miércoles, 30 de septiembre de 2009

MATILDE ESPINOSA, UN CANTO DE AMOR AL DOLOR HUMANO - Milcíades Arévalo


Matilde Espinosa vivía en lo alto de una montaña desde la cual se podía ver a Bogotá en todo su esplendor, especialmente los días de sol. Muchas veces subí hasta su casa no sólo para hablar con ella de las cosas simples de la vida, sino también de la poesía y los poetas. Me gustaba oírla hablar, porque tenía una voz como de campana de aldea, nítida, clara, cristalina. Y porque además, tenía una sabiduría especial para hablar de las cosas elementales como si fuera Dios.


JAMÁS VI TANTA PRIMAVERA

Jamás vi tanta primavera
sacudiendo las ramas.
Recién amanecido
el pétalo callado
también tendía su vuelo
y renacía el amor.

Vi de nuevo
vestirse cada árbol
con su aire verde y puro
y era la tierra
estrenando su aroma
regada por el mundo.


(De Señales en la sombra, 1996)


En una de esas tardes soleadas de Bogotá, subí por el sendero de eucaliptus hasta su casa. El cielo era más azul que otras veces. El sol entraba a raudales por los ventanales. La ciudad al fondo crepitaba y sus hornos industriales gemían las bielas de la industria. Alrededor, óleos, recuerdos, libros de sus amigos entrañables. Muy cerca de mí, a mis pies, un perrito que parecía de crispetas me miraba con ganas de quererme hablar de la melancolía del paisaje.
Matilde entró a la sala, se sentó de espaldas al sol, y me dijo a manera de excusa: “Ya casi no veo”. Me acordé de los muchos libros que había escrito, no por ciega sino sabia, sabedora de todas las cosas, del dolor humano, de sus grandezas y miserias, y naturalmente de la poesía.
Había nacido en una región indígena de los indios paeces, al pie del Nevado del Huila, muy cerca por donde pasaba un rio que en noches oscuras ahuyentaba a los ángeles. Como para que no quedara duda de sus orígenes, en un conversatorio publicado en el año 2002, Matilde nos explica sus orígenes en el que prueba una vez más que quien conoce su aldea conoce mejor el mundo:
“--Nací en un lugar lindo, un caserío llamado Huila, en el Departamento del Cauca, rodeada de paisajes asombrosos, y a veces temibles, porque está ese enorme volcán, el Nevado del Huila, casi al pie. Y por toda esa región nunca está muy lejos el Río Páez, que cuando se encoleriza infunde pavor. El caserío consistía en una iglesia, una escuela, una casa cural y unas pocas casas de los indios regadas por las montañas. Nací junto a un río que se llama San Vicente, lleno de sustancias minerales que trae del interior del volcán. El caserío está rodeado por un cerco de aguas oscuras que se desatan en espuma blanca. Yo, muy pequeñita, me divertía mirando el río, viendo cómo se formaban esas guirnaldas, esas espumas que bailaban alrededor de un valle de un verde esmeralda, junto a la imponencia del Nevado del Huila. Siempre me encantó la naturaleza; la montaña, el río, el bosque. Oía los mensajes del monte, y me encantaba toda la geografía de esa región. Había flores que inclusive pertenecían a especies desconocidas, además de bromélidas, orquídeas, catleyas” (1).
Matilde fue una niña mística, señalada por esos códigos, por esas leyes de la vida que a lo mejor todavía no tienen nombre y que tal vez no lo tendrá nunca. Tal vez por eso cuando le pregunté qué dios la había iluminado al escribir su primer poema y ella me respondió con la misma dulzura de quien ama el mundo: “No fue otro dios que el mismo que me enseñaron desde niña, el amor. El primer poema que escribí a los 13 años, no fue exactamente para mí, sino para una prima que estaba conmigo y quería que yo le escribiera un poema de amor para enseñárselo a un enamorado que ella tenía. En ese poema yo hablaba de algo remoto, de un amante perdido, de un llanto y de un poco de cosas muy curiosas a esa edad”.
Gran parte de cuanto escribió regresa a su infancia, a la escuela rural dirigida por su madre, a los indígenas que eran sus alumnos, a la abrupta naturaleza de la región que va de las altas cimas rocosas a las profundidades de los ríos, especialmente el río Páez que levanta sus espumas en la temporada invernal y se enlaza con la niebla para formar muros interminables de oscuridad y fragor. Todo ese espacio campestre, oloroso a fragancias que brotaban de la tierra, y también a esa innata predisposición para capturar el paisaje, los parlamentos de la gente, el dolor humano, los ecos ancestrales de las tribus ignoradas, fueron alimentando su predisposición a la poesía, a la que llegó sin darse cuenta. En una entrevista reafirmó lo anterior de manera más contundente: “En realidad hay una predisposición, una tendencia a admirar las cosas desde la infancia; algo que a uno lo golpeó, una noche con estrellas... Yo pienso que uno de los contactos más maravillosos que tuve de niña fue el paisaje, digamos, lo que yo veía durante el día y la noche. La noche siempre, siempre me golpeó. Por eso en las cosas que yo escribo siempre está la sombra. Utilizo mucho la palabra sombra; en eso soy muy repetitiva. Así que no te podría decir exactamente, cómo llegué a la poesía. Siempre me sedujo la naturaleza, el río, los pájaros, porque yo vivía realmente en una región, no enteramente salvaje pero si muy agreste, muy llena de montañas y lo más inmediato al caserío, porque no era pueblo, era un río, entonces yo siempre hablo del río, de los pájaros” (2).


Si fuera posible
(Fragmento)


Si fuera posible regresar
a mirarse en el agua y jugar
con la sombra en las paredes blancas
delante de las lunas calientes
volvería a encontrarte
así furtivamente desafiando el espectro
que posa en el fondo
de ese mismo trasluz
que me ciega y confunde.

(De La ciudad entra en la noche, Bogotá, 2001).


