domingo, 29 de enero de 2012

ALFREDO PÉREZ ALENCART. El poeta se indigna ante toda injusticia - Delfina Acosta





En esta entrevista, los lectores podrán saber aún más cómo y por qué España empieza a desangrarse y la poesía se indigna. Tiene la palabra Alfredo Pérez Alencart, poeta y ensayista hispano-peruano. Desde 1987, es profesor de Derecho del Trabajo de la Universidad de Salamanca. En 2005 fue elegido miembro de la Academia Castellana y Leonesa de la Poesía. Desde 1998, es coordinador de los Encuentros de Poetas Iberoamericanos.


¿La poesía también se indigna ante el drama económico que vive España?

La poesía es vida y sus oficiantes la empuñan con inclaudicable fuerza, sea en España o Etiopía. Al margen de tópicos romanticoides, desearía precisar que el poeta no mira la luna más que cualquier otro mortal ni tampoco espera la salida del cucú oculto en las entrañas de un reloj que no funciona. Conviene decir que no todo el que escribe versos logra, al final, destilar Poesía. No es fácil lograr que esas palabras arrejuntadas obtengan el voltaje necesario para darles eternidad en la memoria de aquellos a los que logró conmover. Sépase que el poeta no es alguien panfletario: es un “cirujano” que detecta más rápido, por ejemplo, lo hermoso o cancerígeno de una sociedad solidaria o próxima a la metástasis. De ahí surgen vibrantes poemas telúricos, eróticos y sociales. Entonces, solo por necesidad, hace loanza o clama, dando voz a quienes no tienen posibilidad de exponer su drama o su porción de felicidad.

Claro que el poeta español se indigna ante toda injusticia o beligerancia unilateral, algo que demostró cuando la guerra de Irak, por señalar un caso. También se consterna ante la devastación que en Japón causó el maremoto del pasado año. Lo ha demostrado tanto en verso como en prosa. Pero es cierto que la aparente bonanza económica, gozada las dos décadas pasadas, hizo que buena parte de esa inmensa minoría poética se decantara hacia una poesía existencial marcada por melopeas del yo y por un coloquialismo intrascendente. Había como un desdén hacia todo texto que abordara la cruda realidad de algunos desfavorecidos, como era el caso de los inmigrantes llegados por tierra, cielo y pateras. Hoy muchos españoles están saliendo o se plantean traspasar fronteras.

De este tiempo crítico estoy convencido que surgirán algunas voces nuevas que sigan la estela que otrora dejaron León Felipe o Gabriel Celaya. Habrá brotes de poesía cívica de alta calidad, como la de mi amigo Jacobo Rauskin en suelo paraguayo.

Los poetas son marcadamente sensibles. ¿Cómo sientes tú, íntimamente, la situación que acorrala al pueblo, a los desfavorecidos?

La tormenta que descarga su granizo sobre España y sus gentes me lacera hasta llagarme el corazón. El contómetro existencial indica que radico en Salamanca más años que los vividos en mi Perú primero, aunque ya antes España estaba en mi sangre, pues por vía paterna, el abuelo procedía de Asturias, mientras que mi abuela tenía linaje gallego. Y si antes me dolía la España de extramares, hoy me duele esta España que de pronto perdió sus poses de nueva rica y ve cómo cerca de cinco millones y medio de ciudadanos están en el desempleo, sufriendo efectos negativos como el embargo y remate de la vivienda adquirida con préstamos hipotecarios o estrecheces por no llegar a fin de mes.

Sin ser clarividente ni adoptar lenguaje de pitoniso, en 2006 escribí un poemario titulado Hombres trabajando publicado a principios de 2007 por el sindicato UGT. Entonces muy pocos comentaron el libro porque, supongo, lo creyeron desfasado, filosocialista y demás sandeces. Era una llamada de atención de un poeta que, además, oficia de profesor de Derecho del Trabajo en la Universidad de Salamanca. No me cuadraban las cuentas entre los salarios que se ganaban y los precios estratosféricos de las viviendas. Algo no encajaba en ese tren de consumo desaforado, automóviles de última generación, vacaciones y viajes por doquier. Así, en los primeros versos del poema inicial, “Hermano, amigo que trabajas” ya se encuentra la advertencia: “Yendo a lo nuestro,/ acercándonos a la lumbre/ que al crepúsculo/ nos alumbra el rostro, te diré/ que debes aprender a recibir los días/ con todas sus esquirlas,/ a que pueden volver/ veranos oscuros, languideces,/ grilletes”. En casi todos los sectores de la población había excesiva confianza en la bonanza eterna y se solicitaban préstamos que se dilataban hasta treinta y cinco años. Los bancos otorgaban créditos sin mayores garantías y cada quien se preocupaba de lo suyo, optando por desviar la mirada ante ciertos casos de miseria o ante innumerables casos de corrupción. Cada pueblo o ciudad pequeña quería magnas infraestructuras; cada provincia su aeropuerto y que el tren de alta velocidad pasara por la puerta de su casa.

