sábado, 31 de diciembre de 2011

Aqui estoy yo con mi son - Frankie Hernandez


jueves, 29 de diciembre de 2011

Aforismos de Flaubert en las cartas a Louise Colet - Selección: Elsy Rosas Crespo




¡Si me hubieras amado a los diecisiete años, qué cretino sería ahora! La feliclidad es como la sífilis: si se contrae demasiado joven, puede estropear completamente el temperamento.



Un polvo dura un minuto, y lo has deseado durante meses.

La felicidad es una mentira cuya búsqueda causa todas las calamidades de la vida.

Ser tonto, egoísta y tener buena salud, son las tres condiciones requeridas para ser feliz.

Más que galopar, Pegaso suele ir al paso. Todo el talento consiste en tomar el ritmo que uno quiere.

Las mujeres confunden el culo con el corazón y creen que la luna está hecha para alumbrar su cuarto.

Yo soy un arabesco de marquetería; hay trozos de marfil, de oro y de hierro; los hay de cartón pintado; los hay de diamante; los hay de hoja de lata.

Al amor le pusieron una venda, pues resultaba embarazoso representar sus ojos. Habría sido algo demasiado feo. Lleva tanto tiempo llorando que han de estar rojos.

Hay que poner el corazón en el arte, la inteligencia en el comercio del mundo, el cuerpo allá donde se encuentre bien, la bolsa en el bolsillo y la esperanza en parte alguna.

No hay un cretino que no haya soñado ser un gran hombre, ni un burro que, al contemplarse en el arroyo junto al que pasaba, no se mirara con placer, encontrándose aires de caballo.

Siempre soy sincero, y no puedes acusarme de haber mentido ni fingido un solo minuto, pues desde la primera hora, desde la primera palabra, dije todo eso; desde el bautismo anuncié el entierro.

Ya he sido amado antes, y mucho, aunque soy de esos seres a los que se olvida pronto, más aptos para hacer nacer la emoción que para hacerla durar. Siempre me quieren un poco como algo raro.

Comprendo como cualquier otro lo que debe de experimentarse viendo dormir a un hijo. Yo no habría sido mal padre; pero ¿para qué hacer salir de la nada lo que duerme? Hacer venir a un ser es traer a un desdichado.

Todo el talento de escribir no consiste, después de todo, más que en la elección de las palabras. La precisión es la que hace la fuerza. En estilo es como en música: lo más hermoso y lo más raro que hay es la pureza del sonido.

Lo que a mí me parece lo más elevado del Arte (y lo más difícil) no es hacer reir ni llorar, ni poner cachondo o enfurecer, sino obrar al modo de la naturaleza, es decir, hacer soñar. Por eso las obras más hermosas poseen ese carácter. Son serenas de aspecto e incomprensibles.

El amor no está, y no debe estar, en el primer plano de la vida; debe quedarse en la trastienda. Hay otras cosas antes que él, en el alma, que están, creo, más cerca de la luz, más próximas al sol. Conque, si tomas el amor como plato fuerte de la vida: no. Como condimento: sí.



¿Por qué no amarnos como debe uno amarse cuando tiene inteligencia? ¿Por qué no disfrutar simplemente del placer de estar juntos, buscarlo, escribírnoslo de vez en cuando, vernos con el rostro risueño y el corazón abierto, y que todo quede ahí? No merece la pena el no ser perfectos imbéciles, si es para vivir como locos. Cuando se quiere que un río corra más aprisa, se estrecha, se hace más profundo, pero sus aguas son turbias. Cuando se suena uno demasiado fuerte, se sangra. Cuando se zambulle uno demasiado hondo, se rompe la cabeza. Cuando se ama irracionalmente, se sufre desmesuradamente.

sábado, 24 de diciembre de 2011

Cuando la gordura perdió su buen nombre - Georges Vigarello


Algunos datos y desmentidos pintorescos: la gordura perdió su buen nombre en el siglo XIV, el último de grandes hambrunas en Europa; las órdenes mendicantes fueron los primeros propagandistas contra la obesidad; la costumbre de pesar el cuerpo humano se implantó en el siglo XIX; a los contemporáneos de Pedro Pablo Rubens, las modelos del pintor flamenco tampoco les parecían muy 'normales' (esas comillas, por favor)... Son anécdotas que proceden de 'La metamorfosis de la grasa' (Editorial Península), ensayo del historiador francés Georges Vigarello, libro que se explica mejor por su subtítulo: 'Historia de la obesidad'.
Porque, más allá de las anécdotas, el ensayo tiene una sustancia: la aparición y la evolución del estigma social que ha caído sobre los obesos, y, en paralelo, la historia de su percepción y tratamiento médico, su representación artística y su presencia en la 'cultura popular'. Cinco extractos del ensayo ilustran esa evolución:

Reproches mutantes

"Las críticas [a la obesidad] se vuelven más psicológicas cuando se acentúa el individualismo de las sociedades, cuando se proclama la autonomía o la afirmación del yo. Los 'fracasos' son entonces más íntimos, más afectivos. De ahí que, en el siglo XVIII, las corpulentas anatomías de los individuos de las regiones del norte se asocien a la 'apatía', o que, en las descripciones presociológicas de la literatura romántica (por ejemplo, la del atormentado 'gordo y triste que describe Granville en 'Les petites misères de la vie humaine', en 1843) se asocie el 'egoísmo' al 'gordo'. [...] A finales del siglo XIX, Manuel Leven inauguró una larga tradición de tratados donde se asociaba la obesidad con la neurosis".

Baja Edad Media

"De pronto [en la Baja Edad Media], también se exige mayor sutileza al cuerpo femenino, que debe ser completamente distinto al masculino, tener los miembros delicados y frágiles y dirigir la mirada hacia lo alto más que hacia lo bajo; 'esbelta, robusta y erguida' es la doncella de Iván. En las descripciones de la época, el cuerpo femenino es más frágil y más delgado que el del varón, no obstante lo cual debe insinuar carnalidad, combinar el refinamiento con la carne tierna, la gracilidad con la exuberancia. 'En Francia, sólo a finales del siglo XIII comenzó a considerarse bella la cintura estrecha y una anchura de pecho razonable'".

Renacimiento

"[En el Renacimiento] la gordura física se convierte en una torpeza generalizada. El volumen se convertirá en 'lerdez', en inadaptación a un mundo donde la actividad cobrará un nuevo valor. Antes del Renacimiento, la debilidad no se había pasado por alto, ni se había ignorado la lentitud. Pero la mentalidad se fijaba más en la glotonería, en la gula. Su fijación eran los pecados capitales. Mientras que las preocupaciones de la modernidad son la indolencia y la eficacia. [...] La gordura ya no es más que una forma de decadencia que condena ineluctiblemente a la estigmatización y el rechazo".

Siglo XVIII

"De pronto [en la Ilustración], la crítica de la gordura se reorientó al poner el énfasis en la impotencia, la esterilidad y al centrarse en la falta vital hasta el extremo de estigmatizar por primera vez 'lo superfluo' de la civilización, el exceso de artificio y de agitación convertido en redundancia e inutilidad. Se trataba de una crítica que apuntaba a algo que en la época solía considerarse despreciable: la pérdida de sensibilidad. El gordo se convirtió así en un impotente".

En nuestro mundo

"Un fenómeno completamente nuevo caracteriza a la obesidad en nuestros días: se ha convertido en una epidemia, en una 'enfermedad' común muy extendida y perfectamente identificada. El obeso es un enfermo social, un estorbo caro, un individuo sin voluntad."
"[El obeso tiene] la inevitable sensación de estar desgarrado: siente su identidad quebrada y, al mismo tiempo constata la imposibilidad de recomponerla. El sujeto vive en un cuerpo que le traiciona".
"El impacto de la obesidad es inversamente proporcional al nivel de ingresos familiares. Lo cual subvierte el esquema 'burgués' según el cual la obesidad era específica de las clases dominantes".

jueves, 22 de diciembre de 2011

miércoles, 21 de diciembre de 2011



Diógenes de Sínope (400-323 a. C.)



DIÓGENES EL PERRO

Diógenes de Sínope (400-323 a. C.) es uno de los filósofos más simpáticos de todos los tiempos. Respecto a su muerte, circulan varias leyendas, entre las cuales merece la pena citar dos: la primera, fue inventada por alguno de sus enemigos que nos dice que un día que se encontró con unos perros que estaban peleándose por un pulpo, y Diógenes decidió que era tan bueno que se metió en la pelea y uno de los perros le mordió en el tendón de Aquiles y se murió. La otra dice que, llegado a viejo, pensó que ya era el momento de descansar, por lo que decidió contener la respiración hasta morir.

Diógenes defendió el cosmopolitismo, una idea ético-política que luego se extendió entre los estoicos romanos y que es el germen de todo proyecto civilizador, pues consiste en poner lo humano por encima de cualquier patria.