Cuando yo la conocí ya había viajado por distintos países y conocido a muchos pintores, magistrados, escritores y poetas, cuyos poemarios guardaba como sus tesoros más preciados. Y por si fuera poco, ya había publicado casi toda su obra y aparecía en varias antologías de poesía femenina, aunque para ella no había ninguna diferencia entre los poetas y las poetisas a las que reconoció que las había excelentes, así los poetas las ignoraban olímpicamente, porque “si no son mejores que ellos, tampoco son peores que ellos”. De los 14 y tantos libros publicados por Matilde, el que más le gustaba era Pasa el Viento, porque estaba más cerca de su manera de escribir poéticamente.
Con los poetas tuvo grandes admiraciones y tratos. Nunca creyó tener ninguna cercanía con ningún poeta colombiano. En su juventud, siendo muy joven todavía, Porfirio Barba Jacob la golpeó muchísimo, especialmente por uno de sus poemas más hermosos y que perdurará por siempre, La Canción de la Vida Profunda. Consideraba a Carlos Castro Saavedra, como un ser magnífico “que sintió tanto la tragedia del pueblo colombiano con estas violencias y con estas guerras que no son de ahora”. A otro poeta que amó permanente y que quiso fuera de admirarlo y de saber que estaba más próximo a nosotros, fue a César Vallejo, indudablemente el más grande de nuestra América, “porque supo interpretar hondamente nuestro mestizaje, porque llegó a lo hondo de nuestra cuestión aborigen, a nuestras raíces profundas, porque escribió cinco libros nomás, pero ¡qué libros!” (3). Vallejo le gustaba por su musicalidad; por el dolor, porque era el poeta de la angustia, de las premoniciones, porque era un poeta completamente primario que de pronto decía cosas por puro instinto, porque era creativo, porque sus poemas son eternos como ese soneto tan maravilloso de Piedras Negras sobre Piedras Blancas: Son testigos los días jueves, los húmeros...
Entre los poetas norteamericanos al que más admiraba era a Whitman: “--El más grande, el más independiente, que llegó con la revolución industrial... Todos esos grandes, a veces no son tan grandes porque de puro grandes limitan a todos los demás, como pasó con Pablo Neruda. Esas grandezas son limitantes, lo digo sin pretender ser importante ni mucho menos”. Tal vez por eso en uno de sus poemas, frente a la grandeza de Paul Eluard lo trata de tú a tú, como al amigo, al compañero de viaje:


A Paul Eluard
(Fragmento)

Oigo subir por cada tallo tierno
el fluir implacable de tu sangre,
y te veo como eras, alto y grande,
entre los niños de los barrios pobres.
(De Los ríos han crecido, Bogotá, 1955).


A muchos críticos les gusta encasillar a Matilde Espinosa como la única autora de la poesía social en Colombia, debido tal vez a que la mayoría de sus poemas contienen un tinte social. Nicolás Suescún dijo al respecto: “Con frecuencia encontramos en su poesía un contraste terrible entre un estado interior de limpia inocencia, y otro, el nuestro, asolado por la violencia y degradado por la injusticia. La naturaleza será el vehículo para expresar su solidaridad con los humillados y ofendidos de la tierra”. (4).
Mario Rivero por su parte dijo: “Desde el horizonte colectivo de su primer libro, de frente al duro espejo de la realidad -con la pena de la primera Violencia colombiana al fondo (enfermedad de la cual aún no hemos podido curarnos)- su palabra se alza como la forma más acabada y limpia de protesta. No de modo programático sino desde la emotividad más profunda: convocando imágenes con sabor a sangre, en aquellos perdidos caseríos, cuando los ríos de la Patria acrecían su caudal por las masacres, y el aullido de la tragedia era una tenaz sirena que alertaba el aguijón de las venganzas” (5).
Y Guillermo Martínez concluye esta breve muestra diciendo: “Precursora de una tendencia, que a riesgo de las clasificaciones, podríamos llamar comprometida, Matilde Espinosa, siempre ha querido registrar a través de su obra, es decir desde lo más profundamente humano y sensible, las voces de la opresión y la injusticia. La violencia, el odio, el hambre y el desamparo de los seres humildes de la ciudad y el campo, son algunos de los temas constantes de una poesía que no obstante su conciencia crítica no ha dejado de atender a la raíz oculta del poema, o sea a las transmutaciones interiores que exige toda verdadera creación estética cualesquiera que sean sus motivos” (6).
Esta tendencia social que Matilde imprime en sus poemas, se debió en parte al contexto social en que vivía en su tierra natal y en el que vivió años después. La preocupación por los temas sociales no ha faltado en la poesía de todos los tiempos, porque el poeta es sensible al infortunio de los marginados y los desposeídos. Los poetas latinoamericanos que escribían hacia mediados del siglo XX habían recibido la lección de Pablo Neruda, en el sentido de que lo mismo podían expresar sentimientos individuales que colectivos, escribir cantos de amor o de protesta, frases cargadas de contenidos enigmáticos o palabras alusivas a lo más cotidiano. Esta ampliación del horizonte poético, se encuentra en la obra de varios autores colombianos de la década del 50, entre ellos Matilde Espinosa de Pérez, cuyo primer libro apareció en 1955. Por una parte, lirismo exacerbado y por otra su tendencia a la poesía social o de denuncia. Si nos atenemos a que el espacio donde se vive es vital para los poetas, tendríamos que recurrir a la infancia de Matilde, donde todo le parece fabuloso y fantástico, y por otra parte la violencia implícita tanto en el paisaje como en la dura realidad de la violencia en nuestro país entre los años 40-50. Lo único que hizo Matilde en la vida fue: “Interpretar en la poesía la tragedia popular”.
En una entrevista que le concedió a la revista Aleph en 1975, dijo: “Gran parte de cuanto he escrito regresa a mi infancia en Tierradentro, a la escuela rural dirigida por mi madre, a los indígenas que eran sus alumnos, a la abrupta naturaleza de la región que va de las altas cimas rocosas a las profundidades de los ríos, especialmente el Páez que levanta sus espumas en la temporada invernal y se enlaza con la niebla para formar muros interminables de oscuridad y fragor!”. Y más adelante: “No encontré mayor distancia entre el indio y la bestia de carga, y esto afectó mi sensibilidad para ubicarme en el terreno de lo que hoy se llama la protesta y que en mí se tradujo en una indescriptible angustia”. (7)


MASACRE
(Fragmento)

Aquí vivió una rosa,
más allá una mujer,
aquí, el campesino,
su pañuelo y su tiple;
aquí, la enredadera,
la estrella en el aljibe
y el plato de madera.


