose
sin renegar de la leyenda.
Por eso no lavo mi amor
en esta tarde que me filtra el Puerto
de mi desembarco. Por eso
atravieso el río sin parpadear de golpe:
así brillan los besos
que recubren la piel de tanta ausencia,
pétalos que pastoreaba por el barranco tan hondo,
anterior a mi mirada
que ya encontraron los Pérez y los Troncosos
con los Mendozas surcando el Manu
o el Inambari
sin orden jerárquico por la subsistencia
de la que no salieron ilesos.
Luz y sueño.
Luz y pronto deseo
para mezclarse con las amazonas, como el errante
Alencar que a los cincuenta y tantos
buscó pareja de veinte para ahuyentar la máscara
de la muerte.
Soy un peruano con muchas patrias:
por eso nunca me laceró la soledad
ni lagrimeo bajo el humo
del desarraigo.
Soy un peruano de única Tierra:
la de mi soplo original, la de mi labio vivo
moviéndose hacia la selva
con su abundante rumor de mundo.
Soy un peruano:
pasen hasta mi corazón y vean,
vean
que no hago genuflexiones ni escribo frases delebles
falseando méritos de peruanidad,
himnos van, himnos vienen
las fiestas conmemorativas hechas nada
al día siguiente
de la corrupción y el expolio..
Mi Perú es mío y sólo lo comparto
con quienes hallan en mi voz su enselvada
identidad mestiza por los cuatro costados.
En adelante bajaré a beber del pezón más fresco
de esa Tierra que dejó su gracia
en mí.


Brasil

No deseo verte
sino sentirte mientras palpo tanta tierra tuya
bien caliente aún temprano
donde nacen los ríos que escucho a mi espalda
y brotan las hojas y los árboles crecen deprisa
por esas tormentas de siempre
en todas partes, menos en el Nordeste
donde está el osario
de mi Alencar ciñéndome a tu suelo, emigrante
desde que empezó la sed,
cuerpo sobreviviente con parte de su sangre
asumiendo el nombre tuyo en la garganta,
nombre no de Patria ni de Tierra
Prometida:
(eso ya lo dice todo el mundo).
Creo que hoy, cuando te siento,
mi pecho se abre a lluvias
y a sequías
para mostrar la vieja llave guardada en la diáspora.
O más bien, ¿no será mi saudade la que ondea
-en el pico de un guacamayocamino
al centro de tu corazón mestizo?
Que otros vayan viendo tu epidermis:
yo quiero taparme los ojos con un sombrero de paja,
echado en el suelo para recibir la brisa del mar,
saboreando los abacaxis que venden en Janga,
sin tópicos que ahoguen mi aventura
ni grasientas palabras desfallecientes
oídas en su falsa historia.
Yo quiero sentir tus cosas como un juramento
de pan y barro
y susurros de la tierra debajo de mis pasos
que aceleran hasta quedarse quietos
ahora que lo siento todo.
Digo “Xapuri o Crato, Guajará-Mirim o Exú”
y logro fusionar la selva y el sertão.
Converso con don José Martiniano y él acepta
que su hija Iracema baile conmigo
en las arenas de Boa Viagem, entre la cuajada luz
de la luna y el adivinado perfil de África.
Digo “¡Tío Raulino!” y se aparecen
mis sobrinos Huirá, Tainá y Raoní
con una foto del pariente enterrado en Curitiba.
Nada termina a la deriva por el cielo de este aliento.
Nada me hace traficar con la faz
de mis ancestros.
Oh lluvias, laven a gusto mi corazón trashumante
y aplaquen la quemadura de este espíritu
libre de otras confesiones.
Que nadie diga de mí que estoy ciego
por el sol de estas tierras,
y que estoy como buscando sombras
dentro de un sueño.
Yo no deseo verte:
deseo que hierbas en mis labios sin bagunçar
y me derrames tu polen sin cacarejo,
y oigas el adiós de mis olvidos
porque esta voz ya no se te irá con la bruma
ni se refugiará en la alta copa oscura
de alguna medianoche.
Así regreso a ti una caliente Navidad,
assumido
que tú no eres mi Patria ni mi Tierra Prometida
y que por ti no tengo que cantar
con una máscara sucia
ni disfrazarme de acreano o cearense
con habla atrapalhada.
Tú,
Brasil,
eres algo mío
que sigue creciendo
en la infancia de los relámpagos.