Los pocos que escribíamos artículos denunciando este derroche no pocas veces recibimos reproches o insultos. Ahora todos.

ESQUELA DE DEFUNCIÓN DE LA SANIDAD

¿Saldrá a flote España? ¿Percibes un panorama económico alentador?

España saldrá a flote cuando ponga a buen recaudo a sus truhanes, llámense banqueros que se jubilan con 60 millones de euros o políticos lacayos que piden sacrificios salariales o despidos gratuitos; llámense yernos del Rey o ladronzotes de cuello blanco saqueando las arcas públicas; llámense también tantos gobiernos de comunidades autónomas que se han sobreendeudado alegremente: las autonomías han motivado, por lo general, una duplicación del gasto que hacía el Estado.

Ya está bien que otra vez paguen los justos por los pecadores. Espero que las inclemencias de esta crisis, el hartazgo ante las sumisiones del poder político a la injerencia del poder financiero provoquen una catarsis que traiga la Ética que nunca pasa de moda.

También es necesario que se vuelva a entrañar en el imaginario colectivo la cultura del esfuerzo y de saber que el dinero no es un maná que cae del cielo, que hay que hacer sacrificios y dedicar tiempo a labrarse un futuro mejor.

España saldrá a flote cuando los políticos dejen de decir muchas hermosas mentiras y cuando volvamos a la prudencia, bien lejos del despilfarro de hace poco.

El panorama económico no es alentador, pues los nuevos políticos gobernantes creen que solo los recortes solucionarán el problema del déficit público. El consumo se ha frenado en seco, los bancos tienen activos que no valen lo que figuran en sus balances, como es el caso de los préstamos de dudoso cobro. Necesitan una inyección de dinero de más de cien mil millones de euros.

No tengo demasiado optimismo, más sabiendo que la economía mundial está al borde la recesión y de que el actual ministro de Economía fue el responsable para Europa del banco Lehman Brothers, el mismo que quebró, pero tras mucho falsear sus cuentas con tal de seguir aparentando una solvencia que no tenía, aprovechando la desregulación de los mercados financieros.

El neoliberalismo ultramontano quiere acabar para siempre con los derechos sociales. Ahora impone sus propios gobiernos, como en Grecia o Italia, sin pasar por las urnas. Y está preparando la esquela de defunción de la sanidad o la educación pública de calidad. Creo que el modelo de Islandia prenderá más pronto que tarde, pues por referéndum ciudadano se negó a rescatar a la banca privada, nacionalizando los bancos y procesando judicialmente a sus directivos y a políticos que dolosamente permitieron esta comisión de delitos financieros. Islandia ha terminado el año con un crecimiento económico que supera de largo a la Unión Europea, el mismo que se prevé del 2,7 % para 2013, entre otros motivos por que está generando empleo.

En América Latina se escucha el latir profundo de España. El ejemplo de este diario paraguayo cruza fronteras de una hermandad inabarcable.


29 de Enero de 2012






Tomado de ABC Digital

Claudio Eliano




Claudio Eliano o Eliano (en latín Claudius Aelianus) (c. 175 - c. 235), nacido en Praeneste, fue un autor y profesor de retórica romano que tuvo su máximo esplendor durante el gobierno de Septimio Severo y que probablemente sobrevivió a Heliogábalo. Hablaba el griego de forma tan fluida que se le llamaba de lengua de miel. Aunque nacido en Italia, prefería los autores griegos y escribió sus obras en un griego algo arcaizante.

Sus dos obras principales tienen un valor considerable, porque contienen numerosas citas del trabajo de autores anteriores que de otra forma se habrían perdido, así como por los sorprendentes relatos de tradiciones populares que ofrecen inesperadas visiones de la forma de vida del mundo greco-romano.


De Natura Animalium


Sobre la naturaleza de los animales, ("Sobre las características de los animales" es un título alternativo empleado en numerosas ocasiones, aunque en latín). Se trata de una curiosa colección, en 17 libros, de breves historias sobre naturaleza, seleccionadas algunas para proporcionar lecciones morales alegóricas y otras simplemente por ser sorprendentes:

"El castor es una criatura anfibia: por el día vive escondido en los ríos, pero de noche deambula por la tierra, alimentándose con lo que encuentra. Así comprendemos la razón por la cual los cazadores lo persiguen con tal impaciencia e impetuosidad. Entonces, éste agacha la cabeza y con sus dientes se corta los testículos y los arroja en el camino, como un hombre prudente que, habiendo caído en manos de ladrones, sacrifica todo lo que lleva para salvar su vida y pierde el derecho a sus posesiones por medio del rescate. Si, no obstante, ha salvado ya su vida mediante la autocastración, y vuelve a ser perseguido, entonces éste se pone en pie y revela que no ofrece motivos para la impaciente persecución y libera al cazador de todo esfuerzo adicional puesto que ellos estiman la carne. En ocasiones, sin embargo, los castores con los testículos intactos, después de haber escapado tan lejos como les ha sido posible, han atraído la parte codiciada y con gran habilidad e ingenuidad engañado a sus perseguidores, pretendiendo que ellos ya no poseen lo que guardan oculto"