Una vez instalado en Atenas, resolvió dedicarse a cultivar su mente y eligió por maestro a Antístenes, un personaje estrambótico, con escasa vocación pedagógica.

El pensamiento de Diógenes es, por encima de todas las cosas, un pensamiento contrario al sentido común, esto es, a lo que piensa y hace la mayoría de la gente vulgar.

Diógenes sabía que el hombre es blando, débil y perverso por naturaleza y él mismo se sometía a un duro entrenamiento para vigorizarse y vencer la pereza natural. De modo que el naturalismo de nuestro amigo se limitaba a señalar la artificiosidad de muchas de nuestras convenciones; y que para ser feliz no se precisa una sobreabundancia de bienes externos.

Su mayor beneficio de la Filosofía era el sentirse prevenido contra cualquier avatar de la fortuna.

Respecto a la muerte, supo mostrarse con la indiferencia que se le suponía a todos los buenos filósofos, y así, decía: “pues en nada es temible la muerte, que cuando se presente no es sentida”. En consecuencia, tampoco era muy religioso.

Llegó a venderse a sí mismo en varias ocasiones como esclavo, para agarrar algún dinero y repartirlo entre las prostitutas más alegres de Atenas.

Pese a que nuca dejó de incordiar a los atenienses, el día en que murió, todos sintieron su falta en la ciudad. Con ello reconocían lo que hoy sabemos todos: que Diógenes fue un personaje que impregnó la vida ateniense de un profundo sentido de la ética; imprimió un giro divertido a la Filosofía; supo no ceder ante ninguna tibieza y mostrarse siempre radical y certero en sus planteamientos; jamás se doblegó ante el poder ni ante el dinero; nos enseñó que no hay mas riqueza que la alegría y la jovialidad; supo descubrir la dicha que se esconde tras las cosas más sencillas, y dejó un lección inmensa: que quien sea fuerte, se mantendrá siempre libre, aun en medio de la esclavitud.

viernes, 16 de diciembre de 2011

domingo, 11 de diciembre de 2011

LA SIMPLICIDAD - Henri Michaux




Lo que ha faltado sobre todo hasta el presente a mi vida, ha sido simplicidad. Poco a poco comienzo a cambiar.

Ahora, por ejemplo, siempre que salgo, llevo mi cama conmigo, y cuando una mujer me agrada, la tomo y me acuesto con ella al instante.

Si sus orejas o su nariz son feas y grandes, se las quito juntamente con la ropa y las pongo debajo de la cama. Allí las encontrará ella al partir. Sólo guardo lo que me agrada.

Si su ropa interior ganara al ser cambiada, la cambio en seguida. Ese será mi regalo.

Si entretanto veo a otra mujer más agradable que pasa, me excuso ante la primera y la hago desaparecer inmediatamente.

Personas que me conocen sostienen que no soy capaz de hacer eso que digo; que no tengo suficiente temperamento para ello. Yo también lo creía así, pero era porque no hacía todo como se me antojaba.

Ahora, paso siempre muy lindas tardes. (Por la mañana trabajo.)

sábado, 3 de diciembre de 2011

El teléfono público - Raúl Henao



Al mediodía acostumbraba sentarme en un solitario café del centro de la ciudad donde jamás vi a nadie mientras tomaba mi tinto diario, a no ser alguna persona hablando en el teléfono público, quiero decir, la misma persona: un hombre calvo, de baja estatura y traje oliva gastado.

Yo me divertía mirando los gestos disparatados que hacía en el teléfono y solía pensar que fuera quien fuera su interlocutor, esa conversación debería dejarlo completamente extenuado.

¿Cómo se las arreglaba el propietario de aquel café con tan poca clientela? ¿Conseguiría cubrir el costo diario del mencionado local? No dejaba de hacerme esa clase de preguntas sin encontrarles respuesta. Aunque a decir verdad, lo que me sacaba de quicio era el hombre del teléfono público... ¿Qué hacía allí, a esa hora precisamente? ¿Con quién hablaba? Ya eran demasiadas preguntas.

Más adelante, sin embargo, tuve la ocurrencia de asomarme al café a una hora desacostumbrada: todo estaba como lo dejara al mediodía y exactamente allí frente a mis ojos tenía al hombre calvo hablando por teléfono.

Confieso que de vuelta a mi apartamento me hallaba realmente perplejo y me vino a la cabeza la mala idea de permanecer en el café durante todo el transcurso del día siguiente.

Apenas despuntó la mañana, me apresuré a tomar el autobús y en un dos por tres estuve plantado delante del establecimiento que a pesar de lo temprano de la hora tenía sus puertas abiertas al público... Como lo imaginé adentro se encontraba el hombre calvo hablando por teléfono.

Siguiendo al pie de la letra el plan que me trazara con anterioridad, permanecía sentado el resto del día. Nadie asomó las narices en el entreacto y el hombre calvo continuó hablando desesperadamente a lo largo del día.

Comprendí que debía hacer algo si deseaba aclarar aquella molesta situación y mirando mecánicamente el reloj me aproximé al hombre del teléfono.

—Escuche amigo ¿No cree que ya es bastante? Nunca he podido hacer una sola llamada porque usted está siempre pegado a la bocina. ¿Qué diablos se trae, eh? ...Permítame el teléfono.

El hombre calvo se volvió hacia mí enjugándose el sudor que le corría por la frente con la manga de su camisa y esbozando un gesto de profundo alivio me pasó el auricular que tenía en la mano.

—Es completamente suyo, completamente suyo- exclamó, echando a correr al fondo de la calle.

—Vaya la clase de chiflados que tenemos últimamente en la ciudad —murmuré entre dientes, marcando a continuación un número cualquiera, más por justificar mi acción que por necesidad real de hacer la llamada. Y aunque había marcado el número de mi propia oficina no pude identificar la voz chillona que me contestó al otro extremo de la línea.

Entonces, excusándome, traté de colgar el teléfono, pero no pude hacerlo. De pronto, todo fue para mí de una claridad aterradora. Al otro lado, la voz chillona me decía:

—Le ha tocado el turno, ahora debe esperar que alguien le pida el teléfono para llamar a su vez.

***

Tomado del libro: Párrafos de aire, Primera antología del poema en prosa colombiano, de Fredy Yezzed, Editorial Universidad de Antioquia, 2010

viernes, 2 de diciembre de 2011

Else Lasker Schuler (Alemania)




Escucha


"Ultima canción a Giselheer"


Robo en las noches
Las rosas de tu boca,
Que ninguna mujer te beba.

La que te abraza
Me arranca lo que en mi sobrecogimiento
Pinté en torno a tus miembros.

Soy el borde de tu camino
La que te roza
cae desde lo alto.

¿Sientes mi vida entera
Por todas partes
Como orla distante?

sábado, 26 de noviembre de 2011

lunes, 21 de noviembre de 2011

lunes, 14 de noviembre de 2011

viernes, 11 de noviembre de 2011

Cartografía de las revelaciones - Alfredo Pérez Alencart




COMUNIÓN CON JUAN DE YEPES


Mío también es ese corazón
que una vez dijo: fuente, cielo,
pan, cántico, agua, amor, vida…

Recuerdo el verbo del génesis
y la ebriedad no llena mi alma
cuando digo oraciones sagradas
hasta hallar sobrevida en la fe
que nutre generación tras generación.

Y, aunque es de noche en Ávila,
recojo ese corazón
que no es para los ojos.

Por mi sangre gira la última cena.
Por mi pecho se posa la paloma
que pacifica a los recién llegados.
Por mi abierta piel entra la luz
para la ceremonia del domingo.

Y, aunque es de noche en Ávila,
guardo como sol de mediodía
este abrazo con mi hermano mayor.


Diálogo con Juan de la Cruz (Homenaje en Ávila, 2008)



LOS HUESOS DE ALREDEDOR


Estos huesos de la fosa descubierta
iban por el camino recto
de la vida.

Desde hoy cambiarán de postura: sólo de lugar,
nunca de destino, nunca como esos
cuya baba era de cal y de estólida locura
fusilante.

Hoy Pepe Mateos ha encontrado los huesos
de su padre (1936-2007): hoy lo he visto sudar
bajo un cielo de granizo.

Lo he visto en un pueblo de Castilla, escarbando
la tierra con sus uñas y con el ADN de su sangre.
Lo he visto exhumando 14 cadáveres hasta
ordenar sus huesos más queridos.

Hoy he visto llorar a Pepe Mateos,
llorar con ojos de huérfano, como niño todavía
con sus lagrimales resecos
soportando veintitrés mil días de duelo.

Lo he visto en Pelabravo
limpiando los huesos del padre para inhumarlos
como corresponde, para que la muerte
no siga amasando más tristezas.