Al hacer una reflexión sobre los motivos de su poesía en general, Matilde Espinosa cuenta: “La poesía me llegó cuando vi padecer tanto a la gente. Cuando yo empecé a escribir con alguna seriedad, con responsabilidad y con conciencia poética fue en 1955, cuando se desató la violencia. No pretendo penetrar en sus orígenes ni tampoco desembocar ahí, pero vi sufrir tanta gente y la persecución tan injusta que se desató, que empecé a sentir muchísima, no rebeldía porque yo no soy rebelde, sino a solidarizarme con la gente que luchaba por un mundo mejor. Así nacieron los poemas de mi primer libro Los Ríos Han Crecido”.
Cuando le pregunté qué representaba la poesía en su vida, Matilde me respondió con su voz tan nítida y cristalina, que parecía una niña dándole de comer a los pájaros: “--Una necesidad. Porque la poesía no tiene fecha exacta de llegada. Es la mejor compañía, un llamado un poco misterioso, un poco recóndito. Claro que la intuición juega un papel poderosísimo; cuando hay una tendencia artística, cualquiera que ella sea, se tiene que expresar en acción. Cuando hay tendencia para la poesía, hay algo de hechizante, no de milagro sino de asombro. A mí la poesía me llegó por una gran necesidad, por una inquietud, por un tema, porque no es una cosa suelta, no. De pronto hay un toque luminoso. La poesía llega, toca, se le recibe, o se marcha y no vuelve. Tiene mucho de sortilegio, de hechizante, de algo que hasta hoy no se puede definir. Quien diga que ha definido exactamente qué es poesía, está diciendo mentiras. Bécquer dijo en un acto de galantería: La poesía eres tú; otro dijo, la poesía es la emoción recordada en la calma. Un francés que pudo ser Rimbaud, dijo: la poesía tiene que tener algo de salvaje, de bárbaro. La poesía tiene mucho de eso, de salvaje, de bárbaro. No tiene método. Si hay poesía con método es mala. Todo lo que tenga regla, composición, etc., es malo. Claro que existe por ejemplo el Soneto, tiene que tener dos cuartetos y dos tercetos; no puede ser de otra manera. El único que rompió esa técnica fue, Pablo Neruda, con los Sonetos de Madera a Matilde Urrutia”.
Al terminar la tarde y poco antes de despedirme, sentí una nostalgia infinita como si no nos fuéramos a ver más. Tal vez por eso le pedí que me dijera algunas palabras para no sentirme solo y ella me respondió: “--Cuando uno tiene “alta edad” se tardan las imágenes en llegar, pero el olvido total no existe, a menos que uno esté enfermo. Yo muchas veces he pensado y sentido que uno tiene nostalgia de algo que palpita allá en el fondo, pero que está ahí, permanentemente. Muchas veces he pensado y sentido que el ser humano nace solo y muere solo, aunque esté entre la multitud. Uno puede estar solo, infinitamente solo en compañía de mucha gente. El ser humano es único, solito, en su vida y en su poesía”.
Un día supe que se había ido a descansar para siempre, que ya no volvería a verla en su casa en los altos del bosque, ni a oír el timbre de su voz de campanita trayéndome rumores y recuerdos lejanos, --porque hasta callada decía mucho--, mirándome desde su dulzura de niña, excusándose de no ver, pero ni falta le hacía porque había visto y conocido muchas cosas desde su nacimiento: un rio de aguas torrentosas, ciudades deslumbrantes, la patria estremecida por la muerte, escritores y personajes ilustres y había leído todo cuanto estaba a su alcance. Nada le era ajeno, y era como si te conociera desde siempre. Matilde Espinosa fue desde muy niña un ser amoroso, con una gran facilidad de expresión para el amor, aunque el amor de mujer a hombre, en realidad lo sintió tardíamente. Vivió con intensidad y conoció eso que se llama la escala social. Pero ante todo fue un ser sensible de infinita bondad y sensibilidad, porque cuando hay sensibilidad, la gente es más culta y naturalmente la poesía crece y sus alas son mucho más grandes.


UN DIA

Un día se borrará el paisaje,
se apagará la luz para mis ojos.
Debajo de la tierra, de la fría tierra,
buscaré otras raíces,
tal vez las venas de un amigo,
tal vez la sangre combatida
de alguien que amé al respirar la brisa
o al mirar el cielo
de promesas inocentes,
el cielo pesado de las lluvias,
o de las nubes, sudario de los pájaros.

Un día, quizá
de campanas luminosas,
alguien dirá como se escribe
el nombre de una mujer
que fue un poco, solo un poco
de ternura dispersa,
de ala clamorosa
pidiendo ser no más viento que pasa.

(De Poesía de autoras colombianas (Antología), Bogotá, 1975.


Matilde había nacido el 25 de Mayo de 1915 y emprendió su viaje hacia la eternidad el 19 de Marzo de 2008. Ella siempre tuvo para todos los que la conocieron una palabra, un consejo, una voz de aliento.


Notas:
1). Matilde Espinosa, Inocencia ante el fuego de Gabriela Castellanos, editado por la Facultad de Humanidades de la Universidad del Valle. Pág. 18 (2002). Cali, 2002.

2). Arévalo, Milcíades Matilde Espinosa. Entrevista Publicada en la entrega No. 72 de Puesto de Combate, 2005. Bogotá, Col.

3).Ibídem.
4). Suescún, Nicolás: Matilde Espinosa y la Vanguardia Social.. II Encuentro de Escritoras Colombianas. Homenaje a Matilde Espinosa (Memorias, Pág. 69 2005. Bogotá, Col.

5). Rivero, Mario (Prólogo) La tierra Oscura de Matilde Espinosa. Arango Editores. Bogotá, 2003.
6).Martínez González, Guillermo Aproximaciones a la poesía de Matilde Espinosa Revista Puesto de Combate, 2007
7). Revista Aleph. Manizales, 1975.

viernes, 25 de septiembre de 2009

Poemas del libro POR ARTE DE PALABRAS - Luz Helena Cordero



Durmiente

Un hombre dormido en el parque
mientras los carros lo cubren con humo,
la ciudad camina por su lado sin verlo,
los perros husmean su olor anodino
y prosiguen con desgano,
el sol y el frío pasan de largo,
nada dicen sus brazos abarcando la tierra que lo
acuna,
nada sus pies, inútil extremo del sueño.
un hombre dormido en el césped
es un insulto al trabajo, a la prisa,
a la reputación de los bancos,
una burla a las obligaciones,
a la estadística, a los ascensores,
a los estantes de las notarías.
Dónde habrá ido tan lejos,
abandono su cuerpo aquí
y no ha vuelto a recogerlo.
Fiel estandarte del ocio.
Un hombre dormido en el parque,
tan ajeno, tan piedra, tan bello.


Cotidiana

Pasa una ambulancia en busca de un herido,
da vueltas el sonido rojo
ávido de golpes, de caídas,
buitre que ruega al cielo su alimento.
Todos nos revisamos el cuerpo
no sea que exista un agujero
y por ahí se nos escapen las ganas de movernos,
de empujar los zapatos.
Alguien ha visto pasar nuestro nombre
en el desfile de los rezos.
Es posible que ya estemos muertos
y sigamos erguidos como troncos
que angañan a los pájaros.


Palabra rota

I

Acaso olvidaste ya
que cuando aquí nos miramos al espejo
peinamos también la sombra
para que la confundan con el angel,
el viejo ángel al que rezábamos de niños
y que inútilmente llamamos
la noche en que incendiaron a la abuela,
como si fuera un cirio ofrendado a la virgen.
Recuerda,
al otro día no quisimos rezar,
ni falta que hacía
con toda la falta que nos hizo la abuela,
sus manos de hilos y de soles,
para qué hablar,
daban ganas de incendiarse con ella.