sábado, 28 de enero de 2012

miércoles, 25 de enero de 2012

El fingimiento feliz (o la ficción afortunada) - Marqués de Sade


Hay muchísimas mujeres que piensan que, con tal de no llegar hasta el fin con un amante, pueden al menos permitirse, sin ofender a su esposo, un cierto comercio de galantería, y a menudo esta forma de ver las cosas tiene consecuencias más peligrosas que si su caída hubiera sido completa. Lo que le ocurrió a la marquesa de Guissac, mujer de elevada posición de Nimes, en el Languedoc, es una prueba evidente de lo que aquí proponemos como máxima.

Alocada, aturdida, alegre, rebosante de ingenio y de simpatía, la señora de Guissac creyó que ciertas cartas galantes, escritas y recibidas por ella y por el barón de Aumelach, no tendrían consecuencia alguna, siempre que no fueran conocidas; y que si, por desgracia, llegaban a ser descubiertas, pudiendo probar su inocencia a su marido, no perdería en modo alguno su favor. Se equivocó... El señor de Guissac, desmedidamente celoso, sospecha el intercambio, interroga a una doncella y se apodera de una carta; al principio no encuentra en ella nada que justifique sus temores, pero sí mucho más de lo que necesita para alimentar sus sospechas. Coge una pistola y un vaso de limonada e irrumpe como un poseso en la habitación de su mujer...

-Señora, he sido traicionado -le ruge enfurecido-; leed este billete: él me lo aclara, ya no hay tiempo para juzgar, os concedo la elección de vuestra muerte.

La marquesa se defiende, jura a su marido que está equivocado, que puede ser, es verdad, culpable de una imprudencia, pero que no lo es, sin lugar a duda, de crimen alguno.

-¡Ya no me convenceréis, pérfida! -le contesta el marido furibundo-, ¡ya no me convenceréis! Elegid rápidamente o al instante este arma os privará de la luz del día.

La desdichada señora de Guissac, aterrorizada, se decide por el veneno; toma la copa y lo bebe.

-¡Deteneos! -le dice su esposo cuando ya ha bebido parte-, no pereceréis sola; odiado por vos, traicionado por vos, ¿qué querríais que hiciera yo en el mundo? -y tras decir esto bebe lo que queda en el cáliz.

-¡Oh, señor! -exclama la señora de Guissac-. En terrible trance en que nos habéis colocado a ambos, no me neguéis un confesor ni tampoco el poder abrazar por última vez a mi padre y a mi madre.

Envían a buscar en seguida a las personas que esta desdichada mujer reclama, se arroja a los brazos de los que le dieron la vida y de nuevo protesta que no es culpable de nada. Pero, ¿qué reproches se le pueden hacer a un marido que se cree traicionado y que castiga a su mujer de tal forma que él mismo se sacrifica? Sólo queda la desesperación y el llanto brota de todos por igual. Mientras tanto llega el confesor...

-En este atroz instante de mi vida -dice la marquesa- deseo, para consuelo de mis padres y para el honor de mi memoria, hacer una confesión pública -y empieza a acusarse en voz alta de todo aquello que su conciencia le reprocha desde que nació.

El marido, que está atento y que no oye citar al barón de Aumelach, convencido de que en semejante ocasión su mujer no se atrevería a fingir, se levanta rebosante de alegría.

-¡Oh, mis queridos padres! -exclama abrazando al mismo tiempo a su suegro y a su suegra-, consolaos y que vuestra hija me perdone el miedo que le he hecho pasar, tantas preocupaciones me produjo que es lícito que le devuelva unas cuantas. No hubo nunca ningún veneno en lo que hemos tomado, que esté tranquila; calmémonos todos y que por lo menos aprenda que una mujer verdaderamente honrada no sólo no debe cometer el mal, sino que tampoco debe levantar sospechas de que lo comete.

La marquesa tuvo que hacer esfuerzos sobrehumanos para recobrarse de su estado; se había sentido envenenada hasta tal punto que el vuelo de su imaginación le había ya hecho padecer todas las angustias de muerte semejante.

Se pone en pie temblorosa, abraza a su marido; la alegría reemplaza al dolor y la joven esposa, bien escarmentada por esta terrible escena, promete que en el futuro sabrá evitar hasta la más pequeña apariencia de infidelidad. Mantuvo su palabra y vivió más de treinta años con su marido sin que éste tuviera nunca que hacerle el más mínimo reproche.

domingo, 22 de enero de 2012

Agustín de Rojas Villandrando



Escritor, actor y dramaturgo español del Siglo de Oro, especializado en el género de la loa.