Lo he visto conversando con Luis Calvo
mientras peinaba sus canas y guardaba las gafas,
porque desde hoy puede ver
cómo se alarga la sombra de su padre,
ya libremente
por la fría meseta castellana.


NUEVE


En Portugal también los vientos tienen códigos indescifrables,
genealogías volando en alas de la nostalgia,
prolijas costumbres de ataviarse conforme a las estaciones.
Yo tomé sus medidas más allá de la frontera,
arriba del castillo de Lisboa o en una solitaria playa
de la península de Troia.


EL CIRCO


Instalado el circo para la función incancelable
la multitud se inflama bajo una carpa en cuyo ruedo
el anfitrión anuncia el comienzo de las payasadas.

Me sobra dolor para reír felicidades inventadas.
Basta raspar el maquillaje para ver que los payasos
están a punto de llorar, que el griterío agota su paciencia,
que confluyen desastres vitalicios transitando
la humedad de sus miradas.

En las gradas galopa la desmesura
porque persisten olvidos de otras desesperaciones,
partes del mundo dando aletazos de despedida,
ejecuciones por partida triple… Hay una desmemoria
general que sale a relucir, exhalando el veneno
de sus propias leyes conculcantes.

Más allá de los aplausos, el anfitrión ansía coronarse
como el más visible de los cruzados,
como el más obsequioso de los parlanchines,
como el prócer que guiña a la masa creyéndose admirado.

Lanzo piedras contra la jaula y acallo el parloteo
inexplicable que sale de su boca. La culpa
no es de los payasos contratados para esta comedia
ofrecida a quienes nada importa el asco del trasfondo.

Hay grosera embriaguez ubicua, repentinos palos
de ciego: moho, mucho moho en la corona
y en la caperuza del anfitrión que ahora gesticula
como un orate, arañando el aire con negros dedales,
contaminándolo con sus gases.


LAS PÉRDIDAS


Estos años he perdido a tantos. Los heraldos
golpearon la puerta hasta abrirme de par en par con terribles
noticias. Orfebres del funeral fueron,
con taparrabos y vasos quebrados. Me acongojaron,
me trajeron neuralgias, dolores diferentes, aguas amargas,
huyentes narcóticos, timbales ensordeciéndome
los oídos.

Sé de besos desmayados, de fríos abrazos. Muertes con pies
sangrantes que no me dejan dormir. Muertes esquilando
con su inmensa rosa negra. Muertes
que simulan dar leche mientras preparan sus zarpas.
He perdido a tantos por destino o fatalidad. A veces la vida
era tan nueva que se iba en unos cuantos vagidos.
Otras ni mirto ni laurel: sólo coronas
de azafranes para quienes ya flotan por las noches
y vuelven hacia mí.

La muerte es adúltera y se calca en cualquier desolado carril.
No hay escapatoria a su escopeta, a su coscorrón
destructor remoloneando al margen de la ley. En los huesos
está el reloj, la carta de la muerte rutilante y agresiva.

Trueco algunas temporadas de fulgor. Alto precio a pagar
por yacer bajo otra luz del comienzo y del fin. La
muerte se carcajea de mí al tomarle por cierta
en vez de mandarle que salte al revés, quitándole su espinazo
infractor. Pongo el ojo abierto por los muertos
que me sostienen con su voz derramada en todas partes. He
sabido que sus huellas me pertenecen. Soy mitad de mí
mismo si no los pierdo para siempre.

Perder a tantos une simplemente, suma mundos
con todas sus sombras ya muy cerca de mí.

sábado, 5 de noviembre de 2011

jueves, 3 de noviembre de 2011

Gonzalo Rojas, 1917




Carbón


Veo un río veloz brillar como un cuchillo, partir
mi Lebú en dos mitades de fragancia, lo escucho,
lo huelo, lo acaricio, lo recorro en un beso de niño como entonces,
cuando el viento y la lluvia me mecían, lo siento
como una arteria más entre mis sienes y mi almohada.

Es él. Está lloviendo.
Es él. Mi padre viene mojado. Es un olor
a caballo mojado. Es Juan Antonio
Rojas sobre un caballo atravesando un río.
No hay novedad. La noche torrencial se derrumba
como mina inundada, y un rayo la estremece.

Madre, ya va a llegar: abramos el portón,
dame esa luz, yo quiero recibirlo
antes que mis hermanos. Déjame que le lleve un buen vaso de vino
para que se reponga, y me estreche en un beso,
y me clave las púas de su barba.

Ahí viene el hombre, ahí viene
embarrado, enrabiado contra la desventura, furioso
contra la explotación, muerto de hambre, allí viene
debajo de su poncho de Castilla.

Ah, minero inmortal, ésta es tu casa
de roble, que tú mismo construiste. Adelante:
te he venido a esperar, yo soy el séptimo
de tus hijos.
No importa
que hayan pasado tantas estrellas por el cielo de estos años,
que hayamos enterrado a tu mujer en un terrible agosto,
porque tú y ella estáis multiplicados. No
importa que la noche nos haya sido negra
por igual a los dos.
-Pasa, no estés ahí
mirándome, sin verme, debajo de la lluvia.

miércoles, 2 de noviembre de 2011

César Vallejo, 1918




LA CENA MISERABLE


Hasta cuándo estaremos esperando lo que
no se nos debe... Y en qué recodo estiraremos
nuestra pobre rodilla para siempre! Hasta cuándo
la cruz que nos alienta no detendrá sus remos.
Hasta cuándo la Duda nos brindará blasones
por haber padecido!...
Ya nos hemos sentado
mucho a la mesa, con la amargura de un niño
que a media noche, llora de hambre, desvelado...
Y cuándo nos veremos con los demás, al borde
de una mañana eterna, desayunados todos!
Hasta cuándo este valle de lágrimas, a donde
yo nunca dije que me trajeran.
De codos
todo bañado en llanto, repito cabizbajo
y vencido: hasta cuándo la cena durará.
Hay alguien que ha bebido mucho, y se burla,
y acerca y aleja de nosotros, como negra cuchara
de amarga esencia humana, la tumba...
Y menos sabe
ese oscuro hasta cuándo la cena durará!

viernes, 28 de octubre de 2011

El rey Licaón



En la mitología griega Licaón era un rey de Arcadia hijo de Pelasgo (al que sucedió) y de Melibea, Cilene o Deyanira. Otras versiones lo hacen hijo de Titán y la Tierra.
Era un rey culto y religioso, muy querido por su pueblo, al que ayudó a abandonar la vida salvaje que habían llevado hasta entonces. Fundó la ciudad de Licosura, una de las más antiguas de Grecia, y en ella erigió un altar a Zeus Licio. Pero su apasionada religiosidad le llevó a realizar sacrificios humanos, lo que degeneró su posterior metamorfosis. Ovidio afirma que llegó al punto de sacrificar a todos los extranjeros que llegaban a su casa, violando la sagrada ley de la hospitalidad.



Enterado de esta aberración, Zeus se hizo pasar por un peregrino y se hospedó en su palacio. Licaón se preparó para asesinarle, pero alertado por algunas señales divinas, quiso asegurarse antes de que el huésped no era un dios, como afirmaban sus temerosos súbditos. Para ello hizo cocinar la carne de una de sus víctimas o de un esclavo, y se lo sirvió a Zeus. Éste montó en cólera y transformó a Licaón en un lobo, incendiando después el palacio que había sido testigo de tanta crueldad.
Licaón fue padre de una numerosa prole (algunos autores afirman que llegaban a cincuenta), tenidos de distintas mujeres. Los hijos de Licaón eran famosos por su insolencia e impiedad, y sus crímenes llegaron a oídos de Zeus, que se disfrazó de viejo mendigo y acudió al palacio de los licaónidas para comprobar si los rumores eran ciertos. Los jóvenes príncipes tuvieron la osadía de asesinar a su propio hermano Níctimo y servir sus entrañas al huésped, mezcladas con las de animales. Zeus descubrió el engaño y enfurecido convirtió a todos en lobos, los fulminó con su rayo o tuvieron que exiliarse para siempre, según las versiones. Después devolvió la vida a Níctimo, que sucedió a su padre en el reino de Arcadia.



Según Apolodoro fue en el reinado de éste último cuando se produjo el diluvio de Deucalión, provocado precisamente por ira que generó a Zeus la impiedad de los hijos de Licaón.
Suidas ofrece otra versión de la historia, según la cual Licaón había extendido, con el fin de que su pueblo se volviese más piadoso, el rumor de que Zeus iba a visitarle a menudo de incógnito. Para comprobarlo sus hijos fueron los que mataron a un niño y mezclaron su carne con la de los bueyes preparados para el sacrificio al dios, que fulminó con un rayo a los asesinos. Fue entonces cuando Licaón, inocente, instituyó las lupercales.

miércoles, 26 de octubre de 2011

Las Mil y una Noches




Historia de un pescador


Érase un pescador viejísimo y tan pobre que apenas ganaba para mantener a su esposa y a sus tres hijos.

