domingo, 28 de septiembre de 2008

Colombia e Italia




Carta de consuelo del padre a su hijo recién casado

Toma a tu mujer ahora que su carne se abre a ti, temblorosa
y hambrienta,
y su corazón truena como los carros cargados de azúcar
cuando dejan el valle y trepan la cordillera
y su piel arde con la violencia de un alto horno recién
encendido.

Consúmela sin freno. Sin cálculo.
Ya tendrás tiempo de sobra para dedicarte al negocio,
para gastar tu cuerpo deleznable dando cuerda a tus estériles
sueños de perfecto marido.

Ahora que ella ansía el roce de tus manos y la humedad tibia
de tu lengua para incendiarse por dentro, ponle dinamita en su torre de energía y déjala sin energía, a oscuras, ciega de gozo.

No te des tregua.
Después hasta tu sombra le estorbará como estorba al cazador
el sol en el cielo
como al fugitivo estorba un camarada enfermo,
como estorba en el andén un mendigo que exhibe su llaga.
Después ni siquiera soportará tu bronca respiración de viejo.

Éste es el tiempo.
Enloquécete lamiendo sus humores de hembra, sus
enamoradas sales, hasta desfallecer.
Con los años verás que nada era tan importante.
Con los años tendrás el recuerdo de un olor y un sabor a
almidón y sudor y sangre mezclados, semejante al vaho
que exhalan las cantinas al alba, y de un grito de mujer
como de bestia herida.

Será algo, al menos, para moverte en el cenagal de tus días.


José Libardo Porras (Colombia)


Moscas

Cómo revolotean las moscas sobre la comida
Tan sinceras en sus apetitos
No admiten los estorbos de la urbanidad
Qué sería de nosotros sin las moscas
No comeríamos sus larvas en las carnes descompuestas
Ni beberíamos los efluvios de sus lenguas
Cuando nos acompañan a tomar la sopa
Somos tan parecidos a las moscas
Cenamos en el mismo plato
A la misma hora
Nos gustan las mismas viandas
Son bonitas las moscas
Siempre vestidas de negro
Me recuerdan los matrimonios elegantes
Las ceremonias fúnebres

Federico Cóndor (Colombia)



Lugar querido


Toda la tarde erramos en busca de un lugar
para hacer de dos vidas una.

Rumorosa la vida, adulta, hostil,
amenazaba nuestra juventud.

Mas aquí juntos donde aún cantan los grillos,
cuánto silencio bajo esta luna.


Umberto Saba (Italia)



Manía de soledad


Ceno algo de la cena al lado de la clara ventana.
Ya está a oscuras la pieza y se ve en el cielo.
Al salir, los caminos tranquilos conducen
poco después al campo abierto.
Ceno y miro en el cielo -quién sabe cuántas mujeres
están comiendo ahora-, mi cuerpo está tranquilo;
el trabajo aturde mi cuerpo así como toda mujer.

Afuera, después de la cena, vendrán las estrellas a tocar
en la vasta llanura la tierra. Las estrellas están vivas,
pero no valen estas cerezas que como a solas.
Veo el cielo, pero sé que entre los techos herrumbrosos
brilla alguna luz y que, abajo, brotan rumores.
Una buena bocanada y mi cuerpo saborea la vida
de las plantas y los ríos, y se siente de todo desatado.
Basta un poco de silencio y cada cosa se detiene
en su sitio real tal como mi cuerpo se halla inmóvil.

Cada cosa se aísla frente a mis sentidos,
que la aceptan sin turbarse: un susurro de silencio.
A cada cosa en lo oscuro la puedo conocer
como sé que la sangre me corre por las venas.
La llanura es un gran discurrir de agua entre las yerbas,
una cena de todas las cosas. Cada planta y cada piedra
vive inmóvil. Escucho mis alimentos nutrir las venas
de todo cuanto vive en esta llanura.