Fue soldado en Francia, estuvo prisionero en La Rochelle y después fue corsario contra los ingleses. Pasó por varias ciudades de Italia y fue perseguido por la justicia por haber dado muerte a un hombre en Málaga; se acogió a sagrado en el templo de San Juan, y allí compró su libertad por trescientos ducados mediante las gestiones de una mujer que se enamoró de él y que al salir tuvo que mantener como amante suya, trabajando como "negro" de eclesiásticos para los que escribía sermones; además sobrevivió como ladrón de capas, sombreros, tizonas y huertas, "tirando de la jábega" varios meses. Vivió en varias ciudades de España: Sevilla, Granada, donde al prohibirse las comedias entre 1598 y 1600 tuvo que poner una mercería con la que vivió una efímera etapa de esplendor económico, y Valladolid (1602) sin que a veces se supiera de qué se mantenía, por lo que le llamaron "El caballero del milagro", título de una comedia decimonónica de Luis de Eguílaz inspirada en la vida del escritor. Desde 1601 había empezado a frecuentar la compañía de los cómicos y a ir con ellos de un lugar a otro. Debió morir en Paredes de Nava antes de 1635, puesto que su mujer Ana de Arceo, con la que se casó en 1603, ya se llamaba viuda en ese año, si bien el último documento que se halla sobre el escritor lleva fecha de 1618: una petición de confirmación del privilegio de hidalguía hecha en Santa María del Valle, en la cual afirmaba ser escribano de Su Majestad y del número de Zamora.

sábado, 21 de enero de 2012

Carlos Bedoya




LA MÚSICA DEL AMOR

El ruido de la muerte
aquí
en este bar desolado*
donde la serenidad
tras unas cuantas
muestras gratis
de jarabe esquizofrénico
solo puede inclinarse
a los pies de tu plegaria
os convida hoy a cantar
la música del amor
como siempre
en vaso desechable



* Malcolm Lowry

jueves, 19 de enero de 2012

Luis Cernuda




Telarañas cuelgan de la razón


Telarañas cuelgan de la razón
En un paisaje de ceniza absorta;
Ha pasado el huracán de amor,
Ya ningún pájaro queda.

Tampoco ninguna hoja,
Todas van lejos, como gotas de agua
De un mar cuando se seca,
Cuando no hay ya lágrimas bastantes,
Porque alguien, cruel como un día de sol en primavera,
Con su sola presencia ha dividido en dos un cuerpo.

Ahora hace falta recoger los trozos de prudencia,
Aunque siempre nos falte alguno;
Recoger la vida vacía
Y caminar esperando que lentamente se llene,
Si es posible, otra vez, como antes,
De sueños desconocidos y deseos invisibles.

Tú nada sabes de ello,
Tú estás allá, cruel como el día;
El día, esa luz que abraza estrechamente un triste muro,
Un muro, ¿no comprendes?,
Un muro frente al cual estoy solo.

miércoles, 18 de enero de 2012

"Me dopé cuando jugué clásicos con Millonarios": 'Gambeta' Estrada - Steven López Niño



El ex delantero narró varias situaciones que vivió en su carrera deportiva en los años 80 y 90.


"El doping no me sirvió para hacer más goles, ni gambetear más", aseguró el ex delantero de la Selección Colombia, quien también reconoció la relación del extinto narcotraficante Gonzalo Rodríguez Gacha en el club "él nos empacaba en un sobre cien mil pesos para cada uno", agregó.

"Éramos varios jugadores pero habló solamente por mi. La decisión de doparse la toma el jugador, alguna vez me compartieron la idea y acepté tomarme la pasta en un entrenamiento. No me sirvió para hacer más goles, ni gambetear más, pero me dio más resistencia en la cancha", explicó el ex atacante tumaqueño.

Carlos 'Gambeta' Estrada narró el hecho en entrevista radial con el programa JaimeDinas.com en Cali, donde no dejó nada al azar y puntualizó: "Me dopé cuando jugué clásicos con Millonarios con unas pastas amarillas que nos trían de Alemania y las suministraba el departamento médico. También lo hice algunas veces en el Cali pero sin que se enteraran los cuerpos técnicos".

Para suerte de los futbolistas en esa época el control al doping no existía en Colombia, solamente en Copa Libertadores pero allí los jugadores no utilizaban las 'ayudas'. Según el propio Estrada lo hizo durante 1988 y lo dejó en 1989.

"Dejé de tomarlas porque en el Hotel Inter me dio un patatús luego de un partido de Copa Libertadores contra América, ese día vi la muerte cerca", contó.

Sobre la relación del extinto capo Rodríguez Gacha con Millonarios, la 'gambeta' reconoció: "Todos íbamos a la finca en Pacho, Cundinamarca de Gonzalo Rodríguez Gacha, donde almorzábamos y él nos empacaba en un sobre cien mil pesos para cada uno. Alguna vez me regaló unos zapatos suyos que tenían la letra G en la lengua hecha en oro".