Cierto día, después de haber echado sus redes inútilmente por dos veces, sintió gran placer al notar que, a la tercera, pesaba de tal modo la red que a duras penas podía tirar de ella hasta la orilla.

¡Pero cuál no sería su desencanto viendo que sólo había pescado cascajo, piedras y el esqueleto de un asno!

Rezó, empero, una fervorosa plegaria, echó las redes por cuarta vez y, cuando las hubo sacado a la playa, observó, con sorpresa, que contenían una copa de bronce cuidadosamente cerrada y con un sello.

-Bueno -se dijo-, la venderé al fundidor y con su producto compraré una medida de trigo.

Tomó su cuchillo y tras no poco trabajó logró romper el sello y destapar la copa. La volvió boca abajo, pero no salió nada. Entonces se la acercó a los ojos y, mientras miraba atentamente a su fondo, salió una columna de humo densísimo que se elevó hasta las nubes, y extendiéndose sobre el mar y las montañas formó un negro nubarrón.

Cuando todo el humo salió de la copa, apareció un Genio cuya estatura era dos o tres veces mayor que la de un gigante.

Al ver aquel monstruo, el pescador, horrorizado, quiso huir, pero el miedo le dejó como petrificado en la playa.

¡Salomón! Gran Profeta de Dios -exclamó el Genio-, perdóname; jamás me opondré a tu voluntad, y tus órdenes serán puntualmente obedecidas.

- ¿Qué es lo que decís, espíritu soberbio? -replicó el pescador con extrañeza-. Hace más de mil ochocientos años que murió Salomón.

-Háblame con más cortesía, o te arranco la existencia, repuso el Genio en tono de amenaza.

-¿Es decir, que me mataréis en pago de haberos puesto en libertad? ¡Pues vaya una recompensa! ¡Pronto lo habéis olvidado!

-Esto no se opone a que mueras a mis manos, y la única gracia que te concedo es que elijas la clase de muerte que va a poner fin a tus días.

-Pero, ¿en qué he podido ofenderos? -preguntó el infeliz pescador, lleno de angustia.

-En nada, pero es forzoso que te trate así, y como prueba de ello escucha mi historia:


«Yo soy uno de esos espíritus malignos que se han rebelado contra la voluntad de Dios. Todos los Genios, menos Sacar y yo, prestaron obediencia al gran profeta Salomón, y este rey, en venganza, me mandó aprisionar y conducir delante de su trono, como en efecto se verificó. A su intimación expresa para que le jurase fidelidad, le respondí con una altanera negativa, y Salomón, en castigo, me encerró dentro de esa copa de cobre, cerrada y sellada por el mismo monarca. Después fui arrojado al mar en mi estrecha cárcel. Durante el primer siglo de prisión juré hacer rico y feliz al hombre que me librase de tormento antes de transcurrir cien años. Pero nadie vino en mi auxilio. En el segundo siglo juré dar a mi libertador todos los tesoros de la tierra, y ninguno apareció. Al tercero, prometí convertir en rey al que me sacara de la copa y prolongar los días de su vida. Por último, desesperado ya, al cuarto siglo de cautiverio juré matar al hombre que me devolviese la libertad y la luz del sol. Ese hombre has sido tú, y, por consiguiente, prepárate a morir, y dime cómo quieres que te mate. Debo cumplir mi juramento.»

En vano le dijo el pescador que aquello era una injusticia, que iba a pagar el bien con un crimen, y a dejar huérfanos a sus tres inocentes hijos; el Genio se mostró iracundo e inexorable.

La necesidad aguza el ingenio, y al pobre pescador se le ocurrió una ingeniosa estratagema.

-Ya que no puedo evitar la muerte -dijo-, me someto a la voluntad de Dios, pero antes de morir quisiera que me dijeras la verdad sobre una duda que tengo.

-Pregunta lo que quieras y despacha pronto -repuso el Genio.

-¿Es verdad que estabas dentro de esa copa?

-Sí, lo juro.

-Pues no puedo creerte, porque es imposible que se encierre tu cuerpo en un sitio tan pequeño, que apenas es capaz de contener una de tus manos. No lo creeré sino viéndolo.

-Pues, para que te convenzas, lo vas a ver ahora mismo.

Entonces se disolvió el cuerpo del Genio, que, cambiado en humo, empezó a entrar poco a poco en la copa, hasta que no quedó fuera ni una sola partícula.

-Y bien: ¿me creerás ahora, incrédulo pescador? - exclamó la voz del Genio.

El pescador, en vez de responder, se apresuró a cerrar la copa con la tapadera. Al verse encerrado nuevamente, el Genio, se enfureció y se esforzó por salir de la copa; pero fue en vano, porque se lo impedía el sello de Salomón, que el pescador había vuelto a ajustar. Recurrió entonces a las súplicas y a los ofrecimientos, asegurando que cuanto había dicho hasta entonces fue chanza; mas el pescador, lejos de ablandarse, replicó:

-Me guardaré muy mucho de dejarte salir, maldito Genio, que pagas con la muerte los beneficios que se te hacen. Voy a arrojar la copa al mar y a avisar a todos mis compañeros que no vengan a echar sus redes en este sitio, y que si llegan a pescar algún día la copa, la vuelvan a arrojar enseguida, si no quieren morir. Y mientras la acabo de cerrar bien para que no puedas escaparte, voy a referirte la historia del Rey leproso y de su médico, para que te sirva de enseñanza...

sábado, 15 de octubre de 2011

El bestiario o cortejo de Orfeo - Guillaume Apollinaire




I. El dromedario

Teniendo cuatro dromedarios
Don Pedro de Alfarubeira
Fue por el mundo y lo admiró.
Él hizo lo que hiciera yo
Teniendo cuatro dromedarios.

2. La cabra del Tibet

Los pelos de esta cabra, y esos
Dorados, el embeleso
De Jasón, nada son al lado
De los que me han enamorado.

3. La langosta

Es esta la esbelta langosta,
El alimento de San Juan;
Ojalá mis versos, como ella,
De buenas gentes sea el pan.

4. El delfín

Delfines, jugáis en el mar,
Pero las olas son amargas.
¿A veces brota mi alegría?
La vida es siempre despiadada.

5. Elcangrejo

Incertidumbre, iremos lejos
y alegres, sin volver jamás,
Así como van los cangrejos;
De para atrás... de para atrás...

6. La carpa

En los estanques y en las charcas,
Cuánto tiempo vivís, ¡áh carpas!
¿Acaso la muerte os olvida,
Peces de la melancolía?

sábado, 8 de octubre de 2011

Flegias



Hijo de Ares y Dotis o bien de Ares y de Crisa, fue rey de los Lapitas en la Mitología griega. Sucedió a Eteocles en el trono de Orcómeno donde fundó Flegias. Al morir, sus dos hijos habían fallecido ya, por lo que el trono fue ocupado por su sobrino Crises. Dichos hijos fueron Ixión y Corónide.

Flegias habría hecho un viaje al Peloponeso para espiar el país y preparar una expedición de rapiña. En el curso del viaje, su hija Corónide habría sido seducida por Apolo (fruto de esta relación nacería Asclepio y el viaje explicaría la razón demográfica de que Epidauro fuese su lugar natal). Una vez Corónide hubo yacido con Apolo y dado a luz a su hijo Asclepio, se enamoró de Isquis, hijo de Élato. Un cuervo informó a Apolo del romance y éste, ofuscado por el insulto y los celos, envió a su hermana Artemisa para que asesinara a Corónide. Sin embargo, Apolo rescató al bebé entregándoselo al centauro Quirón para que lo criara. Flegias se encolerizó y prendió fuego al templo de Apolo, en Delfos, por lo que éste le mató. En otras versiones se dice que Flegias viajó al Peloponeso en compañía de su hija y que durante el viaje Apolo sedujo a Corónide quien dio a luz en secreto al pie de una montaña llamada Mirtio, en tierras de Epidauro.

Según Virgilio, Flegias pena en los infiernos por su impiedad. Dante lo presenta como barquero de las almas que cruzan el Estigia, uno de los tres afluentes del Hades en la Divina Comedia, lugar donde Flegias es quien conduce una barca a través de estas aguas.

Murió luchando contra los tebanos Lico y Nicteo.

En el libro VI de la Eneida, se dice que Flegias impuso una poderosa tiranía sobre los Lapitas, cambió leyes cuando se le dieron sobornos y él mismo raptó a Corónide, a pesar de su rabia contra Apolo por haber hecho lo mismo.

domingo, 2 de octubre de 2011

De las vanidades del mundo - Ferrat Sánchez Calavera (mitad s. XV)





Por Dios, señores, quitemos el velo
que turba e ciega así nuestra vista;
miremos la muerte qu'el mundo conquista
lanzando lo alto e baxo por suelo.
Los nuestros gemidos traspasen el cielo
a Dios demandando cada uno perdón
de aquellas ofensas que en toda sazón
le fizo el viejo, mancebo, mozuelo.