No importa la noche. El cuadrado del cielo
me susurra de todos los fragores, y una estrella menuda
se agita en el vacío, lejos de las comidas,
de las casas, diversa. No se basta a sí misma,
y requiere demasiadas compañeras. Aquí a oscuras, a solas,
mi cuerpo está tranquilo y se siente el amo.


Cesare Pavese (Italia)



Drowning by numbers


A Peter Greenaway, por el préstamo


Primero fue él y después de él vinieron muchos...

Vinieron los que todo lo sabían y lo escribían en las sábanas
los que salieron de permiso y nunca volvieron
los que cantaban amores corteses
los del látigo y la soga
los descuidados con tufo de alcanfor en las axilas
los recién venidos
los que despertaron con el olor de una mujer y la siguen buscando
los que la encontraron
los que iban de morral y se sabían el nombre de las estrellas
los que conocían los números y con ello el alfabeto de las horas
los que se reconocían y seguían de largo
los que gritaban mamá y luego se salían
los que se desvestían detrás del ropero y apagaban la luz
los que solo querían luz y ventanas
los que repetían el rosario y daban vueltas
los que nunca dijeron nada ni en las bolsas de los ojos
los que masticaban hasta el aire
los que cargaban encajes y vendían relojes
los que se enjuagaban la boca con isodine y sentían a almizcle de abuela
los que cerraban los ojos
los que vieron hurgaron y se fueron
los que se confesaban y siempre regresaban
los que nunca querían nada
los que inventaron nombre
los vestidos
los de prisa
los que se abrían el abrigo en las esquinas
los que se quedaron en la piel y les pareció seca
los del nombre que no se dijo
los del nunca jamás
los que se recordaban y se quedaron
los que creyeron amor pasión verdad
los que se masturbaban en el descanso de las escaleras
los que lloraban y tenían camisas planchadas
los de cuero negro
(los del perfecto negro)
los que se embarraron y llevaban la luz puesta
los que ni sospecharon y ahí estaban
los que sí pero se hacían que no
los del regalo de soltero
los de todos los días
los voyeristas
los del motel a la salida
los del fin de fiesta
los que se humedecían los labios
los que nunca supieron por qué
los de la primera vez
los de la última vez
los que se vistieron luego de café hasta los pies
los de muchas veces en los oídos
los de sólo ver
y los que no quise ver

así mientras la niña de los ojos claros salta la cuerda....
y repite el nombre de las estrellas

y uno... Orión
y dos... Artoris
... me ahogo en sus nombres


Patricia Aguirre Gutiérrez (Colombia)



A un poeta enemigo


En la arena de Gela del color de la paja
me tendía de niño junto al mar
antiguo de Grecia con muchos sueños en los puños
apretados y en el pecho. Allí Esquilo exiliado
midió versos y pasos sin consuelo,
en aquel golfo abrasado el águila lo vio
y fue el último día. Hombre del Norte, que me quieres
mínimo o muerto para tu paz, espera:
la madre de mi padre tendrá cien años
la primavera próxima. Espera: que yo mañana
no juegue con tu cráneo amarillo por las lluvias.


Salvatore Quasimodo (Italia)

martes, 23 de septiembre de 2008

Tractatus logico-philosophicus (fragmentos)


1. El mundo es todo lo que acaece.

1.1 El mundo es la totalidad de los hechos, no de las cosas.

1.11 El mundo está determinado por los hechos y por ser todos los hechos.

1.12 Porque la totalidad de los hechos determina lo que acaece y también lo que no acaece.

1.13 Los hechos en el espacio lógico son el mundo.

4. El pensamiento es la proposición con significado.

4.001 La totalidad de las proposiciones es el lenguaje.

4.002 El hombre posee la capacidad de construir lenguajes en los cuales todo sentido puede ser expresado sin tener una idea de cómo y qué significa cada palabra. Lo mismo que uno habla sin saber cómo se han producido los sonidos singulares. El lenguaje corriente es una parte del organismo humano, y no menos complicada que él. Es humanamente imposible captar inmediatamente la lógica del lenguaje. El lenguaje disfraza el pensamiento. Y de tal modo, que por la forma externa del vestido no es posible concluir acerca de la forma del pensamiento disfrazado; porque la forma externa del vestido está construida con un fin completamente distinto que el de permitir reconocer la forma del cuerpo. Las convenciones tácitas para comprender el lenguaje corriente son enormemente complicadas.

