domingo, 29 de junio de 2008

Origen de la tristeza y la alegría según Schopenhauer





Schopenhauer sostiene que en todos y cada uno de nosotros, está determinada de antemano la cantidad de dolor que hemos de soportar. Esta medida es invariable, aunque la forma del dolor pueda cambiar. La buena o mala fortuna que tenga un individuo, no le vendrá del exterior, sino que procederá de su propio interior, modificándose por su disposición física según sus distintas edades y sus diferentes circunstancias; pero en general será la misma siempre, sin dejar de estar en relación directa con su temperamento y con el grado de sensibilidad, ligera o fuerte, que posea.El sentimiento siempre está determinado a priori. La alegría o la tristeza nunca son producto de circunstancias exteriores, como lo serían la riqueza o la posición social. Esto se demuestra fácilmente en el hecho de que encontramos caras alegres tanto entre ricos como entre pobres, al igual que encontramos caras largas sin importar posición social o económica. También hay que destacar que los motivos de suicidio son diferentes según cada individuo; difícilmente podríamos encontrar una causa externa que necesariamente condujera al suicidio; éste siempre responde a causas internas sin importar determinantemente las circunstancias exteriores.El grado de alegría o de tristeza que un individuo padezca, se debe atribuir, no a cambios exteriores, sino más bien, al estado interior del hombre o a su disposición física.Schopenhauer considera la alegría un fin en sí misma. Siempre que estemos alegres, dice, no debemos reflexionar sobre si tenemos o no motivo para estarlo: estar alegre es motivo suficiente. La alegría siempre se debe preferir sobre cualquier otro bien; pero sin salud es difícil que la alegría se dé, así Schopenhauer recomienda buscar la salud.En el caso de la alegría, cuando la satisfacción va creciendo hasta convertirse en ésta, vemos que el cambio de satisfacción a alegría se da comúnmente sin necesitar de ningún motivo exterior. Sin embargo, nuestro dolor, muchas veces si es provocado por algún accidente exterior, siendo esto la principal causa de nuestra aflicción, ya que consideramos que de no haberse dado tal circunstancia particular, o si pudiéramos eliminar ese suceso, experimentaríamos gran alivio o nunca hubiéramos padecido tal dolor.El motivo exterior, la causa circunstancial de nuestra tristeza, no es más que un catalizador o un detonador que concentra el dolor correspondiente a nuestra naturaleza en torno a un suceso determinado, en lugar de que éste se manifieste bajo miles de formas pueriles. Así no le damos importancia a las muchas carencias que nos aquejan, sino sólo a una que nos roba toda la atención. Siempre hay una inquietud dominante que es la que nos agobia, y una vez que ésta es colmada o superada, llega a ocupar su puesto rector una que antes nos pasaba inadvertida.Por otro lado, la alegría excesiva si es producto de factores externos inciertos -equívocos, fugitivos, aleatorios- corresponde a la dicha que acompaña al conseguir algo, considerado por nosotros mismos, fuera de lo común; por ejemplo, sacarse la lotería. El dolor, que en cambio es esencial a la vida, depende de factores ajenos al individuo, y tarde o temprano se manifestará a propósito de la desaparición de la gran alegría que le precedía.Schopenhauer compara la gran alegría "a una montaña escarpada a la cual no se debe subir porque no hay modo de bajarla más que dejándose caer desde su cima (…)." "Las alegrías excesivas y los más vivos dolores se suelen encontrar en una misma persona, pues aquéllas y éstos se condicionan recíprocamente y tienen por condición común una gran vivacidad de espíritu." Por esta razón, él recomienda tratar de evitar siempre todo extremo, y nunca perder de vista los altibajos en la cadena de sucesos, para mantenernos en ecuanimidad y con ánimo sereno, y de esta forma, no hacer mayores nuestras aflicciones.

viernes, 27 de junio de 2008

6 poemas de Robinson Quintero Ossa

Elegía de humo

Se murió mi jíbaro
En una inesperada maniobra
del tiempo y sus censuras
se murió mi jíbaro
Él -tan acostumbrado a dar resurrecciones-

Todo va y viene
todo va y viene
No pediré disculpas por sus actos
Se murió mi médico
mi músico mi mago

¿Dónde puedo encontrarlo?
¿No dejó para mí
un paquete de fuerzas
una chispa de algo?
¿Se me fumó todo el cielo?

Si hay otro más allá
-si lo necesito entonces-
¿en qué postigo debo tocar?
Si en ese más allá
también se fuman los sueños



Sin amor

Camino por los baldíos de la ciudad
me complazco con el ruido de las hojas
silbo a los pájaros
espanto a las palomas

Sin amor canto en medio del mundo como en el centro
de un solar antiguo
traigo otra vez a casa mis afanes
miro desde mi ventana las horas
permanezco
persevero
doy de comer a las palabras



Autorretrato

El lápiz del poeta se asoma
por el bolsillo roto

Viene de las calles
de la lluvia
y espera

Se cuelga de la chaqueta raída
y está listo para el canto

¿Cuánto tiempo más
seguirá vagando
sin gorjeo?