Ca non es vida la que bevimos,
pues que biviendo se viene llegando
la muerte cruel, esquiva; e cuando
pensamos bevir, estonce morimos.
Somos bien ciertos dónde nascimos;
mas no somos ciertos a dónde moremos.
Certidumbre de vida un ora non avemos;
Con llanto venimos, con llanto nos imos.

¿Qué se fizieron los emperadores,
papas e reyes, grandes perlados,
duques e condes, cavalleros famados,
los ricos, los fuertes e los sabidores,
e cuantos servieron lealmente amores
faziendo sus armas en todas las partes,
e los que fallaron ciencias e artes,
doctores, poetas e los trobadores?

¿Padres e fijos, hermanos, parientes,
amigos, amigas, que mucho amamos,
con quien comimos, bevimos, folgamos,
muchas garridas e fermosas gentes,
dueñas, doncellas, mancebos valientes
que logran so tierra las sus mancebías,
e otros señores que ha pocos días
que nosotros vimos aquí estar presentes?

¿El duque de Cabra e el almirante
e otros muy grandes asaz de Castilla,
agora Ruy Díez, que puso mancilla
su muerte a las gentes en tal estante
que la su grant fama fasta en Levante
sonava en proeza e en toda bondat
que en esta grant corte luzié por verdat
su noble meneo e gentil semblante?

Todos aquestos que aquí son nombrados,
Los unos son fechos cenizas e nada;
Los otros son huesos, la carne quitada
E son derramados por los fonsados;
Los otros están ya descoyuntados,
cabeças sin cuerpos, sin pies e sin manos;
los otros comienzan comer los gusanos;
los otros acaban de ser enterrados.

Pues ¿dó los imperios e dó los poderes,
reínos, rentas e los señoríos,
a dó las empresas, a dó los traheres?
¿A dó las cïencias, a dó los saberes,
a dó los maestros de la poetría;
a dó los rimares de grant maestría,
a dó los cantares, a dó los tañeres?

¿A dó los thesoros, vasallos, servientes,
a dó las firmalles, piedras precïosas;
a dó el aljófar, posadas costosas,
a dó el algalia e aguas olientes?
¿A dó paños de oro, cadenas luzientes,
a dó los collares, las jarreteras,
a dó peñas grisses, a dó peña veras,
a dó las sonajas que van retinentes?

¿A dó los combites, cenas e ayantares,
a dó la justas, a dó los torneos,
a dó nuevos trajes, estraños meneos,
a dó las artes de los danzadores,
a dó los comeres, a dó los manjares,
a dó la franqueza, a dó el espender,
a dó los rissos, a dó el plazer,
a dó menestriles, a dó los juglares?...

Pues ende buen sesso era guarnescer
de virtudes las almas que están despojadas,
tirar estas honras del cuerpo juntadas,
pues somos ciertos que se han de perder.
Quien este consejo quisiere fazer
non avrá miedo jamás de morir,
mas traspasará de muerte e bevir
vida por siempre sin le fallescer.

sábado, 24 de septiembre de 2011

viernes, 16 de septiembre de 2011

My One and Only Love - Sting

Recordar a los difuntos - Sören Kierkegaard



¿Acaso no se habla en el mundo a cada paso de que el amor debe ser libre? ¿Que no se puede amar en el momento que haya la menor imposición? ¿Que respecto del amor no debe existir absolutamente ninguna violencia?

¡Bien!, veamos ahora, al examinar la forma que se tiene de recordar amorosamente a los difuntos, qué es lo que pasa con el amor más libre de todos, ya que un muerto no le obliga a uno en absoluto.

Desde luego, en el momento de la separación, cuando no se puede evitar todavía la presencia del muerto, todos gritan y lloran. ¿Es ésta la tan cacareada libertad del amor? ¿Es esto amor a los difuntos?

Y después, poco a poco, a medida que el muerto se corrompe en el sepulcro, se va corrompiendo también sin saber cómo su recuerdo, hasta ignorar dónde se ha perdido; es decir, que lo que uno ha hecho es irse liberando poco a poco de un recuerdo tan pesado. Mas ¿será este modo de liberarse el propio de la libertad del amor? ¿Es esto amor a los difuntos?

Hay un proverbio que dice: "En quitándole de la vista, pronto se va también de la memoria" ["Ojos que no ven, corazón que no siente"].

Y podemos estar seguros de que los proverbios dicen en verdad lo que acontece en el mundo; claro que otra cosa muy distinta es la de que los proverbios desde el punto de vista cristiano siempre sean falsos.

Si fuese cierto todo eso que los hombres afirman acerca de lo de amar libremente, es decir, si se pusiera realmente en práctica y los hombres amasen de hecho de esa manera, entonces es indudable que también amarían a los muertos de un modo muy distinto al que lo hacen.

Pero las cosas suelen presentarse de la forma siguiente : en todo otro amor humano se incluye, por lo general, algo que coarta, aunque no sea más que el verse todos los días y la costumbre; por eso es tan difícil poder precisar hasta qué punto el amor se aferra libremente a su objeto, o en qué medida no es el objeto el que decididamente se impone.

En cambio, en la relación con un muerto no puede hacerse más evidente el ejercicio de la libertad amorosa. Aquí no hay nada, absolutamente nada, que se te imponga. Al revés, el recuerdo amoroso del muerto tiene que defenderse contra la realidad circundante, no sea que ésta, acumulando siempre nuevas impresiones, termine por borrar el recuerdo ; el cual también tiene que defenderse contra los embates del tiempo.

En una palabra, la memoria amorosa tendrá que defender su libertad en recordar contra todo aquello que pretenda forzarle a uno a olvidar.

Sin duda que el poderío del tiempo es enorme. Esto no se suele notar estando dentro del mismo tiempo, pues éste nos va escamoteando astutamente pequeñas porciones cada vez; quizá solamente se llegue a saber de veras en la eternidad, cuando se nos ofrezca la ocasión propicia de volver a contemplar y abarcar con la mirada todo lo que fuimos reuniendo con la ayuda del tiempo y los cuarenta años, poco más o menos, de vida.

Desde luego que el tiempo es una potencia peligrosa; nada hay más fácil que emprender algo en el tiempo, si no es el olvidar dónde se interrumpió la obra emprendida. Por eso el que empieza a leer un grueso volumen y no se fía de su memoria, acostumbra a poner alguna señal. Sin embargo, ¡cuántas veces no se olvidan los hombres, y a lo largo de su vida entera, de poner ciertas señales aquí y allá para anotar debidamente los puntos principales de la existencia!

Y ¿qué diremos de tener que guardar en el transcurso de los años la memoria de un muerto? Porque, desgraciadamente, el muerto no hace nada por ayudarte; más bien si hace algo, o al no hacer nada, lo único que hace con todos los medios a su alcance es darte a entender que le importa un comino tu conducta para con él. Y como si esto fuera poco, las diversas exigencias de la vida le reclaman a uno, y los otros vivos le hacen señas, diciéndole : "Vente con nosotros, que estamos dispuestos a amarte de veras."

Por el contrario, el muerto no puede hacer señas, incluso aunque lo deseara ; no, no puede hacer señas, no puede hacer absolutamente nada para mantenernos vinculados a él, ni siquiera es capaz de mover un dedo..., lo único que hace es yacer y corromperse en la fosa. Por tanto, ¡qué fácil para las potencias de la vida y del instante el desembarazarse de semejante impotente!

¡Ah, nadie hay que esté tan desamparado como un muerto! ¡Y en tanto desamparo es imposible que se ejerza la más mínima violencia sobre nadie! Y por esta razón no existe ningún amor más libre que el que representa la obra amorosa de guardar memoria de un difunto; ya que este recuerdo fiel es algo muy distinto de ese no poder olvidar al muerto en los primeros días.

sábado, 10 de septiembre de 2011

jueves, 8 de septiembre de 2011

Shuntaro Tanikawa (Tokio, Japón - 1931)




Escuela


La escuela está ardiendo.
De las ventanas de los salones
sale abundante humo negro.
Los pupitres están ardiendo.
Los tableros están ardiendo.
El cuadro que dibujé está ardiendo.
Ha explotado un piano en la sala de música.
El piso del gimnasio se hundió y
sobre el patio de juego la barra para izarse se
derritió.
La escuela está ardiendo.
No hay maestros en su interior.
Todos los alumnos están soñando.
La lengua anaranjada del fuego lame con dicha
la escuela completa.
La escuela grita y se retuerce
y lentamente se colapsa sobre tierra.
Zigzaguean chispas hacia el cielo.
¡Oye, escuela, qué tal te parece ahora!

jueves, 1 de septiembre de 2011

lunes, 15 de agosto de 2011

Los hecatónquiros





En la mitología griega, cuando Urano (Dios del Cielo) se casó con su hermana Gea o Gaia (Tierra y Diosa Madre) procrearon a los titanes , a los cíclopes y a los tres hecatónquiros o centimanos, gigantes con 100 brazos y 50 cabezas:

• Briareo: el vigoroso o el fuerte. En la Ilíada de Homero le llamaban Egeón (cabruno)
• Giges: el furioso
• Coto (Kottos)

Los hecatónquiros estaban relacionados con los terremotos, las tormentas y los huracanes; por ello, al igual que sus hermanos los cíclopes, se les relacionaba con la estación de lluvias.
Al nacer, su padre Urano vio que eran monstruos horribles envió al Tártaro (el lugar de sufrimiento y tormento) para que no vieran jamás la luz, ahí permanecieron hasta que el titán Cronos los liberó para que le ayudaran a derrocar a Urano castrándolo; una vez que Urano fue derrotado, Cronos se sintió amenazado de perder su autoridad y volvió a enviarlos al Tártaro.