4.003 La mayor parte de las proposiciones y cuestiones que se han escrito sobre materia filosófica no son falsas, sino sin sentido. No podemos, pues, responder a cuestiones de esta clase de ningún modo, sino solamente establecer su sinsentido. La mayor parte de las cuestiones y proposiciones de los filósofos proceden de que no comprendemos la lógica de nuestro lenguaje. (Son de esta clase de cuestiones de si lo bueno es más o menos idéntico que lo bello). No hay que asombrarse de que los problemas más profundos no sean propiamente problemas.

(6.4. Todas las proposiciones poseen igual valor)

6.41 El sentido del mundo debe quedar fuera del mundo. En el mundo todo es como es y sucede como sucede: en él no hay ningún valor, y si lo hubiera no tendría ningún valor. Si hay un valor que tenga valor, debe quedar fuera de todo lo que ocurre y de todo ser-así. Pues todo lo que ocurre y todo ser-así son casuales. Lo que lo hace no casual no puede quedar en el mundo, pues de otro modo sería, a su vez, casual. Debe quedar fuera del mundo.

6.42 Por lo tanto, tampoco puede haber proposiciones de ética. Las proposiciones no pueden expresar nada más alto.

6.421 Es claro que la ética no puede expresarse. La ética es transcendental. (Ética y estética son lo mismo).

6.422 El primer pensamiento que surge cuando se propone una ley ética de la forma “tú debes”, es: ¿y qué si no lo hago? Pero es claro que la ética no se refiere al castigo o al premio en el sentido común de estos términos. Así pues, la cuestión acerca de las consecuencias de una acción debe ser irrelevante. Al menos, estas consecuencias no pueden ser acontecimientos. Pues debe haber algo justo en aquella interpelación. Sí que debe haber una especie de premio y de castigo ético, pero deben encontrarse en la acción misma. Y esto es también claro, que el premio debe ser algo agradable y el castigo algo desagradable.

6.423 De la voluntad como sujeto de la ética no se puede hablar. Y la voluntad como fenómeno sólo interesa a la psicología.

6.43 Si la voluntad, buena o mala, cambia el mundo, sólo puede cambiar los límites del mundo, no los hechos. No aquello que puede expresarse con el lenguaje. En resumen, de este modo el mundo se convierte, completamente, en otro. Debe, por así decirlo, crecer o decrecer como un todo. El mundo de los felices es distinto del mundo de los infelices.

6.431 Así pues, en la muerte el mundo no cambia, sino cesa.

6.522 Hay, ciertamente, lo inexpresable. Se muestra a sí mismo: es lo místico.

6.53 El verdadero método de la filosofía sería propiamente éste: no decir nada, sino aquello que se puede decir, o sea, las proposiciones de la ciencia natural —algo, pues, que nada tiene que ver con la filosofía—; y siempre que alguien quisiera decir algo de carácter metafísico, demostrarle que no ha dado significado a ciertos signos en sus proposiciones. Este método dejaría descontentos a los demás, pues no tendrían el sentimiento de que estábamos enseñándoles filosofía, pero sería el único estrictamente correcto.

6.54 Mis proposiciones son esclarecedoras de este modo: que quien me comprende acaba por reconocer que carecen de sentido, siempre que el que comprenda haya salido de ellas a través de ellas. (Debe, pues, por así decirlo, tirar la escalera después de haber subido.) Debe superar estas proposiciones. Entonces tiene la justa visión del mundo.