Ocioso
y gastado
asoma su punta

Mira el día gris
sin canciones



Casa

Los que saltan de espejismo en espejismo
lo saben

Muchas cosas pueden abundar
otras faltar:
de sólo palabras no se hace
el poema

Caminar es ya tener una casa
Escribir es ya tener una casa

Dioses y adioses son los días
y para pocos son visibles




Rutas

Los pensamientos del chofer
mientras gira silencioso
con el volante el mundo
¿Qué bulle en ese solitario corredor de fondo
entretanto pasan árboles
precipicios
y sombras?
Mientras los pasajeros cabecean el sueño
¿qué le entretiene
y le mantiene despierto?
¿Cuántos pensamientos son dolores
cuántos alegrías
y cuáles sueños?
El bus sigue la ruta
Pero ellos
¿qué rumbos llevan?
CARNICERO


Fue el oficio de mi abuelo Trajinaba el día
entre moscas
y reses descuartizadas
con las manos empapadas en sangre

Mis ojos de niño se acostumbraron pronto
a mirar sin repulsión sus cuchillos
afilados
y su bata manchada por el uso

El ducho carnicero de pueblo lo hacía bien

Sin importarle su apariencia
ofensiva
e impura
prefería bromear mientras servía con gusto

Y en hojas jóvenes de plátano envolvía la venta con esmero
como si en vez de lonjas al por menor
ofreciera
robustas primicias de un dios

Robinson Quintero Ossa nació en Caramanta, Antioquia, Colombia en 1959. Es licenciado en Comunicación y Periodismo de la Universidad Externado de Colombia.

miércoles, 25 de junio de 2008

adagia. Wallace Stevens



La ética no es parte más importante de la poesía que de la pintura.


No hay diferencia entre dios y su templo.


El dinero es una clase de poesía.


El poeta es un dios, o el joven poeta es un dios. El poeta viejo es un vagabundo.


Toda la inercia de la mente está dirigida a la abstracción.


Un nuevo significado es el equivalente de una nueva palabra.


La poesía incrementa el sentimiento de lo real.


Todas nuestras ideas provienen del mundo natural: árboles = paraguas.


El sentimentalismo es un fracaso del sentimiento.


Un cambio de estilo es un cambio de tema.

jueves, 19 de junio de 2008

Aforismos de Jean Cocteau


Hay un tiempo para burlarnos y otro para que se burlen de nosotros, como hay un tiempo para beber cocktails y otro para vomitarlos.


La poesía es una partida de cartas ejecutada por el alma. Reside en las rupturas de equilibrio y en la divinidad de los juegos de palabras.


Dios no habría alcanzado nunca al gran público sin ayuda del diablo.


Un egoísta es aquel sujeto que se empeña en hablarte de sí mismo cuando tú te estás muriendo de ganas de hablarle de ti.


Un vaso medio vacío de vino es también uno medio lleno, pero una mentiras a medias, de ningún modo es una media verdad.


Mi pesimismo no es sino una variedad del optimismo.


Los espejos deberían pensárselo dos veces antes de devolver una imagen.


Su corazón de diamante no reaccionaba al menor contacto, sino que necesitaba fuego y otros diamantes.


Me da la sensación de haber muerto y de que mis amigos han organizado una exposición retrospectiva en recuerdo mío.


Una escuela poética es un hospital.


Lo que digan los enemigos no me importa, y en cuanto a las estatuas, todas me saludan con familiaridad.