Los hecatónquiros son de nuevo liberados, en esta ocasión por Zéus, hijo menor de Cronos, para que esta vez lo ayudaran a luchar contra los titanes y tratar de derrocar a Cronos en la guerra conocida como Titanomaquia; se dice que los hecatónquiros haciendo uso de sus 100 brazos, su gran fuerza y su habilidad, podían lanzar al mismo tiempo 300 rocas contra los titanes, con lo cual los superaron rápidamente y Zéus en agradecimiento, asignó a los hecatónquiros a cuidar de los Titanes cuando éstos fueron enviados al Tártaro. Más adelante, Giges y Coto se fueron a vivir al río Océano y Briareo a las profundidades del Mar Egeo.

domingo, 14 de agosto de 2011

viernes, 12 de agosto de 2011

Ryokan el Gran Tonto





Ryokan (1758-1831) fue un monje japonés de la secta Soto del Zen y uno de los poetas más amados de Oriente. La sencillez y la naturalidad caracterizan su vida y su obra. Vivió en una ermita solitaria, dedicado a la mendicidad, a la práctica del Zen y a la poesía.Daigu Ryokan (Ryokan el Gran Tonto) fue su nombre literario.


De Ryokan afirma Alan W. Watts en El Camino del Zen: “En cierto sentido, Ryokan es un San Francisco de Asís japonés, aunque mucho menos evidentemente religioso. Fue un tonto errante, que jugaba con los niños sin avergonzarse, vivía en una choza solitaria del bosque, bajo un techo de goteras y con una pared llena de poemas escritos en su letra maravillosamente ilegible, como patas de araña, tan apreciada por los calígrafos japoneses”.

Ryokan escribió haikú, tanka, poesía tradicional ykanshi (poemas chinos). Estos últimos, de los que se conocen unos cuatrocientos, están emparentados con la poesía clásica china, en especial con el estilo del poeta chino Han-shan (Kanzan).





POEMA PARA UN AMIGO AUSENTE

Primavera... Tarde en la noche doy un paseo.
Rastros de nieve persisten sobre pinos y cedros.
La luna radiante adorna las montañas.
Pienso en ti, a tantos ríos y montañas de aquí;
innumerables pensamientos, pero el pincel no se mueve.


GOGO-AN


El viento sopla en mi pequeña ermita,
no hay nada en la habitación.
Afuera, un millar de cedros;
en la pared, varios poemas escritos.
Ahora la tetera está cubierta de polvo,
y no se levanta humo de la marmita del arroz.
¿Quién golpea a mi puerta iluminada por la luna?
Sólo un viejo de la Aldea Oriental.



Me siento en silencio a escuchar las hojas que caen...
Una cabaña solitaria, una vida de renunciación.
Se esfuma el pasado y olvido las cosas.
La manga de mi túnica, humedecida por las lágrimas.



Una noche fría... Solo, en mi cuarto vacío,
ocupado nada más que por el humo del incienso.
Afuera, un centenar de bambúes;
sobre la cama, varios libros de poemas.
La luna brilla a través de la ventana,
y toda la vecindad en silencio, excepto por el ruido
de los insectos.
Miro esta escena con una inmensa emoción,
pero sin una palabra.



Cuando yo era un muchacho,
me gustaba jugar por todos lados.
Solía ponerme el vestido favorito
y montar en un caballo castaño de nariz blanca.
Hoy, paso la mañana en el pueblo
y la tarde bebiendo entre los duraznos florecidos del río.
De regreso a casa, he perdido el camino. ¿Dónde estoy?
Riendo, me encuentro cerca del burdel.


sábado, 6 de agosto de 2011

Juan Manuel Espinal Álvarez






El pequeño mono me mira
¡quisiera decirme
algo que se le olvida!




Matsúo Basho


miércoles, 3 de agosto de 2011

Jaroslav Seifert (Praga, 23 de septiembre de 1901 – Praga, 1986)




Canción


Agita un pañuelo blanco
el que se despide.
Cada día acaba algo,
acaba algo muy hermoso.

La paloma mensajera bate el aire con las alas,
de vuelta a casa.
Con esperanza y sin esperanza
siempre volvemos a casa.

Sécate las lágrimas
y sonríe con los ojos llorosos,
cada día empieza algo,
empieza algo muy hermoso.

jueves, 28 de julio de 2011

Wang wei (699-759 d. de c.)




EL TORRENTE DEL CANTO DE PÁJAROS


El hombre reposa, las flores de acacia caen.
La noche es tranquila, la montaña de primavera vacía.
La luna sale, sorprende a los pájaros de la montaña.
Entonces cantan, dentro del torrente de primavera.

martes, 26 de julio de 2011

La música de Joe Arroyo - El Espectador









Álvaro José Arroyo González nació en Cartagena el primero de noviembre de 1955. Su padre, Guillermo Arroyo, abandonó a su madre Ángela González, una de las seis mujeres (todas llamadas Ángela) con quien tuvo 39 hijos.

La mala situación económica de su familia lo obligó a trabajar de niño cargando baldes de agua hasta la tienda de un señor llamado Jericó. Fue en esos trayectos cuando tuvo su primer acercamiento con la música, pues según confesó en 2005 en la desaparecida revista Cambio, cuando los tarros estaban vacíos se los ponía en la cabeza y entonaba la música de Raphael o el Ave María. Cuando finalizaba su 'presentación' se ovacionaba él mismo.

Su primer concierto formal lo hizo a los 8 años en el colegio Santo Domingo, lugar en el que conoció al profesor de piano Mincho Amaya, también director del conjunto que tocaba en el hotel Americano, y quien lo llevó a cantar a los prostíbulos que había en Tesca, la zona de tolerancia del puerto de Cartagena.

Durante cinco años Arroyo alternó su trabajo en Tesca con la Coral de Cartagena, donde había sido becado por el Arzobispo de Bogotá. En el primero cantaba por 100 pesos desde las 9 de la noche hasta las 3 de la mañana, y luego se iba a estudiar de 7 de la mañana a una de la tarde. Del colegio fue expulsado cuando el profesor de física fue al prostíbulo Club Verde, donde Joe Arroyo era el líder de la banda los Seven del Swing. 'Meteorito', como le decían al docente, hizo que el niño saliera del colegio por llevar una vida irregular, algo que se le perdonó cuando lo llamaron para que le cantara al Arzobispo de Cartagena.

Arroyo dejó su trabajo en Tesca cuando le brindaron la oportunidad de hacer parte de una nueva orquesta que se estaba organizando en Barranquilla. En ese tiempo estaba en cuarto de bachillerato, por lo que su madre culpó a Cástulo Boiga, director de la orquesta La Protesta de Colombia, de llevarse a su hijo a Galapa, un pueblo del Atlántico. Todo volvió a la normalidad cuando el joven le dijo a su madre que su vida estaba en la música; ella entendió que él nunca iba a ser el abogado que se había imaginado.

A Julio Ernesto Estrada, Fruko, lo conoció en Puerto Colombia cuando estaba buscando cantante para su orquesta Los Tesos. Joe Arroyo grabó 'El ausente', una obra de Isaac Villanueva, que alcanzó el éxito nacional necesario para que Fruko lo contratara como vocalista de sus Tesos. Entonces Arroyo se radicó en Medellín.







En la década del 70 Joe Arroyo ya era uno de los cantantes más cotizados de Colombia, y ya había colaborado con las orquestas The Latin Brothers (con las canciones 'Dos caminos' y 'Patrona de los reclusos'), y Los Líderes (con 'Los barcos de la bahía'). El ser reconocido como uno de los intérpretes más interesantes de la salsa moderna le dio la posibilidad de fundar a principios de los años 80 su propia orquesta, La Verdad, con la que viajó a varios lugares del mundo entre los que se destacan Nueva York, Miami, Puerto Rico y República Dominicana.