7. De lo que no se puede hablar, mejor es callarse.

domingo, 14 de septiembre de 2008

Miscelanea de poesía 5


Al querido señor Dios

Querido señor Dios:
Te ruego encarecidamente que me ayudes a ordenar este trabajo, aunque parezca feo, caótico y pecaminoso, de modo que sea aceptable a tus ojos, para que de este modo, según le parece a mi cerebro desordenado e imperfecto, pueda alcanzar los más altos cánones del arte, abriendo, no obstante, nuevos caminos y rompiendo viejas reglas cuando sea necesario; tiene que ser estimulante, tempestuoso, atronador, la vivificante palabra de Dios debe resonar en él proclamando la esperanza para el hombre, y sin embargo tiene que ser también equilibrado, grave, lleno de ternura y compasión, y humor: como el escritor se halla él mismo cargado de pecados, si se le deja solo no puede escapar a conceptos en ocasiones falsos e inanes, y somete su voluntad a la de una bandada de becasinas que lo llevan por senderos equivocados...
Por favor -creo que necesitas escritores-, deja que verdaderamente te sirva como tal, convirtiendo este material en algo grande y hermoso, y si mis motivos para escribir son oscuros, y si ahora las palabras están dispersas y a menudo faltas de sentido, por favor, perdóname por ello, pero, te lo suplico, pon alguna Musa, algún Nordahl Grieg -ángel del arte- a mi disposición para ordenarlas de un modo bello; por favor, ayúdame, de lo contrario estoy perdido. Mis plegarias también para San Judas, ¡querido patrón de los imposibles!



Malcolm Lowry (Inglaterra)




Mi esposa y yo

Mi esposa y yo hicimos el amor esta tarde. Juntos nos escondimos de la luz de nuestro deseo, frente a frente. Luego me preguntó: ¿Te supe dulce? Claro, querida compañera. Esta noche miré con placer mientras se desnudaba y se ponía su pijama de franela. La abracé estrechamente hasta que se quedó dormida. Entonces apagué la luz, salí de la habitación con cuidado y bajé aquí contigo.


Leonard Cohen (Canadá)


Preguntas a Orfeo


Y ahora aquí en tu abismo
qué vas a hacer, Orfeo,
si es más hondo que el reino
que le da una blancura
lunar y enajenada a las manos de Eurídice.
¿Pedir por ella al dios
como pide el mendigo su mendrugo,
o, acaso, una moneda
para alcanzar de nuevo la nave de los muertos?
¿Qué harás cuando tu lira
haga danzar los lirios y las constelaciones,
pero tu amada Eurídice
no sepa que es por ella
que el cielo es la mitad de una granada,
y la otra, que gira, la pradera infinita?
¿Qué harás? ¿Cantar a solas
puro como un adolescente, o
volverte fiera en el jardín, acaso
tu jabalí y tu Adonis? Oh padre del abismo,
si un resplandor nos ciega, deja al menos
que fluya nuestro canto, y nuestra lira
diga, al final, Eurídice, y hasta la isla de Lesbos
Eurídice, Eurídice, Eurídice...


Giovanni Quessep (Colombia)




Los geranios


Miro los quietos geranios. Una vez más busco el sentido de lo que me es difícil comprender.
Ideas que huyen de la realidad como perros asustados por fantasmas. Realidad inabarcable.
Días humanos danzando como fuegos que abrasan sin piedad.

Tanto por entender en tan poco tiempo. Tanto por escribir, por correr tras la Utopía.

Debo parecer un loco frente a los geranios, quieto como ellos, mirándolos
con una jarra en la mano.
Aquí y así quedará mi sombra cuando me marche.
Nada es suficiente para la pena.
Los geranios reciben el agua, quietos, sin contestar ningún llamado.


Luis La Hoz (Perú)


Vértices


La ciudad en invierno se levanta como un templo.
Columnas de luz sostienen la bóveda.
En las naves un eco y en los vitrales
las espinas de un pez.