Finalmente, acotó que en los partidos de los años 80 algunos árbitros favorecían a determinados equipos y que así se hacía más fácil el camino a las finales, como lo recordó en una anécdota de ese tiempo.

"Jugando en Millonarios contra Pereira, el partido estaba durísimo y se suponía que el arbitro, un barranquillero, estaba a favor nuestro pero nada que nos ayudaba. Alguien me llamó desde el banco y me advirtió el hecho, entonces, cuando le dije al juez respondió: 'eche qué quieres, yo no puedo tirarme en el área', al final ganamos 1-0 con un penalti real", remató el ex futbolista de 50 años.

sábado, 14 de enero de 2012

Séptimo año de blasfemia - Hugo Rentería



Festeja esta revista un año más de dar difusión a la literatura y las artes visuales.

Con una edición de aniversario que contiene entrevistas y una recopilación de los mejores textos publicados en siete años, La revista Blasfemia presentó el décimo tercer número con motivo de éste festejo.

La publicación cuenta con el apoyo del programa “Edmundo Valadés” de Apoyo a la Edición de Revistas Independientes del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes.

El colombiano Juan Manuel Roca, brindó una entrevista para este número donde habla del movimiento poético en su país; así como de sus escritores favoritos José Lezama Lima, José Carlos Becerra, César Vallejo y Gonzalo Rojas. Aclara que no le interesa la tribu de Octavio Paz o Pablo Neruda.

“La poesía es insumisa frente a la realidad; la imaginación es lo que permite levantarnos y no sentir la tragedia de manera tan descarnada”, mencionó el poeta Juan Manuel Roca.

Otro texto que refleja el perfil de difusión literaria de Blasfemia, es la entrevista al poeta peruano Rodolfo Hinostroza; su relación con César Vallejo y su opinión sobre la reapertura de la escuela de letras en San Luis Potosí, son parte de los temas que trató el escritor.

Un segmento de poesía colombiana con autores como Juan Manuel Roca, Walther Espinal, Ana Galvis Cardona, Robinson Valderrama y Mauricio Giraldo muestran su obra literaria.

La edición de aniversario posee las fotografías y gráficas digitales de sus números anteriores, autoría de artistas visuales como Melvina Orozco, Javier Mariscal, David Ojeda Sánchez, Susana Veloz, y “Sueño suspendido” de Julio Peña que fue seleccionada para la portada de este número 13.

En la presentación realizada en la casa del poeta Ramón López Velarde, el poeta Héctor Esquer dio lectura a dos poemas que fueron publicados en los primeros números de Blasfemia; proyecto coordinado por Amanda Cárdenas.

Rainer Maria Rilke



París, a 17 de febrero de 1903

Muy distinguido señor:

Hace sólo pocos días que me alcanzó su carta, por cuya grande y afectuosa confianza quiero darle las gracias. Sabré apenas hacer algo más. No puedo entrar en minuciosas consideraciones sobre la índole de sus versos, porque me es del todo ajena cualquier intención de crítica. Y es que, para tomar contacto con una obra de arte, nada, en efecto, resulta menos acertado que el lenguaje crítico, en el cual todo se reduce siempre a unos equívocos más o menos felices.

Las cosas no son todas tan comprensibles ni tan fáciles de expresar como generalmente se nos quisiera hacer creer. La mayor parte de los acontecimientos son inexpresables; suceden dentro de un recinto que nunca holló palabra alguna. Y más inexpresables que cualquier otra cosa son las obras de arte: seres llenos de misterio, cuya vida, junto a la nuestra que pasa y muere, perdura.

Dicho esto, sólo queda por añadir que sus versos no tienen aún carácter propio, pero sí unos brotes quedos y recatados que despuntan ya, iniciando algo personal. Donde más claramente lo percibo es en el último poema: "Mi alma". Ahí hay algo propio que ansía manifestarse; anhelando cobrar voz y forma y melodía. Y en los bellos versos "A Leopardi" parece brotar cierta afinidad con ese hombre tan grande, tan solitario. Aun así, sus poemas no son todavía nada original, nada independiente. No lo es tampoco el último, ni el que dedica a Leopardi. La bondadosa carta que los acompaña no deja de explicarme algunas deficiencias que percibí al leer sus versos, sin que, con todo, pudiera señalarlas, dando a cada una el nombre que le corresponda.