martes, 17 de junio de 2008

Un filósofo con placa de carro




Gonzalo Arango, el de Andes

Por Jaime Jaramillo Escobar / X-504

En 1931 nació un precioso niño en el hogar formado por Don Francisco Arango y Doña Magdalena Arias. Lo mecieron en su cunita. Le dieron biberón.
Nadie... sospechaba... nada.
Lo conocí en 1946. Era entonces un chico de aspecto delicado, lo más inofensivo del mundo, siempre con un libro bajo el brazo. No servía para jugar al fútbol.
Le gustaba mucho quedarse haraganeando en el río, disputándole las guayabas a los pájaros, leyendo a Platón. Le reproché porque no iba a clase. Me contestó: ¡Vos sos pendejo! Platón es mucho mejor maestro que Don Sofonías Arcila.
Me dolió por Don Sofonías. Me gustaba más el nombre de Sofonías que el de Platón, que parecía un apodo; y además Don Sofonías era el profesor de ciencias naturales, mi materia preferida. Hacer herbarios, embalsamar animales: no hay una cosa más linda en la vida. Empecé a cogerle fastidio al tal Platón.
Nos hicimos muy amigos, Gonzalo y yo. Ustedes saben cómo es cuando dos chicos en el colegio se hacen amigos: los profesores creen que son maricas. Si no fuera por los profesores, los muchachos podrían ser felices.
En ese tiempo la filosofía estaba de moda entre los estudiantes del Liceo Juan de Dios Uribe, en Andes, a la orilla del torrentoso río San Juan, que se ha tragado carros con toda la gente adentro; y se cansan de buscar a los ahogados, y no los encuentran sino cuando ya van llegando al río Cauca, con ese modo de nadar, tan calmado e indiferente, que tienen los ahogados.
Y además de la filosofía, también estaba de moda entre nosotros la oratoria, y los más aficionados se iban a gritar improvisados discursos al río, y yo sé que el río los grabó, pero se los llevó hasta el mar, y ahora esos discursos andarán asustando a la gente en el mar.
Porque entre ellos estaban los de Luis Aníbal Tascón, un indígena que llegó a ser abogado para defender a su tribu, y entonces lo asesinaron; y estaban los de Gonzalo Arango, que quería ser orador y filósofo, y muchas otras cosas, algunas de las cuales eran incompatibles entre sí, por lo cual tuvo que escoger, y escogió, y no sabíamos que el escogido era él.
Yo cursaba primero de bachillerato, Gonzalo el segundo, pues él en ese entonces iba delante de mí, y ahora yo voy detrás de él.
Procuraba siempre apartarse a leer, y construyó un refugio en el solar de su casa, con ayuda de Bernardo Salazar, un compañero de Betulia, interno como yo. Los sábados y los domingos iban a trabajar. Pusieron piso de tablas, y paredes de tablas, y las ventanas no las pusieron de nada, sino de ventana, con un techo, para que, si llovía, la lluvia pudiera hacer ese ruidito tan sabroso que a la lluvia le gusta hacer en los techos de las casas para que la gente que está debajo se quede quieta y empiece a bostezar y se vaya durmiendo con un libro en la mano.
Bernardo Salazar fue después maestro de escuela. Tenía que ser maestro de escuela, porque era un muchacho muy pobre. Una vez fui a su casa. Una vez nada más, porque quedaba algo lejos. Esa vez que fui a su casa, lo hice solamente para conocer y saludar de mano a su madre y a su hermana. Vivían tan solitas las dos, que únicamente las acompañaba el tiempo con sus horas, sus minutos y sus segundos, en un ranchito muy flaco y con un perrito de esa raza que llaman famélica, o latinoamericana, que si no lo cogí fue porque no se podía coger, perrito inasible, con sus ladridos de bienvenida, ladridos inaudibles, como tantos perritos de las gentes pobres, que casi no tienen perrito.
Aquel ranchito, en las afueras de Betulia, era un ranchito de paja con un patio muy barrido, donde brillaban las rosas más lindas del mundo, pero eran unas rosas chiquiticas, como la pobreza que tenía sitiado aquel ranchito.
Para llegar allí, yo había tenido que ir desde Andes a Bolombolo en bus, y mirar un rato bien largo el río Cauca, para que no se me olvidara cómo era aquel río, y después había tenido que ir por otra carretera y pasar por Concordia y llegar a Betulia al día siguiente, porque había habido derrumbe y no había quedado paso y ya estaba muy oscuro con la lluvia que caía.
Y al rato de haber llegado nos sirvieron la comida, a mí y al perrito. No había más comida que ésa, pero no era gente de limosna. Antes en Antioquia la gente era así. Los limosneros vinieron después. A los limosneros los produce la riqueza. Mientras más limosneros hay, más rico es el país. Y los Estados Unidos deben ser un país muy pobre, porque allá nadie tiene una moneda para dar. Si te la dan, te cobran intereses.
La mamá y la hermana de Bernardo Salazar eran tan pobres que permanecían sentadas todo el tiempo, así como uno se imagina que se deben mantener los ricos. Después es que uno llega a saber que los ricos trabajan sin respiro día y noche, para que los pobres puedan mantenerse allí sentaditos.
Aquel refugio que Gonzalo construyó en el patio de su casa pasó a llamarse la isla, y Gonzalo y yo tuvimos desde entonces la obsesión por la isla. Como nunca pudimos tener esa isla, terminamos construyéndola dentro de nosotros mismos, y esa fue la razón por la que más tarde Gonzalo se apasionó por San Andrés y Providencia, y allá encontró a Angelita, que lo estaba esperando desde 1946, o quizá desde antes, desde el comienzo del mundo.
Como nadie sabe el modo en que las cosas se entrelazan acá en la tierra, Gonzalo le transmitiría mucho después a Simón González Restrepo aquella idea de la isla, y por eso Simón fue a parar a San Andrés, y San Andrés tuvo un buen gobernador por primer vez en toda su historia.
Como yo tenía un periódico, convencí a Gonzalo de que escribiera un artículo, y lo escribió sobre El Quijote, en el cuarto centenario de Cervantes. Ese es el primer artículo que Gonzalo escribe, sin saber que después iría a parecerse un poco al Quijote, porque así es el modo que las cosas tienen de entrelazarse en este mundo.
También organizamos un centro literario, el Centro Indio Uribe, que era más o menos como los talleres de hoy.
Después al colegio le cambiaron la teja de barro cocido por páginas de Eternit y dejaron sembrar casas en los terrenos a su alrededor. Pero en los años cuarenta era un bello e imponente edificio solitario en un recodo del río, sobre una breve meseta. A su frente estaba el campo de fútbol, presidido por el busto del Indio Uribe.
Una mañana encontramos con sorpresa que durante la noche unas fuerzas que no sospechábamos, pero que debían ser las más negras y sangrientas de la historia, habían derribado el busto y le habían separado la cabeza. Era 1948. Empezaba la violencia en Colombia.
Por eso, una novela de Amílcar Osorio acerca de aquella época se titula "La ejecución de la estatua", novela inédita, como la mayor parte de la obra nadaísta, que a pesar de estar inédita tanto ha influido en la nueva literatura colombiana, desde sus solos títulos: "Súbete en todo mí", o "La frente cubierta por el cabello", son títulos que por sí solos transforman una literatura. La obra poética de Amílcar U., o la de Darío Lemos, tuvieron reconocida influencia en la poesía joven, aún sin haber sido publicadas en libro. Y el que más libros ha publicado, Eduardo Escobar, que ha publicado trece, los sigue considerando inéditos, con toda la razón. En 1970 Amílcar Osorio escribe: "Hace doce años que Eduardo Escobar es el mejor poeta de Colombia y poca gente lo sabe".
En 1948, Gonzalo viaja a terminar el bachillerato en el Liceo Antioqueño. Cuando lo vuelvo a ver es redactor de la revista de la Universidad y secretario de la biblioteca y me deja leer los libros que se encuentran prohibidos, en una sala llamada "el infierno", de donde saco algo chamuscado a Thomas Mann, a Hermann Hesse, y a muchos otros grandes maestros que Abel Naranjo Villegas tenía condenados allí.
Muy pronto Gonzalo renunció a la Universidad, porque dijo que lo querían graduar de imbécil, y se retiró a una casita de campo de donde sacaba bultos de naranjas que vendía él mismo en l aplaza de mercado para poder comprarle papel y cinta a su devoradora máquina de escribir, esa máquina de Gonzalo que masticaba cintas sin parar. Escribió "Después del hombre" y "Adiós al paraíso", novelas que no se publicaron, pero otros aprovecharían sus títulos.
Poco a poco se fue volviendo agresivo y sombrío, y una noche que me lo encontré en la plazuela Nutibara estaba completamente transformado. Se subió en una banca, gritó como un poseso: - ¡Yo soy Dios! ¡Huíd de mí! - y salió corriendo, o volando, no lo pude ver bien.
En 1958 Gonzalo fue a Cali para fundar el Nadaísmo vallecaucano, que resultó ser distinto del Nadaísmo antioqueño, porque el Nadaísmo antioqueño no conoció el humor. Después de una de esas conferencias iniciales que se convertían en casos de orden público, con cargas de caballería, nos encontramos en un café de la calle doce, y allí conocí a Jotamario. Era un chico de aspecto delicado, aparentemente inofensivo, con un libro en la mano.
Nadie... sospechaba... nada.