Los cimientos son sepulcros donde se deposita
la materia como ofrenda.
Al caminar, suena el vacío que encierra el suelo.
La gravedad con que la tierra te ama.


Manuel Ulacia (México)



La suerte está echada


Se acabaron los poemitas lacrimógenos
las noches de insomnio
los dos paquetes de cigarrillos al día
la falta de apetito
el mal humor
las miradas perdidas en el aire
detrás de moscas invisibles o musarañas.
Se acabaron los dibujitos abstractos
en el mantel con la punta del cuchillo
la palidez
los polvorientos sonetos con estrambote al estilo
de Navarro
las miradas ansiosas al teléfono
el mudo interrogatorio al cartero.

A partir de hoy todo va a cambiar
¿Te fuiste con tus lindos ojos azules?
Mala suerte
Que te vaya bien
(y los hermosos ojos azules
te los puedes meter en tu inolvidable culo).


Luis Rogelio Nogueras (Cuba)




La chica

de senos grandes
bajo un jersey azul

sin sombrero
cruza la calle

leyendo un periódico,
se detiene, da media vuelta

y mira hacia abajo
como si

hubiera visto una moneda
en el suelo


William Carlos Williams (Estados Unidos)



46

Muchos demonios rojos salieron corriendo de mi corazón
y se esparcieron sobre la página.
Eran tan diminutos
que la pluma podía amasarlos.
Y muchos forcejeaban en la tinta.
Era extraño
escribir con esa porquería roja
sobre las cosas de mi corazón.


Stephen Crane (Estados Unidos)


Colombia en el corazón


No sé que vino primero. Si la rumba colombiana o el balompié. Aunque ahora, y viéndolo bien, creo que todo fue parte de una misma alegría, única, irrepetible, allá por los años cincuenta, de mi anodina infancia.
Se va el caimán, se va el caimán, se va para Barranquilla. Mi vida está pendiente de una rosa, porque es hermosa y aunque tenga espinas. Santa Marta tiene tren, Santa Marta tiene tren, pero no tiene tranvía. Discos de 78 revoluciones y baquelita negra fulgurante, que terminaron hechos añicos, como todo en la vida y, sin embargo, siguen girando y girando en mi memoria.
Igual que resuenan en mi vieja memoria las infinitas jornadas futboleras del Nemesio Camacho, conocido también como el Campín. La edad de El Dorado. Tiempos en que los equipos colombianos, amén de los pleyers locales, contaron en sus filas con lo mejorcito de la vitrina sudamericana. Los peruanos que por entonces le metían al fútbol, estaban en su garbanzal. Y hubo partidos en los que la cancha se poblaba de peruanos. El Medellín, por lo pronto, con Tito Drago a la cabeza, fue conocido como la “Danza del sol” y en el América de Cali, Barbadillo, Vidales Mosquera y Valeriano López hacían mil diabluras con la bola. Sin olvidarme, por supuesto, de Walter Ormeño, señor de los tres palos.
En honor a la verdad, en mi primera infancia, nunca supe si Lima era un barrio de Bogotá o Bogotá era un barrio de Lima. Al fin y al cabo “Pachito Eché” era como “La flor de la canela”. Y hasta creo que, por esos tiempos, yo andaba convencido de que Nelson Pinedo era mi vecino de la vuelta.
Y ahorita mismo, a estas alturas del partido, poeta cansino y cincuentón me tinca que aún confundo a nuestros dos países. Juntos y revueltos en la memoria viva del amor y del dolor. Colombia al pie del orbe yo me adhiero.