Usted pregunta si sus versos son buenos. Me lo pregunta a mí, como antes lo preguntó a otras personas. Envía sus versos a las revistas literarias, los compara con otros versos, y siente inquietud cuando ciertas redacciones rechazan sus ensayos poéticos. Pues bien -ya que me permite darle consejo- he de rogarle que renuncie a todo eso. Está usted mirando hacia fuera, y precisamente esto es lo que ahora no debería hacer. Nadie le puede aconsejar ni ayudar. Nadie... No hay más que un solo remedio: adéntrese en sí mismo. Escudriñe hasta descubrir el móvil que le impele a escribir. Averigüe si ese móvil extiende sus raíces en lo más hondo de su alma. Y, procediendo a su propia confesión, inquiera y reconozca si tendría que morirse en cuanto ya no le fuere permitido escribir. Ante todo, esto: pregúntese en la hora más callada de su noche: "¿Debo yo escribir?" Vaya cavando y ahondando, en busca de una respuesta profunda. Y si es afirmativa, si usted puede ir al encuentro de tan seria pregunta con un "Si debo" firme y sencillo, entonces, conforme a esta necesidad, erija el edificio de su vida. Que hasta en su hora de menor interés y de menor importancia, debe llegar a ser signo y testimonio de ese apremiante impulso. Acérquese a la naturaleza e intente decir, cual si fuese el primer hombre, lo que ve y siente y ama y pierde. No escriba versos de amor. Rehuya, al principio, formas y temas demasiado corrientes: son los más difíciles. Pues se necesita una fuerza muy grande y muy madura para poder dar de sí algo propio ahí donde existe ya multitud de buenos y, en parte, brillantes legados. Por esto, líbrese de los motivos de índole general. Recurra a los que cada día le ofrece su propia vida. Describa sus tristezas y sus anhelos, sus pensamientos fugaces y su fe en algo bello; y dígalo todo con íntima, callada y humilde sinceridad. Valiéndose, para expresarse, de las cosas que lo rodean. De las imágenes que pueblan sus sueños. Y de todo cuanto vive en el recuerdo.

Si su diario vivir le parece pobre, no lo culpe a él. Acúsese a sí mismo de no ser bastante poeta para lograr descubrir y atraerse sus riquezas. Pues, para un espíritu creador, no hay pobreza. Ni hay tampoco lugar alguno que le parezca pobre o le sea indiferente. Y aun cuando usted se hallara en una cárcel, cuyas paredes no dejasen trascender hasta sus sentidos ninguno de los ruidos del mundo, ¿no le quedaría todavía su infancia, esa riqueza preciosa y regia, ese camarín que guarda los tesoros del recuerdo? Vuelva su atención hacia ella. Intente hacer resurgir las inmersas sensaciones de ese vasto pasado. Así verá cómo su personalidad se afirma, cómo se ensancha su soledad convirtiéndose en penumbrosa morada, mientras discurre muy lejos el estrépito de los demás. Y si de este volverse hacia dentro, si de este sumergirse en su propio mundo, brotan luego unos versos, entonces ya no se le ocurrirá preguntar a nadie si son buenos. Tampoco procurará que las revistas se interesen por sus trabajos. Pues verá en ellos su más preciada y natural riqueza: trozo y voz de su propia vida.

Una obra de arte es buena si ha nacido al impulso de una íntima necesidad. Precisamente en este su modo de engendrarse radica y estriba el único criterio válido para su enjuiciamiento: no hay ningún otro. Por eso, muy estimado señor, no he sabido darle otro consejo que éste: adentrarse en sí mismo y explorar las profundidades de donde mana su vida. En su venero hallará la respuesta cuando se pregunte si debe crear. Acéptela tal como suene. Sin tratar de buscarle varias y sutiles interpretaciones. Acaso resulte cierto que está llamado a ser poeta. Entonces cargue con este su destino; llévelo con su peso y su grandeza, sin preguntar nunca por el premio que pueda venir de fuera. Pues el hombre creador debe ser un mundo aparte, independiente, y hallarlo todo dentro de sí y en la naturaleza, a la que va unido.

Pero tal vez, aun después de haberse sumergido en sí mismo y en su soledad, tenga usted que renunciar a ser poeta. (Basta, como ya queda dicho, sentir que se podría seguir viviendo sin escribir, para no permitirse el intentarlo siquiera.) Mas, aun así, este recogimiento que yo le pido no habrá sido inútil : en todo caso, su vida encontrará de ahí en adelante caminos propios. Que éstos sean buenos, ricos, amplios, es lo que yo le deseo más de cuanto puedan expresar mis palabras.

¿Qué más he de decirle? Me parece que ya todo queda debidamente recalcado. Al fin y al cabo, yo sólo he querido aconsejarle que se desenvuelva y se forme al impulso de su propio desarrollo. Al cual, por cierto, no podría causarle perturbación más violenta que la que sufriría si usted se empeñase en mirar hacia fuera, esperando que del exterior llegue la respuesta a unas preguntas que sólo su más íntimo sentir, en la más callada de sus horas, acierte quizás a contestar.

Fue para mí una gran alegría el hallar en su carta el nombre del profesor Horacek. Sigo guardando a este amable sabio una profunda veneración y una gratitud que perdurará por muchos años. Hágame el favor de expresarle estos sentimientos míos. Es prueba de gran bondad el que aun se acuerde de mí, y yo lo sé apreciar.