lunes, 16 de junio de 2008

miércoles, 11 de junio de 2008

Cartas de amor a Nora Barnacle. James Joyce




***
Mi querida niñita de las monjas: hay algún estrella muy cerca de la tierra, pues sigo presa de un ataque de deseo febril y animal. Hoy a menudo me detenía bruscamente en la calle con una exclamación, siempre que pensaba en las cartas que te escribí anoche y antenoche. Deben haber parecido horribles a la fría luz del día. Tal vez te haya desagradado su grosería. Sé que eres una persona mucho más fina que tu extraño amante y, aunque fuiste tu misma, tu, niñita calentona, la que escribió primero para decirme que estabas impaciente porque te culiara, aún así supongo que la salvaje suciedad y obscenidad de mi respuesta ha superado todos los límites del recato. Cuando he recibido tu carta urgente esta mañana y he visto lo cariñosa que eres con tu despreciable Jim, me he sentido avergonzado de lo que escribí. Sin embargo, ahora la noche, la secreta y pecaminosa noche, ha caído de nuevo sobre el mundo y vuelvo a estar solo escribiéndote y tu carta vuelve a estar plegada delante de mí sobre la mesa. No me pidas que me vaya a la cama, querida. Déjame escribirte, querida. Como sabes queridísima, nunca uso palabras obscenas al hablar. Nunca me has oído, ¿verdad?, pronunciar una palabra impropia delante otras personas. Cuando los hombres de aquí cuentan delante de mí historias sucias o lascivas, apenas sonrío. Y, sin embargo, tu sabes convertirme en una bestia. Fuiste tu misma, tu, quien me deslizaste la mano dentro de los pantalones y me apartaste suavemente la camisa y me tocaste la pinga con tus largos y cosquilleantes dedos y poco a poco la cogiste entera, gorda y tiesa como estaba, con la mano y me hiciste una paja despacio hasta que me vine entre tus dedos, sin dejar de inclinarte sobre mí, ni de mirarme con tus ojos tranquilos y de santa. También fueron tus labios los primeros que pronunciaron una palabra obscena. Recuerdo muy bien aquella noche en la cama en Pola. Cansada de yacer debajo de un hombre, una noche te rasgaste el camisón con violencia y te subiste encima para cabalgarme desnuda. Te metiste la pinga en el coño y empezaste a cabalgarme para arriba y para abajo. Tal vez yo no estuviera suficientemente arrecho, pues recuerdo que te inclinaste hacia mi cara y murmuraste con ternura: "¡Fuck me, darling!" Nora querida, me moría todo el día por hacerte uno o dos preguntas. Permítemelo, querida, pues yo te he contado todo lo que he hecho en mi vida; así, que puedo preguntarte, a mi vez. No sé si las contestarás. Cuándo esa persona cuyo corazón deseo vehementemente detener con el tiro de un revólver te metió la mano o las manos bajo las faldas, ¿se limitó a hacerte cosquillas por fuera o te metió el dedo o los dedos? Si lo hizo, ¿subieron lo suficiente como para tocar ese gallito que tienes en el extremo del coño? ¿Te tocó por detrás? ¿Estuvo haciéndote cosquillas mucho tiempo y te viniste? ¿Te pidió que lo tocaras y lo hiciste? Sino lo tocaste, ¿se vino sobre ti y lo sentiste? Otras pregunta, Nora. Sé que fui el primer hombre que te folló, pero, ¿te masturbó un hombre alguna vez? ¿Lo hizo alguna vez aquel muchacho que te gustaba? Dímelo ahora, Nora, responde a la verdad con la verdad y a la sinceridad con la sinceridad. Cuando estabas con él de noche en la oscuridad de noche, ¿no desabrocharon nunca, nunca, tus dedos sus pantalones ni se deslizaron dentro como ratones? ¿Le hiciste una paja alguna vez, querida, dime la verdad, a él o a cualquier otro? ¿No sentiste nunca, nunca, nunca la pinga de un hombre o de un muchacho en tus dedos hasta que me desabrochaste el pantalón a mí? Si no estás ofendida, no temas decirme la verdad. Querida, querida esta noche tengo un deseo tan salvaje de tu cuerpo que, si estuvieras aquí a mi lado y aún cuando me dijeras con tus propios labios que la mitad de los patanes pelirrojos de la región de Galway te echaron un polvo antes que yo, aún así correría hasta ti muerto de deseo. Dios Todopoderoso, ¿qué clase de lenguaje es este que estoy escribiendo a mi orgullosa reina de ojos azules? ¿Se negará a contestar a mis groseras e insultantes preguntas? Sé que me arriesgo mucho al escribir así, pero, si me ama, sentirá que estoy loco de deseo y que debo contarle todo. Cielo, contéstame. Aun cundo me entere de que tu también habías pecado, tal vez me sentiría todavía más unido a ti. De todos modos, te amo. Te he escrito y dicho cosas que mi orgullo nunca me permitiría decir de nuevo a ninguna mujer. Mi querida Nora, estoy jadeando de ansia por recibir tus respuestas a estas sucias cartas mías. Te escribo a las claras, porque ahora siento que puedo cumplir mi palabra contigo. No te enfades, querida, querida, Nora, mi florecilla silvestre de los setos. Amo tu cuerpo, lo añora, sueño con él. Háblenme queridos labios que he besado con lágrimas. Si estas porquerías que he escrito te ofenden, hazme recuperar el juicio otra vez con un latigazo, como has hecho antes. ¡Qué Dios me ayude! Te amo Nora, y parece que también esto es parte de mi amor. ¡Perdóname! ¡Perdóname!
***