Antonio Cisneros (Perú)


sábado, 6 de septiembre de 2008

Tienda de antiguedades filosóficas 2


Capítulo LII


Los filósofos

Detrás de ellos vienen los filósofos, venerables por su barba y por su manto, que dicen ser los únicos que saben; el resto de los mortales son hombres que revolotean. ¡Oh, cuán dulcemente deliran cuando forjan mundos infinitos a su antojo; cuando miden como con el pulgar, como con un hilo, el sol, la luna, las estrellas y los orbes celestes; cuando sin vacilar un punto explican las causas del rayo, del viento, de los eclipses y de todos los demás fenómenos inexplicables! Y lo hacen como si fueran los secretarios del arquitecto del mundo, o como si acabaran de llegar del Consejo de los dioses. En tanto, la Naturaleza se ríe de ellos y de sus hipótesis, porque no conocen nada con certeza, como lo demuestran palmariamente las interminables disputas que mantienen entre sí acerca de cualquier cosa. No saben absolutamente nada, y pretenden saberlo todo. No se conocen a sí mismos, ni ven la fosa abierta a sus pies, ni la piedra en que pueden tropezar, sea porque de ordinario son casi ciegos, sea por tener la cabeza a pájaros; pero esto no les impide afirmar que perciben las ideas, las universales, las formas abstractas, la materia prima, los quidditates, los acceitates, cosas, en verdad, tan imperceptibles, que, a mi juicio, ni el mismo Linceo las hubiese visto con claridad. Pero, sobre todo, desprecian al profano vulgo, solo porque saben trazar triángulos, cuadriláteros, círculos y otras figuras matemáticas, inscritas unas en otras, e intrincadas en forma laberíntica y acompañadas de un ejército de letras, repetidas en distintos órdenes, cuya colocación ofusca a los ignorantes. No faltan algunos entre ellos que leen el provenir de los astros, y que prometen milagros mayores que los de la magia. ¡Y todavía encuentran papanatas que creen también esas cosas!...


Elogio de la locura.
Erasmo de Rotterdam.



Carta dirigida al Hermano Juan exhortándolo sobre la manera de abocarse al Estudio


Porque me has preguntado Juan, mi muy querido en Cristo, de qué manera te sea conveniente aplicarte al estudio cuando se trata de conquistar el tesoro de la ciencia, quiero proporcionarte estos consejos:

1. Que prefieras ingresar al mar no de golpe, sino a través de riachuelos, porque conviene arribar a lo más difícil valiéndose de los más fácil.
2. Esta es mi advertencia y lo que debes aprender: te encarezco que seas sosegado en el hablar y que sin prisa te aproximes a donde se conversa.
3. Aficiónate a la limpieza de conciencia.
4. No dejes de darte a la oración.
5. Si quieres acceder a la bodega del vino (de la sabiduría), debes amar con insistencia tu lugar de estudio.
6. muéstrate amable para con todos.
7. No escarbes en los hechos ajenos.
8. No te muestres demasiado confianzudo con nadie, porque la demasía en la familiaridad engendra desprecio y proporciona materia para que te sustraigas al estudio.
9. De ninguna manera debes entremezclarte en los dichos y sucesos de los que viven en el siglo.
10. Huye del discurrir sobre cualquier cosa.
11. No omitas seguir las huellas de los santos y de los buenos.
12. no consideres de quién lo oyes, sino que cuanto se diga de bueno almacénalo en tu memoria.
13. Todo lo que lees y escuchas trata de entenderlo.
14. Respecto de las dudas, cerciórate.
15. Y todo cuanto puedas ubicar en la alacena de tu mente, hazlo cuidadosamente, como quien procura llenar un recipiente.
16. No pretendas alcanzar lo que te supera.
Siguiendo este camino aportarás y producirás follaje y frutos útiles en la viña del Señor mientras vivas.
Si persigues todo esto te será posible alcanzar aquello a lo que aspiras.


Cartas filosóficas
Tomás de Aquino


viernes, 5 de septiembre de 2008

Fútbol y poesía


Futbolista


Con qué palabras animar al futbolista que sufre
una lesión
en el momento crucial del partido
cuando el marcador es adverso
y el tiempo apremia en el cronómetro
con qué frase alentarlo

Como un soldado en la inminencia de la batalla
perdida
se duele tendido en el campo
Las huestes están dispersas
el pueblo confundido
y el enemigo
listo a vapulear las defensas

Es un Ulises que de nuevo víctima del infortunio
olvidado por los dioses
yace sin fuerzas en la grama
sus compañeros zozobrantes alrededor
y lejos
todavía más lejos
la anhelada gloria


Robinson Quintero Ossa (Colombia)



Cascorvo genial


La vida de Manuel Francisco Dos Santos
Alias Garrincha entre los payasos de la grama
Es un poema
Con el alma en sus piernas.