Le devuelvo los adjuntos versos, que usted me confió tan amablemente. Una vez más le doy las gracias por la magnitud y la cordialidad de su confianza. Mediante esta respuesta sincera y concienzuda, he intentado hacerme digno de ella: al menos un poco más digno de cuanto, como extraño, lo soy en realidad.

Con todo afecto y simpatía,

miércoles, 11 de enero de 2012

De Trilce - César Vallejo




LVII

Caraterizados los puntos más altos, los puntos
del amor, de ser mayúsculo, bebo, ayuno ab-
sorbo heroína para la pena, para el latido
lacio y contra toda corrección.

¿Puedo decir que nos han traicionado? No.
¿Que fueron todos buenos? Tampoco. Pero
allí está una buena voluntad, sin duda,
y sobre todo, el ser así

Y qué quien se ame mucho¡ Yo me busco
en mi propio designio que debió ser obra
mía, en vano: nada alcanzó a ser libre.

Y sin embargo, quién me empuja.
A que no me atrevo a cerrar la quinta ventana.
Y el papel de amarse y persistir, junto a las
horas y a lo indebido.

Y el éste y el aquél.

domingo, 8 de enero de 2012

El lado oscuro del corazón





Sefiní (Juan Gelman)

basta por esta noche cierro
la puerta me pongo
el saco guardo
los papelitos donde
no hago sino hablar de ti
mentir sobre tu paradero
cuerpo que me has de temblar



Espantapájaros 18 (Oliverio Girondo)

Llorar a lágrima viva. Llorar a chorros. Llorar la digestión. Llorar el sueño. Llorar ante las puertas y los puertos. Llorar de amabilidad y de amarillo.
Abrir las canillas, las compuertas del llanto. Empaparnos el alma, la camiseta. Inundar las veredas y los paseos, y salvarnos, a nado, de nuestro llanto.
Asistir a los cursos de antropología, llorando. Festejar los cumpleaños familiares, llorando. Atravesar el África, llorando.
Llorar como un cacuy, como un cocodrilo... si es verdad que los cacuies y los cocodrilos no dejan nunca de llorar.
Llorarlo todo, pero llorarlo bien. Llorarlo con la nariz, con las rodillas. Llorarlo por el ombligo, por la boca.
Llorar de amor, de hastío, de alegría. Llorar de frac, de flato, de flacura. Llorar improvisando, de memoria. ¡Llorar todo el insomnio y todo el día!

Deucalión y Pirra



Cuando Zeus decidió finalizar la Edad de bronce con el gran diluvio, Deucalión, por consejo de Prometeo, construyó un arca y, disponiendo dentro de ella lo necesario, se embarcó en compañía de Pirra, relato similar al del bíblico Noé. Zeus hizo caer desde el cielo una copiosa lluvia e inundó la mayor parte de la Hélade, de manera que perecieran todos los hombres, excepto unos pocos que se refugiaron en las cumbres de las montañas próximas.

Después de nueve días y otras tantas noches navegando, con el fin del diluvio la pareja volvió a tierra firme y Deucalión decidió consultar un oráculo de Temis sobre cómo repoblar la tierra. Se le dijo que arrojase los huesos de su madre por encima de su hombro. Deucalión y Pirra entendieron que "su madre" era Gea, la madre de todas los seres vivientes, y que los "huesos" eran las rocas. Así que tiraron piedras por encima de sus hombros y éstas se convirtieron en personas: las de Pirra en mujeres y las de Deucalión en hombres.

jueves, 5 de enero de 2012

Las Nereidas




Se las consideraba las ninfas del mar, puesto que vivían en las profundidades del océano; no obstante emergían a la superficie para ayudar a marineros que surcaban los procelosos mares, siendo los argonautas los más famosos entre los que socorrieron mientras viajaban en búsqueda del vellocino de oro. Se aparecen a los hombres del mar montadas en delfines y otros animales marinos. Los griegos las adoraban en altares en las orillas de mares y acantilados, donde se les ofrendaba leche, aceite y miel.

Representaban todo aquello que hubiese de hermoso y amable en el mar. Cantaban con voz melodiosa y bailaban alrededor de su padre. Se las representa coronadas por ramas de coral y portando el tridente de Poseidón, de cuyo séquito formaban parte.

Las más importantes eran Tetis (mujer de Peleo y madre de Aquiles), Galatea (amante de Acis y que enamoró al cíclope Polifemo) y Anfítrite (mujer del fabuloso Poseidón).

En el arte clásico se las encuentra habitualmente con delfines, monstruos marinos e incluso algún hipocampo.

Danse Macabre - Camille Saint-Saëns

lunes, 2 de enero de 2012

Gabriel Jaime Caro




Ajo y tomate


Después de todo estoy solo, herido
de Dios y sus extraños bichos.
Es en otro lado del cuerpo
donde el suplicio trata de calmarse
con un par de aspirinas.