Mi Dulce y pícara putita, aquí te mando otro billete para que te compres calzones o medias o ligas. Compra calzones de puta, amor, y no dejes de rociarlos con un perfume agradable y también descolorealos un poquito por detrás. Pareces inquieta por saber que acogida dí a tu carta, que, según dices, es peor que la mia. ¿Cómo que es peor que la mía, amor ? Sí, es peor en una o dos cosas. Me refiero a la parte en que dice lo que vas a hecer con la lengua (no me refiero a chuparmela) y a esa encantadora palabra que escribes con tan grandes letras y subrayas, bribonzuela. Es emocionante oír esa palabra ( y una o dos más que no has escrito) En los labios de una muchacha. Pero me gustaría que hablaras de ti y no de mi. Escríbeme una carta muy larga, llena de esas otras cosas, sobre ti, querida. Ahora ya sabes como ponerme arrecho. Cuentame hasta las cosas más mínimas sobre ti, con tal de que sean obsenas y secretas y sucias. No escribas más. Qué todas las frases estén llenas de palabras y soniods indecentes e impúdicos. Es encantador oirlos e incluso verlos en el papel, pero los más indecentes son los más bellos. Las dos partes de tu cuerpo que hacen cosas sucias son las más deliciosas para mi. Prefiero tu culo, querida, a tus tetas porque hace esa cosa sucia. Amo tu coño no tanto por que sea la parte que jodo cuanto porque hace otra cosa sucia. Podría quedarme tumbado todo el día mirando la palabra divina que escribiste y lo que dijiste que harías con la lengua. Me gustaría poder oír tus labios soltando entre chisporroteos esas palabras celestiales, excitantes, sucias, ver tu cuerpo sonidos y ruidos indecentes, sentir tu cuerpo retorciendose debajo de mi, oír y oler los sucios y sonoros pedos de niñas haciendo pop pop al salir de tu bonito culo de niña desnudo y follar, follar, follar y follar el coño me mi pícara y arrecha putita eternamente. Ahora estoy contento, porque mi putita me dice que le dé por el culo y que la folle por la boca y quiere desabrocharme y sacarme el cimbel y chuparlo como un pezón. Más cosas y más indecentes que estas quiere hacer, mi pequeña y desnuda folladora, mi pícara y serpeante pequeña culiadora, mi dulce e indecente pedorrita. Buenas noches, putita mía, voy a tumbarme y a cascarmela hasta que me venga. Escribe más cosas y más indecentes, querida. Hasta cosquillas en el mondonguito, mietras escribes para que te haga decir cosas cada vez peores. Escribe las palabras indecentes con grandes letras y subráyalas y bésalas y restriégatelas un momento por tu dulce y caliente coño, querida, y también levántate las faldas un momento y restriégatelas por tu querido culito pedorro. Has más cosas así, si quieres, y después envíame la carta, mi querida putita de culo marrón.