Garrincha algo así como el cucarachero de Brasil
Rompía gragantas en los estadios.

Garrincha el cascorvo genial
Fue el que inventó con sus fintas
El baile "disco" a costa de su
Marcador lateral que lo quería estampillar
Y acababa en buen bailarín.

Garrincha el cascorvo genial
Se burló de la gloria y su poder
En los brazos de su amante y
Cual "poeta maldito" se la bebió
En su copa de estrella apagada.

La vida de Manuel Francisco Dos Santos
Es un poema
Con el alma en sus piernas.

Helí Ramírez (Colombia)


Del goleador en el punto penalty

Una fracción de segundo
antes de disparar,
comprendiste fascinado
que fuera de los tres palos
quedaba el resto del mundo.

John Galán Casanova (Colombia)


miércoles, 3 de septiembre de 2008

Una crónica de Carlos Sánchez Ocampo



MONÓLOGO DEL QUE MUERE EN LA CALLE

"¿Recuerdas las cosas con sentido?"
De la película Nacido el 4 de Julio

La calle ha ido perdiendo colores como cuando se aproxima la noche.
Estoy sentado en mi trozo de acera enfrentado a la muerte y a sus aterradores poderes, pero no tengo miedo.
Resisto solo, desgajado de todo afecto que no sea el ramalazo de compasión de algún transeúnte. Resisto agarrado a mi piel que es bandera contra el desahucio. Piel mía, girón de piel, hermanita…
¿Qué hora será? Es raro que me interese por el tiempo. No lo necesito para nada. Yo no vivo con los días jueves o viernes, ni sobre ellos, ni por ellos. El tiempo ya no me interesa para nada. Lo que siento importante para mí son estos dos palmos de acera donde defiendo mi vida.
No me interesan las promesas. ¿Qué sería de uno si le da por atender a todas las promesas? Pronto se quedaría sin propósitos. El más allá, cielo o infierno, tampoco me preocupan.
No puedo descuidarme un solo instante. Puede reventar mi piel hinchada, atosigada de líquidos. A veces siento que estoy quedando sin alma y sin piel. Sin embargo, piel mía, hermanita, ahí sigues defendiéndome, colgada a los huesos de mi voluntad.
Mi esqueleto visto desde afuera debe parecer un chamizo cargado de trapos… Un espinazo.
Como en una confesión definitiva me he despojado de todo deseo, de todo esfuerzo y de todo habito. Veo a la muerte apelmazada alrededor de mi cuerpo, cercándome como un animal de presa.
Muchas veces la muerte ha avanzado sobre mí. En su primer lance yo tenía trece años. Desde entonces, año por año, nos hemos enfrentado.
Escapé siempre. Para mí la brecha entre vivir y morir es demasiado grande. Nadie cree que pueda resultar difícil morir. Ni yo mismo que tengo muerte por dentro.
… Yo no tengo muerte por dentro, sólo tengo muerte por fuera y ya estoy acostumbrado a verla apelmazada junto a mí, haciendo grumos que sólo esperan borronarlo todo.
La vida la he ido perdiendo a manotazos. No lentamente por el hábito de los años, sino en trozos arrebatados al descuido de una puñalada, de un balazo o de un garrotazo.
Conozco gente que dice que estoy vivo de pura idea, de puras ganas, y es cierto. Otros no alcanzan a comprender si mi obstinación para seguir vivo es muestra de amor, de resignación o de ignorancia. Alguno ha recordado, viéndome, la historia, en un poema, de un hombre que estuvo trece veces por entrar a la muerte, pero volvía de puro acostumbrado.
Sobre la acera donde estoy tumbado, la acera que es mi línea de horizonte, todo se ha vuelto distante.