II

Para entonces el abuelo tenía diez años
y desde esa altura vio arder a la madre,
abiertas sus manos al resplandor,
sin voz para el espanto.
Algo goteaba entre sus piernas,
tal vez el miedo de ser hombre,
la desgana de crecer.
Recuerda que era un viejo
cuando en sus pesadillas jadeaba una palabra rota,
como si fuera la única cosa cierta que pudo salvar
entre tanto residuo calcinado.
Es una historia antigua tatuada en la sangre.
Nunca conocimos la abuela,
nunca estuvimos allí,
pero eso no nos libra del recuerdo.
Dejo aquí esa palabra rota
que alcancé a descifrar en el insomnio.
Me pesa tanto como el miedo.

miércoles, 23 de septiembre de 2009

Unión libre - André Breton (1896-1966)



Mi mujer con cabellera de llamaradas de leño
con pensamientos de centellas de calor
con talle de reloj de arena
mi mujer con talle de nutria entre los dientes de un tigre
mi mujer con boca de escarapela y de ramillete de estrellas de última magnitud
con dientes de huella de ratón blanco sobre la tierra blanca
con lengua de ámbar y vidrio frotados
mi mujer con lengua de hostia apuñalada
con lengua de muñeca que abre y cierra los ojos
con lengua de piedra increíble
mi mujer con pestañas de palotes escritos por un niño
con cejas de borde de nido de golondrina
mi mujer con sienes de pizarra de techo de invernadero y de cristales empañados
mi mujer con hombros de champaña
y de fuente con cabezas de delfines bajo el hielo
mi mujer con muñecas de cerillas
mi mujer con dedos de azar y de as de corazón
con dedos de heno segado
mi mujer con axilas de marta y de bellotas
de noche de San Juan
de ligustro y de nido de escalarias
con brazos de espuma de mar y de esclusa
y de combinación de trigo y molino
mi mujer con piernas de cohete
con movimientos de relojería y desesperación
mi mujer con pantorrillas de médula de saúco
mi mujer con pies de iniciales
con pies de manojos de llaves con pies de pájaros en el momento de beber
mi mujer con cuello de cebada sin pulir
mi mujer con garganta de Valle de Oro
de cita en el lecho mismo del torrente
con senos nocturnos
mi mujer con senos de montículo marino
mi mujer con senos de crisol de rubíes
con senos de espectro de la rosa bajo el rocío
mi mujer con vientre de apertura de abanico de los días
con vientre de garra gigante
mi mujer con espalda de pájaro que huye en vuelo vertical
con espalda de azogue
con espalda de luz
con nuca de canto rodado y de tiza mojada
y de caída de un vaso en el que acaban de beber
mi mujer con caderas de barquilla
con caderas de lustro y de plumas de flecha
y de canutos de pluma de pavo real blanco
de balanza insensible
mi mujer con nalgas de greda y amianto
mi mujer con nalgas de lomo de cisne
mi mujer con nalgas de primavera
con sexo de gladiolo
mi mujer con sexo de yacimiento aurífero y de ornitorrinco
mi mujer con sexo de alga y de viejos bombones
mi mujer con sexo de espejo
mi mujer con ojos llenos de lágrimas
con ojos de panoplia violeta y de aguja imantada
mi mujer con ojos de pradera
mi mujer con ojos de agua para beber en prisión
mi mujer con ojos de bosque eternamente bajo el hacha
con ojos de nivel de agua de nivel de aire de tierra y de fuego

jueves, 17 de septiembre de 2009

Poemas inéditos del libro HASTA EL FIN DE LOS NÚMEROS - Gustavo Adolfo Garcés


30

En el árbol
el viento se inclina

nada estropea
ese gesto familiar
que conozco de memoria

ni siquiera estas palabras

porque usándolas
no le quito intimidad

miro esa correspondencia
sin descender en mí mismo

sin mirar dentro
lo que tengo delante

ni árbol ni viento
se engañan

juntos no son nunca
una forma fija


134

Esa palabra
no sabe de pompas

a pelo y sin freno
entra en el fragor

qué voz persigue

qué esperanza

no deja a los vientos
su cuidado

ni parece someterse
a la prudencia

adónde llegará
oscuramente armada

qué ímpetu qué choque
le harán perder el disfraz


302

La nieve la hizo blanca

a ella

la muchacha
en la montaña blanca

cambiaron los límites

se desbordaron entre ella
y lo blanco

quién se nutre
de la luz de quién

ahora son más
las cosas comunes

mi voz
y mis manos se van
adonde dice la nieve


331

Las palabras

pequeños
episodios
que ruedan
al olvido

voces
que no están siempre
a nuestro alcance

las cosas
en que se funda
una canción

lo que se nos ha podido
decir

deseos
que apenas
se atisban

versos

segmentos
de la tregua


360

El deseo

va por donde mejor
se le antoja

no hay quien ponga
sus hazañas
en el justo lugar

el ardor y el afán
hacen que cambie
de forma

hay que verlo
languidecer
después de la tormenta

tiene más dedos que el verso


495

Nada me importuna

pareciera que el mundo
es capaz de curarse

las almas se hermosean
ahora que hemos envejecido

todos los que soy
se unen en sosiego
y reluce con el vaso
mi pobre vida atareada

veo como en un sueño
los tejados

converso en silencio
con mis muertos


553

A la provincia más lejana
se fue mi amigo muerto

ya no tiene rostro
pero conserva la alegría

la canción del coro dice
que lo esperan una mesa limpia
y un sitio claro
sin asperezas

tendré que inventarme la vida

aprender que su silencio
es la última farsa

un juego de engaño y apariencia

soñar que su cautiva condición
es un buen vino

quisiera que no sepan de esta herida


604

Me pedías
una palabra humilde

en la que pudiésemos
ver las cosas como salen
de las manos de Dios

la tela vil de la araña

la fuerza del río

los versos simples
de los nuevos usos


714

La tormenta te llena
de silencio

y se va a otro lugar
tu corazón

escucho crecer
el arroyo

el cielo se fue
por el desfiladero

la noche y tú
pueden ponerse peor


1094

El viento que te espía
me trae tus noticias

cruzó de nuevo el mar
para darme su consejo

aprender
que no me amas

jueves, 10 de septiembre de 2009

HERMANOS EN LA IMAGINACIÓN, CONSTRUÍMOS LA RED LUMINOSA: Talleres de poesía convocados por la Revista Prometeo