Para Núlida Piñon

martes, 4 de mayo de 2010

Eróstrato Incendiario, Marcel Schwob


La ciudad de Éfeso, donde nació Heróstratos, se extendía en la desembocadura del Caistro, con sus dos puertos fluviales, hasta los muelles de Panorme, desde donde se veía, sobre el mar de abundantes colores, la línea brumosa de Samos. Rebosaba de oro y tejidos, de lanas y rosas, desde que los magnesios, sus perros de guerra y sus esclavos que lanzaban venablos, fueron vendidos a orillas del Meandro, desde que la magnífica Mileto fue arruinada por los persas. Era una ciudad de molicie, donde se festejaba a las cortesanas en el templo de Afrodita Hetaira. Los efesios llevaban túnicas amórginas, transparentes, telas de lino hilado al torno de colores violeta, púrpura y cocodrilo, sarápides color amarillo manzana y blancas y rosas, paños de Egipto color jacinto, con los fulgores del fuego y los matices móviles del mar, y calasiris de Persia, de tejido apretado, ligero, todos ellos tachonados en su fondo escarlata de granos de oro en forma de copelas.

Entre la montaña de Prión y un alto y escarpado acantilado se divisaba, a orillas del Caistro, el gran templo de Ártemis. Se habían precisado ciento veinte años para construirlo. Envaradas pinturas ornaban sus salas interiores, cuyo techo era de ébano y ciprés. Las pesadas columnas que lo sostenían fueron embadurnadas de minio. Pequeña y oval era la sala de la diosa, en cuyo centro se alzaba una prodigiosa piedra negra, cónica y reluciente, marcada por doraduras lunares, que no era otra que Ártemis. El altar triangular también estaba tallado en piedra negra. En otras mesas, hechas de losas negras, se habían perforado agujeros regulares para que por ellos fluyera la sangre de las víctimas. De las paredes colgaban anchas hojas de acero, con mangos de oro, que servían para abrir las gargantas, y el suelo pulido estaba tapizado de cintas ensangrentadas. La gran piedra oscura tenía dos tetas enérgicas y picudas. Así era la Ártemis de Éfeso. Su divinidad se perdía en la noche de las tumbas egipcias, y había que adorarla según los ritos persas. Poseía un tesoro encerrado en una especie de colmena pintada de verde, cuya puerta piramidal se hallaba erizada de clavos de bronce. Allí, entre anillos, grandes monedas y rubíes yacía el manuscrito de Heráclito, quien había proclamado el reinado del fuego. El propio filósofo lo había depositado allí, en la base de la pirámide, cuando la construían.

La madre de Heróstratos era violenta y orgullosa. No se supo quién era su padre. Más tarde Heróstratos declaró que era hijo del fuego. Su cuerpo estaba marcado, bajo la tetilla izquierda, con una media luna que pareció encenderse cuando lo torturaron. Las que asistieron su nacimiento predijeron que estaba sometido a Ártemis. Fue colérico y permaneció virgen. Corroían su rostro unas líneas oscuras y el tinte de su piel era negruzco. Desde su infancia le gustó quedarse bajo el alto acantilado, cerca del Artemision. Miraba pasar las procesiones de ofrendas. Por el desconocimiento en que estaban de su estirpe, no pudo ser sacerdote de la diosa a la que se creía consagrado. El colegio sacerdotal hubo de prohibirle varias veces la entrada a la naos, donde esperaba apartar el precioso y pesado tejido que ocultaba a Ártemis. Por eso concibió odio y juró violar el secreto.

El nombre de Heróstratos no le parecía comparable a ningún otro, lo mismo que su propia persona le parecía superior a toda la humanidad. Deseaba la gloria. Primero se unió a los filósofos que enseñaban la doctrina de Heráclito; pero desconocían su parte secreta, por hallarse encerrada en la celdilla piramidal del tesoro de Ártemis. Heróstrato sólo pudo conjeturar la opinión del maestro. Se endureció despreciando las riquezas que le rodeaban. Su asco hacia el amor de las cortesanas era extremo. Creyeron que reservaba su virginidad para la diosa. Pero Ártemis no tuvo piedad de él. Pareció peligroso al colegio de la Gerusia, que vigilaba el templo. El sátrapa permitió que lo desterraran a los suburbios. Vivió en la ladera del Koressos, en una gruta excavada por los antiguos. Desde allí acechaba de noche las lámparas sagradas del Artemision. Algunos suponen que persas iniciados acudieron a conversar allí con él. Pero es más probable que su destino le fuera revelado de golpe.