Con La Verdad logró ser uno de los artistas latinos más importantes, por lo que participó en grandes eventos como el Carnaval de Barranquilla, el Festival de Salsa de Nueva York y los festivales de jazz de Bruselas y París.

Joe Arroyo se dedicó cen su orquesta a mezclar diversas influencias musicales, fundamentalmente la salsa con la música caribeña colombiana (cumbia, porro y champeta) y con varios ritmos del Caribe (soca, reggae) hasta crear su propio ritmo, el 'Joesón', que le caracteriza y le hace único. Algunos de sus temas son ahora clásicos de la música caribeña, con grandísimas canciones salseras y en diversos ritmos del Caribe colombiano, que le han supuesto multitud de premios y ser considerado como el Rey del Carnaval de Barranquilla.

martes, 19 de julio de 2011

Tres poemas de Robert Creeley




CONOZCO A UN HOMBRE


Mientras le decía a mi
amigo, porque yo
estoy siempre hablando -John, le
dije, aunque no era su
nombre, la oscuridad nos rodea,
qué
podemos hacer contra
ello, o si no, debemos &
por qué no, comprar un condenado cochazo,
conduce, dijo, por amor
de Dios, cuidado, mira
a dónde vamos.



PALABRAS



Estáis siempre
conmigo,
no hay nunca
lugar
aparte. Pero si
en el lugar
retorcido
no puedo hablar,
no sólo temor
o indulgencia,
sino una lengua
que pudre con lo que

prueba -Hay
una memoria
del agua, de
la comida, cuando se tiene hambre.

Algún día
no será
éste, entonces
decir
palabras como
clara, perfectamente
tamizada ceniza,
como polvo,

desde ninguna parte.



UN CUADRO


Una casa
pequeña con
ventanas
pequeñas,

el dulce
descenso del
terreno hacia
el escaso

arroyo. Los árboles
verdes y cercanos
a la vez, una alta
sensación de recogimiento.

Hay un cielo
azul
y un sol apagándose
entre nubes.

domingo, 17 de julio de 2011

lunes, 11 de julio de 2011

JACK KEROUAC: LAS ESTRELLAS SON PALABRAS - Carlos Bedoya





Llego al País de la Libertad, y por Dios que todo es tan limpio y aburrido.


William Burroughs




Podemos señalar un signo característico tanto de la vida como de la obra del novelista norteamericano Jack Kerouac. Es este el signo de un impulso vertiginoso e incesante: la pasión de viajar. Toda clase de viajes emprendió Kerouac decidido a conocer cada lugar, a vivir todo acontecimiento y a distinguir en ellos lo sorprendente, como parte de nuevas aperturas a lo desconocido. (Pasión nómade común a casi todo el grupo beatnick, en especial a Allen Ginsberg y Gregory Corso).

Opuesto al formalismo academizante de su tiempo, Korouac reivindicó una sensibilidad visionaria, una búsqueda del éxtasis, fundiendo a partir del zen-budismo la experiencia surrealista con la escritura automática y un metódico desarreglo de los sentidos. Su pasión por los viajes le condujo a través del planeta, pero también a través del universo imaginario, ávido de sensaciones imprevistas, loco por el imposible de la vida, a semejanza de algún personaje suyo en El Ángel Subterráneo, a quien “todo lo que le pudiera dar una buena sacudida lo atraía, a cualquier hora…”. Kerouac nos abre un ámbito de misticismo extrañamente ligado a un sensualismo frenético, pasando de la benzedrina y el opio a la supresión del mundo fálico y despótico, mediante el autoconocimiento desintegrador del ego, aunque sin jamás apartarse del vino. Sus contradicciones, lo opuesto de sus posibilidades, sus diferencias con otros beatnicks llevaron a algunos despistados a considerarlo fascista, instaurador de una nueva moral, adjetivo que resulta más bien risible si nos adentramos en sus textos y captamos hasta donde descubrió nuevas tierras para la imaginación, si confiamos como Benjamín Peret en el poder renovador y la sed de misterio que distinguen al gran poeta: “El poeta actual no tiene otro recurso que ser revolucionario o no ser poeta, pues debe lanzarse de continuo a lo desconocido…Para él no existe ninguna imposición de padre de familia, sino el riesgo y la aventura indefinidamente renovadas” (Citado por Manuel Alvarez Ortega, en Poesía Francesa Contemporánea). Escritor sin origen , separado del deseo por una máquina aniquilante, o sea por aquel hervidero del tedio, la competencia y la coherción encarnadas en el “sueño americano”. Habitante del mundo tras un origen seguramente inexistente para quien se halla destinado al exilio, sujeto por la fatalidad de ser un viajero solitario, un nómade siempre en tierra extraña. Un hombre sin hogar, contra el cual todo parece confabularse. Espíritu beatnick, el cual es para Keouac “beatitud, no abatimiento”, puesto de presente en su libro El Viajero Solitario, que agrupa escritos sobre sus experiencias en distintos lugares del mundo (USA, México, Túnez, Francia, Inglaterra, entre otros).

Desde los dieciocho años de edad (e impresionado por la lectura de la vida de Jack London) Kerouac se entregó a la pasión de viajar sin destino definido, poco después de decidirse también a ser escritor. Quizás algunas de las más hermosas páginas de su libro de viajes, sean aquellas en las que nos narra su primer viaje a México, adonde fue guiado por su “amor a los héroes de la frontera” y en busca del “centro mundial del opio” —Mazatlán–, la tierra india (“Campesinos Mexicanos”); aquéllas en donde revive su trabajo como guardabosques (“Solo en la cima de una montaña”) y las páginas en que retoma la imagen mítica del vagabundo norteamericano (“El desaparecido vagabundo norteamericano”). Valoración que no excluye en modo alguno la fuerza poética de las demás crónicas del libro.

“Campesinos Mexicanos”, culmina con el sangriento ceremonial de la corrida de toros y la iniciación en el sufrimiento infinito, primer vislumbre del éxtasis soñado como forma engendradora de vacío. México preserva (a pesar de sus autoridades) numerosos elementos mágicos, oscuros, purificadores. Signos y fuerzas (dioses y demonios) que implican una liberación de poderes, la disolución de la Cultura y el Progreso promulgados por el capitalismo a costa del cuerpo y el goce: “Hay la sensación de que se entra en la Tierra Pura, especialmente por su proximidad a las secas Arizona y Texas y todo el Sudoeste, pero puede hallarse esta sensación, este sentimiento campesino de la vida, esta eterna alegría de la gente no preocupada por grandes problemas de cultura y civilización”. Hay un umbral y un círculo emanador de nuevos sueños. Este umbral nos abre el camino del libre deseo, no importa que sean muchos los inconvenientes para vivir si se trata de hacer posible una “libertad absoluta”. Soberanía capaz de soportar todo suplicio para ser digna de los acontecimientos: “Yo estaba tan enfermo por haber tomado opio, que me quedé tendido, mirando a todo el mundo, sintiéndome como si me fueran a descuartizar, a cortarme los brazos, a crucificarme cabeza abajo, y a asarme sobre el alto retrete de piedra”. Muerte y resurrección, alegría devota brotando del dolor. Kerouac llega al paroxismo de su religiosidad tras la visión de aquella primera corrida de toros. Cristo se le manifiesta semejante al toro, encuentra al hombre como víctima de una crueldad inexorable. En el ritual sadomasoquista asociado a nuestra pasión, el torero se le aparece como imagen de la razón dominante, asesina de la animalidad: “Y yo veo como muere todo el mundo, sin que a nadie le importe, y siento lo terrible que es morir, sólo para morir como un toro dentro de una vociferante arena humana”.

Nos desarma la soledad en la cima de una montaña al colocarnos en frente de lo que somos, mostrándonos ocultas fuerzas presentes en nosotros. Dicha y miedo, aburrimiento, éxtasis de soledad en el instante, como en el jazz de Charlie Parker o Miles Davis, ritmo sincopado, a la espera del lugar sin tiempo. Kerouac, devoto zen, amante del vacío circular donde resplandecen las cosas. Sus estudios del arte de la jardinería, o la preparación del té. El espíritu intuitivo y azaroso, tras una concentración prolongada estalla en el ser, florece por todas partes convertido en vida espontánea. Recordemos en alguno de sus libros, la senda oblicua alusiva al libro del té y los cuatro momentos de consumo de esta bebida: júbilo, serenidad, locura y éxtasis. Así mismo transcurre el viajero en la fría soledad del Pico Desolación, a 8.080 metros de altura, habitando un ruinoso albergue, en compañía de la vieja estufa, el viento, las ratas y un tumultuoso silencio. Un silencio cortante como una cascada de diamantes. En este silencio, la nada deviene visión, imagen que discurre fugaz en la oscuridad junto a la infinita llama de aceite. Un oso merodea detrás de la cabaña, su imagen aproxima lo inesperado que nunca llega, ilumina el viento su emanación anunciando: “las estrellas son palabras”.