1. Los talleres no son cátedras académicas
2. No se pontifica, se genera el diálogo.
3. Cada asistente tiene su acervo de conocimientos e información.
4. Entrar a las sesiones olvidando lo plano del día a día.
5. Que cada sesión sea un viaje por lo no-obvio
6. Todos construyen sobre las bases de sus intuiciones poéticas.
7. Que entrar a los talleres sea ingresar a un viaje
8. Que todo sea por gozo, más que por cualquier otra cosa
9. Lograr un fluido espiritual semejante a un oxígeno glorioso
10. La buena poesía se transmite a gran intensidad y velocidad
11.La poesía compartida en voz alta incrementa las potencias imaginativas
12.Todos saben que los ejercicios de escritura son sólo eso: ejercicios
13. De los ejercicios de escritura surge un ímpetu
14. Los talleres de apreciación de la poesía no son fábricas de poetas
15. La poesía es el motor de las grandes conjunciones
16. Mantener vivo el diálogo que somos es una forma de no morir
17. Recuperar los poderes curativos de la palabra
18. Al encontrarnos en los rituales de la palabra el mito y lo sagrado resucitan
19. Volvemos al cauce de las aguas cristalinas del sueño
20. Sólo en la convergencia de los sueños la poesía es faro
21. Escribir es potestad de todos
22. El lenguaje es el torrente que fluye con el brío de un caballo lúcido de energía
23. Avanzamos pletóricos de soles en la órbita de los sueños
24. Nos reunimos para no marchitarnos en el ostracismo y es la poesía nuestra estrella
25. Los talleres no son olimpiadas son una legión de complicidades
26. Hermanos en la imaginación construimos la red luminosa

lunes, 7 de septiembre de 2009

MORGUE Y OTROS POEMAS - Gottfried Benn


PEQUEÑO ÁSTER


El cadáver del conductor
de un camión de cerveza
fue alzado sobre la camilla.
Alguien le había colocado entre los dientes
una pequeña flor
oscura — clara — lila.
Cuando le saqué el paladar y la lengua
desde el pecho
con un largo cuchillo
debajo de la piel
he debido rozarla
porque la flor se deslizó
hacia el cerebro vecino.
La guardé en el tórax
entre el aserrín
cuando lo cosían.
¡Bebe hasta la saciedad en tu florero!
¡Descansa en paz,
pequeño áster!


HERMOSA JUVENTUD


La boca de una niña que había estado mucho tiempo entre los juncos
parecía tan carcomida.
Cuando le quebraron el pecho, el esófago estaba tan agujereado.
Por fin, en una pérgola bajo el diafragma
hallaron un nido de pequeñas ratas.
Una hermanita yacía muerta.
Las otras se alimentaban del hígado y del riñon,
bebían la sangre fría y pasaron aquí
una hermosa juventud.
Y hermosa y rápida las sorprendió la muerte:
a todas las lanzaron al agua.
¡Ay, cómo chillaban los pequeños hocicos!


LA NOVIA DEL NEGRO


Entonces sobre almohadas de oscura sangre
se recostaba el cuello de una mujer rubia.
El sol rabiaba en sus cabellos
y lamía los pálidos muslos
y se arrodillaba ante los pechos un poco más oscuros,
aún sin deformar por los pecados y los partos.
Un negro junto a ella: la coz de algún caballo
le había destrozado los ojos y la frente. Dos dedos
de su sucio pie izquierdo
se hincaban en la pequeña oreja blanca.
Pero ella yacía y dormía como una novia:
orlando la felicidad del primer amor
y en espera de numerosos viajes celestiales
de la sangre joven y cálida.
Hasta que alguien
le hundió el cuchillo en la nívea garganta
y un delantal púrpura de sangre muerta
le cubrió las caderas.


RÉQUIEM


Dos en cada mesa. Hombres y mujeres
en cruz. Cerca, desnudos, y, pese a ello, sin dolor.
El cráneo abierto. El pecho partido en la mitad. Los cuerpos
engendran ahora por última vez.

Cada uno llena tres cazuelas: desde el cerebro hasta los testículos.
Y el templo de Dios y el Corral del demonio
ahora pecho a pecho en el fondo de un cubo
se ríen del Gólgota y del pecado original.

El resto, en ataúdes. Sólo nuevas creaturas:
pierna de hombre, pecho de niño y pelo de mujer.
Yo vi lo que engendraron dos que antaño se jodian,
yacer allí, como si hubiera salido de un cuerpo materno.


APÉNDICE


Todo está pulcro y preparado para el corte.
Los cuchillos humean. El abdomen marcado.
Bajo paños blancos hay algo que gime.

"Señor profesor, todo está listo."

La primera incisión. Como si el pan se rebanara.
"¡Pinzas!" Algo púrpura brota.
Más profundo. Los músculos: húmedos, brillantes, frescos.
¿Hay un ramo de rosas sobre la mesa?

¿Es pus lo que salta?
¿Habrán cortado el intestino?
"Doctor, si se para contra la luz,
ni el diablo puede ver el diafragma.
Anestesia, no puedo operar,
el hombre se va de paseo con su estómago."

Silencio, pesado, húmedo. En el vacío
tintinea una tijera en el suelo.
Y la enfermera angelical
ofrece algodones esterilizados.

"¡No puedo encontrar nada en esta porquería!"
"Sangre se oscurece. ¡Quíteme la mascarilla!"
"Pero—Dios del cielo—querido,
¡apriete mis esos talones!"
Todo deforme. ¡Por fin: aquí está!
"¡El hierro candente, enfermera!" Un siseo.

Por esta vez tuviste suerte, hijo mío.
La cosa estaba a punto de perforarse.
"¿Ve usted la pequeña mancha verde?
Tres horas y el estómago se llenaba de mierda."

Vientre cerrado, Piel cosida. "¡Esparadrapos, acá!
Buenos días señores."
La sala se vacía.
Furiosa castañea y rechina con las mejillas
la muerte se escurre a la barraca de los cancerosos.