martes, 10 de junio de 2008

lunes, 9 de junio de 2008

Discurso sobre Eros. Aristófanes


»En otro tiempo la naturaleza humana era muy diferente de lo que es hoy. Primero había tres clases de hombres: los dos sexos que hoy existen, y uno tercero compuesto de estos dos, el cual ha desaparecido conservándose sólo el nombre. Este animal formaba una especie particular, y se llamaba andrógino, porque reunía el sexo masculino y el femenino; pero ya no existe y su nombre está en descrédito. En segundo lugar, todos los hombres tenían formas redondas, la espalda y los costados colocados en círculo, cuatro brazos, cuatro piernas, dos fisonomías, unidas a un cuello circular y perfectamente semejantes, una sola cabeza, que reunía estos dos semblantes opuestos entre sí, dos orejas, dos órganos de la generación, y todo lo demás en esta misma proporción. Marchaban rectos como nosotros, y sin tener necesidad de volverse para tomar el camino que querían. Cuando deseaban caminar ligeros, se apoyaban sucesivamente sobre sus ocho miembros, y avanzaban con rapidez mediante un movimiento circular, como los que hacen la rueda con los pies al aire. La diferencia, que se encuentra entre estas tres especies de hombres, nace de la que hay entre sus principios. El sol produce el sexo masculino, la tierra el femenino, y la luna el compuesto de ambos, que participa de la tierra y del sol. De estos principios recibieron su forma y su manera de moverse, que es esférica. Los cuerpos eran robustos y vigorosos y de corazón animoso, y por esto concibieron la atrevida idea de escalar el cielo, y combatir con los dioses, como dice Homero de Efialtes y de Oto{11}. Júpiter examinó con los dioses el partido que debía tomarse. El negocio no carecía de dificultad; los dioses no querían anonadar a los hombres, [321] como en otro tiempo a los gigantes, fulminando contra ellos sus rayos, porque entonces desaparecerían el culto y los sacrificios que los hombres les ofrecían; pero, por otra parte, no podían sufrir semejante insolencia. En fin, después de largas reflexiones, Júpiter se expresó en estos términos: Creo haber encontrado un medio de conservar los hombres y hacerlos más circunspectos, y consiste en disminuir sus fuerzas. Los separaré en dos; así se harán débiles y tendremos otra ventaja, que será la de aumentar el número de los que nos sirvan; marcharán rectos sosteniéndose en dos piernas sólo, y si después de este castigo conservan su impía audacia y no quieren permanecer en reposo, los dividiré de nuevo, y se verán precisados a marchar sobre un solo pié, como los que bailan sobre odres en la fiesta de Caco.
»Después de esta declaración, el dios hizo la separación que acababa de resolver, y la hizo lo mismo que cuando se cortan huevos para salarlos, o como cuando con un cabello se los divide en dos partes iguales. En seguida mandó a Apolo que curase las heridas y colocase el semblante y la mitad del cuello del lado donde se había hecho la separación, a fin de que la vista de este castigo los hiciese más modestos. Apolo puso el semblante del lado indicado, y reuniendo los cortes de la piel sobre lo que hoy se llama vientre, los cosió a manera de una bolsa que se cierra, no dejando más que una abertura en el centro, que se llama ombligo. En cuanto a los otros pliegues, que eran numerosos, los pulió, y arregló el pecho con un instrumento semejante a aquel de que se sirven los zapateros para suavizar la piel de los zapatos sobre la horma, y sólo dejó algunos pliegues sobre el vientre y el ombligo, como en recuerdo del antiguo castigo. Hecha esta división, cada mitad hacia esfuerzos para encontrar la otra mitad de que había sido separada; y cuando se encontraban ambas, se abrazaban y se unían, llevadas [322] del deseo de entrar en su antigua unidad, con un ardor tal, que abrazadas perecían de hambre e inacción, no queriendo hacer nada la una sin la otra. Cuando la una de las dos mitades perecía, la que sobrevivía buscaba otra, a la que se unía de nuevo, ya fuese la mitad de una mujer entera, lo que ahora llamamos una mujer, ya fuese una mitad de hombre; y de esta manera la raza iba extinguiéndose. Júpiter, movido a compasión, imagina otro expediente: pone delante los órganos de la generación, por que antes estaban detrás, y se concebía y se derramaba el semen, no el uno en el otro, sino en tierra como las cigarras. Júpiter puso los órganos en la parte anterior y de esta manera la concepción se hace mediante la unión del varón y la hembra. entonces, si se verificaba la unión del hombre y la mujer, el fruto de la misma eran los hijos; y si el varón se unía al varón, la saciedad los separaba bien pronto y los restituía a sus trabajos y demás cuidados de la vida. De aquí procede el amor que tenemos naturalmente los unos a los otros; el nos recuerda nuestra naturaleza primitiva y hace esfuerzos para reunir las dos mitades y para restablecernos en nuestra antigua perfección. Cada uno de nosotros no es más que una mitad de hombre, que ha sido separada de su todo, como se divide una hoja en dos. Estas mitades buscan siempre sus mitades. Los hombres que provienen de la separación de estos seres compuestos, que se llaman andróginos, aman las mujeres; y la mayor parte de los adúlteros pertenecen a esta especie, así como también las mujeres que aman a los hombres y violan las leyes del himeneo. Pero a las mujeres, que provienen de la separación de las mujeres primitivas, no llaman la atención los hombres y se inclinan más a las mujeres; a esta especie pertenecen las tribactes. Del mismo modo los hombres, que provienen de la separación de los hombres primitivos, buscan el sexo masculino. Mientras son jóvenes aman a los hombres; se complacen en dormir con ellos [323] y estar en sus brazos; son los primeros entre los adolescentes y los adultos, como que son de una naturaleza mucho más varonil. Sin razón se les echa en cara que viven sin pudor, porque no es la falta de este lo que les hace obrar así, sino que dotados de alma fuerte, valor varonil y carácter viril, buscan sus semejantes; y lo prueba que con el tiempo son más aptos que los demás para servir al Estado. Hechos hombres a su vez aman los jóvenes, y si se casan y tienen familia, no es porque la naturaleza los incline a ello, sino porque la ley los obliga. Lo que prefieren es pasar la vida los unos con los otros en el celibato. El único objeto de los hombres de este carácter, amen o sean amados, es reunirse a quienes se les asemeja. Cuando el que ama a los jóvenes o a cualquier otro llega a encontrar su mitad, la simpatía, la amistad, el amor los une de una manera tan maravillosa, que no quieren en ningún concepto separarse ni por un momento. Estos mismos hombres, que pasan toda la vida juntos, no pueden decir lo que quieren el uno del otro, porque si encuentran tanto gusto en vivir de esta suerte, no es de creer que sea la causa de esto el placer de los sentidos. Evidentemente su alma desea otra cosa, que ella no puede expresar, pero que adivina y da a entender. Y si cuando están el uno en brazos del otro, Vulcano se apareciese con los instrumentos de su arte, y les dijese: '¡Oh hombres!, ¿qué es lo que os exigís recíprocamente?', y si viéndoles perplejos, continuase interpelándoles de esta manera: 'lo que queréis, ¿no es estar de tal manera unidos, que ni de día ni de noche estéis el uno sin el otro? Si es esto lo que deseáis, voy a fundiros y mezclaros de tal manera, que no seréis ya dos personas, sino una sola; y que mientras viváis, viváis una vida común como una sola persona, y que cuando hayáis muerto, en la muerte misma os reunáis de manera que no seáis dos personas sino una sola. Ved ahora si es esto lo que deseáis, y si esto [324] os puede hacer completamente felices.' Es bien seguro, que si Vulcano les dirigiera este discurso, ninguno de ellos negaría, ni respondería, que deseaba otra cosa, persuadido de que el dios acababa de expresar lo que en todos los momentos estaba en el fondo de su alma; esto es, el deseo de estar unido y confundido con el objeto amado, hasta no formar más que un solo ser con él. La causa de esto es que nuestra naturaleza primitiva era una, y que éramos un todo completo, y se da el nombre de amor al deseo y prosecución de este antiguo estado. Primitivamente, como he dicho, nosotros éramos uno; pero después en castigo de nuestra iniquidad nos separó Júpiter, como los arcadios lo fueron por los lacedemonios{12}. Debemos procurar no cometer ninguna falta contra los dioses, por temor de exponernos a una segunda división, y no ser como las figuras presentadas de perfil en los bajorrelieves, que no tienen más que medio semblante, o como los dados cortados en dos{13}. Es preciso que todos nos exhortemos mutuamente a honrar a los dioses, para evitar un nuevo castigo, y volver a nuestra unidad primitiva bajo los auspicios y la dirección del Amor. Que nadie se ponga en guerra con el Amor, porque ponerse en guerra con él es atraerse el odio de los dioses. Tratemos, pues, de merecer la benevolencia y el favor de este dios, y nos proporcionará la otra mitad de nosotros mismos, felicidad que alcanzan muy pocos. Que Eriximaco no critique estas últimas palabras, como si hicieran alusión a Pausanias y a Agaton, porque quizá estos son de este pequeño número, y pertenecen ambos a la naturaleza masculina. Sea lo que quiera, estoy seguro de que todos seremos [325] dichosos, hombres y mujeres, si, gracias al Amor, encontramos cada uno nuestra mitad, y si volvemos a la unidad de nuestra naturaleza primitiva. Ahora bien, si este antiguo estado era el mejor, necesariamente tiene que ser también mejor el que más se le aproxime en este mundo, que es el de poseer a la persona que se ama según se desea. Si debemos alabar al dios que nos procura esta felicidad, alabemos al Amor, que no sólo nos sirve mucho en esta vida, procurándonos lo que nos conviene, sino también porque nos da poderosos motivos para esperar, que si cumplimos fielmente con los deberes para con los dioses, nos restituirá él a nuestra primera naturaleza después de esta vida, curará nuestras debilidades y nos dará la felicidad en toda su pureza. He aquí, Eriximaco, mi discurso sobre el Amor. Difiere del tuyo, pero te conjuro a que no te burles, para que podamos oír los de los otros dos, porque aún no han hablado Agaton y Sócrates.»