En efecto, en medio de la tortura confesó que había comprendido de repente el sentido de la frase de Heráclito -el camino de lo alto-, porque el filósofo había enseñado que la mejor alma es la más seca y la más enardecida. Atestiguó que, en este sentido, su alma era la más perfecta, y que había querido proclamarlo. No alegó más causa a su acción que la pasión por la gloria y la alegría de oír proferir su nombre. Dijo que sólo su reino habría sido absoluto, puesto que no se le conocía padre y que Heróstratos habría sido coronado por Heróstratos, que era hijo de sus obras, y que su obra era la esencia del mundo; que así habría sido juntamente rey, filósofo y dios, único entre los hombres.

El año 365, en la noche del 21 de julio, cuando no subió al cielo la luna y el deseo de Heróstratos adquirió una fuerza inusitada, decidió violar la cámara secreta de Ártemis. Se deslizó pues por el zigzag de la montaña hasta la ribera del Caistro y subió las gradas del templo. Los guardas de los sacerdotes dormían junto a las lámparas sagradas. Heróstratos cogió una y penetró en la naos.

Un fuerte olor a aceite de nardo la invadía. Las negras aristas del techo de ébano estaban resplandecientes. El óvalo de la cámara se hallaba dividido por la cortina tejida de hilo de oro y púrpura que ocultaba a la diosa. Su lámpara iluminó el terrible cono de tetas erectas. Heróstratos las agarró con ambas manos y besó con avidez la piedra divina. Luego dio una vuelta alrededor, y vio de pronto la pirámide verde donde estaba el tesoro. Agarró los clavos de bronce de la puertecilla, y la arrancó. Hundió sus dedos entre las joyas vírgenes. Pero sólo se apoderó del rollo de papiro donde Heráclito había inscrito sus versos. A la luz de la lámpara sagrada los leyó, y conoció todo.

Al punto exclamó: “¡Fuego, fuego!”

Tiró de la cortina de Ártemis y acercó la mecha encendida al paño inferior. La tela ardió al principio despacio; luego, por los vapores de aceite perfumado que la impregnaban, la llama subió, azulada, hacia los artesonados de ébano. El terrible cono reflejó el incendio.

El fuego se enroscó en los capiteles de las columnas, reptó a lo largo de las bóvedas. Una tras otra, las placas de oro consagradas a la poderosa Ártemis cayeron desde las suspensiones a las losas con un estruendo de metal. Luego el haz fulgurante estalló en el techo e iluminó el acantilado. Las tejas de bronce se desplomaron. Heróstratos se erguía en medio del resplandor, clamando su nombre en la oscuridad.

Todo el Artemision fue un montón rojo en el corazón de las tinieblas. Los guardias cogieron al criminal. Lo amordazaron para que dejara de gritar su propio nombre. Fue arrojado en los sótanos, atado, durante el incendio.

Artajerjes envió inmediatamente la orden de torturarlo. No quiso confesar otra cosa que lo que se ha dicho. Las doce ciudades de Jonia prohibieron, bajo pena de muerte, entregar el nombre de Heróstratos a las edades futuras. La noche en que Heróstratos incendió el templo de Éfeso vino al mundo Alejandro, rey de Macedonia.

sábado, 1 de mayo de 2010

DIEZ POEMAS DE EDGAR LEE MASTERS




LA COLINA



¿Dónde están Elmer, Herman, Bert, Tom y Charley,

El débil de voluntad, el fuerte de brazo, el payaso, el borrachín, el luchador?

Todos, todos están durmiendo sobre la colina.



Uno murió de una fiebre,

Uno murió quemado en una mina,

Uno fue muerto en una pendencia,

Uno murió en una cárcel,

Uno cayó de un puente trabajando asiduamente para sus niños y esposa-

Todos, todos están durmiendo, durmiendo, durmiendo sobre la colina.



¿Dónde están Ella, Kate, Mag, Lizzie y Edith,

El tierno corazón, el alma simple, la ruidosa, la orgullosa, la feliz?

Todas, todas están durmiendo sobre la colina.



Una murió en un vergonzoso nacimiento de un niño,

Una de un frustrado amor,

Una a manos de un bruto en un burdel,

Una de un orgullo roto, en la búsqueda del deseo del corazón;

Una después de vivir lejos en Londres y París

Había llevado a su pequeño espacio a Ella y Kate y Mag-

Todas, todas están durmiendo, durmiendo, durmiendo sobre la colina.



¿Dónde están el Tío Isaac y Tía Emily,

Y el viejo Towny Kincaid y Sevigne Houghton,

Y Major Walker quien había conversado

Con venerables hombres de la revolución?

Todos, todos están durmiendo sobre la colina.