miércoles, 2 de septiembre de 2009

ARAÑA DE SÓTANO - cuento de Aymer Waldir


¿Al estadio? Ni falta hacía que me dijera para donde iba. Aunque ahora se ponen la camiseta del equipo cualquier día. Cuando yo me la ponía era para acompañar al equipo en el estadio. Algunos se la ponen a diario. ¿Usted es de esos? Me imagino que al menos la lavan día de por medio o que tienen varias. En mi época nos poníamos el uniforme sólo cuando había partido de local. Hace como doce años no entro al Atanasio Girardot. Desde que nació Brayan. Lo íbamos a poner Víctor si era niño y Victoria si niña, por Victor Hugo. ¿El de Los miserables? no hombre, el del Nacional. Víctor Hugo Aristizabal, el mayor goleador colombiano de todos los tiempos. A la final quedó con el nombre de Brayan. Uno es el que elige, pero las mujeres son las que hacen la lista para que uno escoja. ¿Usted tiene hijos? téngalos para que vea lo que es sufrir viendo cómo crecen y sentir que le va gustando el sufrimiento. Masoquismo. Claro que usted ya es experto en eso, como buen hincha del Medellín. Tener un hijo es lo mismo que despertar a la realidad: una piscina congelada donde el primer idiota que salta le dice a los demás que el agua está buenísima. Pero, en el paseo, los que mejor pasan son los que se meten a la piscina. Si, por eso es la calcomanía del taxi. ¿Cómo se escribe pues? ¿Brian? a buena hora me dice, ya todos le decimos Brayan: hasta en el colegio, y eso que el colegio es bilingüe. A ella le gustaba ese nombre y todo lo que fuera extranjero. A mi me gustaba el Nacional cuando era de puros criollos. Un equipo Nacional lleno de extranjeros y unos Millonarios en quiebra suena algo extraño, pero este país es de cosas raras. Yo era tremendo hincha y odiaba a los contrincantes y a los aficionados de radio, así fueran del mismo equipo. Ahora apenas si me entero de los marcadores hasta el otro día, cuando miro las repeticiones en el noticiero. Claro que todo en los noticieros colombianos es pura repetición: insisten y dan lata con la misma mentira hasta que uno se la va creyendo. Cuando había partido me iba con el combo desde bien temprano para poner los trapos, abrir las banderas y coger el mejor puesto para ver el partido. En la barra yo era el que siempre empezaba a gritar, después se me unían tres, luego mil, medio estadio. Allá van muchos a gritar para después quedarse callados toda la semana en el trabajo. No, no es el caso mío. Después del fútbol el deporte que más me gusta es el de hablar. ¿Se nota? Mi papá me llevaba a fútbol desde pelado. El que a él le gusta es el Deportivo Independiente Medellín, pero yo: ni estudié lo que él quería ni soy hincha de su equipo. Lo que si le aprendí fueron las canciones que a él le gustaban: pura “Voz de Colombia”. Como si Colombia tuviera voz o se pudiera hacer escuchar. Aquí somos una manada de sordos, que sólo oímos lo que nos conviene. A esa emisora la compró una multinacional y la rebautizaron “Bésame”, pero sigue lo mismo. Es como venir ahora a poner Brian a Brayan. Yo, al niño, lo dejo que ponga la música que quiera y al estadio no lo he llevado. La música de mi papá es muy pegajosa, todavía suena y se presta para que se le ponga picardía o bronca. Cuando coreábamos la tribuna entera se nos unía; unidos todos para agredir a la barra del frente. Aquí donde me ve, tan peludo, hice parte de los cabeza-rapadas; la barra más brava y peligrosa de la ciudad hace unos veinte años. Esquin jead nos decían. Cuando empecé creía que lo de esquin era porque nos manteníamos en la esquina; despistado que es uno. La ignorancia es hablar como experto de lo que no se sabe. Para entrar al estadio yo no hacía filas, ni tampoco compraba la entrada, pura boleta de cortesía. O hacíamos el carrusel: con una sola entrada pasábamos hasta once. ¿Sabe como se dice fútbol en inglés? ¿No era el experto en nombres, pues? fútbol sóquer, con harto acento en la o, para que suene elegante. Del alumno también se aprende, maestro. En ese idioma todo parece tener importancia, pero a la final es una carajada. El español le lleva la delantera, le gana por goleada al inglés, porque las palabras significan varias cosas dependiendo donde y cómo se digan. Yo le puedo decir perro a un amigo o a un desconocido y como si nada, pero si les digo “perro” con intención y se dan cuenta, con cualquiera de los dos me gano un problema. Le dicen fútbol sóquer, con desprecio, porque los monos tienen un campeonato local de rugby que dicen es de talla “mundial”. Todo lo que hacen ellos le importa mucho al mundo, o al menos lo afecta. La gente se va para allá buscando el dinero de los gringos. Comiendo mierda y con dos trabajos se consigue plata en cualquier parte, mejor estar aquí. Al lado de los seres amados. De los odiados también. ¿De que era que le hablaba? ¿Ah? Sí, en vez de rugby lo llaman “fútbol americano” porque la pelota es más aplanada. Mas moldeable y fácil de atrapar, como les gustaría a ellos que fuera el mundo.
Cuando me uniformaba pensaba que era para hacerme notar y ahora veo que era para hacerme invisible, para pasar desapercibido. Quería ser la voz cantante, pero en realidad hacía parte del coro. La barra más brava, la de los cabeci-rapaditos nos afeitábamos entre nosotros mismos para ahorrar dinero y nos dábamos coraje los unos a los otros. En medio de la violencia lo que queríamos era disimular tremenda ternura. La camiseta nos la poníamos el día del partido no más. Esa frasecita de “ponerse la camiseta” es para los mediocres, los verdaderos hinchas la llevábamos tatuada en la piel. En esa época yo parecía recién tatuado, con la piel resentida. Cualquier cosa me podía lastimar: una mirada, una palabra, un silencio, sospechar que me ignoraban. Después me fue cicatrizando y fui perdiendo sensibilidad, me salieron callos, cachos y descubrí que la amistad y la lealtad no son más que sensaciones.
La vida es como la ida al baño, se va más tranquilo estando solo que acompañado. Claro que las mujeres piensan otra cosa. Arman paseo para ir al baño. Son un misterio, como los billetes de cincuenta mil; cuando uno ve uno cree que ya lo conoce y cuando vuelve a tener otro en la mano ya ni sabe ni cuantos ceros tiene. ¿Usted si ha visto un billete de cincuenta? ¿Cuántos ceros tiene? No papá, se dejó coger en la mentira. No sirve para político. Un cero. El que va al lado del cinco para formar cincuenta, después va la palabra “mil”. Las mujeres. En el combo teníamos a las más bonitas. A todas les quería hacer la vuelta, pero nada, que remilgues. Todas fueron novias de todos y a mí apenas me incluían. La envidia que me daba, ya ni retacaba, todos los del grupo eran que promiscuos y yo no pasaba de bluyiniada, pero a la final nadie supo. Yo era de los más rudos. Lo que es la vida: mientras más vulgar, más adeptos conseguía. Hay que hacerse respetar, al menos sacar provecho de peso y estatura. Una vez, en plan de conquista, empeñé un anillo; con esa plata me compré dos entradas para preferencia para invitarla a ella. Bostezo va y bostezo viene, en esa tribuna se seca la ola. La fiesta del fútbol es detrás de los arcos. Una tribuna llena de niños bien y puras hijitas de papi y mami. Si no es por la mamá de Brayan me suicido tirándome desde la tribuna. ¿Tiene boleta para norte? En mi época esa tribuna se llamaba Corea y, la de Sur, la llamábamos: el Gallinero, pero ahora les dio por la globalización y llaman norte a lo que quieren significar que va arriba y sur al resto del mundo. La mayoría de mis seguidores son ahora de Los del Sur ¿Oriental? es otra opción, mejor que preferencia. A esa tribuna la deben llamar el valle de la silicona: todas con las tetas del mismo tamaño. Yo soy alérgico a eso, se me queman los labios. Lo bonito es la variedad, para que uno escoja según el estado de ánimo. En preferencia se siente uno como pescado entre un tetero. Incluso hay unos que van de corbata. La corbata de los ejecutivos. Ellos no lavan esa prenda. Son pura apariencia. Los que aparentan sufren más que uno porque sufren el doble, pero cuando uno sufre es que cambia. Aprende a templar. Por eso es que ustedes los hinchas del poderoso son tan aterrizados. Claro que todo puede cambiar y luego les va a quedar la experiencia. Una vez sí, otra vez no: eso es el fútbol. Lo mismo con las mujeres, con la vida, con todo. Lástima que los sí y los no vengan en proporciones tan extrañas. Hay equipos que son ganadores