domingo, 1 de junio de 2008

Miscelanea de poesía



Yo tengo para ti mi buen amigo
un corazón de mango del Sinú
oloroso
genuino
amable y tierno
(Mi resto es una llaga
una tierra de nadie
una pedrada
un abrir y cerrar de ojos
en noche ajena
unas manos que asesinan fantasmas)
Y un consejo
no te encuentres conmigo



Raúl Gómez Jattin (Colombia)


Mediados del siglo VII a. de c.

Algunos dicen que lo más hermoso sobre la oscura tierra es una hueste de soldados de infantería, y otros, que una flota de barcos; pero para mí lo es mi ser amado. Y es fácil hacer que cualquiera lo entienda.
Cuando Helena conoció al más bello de los mortales, lo hizo su elegido, el destructor de toda la estirpe de Troya, y no pensó en sus hijos ni en su amado padre, sino que el amor hizo que se extraviara y ofreciera su corazón lejos, porque es siempre fácil que el amor extravíe a la mujer cuando cree que lo cercano y lo querido tienen poca importancia.
Aún así, Anactoria, parece que no recuerdas, cuando ella está contigo, que eres aquélla el agradable sonido de cuyas pisadas prefería oír y el resplandor de cuyo rostro brillante prefería ver antes que todos los carros y soldados vestidos con mallas de Lidia.
Sé que en este mundo los humanos no pueden alcanzar lo mejor, pero rogar por una parte de lo que una vez se compartió es mejor que olvidarlo.


Safo de Lesbos



Puedo tocar...


puedo tocar dijo él
(voy a gritar dijo ella
sólo una vez dijo él)
es lindo dijo ella

(puedo palpar dijo él
cuánto dijo ella
un montón dijo él)
por qué no dijo ella

(vámonos dijo él
no demasiado lejos dijo ella
qué es demasiado lejos dijo él
donde estás dijo ella)

puedo quedarme dijo él
(en qué sentido dijo ella
así dijo él
si besas dijo ella

puedo moverme dijo él
es esto amor dijo ella)

si estás dispuesta dijo él
(pero me estás matando dijo ella

pero es la vida dijo él
pero tu mujer dijo ella
ahora dijo él
ay dijo ella)

(de primera dijo él
no pares dijo ella
oh no dijo él)
más despacio dijo ella

(¿teeerminaaaste? dijo él
ayayay dijo ella)
¡eres una maravilla! dijo él
(eres Mío dijo ella)


EDWARD ESTLIN CUMMINGS (Estados Unidos)


Encuentro

¿Por qué te contemplo? ¿Por qué te toco? ¿Qué busco en ti,
mujer,
Que he de apresurarme para estar contigo una vez más?
¿Por qué debo sondear nuevamente tu nada abisal
Y extraer nada más que dolor?

Fijamente, fijamente miro tus ojos acuosos; pero no quedo más
convencido
Ahora que alguna otra vez
De que sólo son dos espejos que reflejan la pálida luz del
firmamento,
Eso y nada más.

Y aprieto mi cuerpo contra tu cuerpo como si esperara abrirme
una brecha
Directamente a otra esfera;
Y me esfuerzo por hablar contigo con palabras más allá de mi
palabra,
En las que todas las cosas son claras;

Hasta que exhausto me hundo una vez más en tu nada abisal
Y la fría nada de mí:
Tú, riendo y llorando en este cuarto ridículo
Con tu mano sobre mi rodilla;

Llorando porque me crees perverso y desdichado; y riendo
Por hallar nuestro amor tan extraño;
Con la vista mutuamente clavada en la última esperanza,
ciega y desesperada,
De que el mundo entero cambie.


CONRAD AIKEN (Estados Unidos)



Realidad

Tuve que disentir,
ocultarme,
desaparecer.

Tuve
que ser una disonancia.

Tuve que dejarme ir
a la deriva
sin explicar.

Tuve que esconder
el rostro,
volverme
huidizo,
callar, acallar
(cuando acaso era útil
una simple aclaración).

Se me juzgaba con ley de hombre
pero nunca fui interrogado.

Todo
fue por ti,
y no te he visto.