Después de quemar la hierba
sola
voy a la cocina
Ajo y tomate.

domingo, 1 de enero de 2012

ASMODEO - Voltaire



Ningún hombre que conozca la antigüedad ignora que los judíos, hasta el tiempo de su cautividad, no conocieron los ángeles, y que se los hicieron conocer los persas y los caldeos. En su cautiverio, según dice Calmet, supieron que había siete ángeles principales delante del trono del Señor; entonces también supieron los nombres de los diablos. El demonio que nosotros llamamos Asmodeo se llamó antiguamente Hashmodai o Chammadai. «Se sabe —dice Calmet— que había diablos de varias categorías; unos eran príncipes y señores entre los demonios y otros subalternos y vasallos.»

Para que Hashmodai tuviese bastante poder para retorcer el cuello a siete jóvenes que se casaron sucesivamente con la hermosa Sara, natural de Ragés, que dista quince leguas de Echatana, era preciso que los medas fueran siete veces más maniqueos que los persas. Un príncipe bondadoso proporciona marido a dicha joven, y Hashmodai, que era rey de los demonios, destruye siete veces el casamiento que proporcionó a la aludida un príncipe bienhechor.

Siendo Sara hija de un judío, y judía también, que estaba cautiva en Echatana, ¿cómo un demonio meda pudo tener tanto poder sobre los judíos? Esa razón hace creer que Asmodeo-Chammadai era también judío, y que fue la antigua serpiente que tentó a Eva, y amó furiosamente a las mujeres, a las cuales tan pronto las engañaba como mataba a sus maridos por exceso de amor y de celos.

Efectivamente, el libro de Tobías, en la traducción griega, nos hace saber que Asmodeo estaba enamorado de Sara. Es general creencia de los sabios de la antigüedad que los genios buenos o malos tenían gran afición a las hijas de los mortales y las hadas a los mancebos hijos de los hombres. La misma Sagrada Escritura, poniéndose al nivel de nuestra debilidad y dignándose adoptar el lenguaje vulgar, dice que «los hijos de Dios, encontrando hermosas a las hijas de los hombres, escogieron esposas entre ellas».

Pero el ángel Rafael, que dirigía al joven Tobías, le da otra razón más digna de su ministerio, y que podía ilustrar mejor al joven a quien servía de lazarillo, diciéndole que los siete maridos de Sara fueron víctimas de la crueldad de Asmodeo porque se casaron con ella únicamente por gozarla, y añade: «Es preciso que el esposo guarde continencia con la esposa durante tres días y que juntos recen a Dios.»

Parece que con semejante instrucción no se necesita otro remedio para que Asmodeo huya; pero sin embargo, Rafael añade que se necesita además asar el corazón de un pescado con fuego de carbón. ¿Por qué, pues, no se empleó más tarde ese secreto infalible para sacar el diablo del cuerpo de las jóvenes? ¿Por qué los apóstoles, enviados expresamente para expulsar los demonios, no pusieron nunca sobre las parrillas el corazón de ningún pescado? ¿Por qué no se empleó ese expediente en los asuntos de Marta Brossier, de las monjas de Londun, de las queridas de Urbano Graudier, de La Cadière y del hermano Girard y de otras poseídas, en las épocas en que hubo tanta mujer que tuvo los diablos en el cuerpo?

Los griegos y los romanos, que conocieron muchos filtros para obligar a que los amaran, y que también poseían algunos para curar el amor, empleaban para esos casos hierbas y raíces. Recomendamos el agnus castus, que llegó a adquirir gran fama, pero los modernos lo hicieron tomar a monjas jóvenes y no les produjo efecto. Hace ya muchos siglos que Apolo se quejaba a Dafne de que a pesar de ser médico, no podía encontrar ningún medicamento que curara el amor. También empleaban, para conseguir ese resultado, el humo de azufre; pero Ovidio, que era maestro en esa materia, declara que esa receta es inútil.

Parece que fue más eficaz para expulsar a Asmodeo el humo del corazón o del hígado de un pescado asado. El reverendo padre Calmet se inquieta porque no puede comprender que semejante fumigación obre sobre un puro espíritu; pero puede estar tranquilo respecto a esto, si recuerda que los antiguos dotaron de cuerpos a los ángeles y a los demonios. Verdad es que sus cuerpos eran muy sutiles y tan ligeros como las pequeñas partículas que se desprenden de un pescado asado, y se parecían al humo que éste hace salir del fuego, y obraba sobre ellos por simpatía.

Por este procedimiento no sólo se consiguió hacer huir a Asmodeo, sino también que el ángel Gabriel le encadenara en el alto Egipto, donde está todavía. Vive en una gruta que está cerca de la ciudad de Saata o de Taata. Pablo Lucas lo vio, y nos habla de él. Es una serpiente que cortan en pedazos, y estos pedazos se vuelven a reunir en seguida y luego desaparece. Calmet cita el testimonio de Pablo Lucas, y yo quiero citarlo también. Podría añadirse la teoría de Pablo Lucas a la teoría de los vampiros en la primera compilación que el abate Guyón imprima.