permanentes y otros que juegan contra esos equipos, como el caso del equipo suyo. A mi me gustaba andar en combo, así dijeran que éramos unos desadaptados. ¿Quién se va a adaptar si le cambian las reglas a toda hora?. ¿A usted si le gusta pertenecer a un bando? me refiero a tomar partido. En este país siempre hay que jalar para uno de los dos lados, pero no decir para cual, y cuando le pase algo al vecino decir “por algo será que le pasó” y listo. Queda uno como un caballero. Todo un ciudadano ejemplar. Como los británicos. Allá inventaron la diplomacia y la servidumbre, ¿no ve que todos los mayordomos finos son hombres? Aquí las sirvientas son de baja categoría. De extracto uno. ¿No se dice extracto? ¿Cómo pues? ¿Estrato socioeconómico? la misma vaina: como el extracto bancario. Lo que es la cultura: cuando es inglés es de más importancia. Los británicos les prometieron a judíos y palestinos la misma tierra: de ahí viene eso de la tierra prometida. También se jalaron el invento del mejor espectáculo del mundo, como llaman al fútbol en los comerciales de la FIFA. Yo me crié viendo fútbol, viviendo la pelota. No como otros que eran hinchas de radio y no conocen el estadio por dentro. De niño mi papá me enseñó: “Tenemos un arquero, que es una maravilla; ataja los penales sentado en una silla", buen estribillo. Los que él me enseñaba para el rojo yo los acondicionaba para el verde. Yo me inventé algunos, hasta mejores que ese. Una vez escribí un poema. ¿Cuál acróstico? eso es para los enamorados y para los que hacen crucigramas. Un poema. Imagínese: Yo, un poeta. Los del parche no creían que pudiera haber caído tan bajo. Casi no me repongo de esa. Ah, ¿Usted es poeta? No hay problema, a este taxi se han subido gente de todos los pelambres: políticos, policías, putas y poetas. Una vez me dijo una señora: ¿Usted es poeta? entonces súbase la bragueta. Es broma. ¿Poeta? y para colmo hincha del Medellín. Lo que usted tiene es vocación de sufrido. ¿Qué le contaba? Si. Lo que mejor hacía eran las canciones, son muy fáciles. Como escuchaba la misma música del viejo se me pegaban las melodías y las usaba fácilmente ¿Quiere que le enseñe? Lo primero es corear el nombre del equipo separándolo en sí-la-bas: sílabas, sí-la-bas, ¿si le coge el tono? o el apodo del jugador que más le guste, ojalá de dos silabas. Por ejemplo: Choronta, choronta, choronta y acelerar la pronunciación mientras patea el suelo. ¿Es de tres sílabas?, ¿pero aprendió la técnica o no? Va acelerando y pateando el suelo. Eso sí, con cuidado de no pisarle nada al de la escala de abajo. Una bien buena es "Yo te daré, te daré niña hermosa, te daré una cosa, una cosa que empieza con V: ¡Verdé!" hay que ponerle la tilde en la é para que salga, de lo contrario se tira en la rima. "Sí, sí, señores, de Nacional; sí, sí, señores, de corazón; porque este año en el Atanasio, de color verde viste el campeón". También se vale tomar prestadas las de un equipo de otro país: "vaya, vaya con el campeón; a todas partes vaya con el campeón; si sos de Boca, hacé el favor; andá a la puta que te parió". La oí en una transmisión de Fox. De la televisión se aprenden muchas cosas. Allá en Argentina la combinan con los del River o del Racing, pero aquí se le puede acomodar cualquier otro equipo. Vea usted: un producto importado y sin pagar arancel, como en un tratado de libre comercio. Los estribillos que más gustan son los de doble sentido, donde la grosería abre las piernas dejando pasar la bola por el medio: "despacito, despacito, despacito; les rompimos el culito". Esa suena muy bien cuando uno es el que la canta, pero da una rabiecita cuando toca escucharla. Claro que eso es lo que se busca: provocar al contrario, gozar con el sufrimiento del otro. Con el triunfo del equipo se alegra uno, pero con la derrota del otro es que se disfruta más. Autogol competía conmigo inventándose arengas y coros. Frente a una muchedumbre, los mediocres son los más elocuentes. Le decíamos Autogol porque lo hicieron sin querer. A mi me gustaba poner apodos. A ella, que era la novia de Autogol, la puse Araña de sótano: Puro culo y patas. Después le cambié el apodo por el de microbióloga, porque vivía analizando las cagadas de los demás. ¿Cómo me decían a mí? ¡Jefe! y las mujeres bonitas me decían “papito”. Claro que en esa época me pudieron haber puesto “víbora de museo” porque vivía entre un frasco de alcohol. Nunca hice amigos bebiendo leche. De Brayan para acá ya no bebo. Hay que darle ejemplo al pelado, que no vea al papá con asco y desprecio. No me perdía partido, llevaba el bombo y la voz cantante. Severo bombo. Valió como cuatrocientos mil y lo compramos a punta de bailes y empanadas. Las mujeres del grupo eran unas tesas. Conseguían plata sin necesidad de quitarse la ropa. Después una se cambió de religión, se convirtió al putaísmo. Eran otras épocas; cuando eso las muchachas oían la música que ahora llaman para aplanchar y nosotros al Barón Rojo. Claro que a Araña de sótano no le gustaba ese grupo de rock, dizque por el color. Ella también sostenía que roja ni la sangre. Bobadas de ella. Esa también prometió muchas cosas, como los ingleses y a la efe me dejó embalado. La vida es de ir modificando los gustos. Entró a la barra por ir detrás del perro de Autogol y terminó embarazándose. Una vez fue a un partido con tremenda barriga, como de ocho meses, resultó ser el mejor bombo del estadio, el más bello. ¿Volteo por esta o subimos derecho por Colombia? Las canciones de antes si eran profundas. De una canción del Puma saqué aquel célebre "este es mi amigo Rojo, dueño del corazón; pierde cada partido. No te hace ningún gol". Es que también le hacia canciones a la competencia. Y Leonardo Favio me inspiró para decir “no juegues más, mi Nal, no juegues más; que los del rojo ya no pueden más". La tribuna coreaba mis canciones con letra propia y música prestada. A mi hijo ya lo estoy entrenando. Todos los días le pregunto: “¿de que equipo es usted? para irlo incorporando. A los hijos hay que tratarlos de usted y a los enemigos tutearlos, para que se confíen. Cuando me fui para la nevera a ver si levantaba billete y volví, ya se me estaba dañando el chino. Dizque oyendo vallenatos y con camiseta del DIM. Es que a los hijos hay que educarlos hablándoles durito, a la pareja dejándole de hablar y a las vecinas dándoles de que hablar. En un partido contra el equipo de la capital nos inventamos una estrofa que te cagás: “El verde no tiene marido, El verde no tiene mujer, pero tiene un hijo bobo, que se llama Santa Fé”. En un clásico, cuando los de Rexistencia Norte no cantaban, porque iban perdiendo, gritábamos: “No se escucha, no se escucha, sos amargo, rojiazul hijo de puta”. Nada personal. En mi casa, además de mi papá, mis dos hermanos son del DIM, pero mi mamá es una santa. No tengo nada contra nadie, pero los insultos hacen parte de la fiesta del fútbol. Ante todo la lealtad, la fidelidad es otra cosa. Es que al único que se le menta la madre no puede ser al árbitro, todos tenemos derecho. En esa época todo era amague y a la final nada. Salía uno del estadio abrazado. Todo cambia menos los políticos que siguen robando lo mismo. Lo mismo y hasta más. ¿El tiempo pasa? ¿Cuál? si el tiempo está quieto viendo como pasamos delante de él. Somos nosotros los que vamos y venimos. Ir a fútbol no es como ir a cine, a teatro, a ballet o a un concierto sinfónico. Es algo más activo porque allá se va a rendir un tributo. A contribuir, a ir con la tribu. La tribu se me descompuso después del rifirrafe con Autogol y Araña de sótano. Brayan se parece mucho mí. Parece hijo negado. Al perro de Autogol tocó desterrarlo del parche por faltón. Después se me quitaron las ganas de todo. Abandoné al grupo, dejé a los amigos y no volví al estadio. Empecé a cuidar a Araña de sótano y al bebé. De abandonos si que sé. ¿Lo dejo aquí frente al reloj, con los mariachis? o ¿vamos hasta el Obelisco? Me volví hincha de radio y ya hasta dejo que Brayan se ponga las camisetas de otros equipos, pero de otros países. Ante todo: la lealtad. De traído le voy a conseguir una del Barcelona o del Real Madrid, la primera que consiga. Antes de abandonarme, para irse detrás de Autogol, Araña de sótano me dijo que hasta resulté ser un buen padre. Para que vea hermano, en la vida hay tres cosas que no se olvidan y lo dejan marcado a uno: el primer amor, el primer beso y el primer gol.