Rafael Cadenas (Venezuela)



FELICIDAD

Tan temprano que casi está oscuro todavía.
Estoy en la ventana con una taza de café
y el acostumbrado atasco a esta hora de la mañana
en la mente.
Veo entonces al chico y a su amigo
acercarse por la calle
para repartir el periódico.
Llevan gorras y sudaderas,
uno de ellos la bolsa al hombro.
Son tan felices
que no se dicen nada, estos chicos.
Creo que si pudieran, se cogerían
uno al otro del brazo.
Es temprano, por la mañana,
y andan haciendo esas cosas juntos.
Se acercan, despacio.
El cielo comienza a cargarse de luz
aunque la luna todavía cuelga pálida sobre el agua.
Tanta belleza que, durante un minuto,
la muerte y la ambición, incluso el amor,
no tienen que ver con esto.
Felicidad. Llega
inesperadamente. Y sigue su camino; realmente
las primeras horas de la mañana nos hablan de ello.


UNA FRAGUA Y UNA GUADAÑA

Hace un minuto tenía las ventanas abiertas
y allí estaba el sol. Una brisa caliente
cruzaba la habitación
(subrayé esto en una carta).
Entonces, mientras miraba, se puso oscuro.
El agua comenzó a chapotear.
Los barcos deportivos dieron la vuelta
y se colocaron en línea, una pequeña flota.
El juego de campanas colgado en el porche
se cayó. Las copas de nuestros árboles se inquietaron.
El tubo de la estufa crujió y vibró
bajo sus arandelas.
Dije: «Una fragua y una guadaña».
Hablo así conmigo mismo.
Diciendo nombres de cosas -
cabrestante, maroma, marga, hoja, horno.
Tu rostro, tu boca, tu hombro
me resultan inconcebibles ahora.
¿Dónde se han ido? Es como
si los hubiera soñado. Las piedras que trajimos
de la playa apoyan su rostro
en el alféizar, refrescándose.
Vuelve a casa. ¿Me oyes?
Mis pulmones se cargan con el humo
de tu ausencia.



Raymond Carver (Estados Unidos)


Allen Ginsberg muriendo



Allen Ginsberg se está muriendo
Lo dicen todos los diarios
Está en los noticieros de la tarde
Un gran poeta se está muriendo
Pero su voz
no morirá
Su voz está sobre la tierra
En el Lower Manhattan
en su propia cama
se está muriendo
No hay nada
que podamos hacer
Él muere la muerte que todos
Morimos
Él muere la muerte del poeta
Él tiene un teléfono en la mano
Y llama a todos
Desde su cama en el Lower Manhattan
En todo el mundo
tarde en la noche
el teléfono está sonando
‘Es Allen’
dice la voz
‘Habla Allen Ginsberg’
Cuántas veces lo han oído
a través de los largos grandes años
No es necesario que él diga Ginsberg
En todo el mundo
en el mundo de los poetas
hay un solo Allen
‘Quería contarte’ dice
Les cuenta lo que le está pasando
lo que está cayendo
sobre él
La Muerte esa amante oscura
cayendo sobre él
Su voz va por satélite
sobre la tierra
sobre el Mar de Japón
donde una vez estuvo parado desnudo
tridente en mano
como un joven Neptuno
un hombre joven con barba negra
parado en una playa de piedras

Hay marea alta y las gaviotas graznan
Las olas rompen sobre él
Ahora
y las gaviotas graznan
sobre las costas de San Francisco
Hay un viento fuerte
Hay grandes olas blancas
azotando el Embarcadero
Allen está en el teléfono
Su voz está sobre las olas
Yo estoy leyendo poesía griega
El mar está en ella
Los caballos lloran ella
Los caballos de Aquiles
lloran en ella
aquí junto al mar
en San Francisco
donde las olas lloran
Ellas hacen un sonido sibilante
Un sonido sibilino
Allen
Ellas susurran
Allen

30-5-97


Lawrence Ferlinghetti (Estados Unidos)


SEPARACIÓN

Desmontar la casa
y el amor. Desclavar
los sentimientos
de las paredes y las sábanas.
Recoger las cortinas
tras la tempestad
de las disputas.

El amor no resistió
las balas, plagas, flores
y cuerpos intermedios.

Empacar libros, cuadros,
discos y culpas.
Esperar el infernal
juicio final del desamor.

Los vecinos se asustan en la mañana
ante los destrozos junto a la puerta:
-¡parecían amarse tanto!

Hubo un tiempo:
una casa de campo,
fotos en Venecia,
un tiempo en que sonriente
el amor aglutinaba cenas y fiestas.

Se amó cierto modo de desnudarse,
de peinarse.
Se amó una sonrisa y cierto modo
de disponer la mesa. Se amó
cierto modo de amar.

No obstante, el amor parte en retirada
con sus ropas arrugadas, tropas de insultos,
maletas desesperadas, sollozos incautados.

¿Faltó amor al amor?
¿Se gastó el amor en el amor?
¿Se hastió el amor?

En el cuarto de los hijos
otra derrota a la vista:
muñecos y juguetes penden
en un collage de afectos natimortos.


Se arruinó el amor y tiene prisa de partir
avergonzado.

¿Levantará otra casa, el amor?
¿Escogerá objetos, morará en la playa?
¿Viajará en la nieve y la neblina?

Tonto, perplejo, sin rumbo,
un cuerpo cruza la puerta
con trozos de pasado en la cabeza
y un futuro incierto.
En el pecho el corazón pesa
más que una maleta de plomo.


RESTAURANTE ETRURIA

Esta bella mesera etrusca
con su imponente nariz navegando
entre las mesas del restaurante;

esta bella mesera etrusca
con su nariz portentosa como
henchidas velas en dirección a Grecia;

esta bella mesera etrusca
va de aquí para allá
ocupada en su trabajo,

y no sabe que la contemplo
desde hace 25 siglos.


Romano de Santana (Brazil)