Ellos les llevaron hijos muertos de la guerra,

E hijas cuyas vidas estaban aplastadas,

Y sus niños sin padres, llorando-

Todos, todos están durmiendo, durmiendo, durmiendo sobre la colina.

¿Dónde está el viejo Fiddler Jones

Quien jugó con la vida todos sus noventa años,

Arrostrando la cellisca con pecho desnudo,

Bebiendo, alborotando, no pensando en la esposa ni en los parientes,

Ni en el oro, ni en el amor, ni en el cielo?

¡He aquí! Él parlotea sobre pescados fritos por largo tiempo,

Sobre las carreras de caballos por largo tiempo en Clary Grove,

De lo que Abe Lincoln (1) dijo

Una vez en Springfield.

_______

1.- Abraham Lincoln.



ROBERT FULTON TANNER



Si un hombre pudo morder la mano gigante

Que lo atrapó y destruyó a él,

Como si yo estuviese mordido por una rata

Mientras demostraba mi potente trampa,

En mi quincalla aquel día.

Pero un hombre nunca puede vengarse él mismo

Del monstruo ogro vida.

Tú entras al cuarto en que está naciendo:

Y entonces tú debes vivir a fuerza de trabajo de tu alma,

A contracorriente en la vida

La cual Acarrea honor al muerto, quien vivió en la vergüenza.



SEREPTA MASON



La flor de mi vida puede haber florecido por todos los lados

Librada de un amargo viento que pasma mis pétalos

En el lado de mí que tú puedes ver en el pueblo.

Del polvo yo elevo una voz de protesta:

¡Mi lado florecido tú nunca lo viste!

Los que viven, son los tontos verdaderamente

Quienes no conocen las maneras del viento

Y las fuerzas invisibles

Que gobiernan el proceso de la vida.



CHASE HENRY



EN vida yo era el borrachín del pueblo;

Cuando morí el sacerdote rehusó enterrarme

En suelo sagrado.

Lo cual redundó en mi buena fortuna.

Para los Protestantes vendieron este lote,

Y enterraron mi cuerpo aquí,

Cerca de la tumba del banquero Nicholas,

Y de su esposa Priscila.

Tomen nota, prudentes y pías almas,

De la contracorriente en la vida

Que brinda honor al muerto, quien vivió en la vergüenza.



JUDGE SOMERS



¿Cómo sucede, dime,

Que yo quien era el más erudito de los abogados,

Quien conocía Blackstone y Coke

Casi por corazón, quien hizo el más grande discurso

Que en el tribunal alguna vez se oyó, y escribió

Un compendio que ganó el premio Justice Breese

Cómo sucede, dime,

Que yo yazga aquí sin marca, olvidado,

Mientras Chase Henry, el borrachín del pueblo,

Tiene un bloque de mármol, coronado por una urna

En donde la Naturaleza, de un modo irónico,

Ha sembrado un floreciente hierbajo?



TRAINOR, EL BOTICARIO



Solamente el químico puede decir, y no siempre el químico,

¿Qué resultará de la mezcla

De fluidos o sólidos,

Y quién puede decir

Cómo los hombres y las mujeres interactuarán

Recíprocamente, o qué niños resultarán?

Hubo Benjamin Pantier y su esposa,

Buenos en sí mismos, pero malos hacia el otro;

Él oxígeno; ella, hidrógeno,

Su hijo, un devastador fuego.

Yo, Trainor, el boticario, un avaro de los productos químicos,

Asesinado mientras hacía un experimento,

Vivía soltero.



MINERVA JONES



YO SOY Minerva, la poetisa del pueblo,

Grito, me burlo de las Personas Dominadas por las Pasiones Bestiales de la calle

Por mi pesado cuerpo, ojos de gallo, y caminar balanceado,

Y tanto más cuando “Butch” Weldy

Me capturó después de una brutal persecución.

Él me dejó a mi suerte con el Doctor Meyers;

Y yo me hundí en la muerte, creciendo entumecida desde los pies,

Como uno que caminara profundo y más profundo dentro de un torrente de hielo.

¿Alguno irá al periódico del pueblo,

Y reunirá en un libro los versos que yo escribí?-

¡Yo anhelé tanto el amor

Yo ansié tanto la vida!





“INDIGNACIÓN” JONES



Debería usted no creer, ¿debería usted creer

Que yo provengo de buena estirpe de Gales?

¿Que yo soy de más pura sangre que los blancos pobres de aquí?

¿Y del más directo linaje que los

Nuevos Ingleses y Virginianos de Spoon River?

Debiera usted no creer que yo he estado en la escuela

Y leí algunos libros.