Aymer Waldir nació en Medellín (Colombia). Integró durante siete años el grupo experimental de teatro del Politécnico Colombiano “Jaime Isaza Cadavid”. Estadístico de la Universidad de Medellín, se gana la vida con los números y pretende ganarle a la vida con las letras. Es integrante del Taller de Poesía de la Biblioteca Pública Piloto de Medellín. Sus cuentos y poesías han sido publicados en revistas y suplementos literarios de varios países. Viajó a España en el 2003, como ganador de la convocatoria “Toma la palabra” de la Casa Domecq. En 2005 obtuvo el Primer lugar del “Premio Nacional de Poesía” otorgado por la Universidad Metropolitana de Barranquilla. En 2008 ganó el “I Concurso mundial de poesía erótica” convocado por la Casa del Poeta Peruano. Ese mismo año resultó ganador simultáneo en dos categorías (cuento y crónica) del Concurso de Creación Literaria de la Secretaría de Cultura Ciudadana dentro del marco del XVI Juego Literario del Municipio de Medellín y fue elegido por la Revista DONJUAN como uno de los cien personajes colombianos protagonistas del 2008. Ganó en 2009 el concurso de cuento breve “Tomás Carrasquilla” del Politécnico Colombiano Jaime Isaza Cadavid.

"La poesía es una": Aymer Waldir Zuluaga. Por: Natalia Estefanía Botero

A Aymer Waldir Zuluaga, el anuncio del primer puesto en el Concurso Mundial de Poesía Erótica, premiado a finales de marzo pasado, en Perú, le sorprendió.

No solo porque se lo comunicó un periodista de una cadena radial que lo encontró, sino porque, había decidió enviar al concurso algunos textos y luego olvidarlo, un principio que cree debe aplicar todos los escritores que se comprometen con la escritura y no con las convocatorias.

Sin embargo, ahora que lo llaman de los medios, cree que esta visibilidad hará que su obra llegue a más gente

¿Cuál es su poeta preferido? ¿Lee poesía?
"De los poetas que te vas encontrando hay que tomar su mejor fruto, que es el poema, en el que te da las claves para que veas la poesía (poeta, poema y poesía son tres cosas diferentes); y luego dejarlos seguir su camino.

Prefiero a Jaime Jaramillo Escobar por su estilo enérgico, original y punzante, y porque como director del taller de poesía de la Biblioteca Pública Piloto me ha presentado a los mejores poetas e intentado enseñar a leer y escribir poesía.

Qué tan buen o mal alumno haya resultado ser lo juzgaré yo mismo, cuando tenga bases.

¿Cuál palabra se queda más tiempo en su boca y mente?
"Normalmente en mi boca se quedan más tiempo las palabras esdrújulas, por lo largas, pero a veces llegan algunas que hay que saborearlas, como el pan".

Esa palabra (pan), por ejemplo, se me queda mucho rato en boca y mente".

¿Cuál es su ritual al escribir?
"Procurarme un espacio, unas circunstancias y un ambiente propicio e intentar estar despierto para cuando llegue la revelación, la frase, la imagen. Una vez se elige el tema irlo amasando como el pan y condimentarlo con lo que se nos presenta, para que cuando me disponga a escribirlo fluya con naturalidad.

Es un mito eso de la página en blanco, se lo inventaron algunos para disimular que lo que tienen en blanco es la mente".

¿A qué edad escribió su primer poema?
"No me acuerdo, porque ahora tengo otro concepto muy distinto al que tenía en la infancia de lo que era eso.

Para quedar bien y hacer creer que llevo toda la vida dedicado a ello digamos que a los 5 años, cuando aprendí a escribir de la mano de mi mamá".

¿Qué lo hace reír prolongado y suelto?
"Las cosquillas. Me considero muy alegre, afortunado y privilegiado. Me la paso sonriendo, pero mi risa es difícil de encontrar y las carcajadas muy escasas".

¿Cuál es su sueño recurrente?
"Que alcancé a pagar todas mis deudas".

¿A qué lugar del mundo le gustaría llegar sin motivo?
"A muchos, no más en Antioquia tengo bastantes para escoger, de Colombia ni hablar y en el mundo? ¡Qué dilema!, pero todo ese sueño de tu pregunta me lo derrumban los controles de visado.

"En lo personal te cuento que tardé dos años en obtener la visa para ir a España a reclamar un premio".

¿Qué tanto hay de informático (su profesión) en su poesía?
"Soy un estadístico y me paso el día reuniendo información concerniente a hechos para deducir algo de ellos.

Una parte de la escritura es igual: observar, reunir información, analizarla, buscar significados precisos, hacer hipótesis.

A veces digo que me gano la vida con los números y pretendo ganarle a la vida con las letras, pero estoy sincero y confieso soy un poeta, pero trabajo como estadístico, porque de algo honrado tengo que vivir".