…¿Qué palabras mantienen interés para mí? Ninguna. He empezado a perder no sólo el habla, sino también sus palabras. Tengo la mirada recta, fundida, nadie entre en ella, nada la quiebra.
También he perdido la gracia de soñar como si toda mi vida fuera un paraíso y no esta obra enferma.
Mientras las moscas lamen mis llagas, saciándose, escucho las voces de mis amigos acompañando, azuzando la muerte contra mí…
He nacido en un lugar donde los hombres muy pronto, en la adolescencia, se hacen dueños de inmensas cicatrices que testifican su osadía. Allí mis muertes se convirtieron en espectáculo muchas veces.
Ahora vivo en lugares más duros. Entre grupos de hombres y mujeres donde saludar con ternura puede ser visto como una debilidad.
Aquí prolifera en los rostros un gesto cerril. Muchos tienen la cara cuadrada de tanta intolerancia que albergan. Una mirada errante, una palabra suelta pueden desviar toda una vida.
Entre gente así. Entre las hordas nómadas del centro de la ciudad, desposeídos de todo menos de sus cuerpos borrachos, como yo, oigo que dicen, apiadados, como solicitando una ambulancia "¡Quien fuera capaz de matarlo!"
… Otros, los más duros, hablan de los castigos de Dios o sugieren en una forma que yo comprendo meno, que me mate yo mismo. Nadie ha preguntado por mi deseo, que es único. Tengo mi cerebro enrojecido de tanto emitirlo: quiero vivir. Quiero vivir. No me interesa mi cuerpo lacerado, impedido.
… Mis ojos deben haberse secado porque sólo mirar por entre los parpados abotagados, recargados de vigilia, me cuesta un gran esfuerzo. Las cosas crecen mientras las estoy mirando, como si se me arrojaran encima, entonces no puedo verlas.
Pero no importa. No maldigo, tampoco odio. Sé que un porta ha dicho: "¿Será que el sentido de la vida está en buscarle sentido?" Y yo ya encontré el mío. ¿Por qué no voy a tener derecho a él?
Oigo que dicen que ya no tengo oportunidades. Miran mis miembros hinchados por la acumulación de líquidos en los tejidos de la piel. Intentan recoger las palabras que dejo caer pesadamente, entrecortadas por siseos y ronquidos que yo no logro manejar…
A veces creen que sufro mucho y me consideran un santo. Entonces hacen grandes esfuerzos por cosechar perdón de mis pústulas. Cuando se alejan siempre repiten, creyendo que no los escucho "Se va a morir, se va a morir"
Pero hace poco vino uno de aquí. Un gamín de veinticinco o treinta años, un atrevido de verdad que cree en el poder de los muertos y me dijo "Ñero, ñero, cuando se muera venga por mí". Intente míralo, reconocerlo, pero no con la intención de volver por él, sino porque jamás he compartido el suicidio y su petición me lo parecía.
…Le dije que sí para evitarle el dolor natural de sentirse olvidado también por los muertos, pero en realidad no tengo la mínima intención de llenar mi muerte con dolores ajenos.
Tal vez muera antes que yo. Tal vez algún muerto amigo esté ahora mismo obrando por él, juntándolo trozo a trozo ante Dios.
… Hace un momento sentí una respiración libre, vigorosa, junto a mí, entonces intenté recordar cuando era sano y descubrí que ya empecé a perder los recuerdos. No pude saber si fui feliz algún día. No sé si existí antes de ahora.

Diciembre de 1991.

El 3 de diciembre durmió en la acera de Amador con Díaz Granados. El 6, ayudado, se levantó. Gastó tres días cruzando Guayaquil hasta el sector de La Bayadera (ocho cuadras). Murió allí el 10 de diciembre en la acera, frente al bar Mexicano.