Tú me ves sólo como un hombre quebrantado

Con el pelo acabado y deprimido

Y la ropa rasgada.

Algunas veces la vida de un hombre se convierte en un cáncer

Desde que es magullado y continuamente magullado,

Y se hincha en una masa purpurina

Como el crecimiento de los tallos del maíz.

Aquí era yo, un carpintero, atascado en el fango de la vida

Dentro de la cual yo caminaba, pensando que era una pradera,

Con una mujer desaliñada por esposa, y la pobre Minerva, mi hija,

A quien tú atormentaste y condujiste a la muerte.

Así, yo me arrastré, me arrastré, como un caracol de tierra a través de los días

De mi vida.

Tú no escuchaste más mis pasos en la mañana.

Resonando en la vacía acera

Al ir a la abacería por un poco de harina de maíz

Y cinco centavos (1) de tocino.

_______

1.- Nickel: moneda de níquel de cinco centavos.



“BUTCH” WELDY



DESPUÉS que yo me metí en la religión y me estabilicé

Ellos me dieron un empleo en los trabajos de conservas alimenticias;

Y cada mañana yo tenía que llenar

El tanque en el patio con gasolina,

Que alimentaba los hornos en los sotechados

Para calentar los soldadores.

Y yo me montaba a una desvencijada escalera de mano a hacerlo,

Cargando cubos llenos del material.

Una mañana, mientras yo estaba parado allí vertiendo,

El aire creció sin cesar y parecía alzarse,

Y yo fui disparado como si el tanque hubiese explotado,

Y caí y salí con ambas piernas quebradas.

Y mis ojos se quemaron como un par de huevos.

Por alguien salí del fuego,

Y algo chupó la llamarada en el tanque.

El Juez de Circuito dijo que cualquiera que lo hubiese hecho

Era un compañero sirviente mío, y así

El hijo del viejo Rhodes no debía pagarme.

Y yo me senté en el estrado de los testigos tan ciego

Como necesita el violinista, diciendo una y otra vez,

“Yo no lo conozco a él de ningún modo”.



LYDIA PUCKETT



KNOWLT HOHEIMER huyó a la guerra

El día antes que Curl Trenary

Incoara una orden de arresto a través de Justicia Arnett

Por el hurto de puercos.

Pero esa no es la razón que lo convirtió en soldado.

Él me atrapó corriendo con Lucius Atherton.

Nosotros peleamos y yo le dije que nunca de nuevo

Cruzara mi senda.

Entonces él hurtó los puercos y se fue a la guerra

Detrás de cada soldado está una mujer.


Edgar Lee Masters (23 de agosto, 1868-5 de marzo, 1950).- Poeta, biógrafo y dramaturgo estadounidense nacido en Garnett, Kansas. Murió en Melrose Park, Pennsylvania y fue enterrado en el cementerio de Oakland en Petersburg, Illinois. Sobre su tumba está grabado su propio epitafio. Sus primeros poemas y ensayos los publicó con el seudónimo de Dexter Wallace hasta 1903. Masters se convirtió en un notable poeta en 1914, cuando comenzó a publicar, en el Reedy´s Mirror de Saint Louis, una serie de poemas acerca de sus experiencias en el oeste de Illinois. (Por aquel entonces usaba el seudónimo de Webster Ford). En 1915 los poemas fueron reunidos en un volumen retitulado Spoon River Anthology. El volumen logró pronto éxito, pero Masters no se dejó obnubilar por éste y continuó escribiendo de manera prolífica. Publicó otros volúmenes de poemas, cuatro obras dramáticas y cinco biografías, entre ellas una de Mark Twain y otra de Walt Whitman. Edgar Lee Masters obtuvo en 1936 la Medalla de Plata Mark Twain, en 1941 la medalla de la Sociedad de Poesía de América y en 1944 el Premio Shelly Memorial.

Spoon River Anthology es una colección donde los muertos acuden a relatar los pormenores de sus vidas y de sus finales como si se tratasen de epitafios. Los poemas describen la vida de un pueblo inventado llamado Spoon River e incluye doscientos doce personajes separados que a veces cuentan dos versiones de un mismo hecho y suministran doscientos cuarenta y cuatro relatos de sus vidas y fracasos. Muchos de los personajes que aparecen en Spoon River Anthology están basados en seres reales que Masters conoció o escuchó algo acerca de ellos cuando vivió en los dos pueblos donde creció, Petersburg y Lewistown en Illinois. Roberto Bolaño tenía en mucha estima a Spoon River Anthology y la recomienda como de obligada lectura.