En Jack Kerouac reaparecen, de manera diversa, pasiones y obsesiones características de la vida y la obra de Walt Whitman y Henry Millar. Los viajes en la geografía y en la imaginación, el deseo por la vida al aire libre, la amistad, el vino, la soledad, el olvido, e incluso puede hablarse de su afinidad en un goce entre místico y erótico de la vida. Goce místico, sensual, de las cosas allí donde el ego se transforma en la pluralidad, en el vagabundo ajeno a las identidades. Para convertirnos en Budas debemos atravesar todas las fronteras y alejarnos de ellas. O tal vez, como dice alguien, el poeta vive en el límite, violando aquella frontera que dice no al deseo. Solidaridad con el grupo humano, proceso constituyente de su ser singular. Relato de soledad que se vincula directamente, en la obra de Kerouac, a la tantas veces citada novela: Los vagabundos del Dharma, la cual concluye con el viaje de Japhy Ryder ( presumiblemente el poeta beatnick Gary Snyder) a un monasterio del Japón y con una iluminación (satori) experimentada por Kerouac en las montañas. El silencio nos remite, en ambos escritos, a un contacto con la ligera materia del goce y el sufrimiento en la primera mañana del mundo, rodeados de árboles, pájaros y manantiales, al paso de un venado que asoma por el camino del bosque. Para Kerouac, encontrar la iluminación, si bien resulta algo innombrable, inexplicable, puede asemejarse a un asistir al día de la creación del mundo. El budismo de Kerouac no se refiere al aniquilamiento en un sentido nihilista, puramente nirvánico (“El correr tras la extinción de acuerdo con el viejo sentido nirvánico del budismo es finalmente tonto…”). Se trata, en rigor, de hacer estallar los mecanismos de defensa construidos por la cultura, una conciencia esclava, temerosa de abrirse a las emanaciones de lo desconocido y sujeta por la memoria, incapaz de reír y olvidarse de sí misma. A semejanza de Desnoes o Artaud, Kerouac apunta al no-pensamiento, al no- yo donde “este pensar ha cesado”. Sueña con inventarse a sí mismo, o sea adquirir un nuevo cuerpo, llegar a ser un hijo de sus propias obras y permanecer en la Dicha del Nirvana, sobre las ruinas del mundo. Lo cual nos ayuda a comprender en que forma pudo conciliar su misticismo y su alcoholismo frenético, ese perpetuo ir y venir suyo entre el deseo de muerte y la visión renaciente del no-ser disimulado entre las cosas. Pues el ascetismo de Kerouac no podría entenderse a la manera del rígido ascetismo de las religiones occidentales, o al de ciertas corrientes budistas. La suya es una experiencia poética, de ahí que su riesgo le distancie de una disciplina de tipo coercitivo. Kerouac ve dioses por todas partes mas no reconoce en ellos una autoridad, dejándose poseer por una vibración cuyo rigor remite a leyes no consistentes. Para disciplinarse, persevera en su locura, sigue los impulsos de su individualidad, tomando la disciplina al modo de Jarry, negándola así como orden o norma: “no hay camino, en realidad, no hay disciplina, sino sólo el saber que todo está vacío y despierto, una Visión y una Película en la Mente Universal de Dios (Alaya-Vijnana) y permanecer en ello más o menos prudentemente. Como el silencio en sí es el sonido de los diamantes que pueden cortar todo, el sonido del Sacro Vacío, el sonido de la extinción y la dicha, ese campo santo del silencio, que es como el silencio de la sonrisa de un niño, el sonido de la eternidad…”.

Kerouac habla del vagabundo como amigo del silencio y la libertad, ser heterogéneo y errante, cuya desaparición señala una coherción ejercida sobre el movimiento de la imaginación por la ley y sus Sheriffs (que según Celine estarían compuestos por “una parte de crimen y nueve de aburrimiento”). Kerouac relata cómo una noche se vio en la carretera rodeado por tres autos patrulla y policías que le conminaban a retornar al rebaño, a meterse en algún pueblo. No podían comprender que él prefiriese dormir al aire libre bajo las estrellas, a estar metido en un cuarto de hotel mirando la televisión. Aunque Norteamérica se reconoce como la gran apologista del trabajo, a pesar de esa apología negadora antes que nada de la individualidad, Kerouac considera a su país como “ la Madre Patria de la vagancia”, en tanto el capitalismo genera una clase ociosa y otra trabajadora, mientras nos recuerda que el vagabundo ocupaba un sitio en antiguas sociedades, en otros tiempos. El vagabundo era recibido como un ser amable, sabio, enigmático. Un amante de la naturaleza, al igual que los ríos se hallaba siempre en otro lugar, su casa era el cosmos todo, poseedor de dos relojes (el sol y la luna) cuyas correas de cielo le señalaban el árbol o la gruta para escuchar las voces de la hoguera y comprender su destino de hombre sin morada fuera del lenguaje, extraño ser abandonado en el mundo, espacio abierto en la intimidad errante: “El sueño del vagabundo original tiene su mejor expresión en un hermoso poema mencionado por Dwikht Goddar, en su Biblia Budista:

Oh por esta ocasión rara

Daría gustosamente diez mil monedas de oro!

Un sombrero me cubre la cabeza, un hato sobre mis espaldas

Y por cayado, la brisa refrescante y la luna llena

Al igual que Miller, Kerouac encuentra en París el último refugio para los vagabundos, pues allí fueron tratados alguna vez con respeto, actitud que hoy ha desaparecido. Miller encarna también la figura del vagabundo filósofo chino, con bastón y campanita, experto en el arte de “hacer nada”. “Henry Miller dejaría que los vagabundos nadasen en su piscina”. Libertad absoluta es el sueño “idealista” del viajero, el hermoso deseo imposible en tanto predomina la prohibición: “En los Estados Unidos, el camping es considerado un deporte saludable para los Boy Scouts, pero un crimen para los hombres maduros que han hecho de él su vocación”. Si hoy el vagabundo se ve obligado a esconderse, ello es consecuencia del despotismo de la conciencia esclava y la sensatez sobre la imaginación: hoy vivimos en un mundo adulto, no en un mundo de niños. Y la razón está al servicio de la inteligencia entendida como cordura o sentido común (“Cuanto más inteligente se es, más estúpido”, escribió el novelista polaco Witold Gombrowicz). La estupidez, a la manera de la teología institucional, teme la novedad, el devenir. Intenta mantenerse en un punto y desde él suprimir las demás perspectivas. Yo es yo, quiere hacernos creer. Nos habla de un ego inmóvil. La estupidez teme la multiplicidad que acarrea el desorden de los sentidos, por eso nunca sale de sí misma, no viaja, se preocupa más bien por adquirir, acumular. Otro es el ego improductivo, tal vez, ocioso y disperso, de Kerouac: “El vagabundo carente de ego dará algún día a luz un niño. Li Po era un vagabundo poderoso. El ego es el vagabundo mayor. ¡Salve, ego vagabundo! Tu monumento será algún día una dorada lata de café”. Un ego mutable en nadie, es decir, en todas las cosas. Convertirse en una infinitud de máscaras, tras el paso de un territorio a otro. Hasta el corazón de los bosques llegan guardias y sobre los valles se deslizan helicópteros. Se prohíbe perder una identidad una identidad inexistente. Las ciudades funcionan como grandes centros de confinamiento, no se puede salir de ellas, se prohíbe estar solo. Ya no se puede saborear una sopa bajo la luna al calor de una hoguera crepitante. Nos obligan a ensimismarnos como caracoles, no queda espacio exterior para nuestras antenas. Como dice John Cage, necesitamos recuperar el espacio, crearlo de nuevo. Y para esto se requiere vivir, potencializar la sensibilidad, reabrir las puertas de la percepción. Las puertas que se abren vuelven a cerrarse automáticamente: “Hay todo el / tiempo del mundo para estudiar música, pero / para vivir apenas hay tiempo. Porque / la vida se da a cada instante y ese instante / siempre está cambiando”, (John Cage, Del Lunes en un Año).

Hasta 1956 se dedicó Kerouac a realizar sus sueños de vagabundo. Debió hacer a un lado este anhelo y dedicarse a la bebida encerrado en su cuarto, ante la proliferación de los guardianes de la propiedad, prestos a excluirlo tal como el automatismo de su prosa recibe con frecuencia la desaprobación de los profesores: “En los malos caminos, detrás de los tanques de gas, donde los perros feroces muestran los dientes detrás de las alambradas, surgen de repente los autos patrulla como coches de fuga, pero de un crimen más secreto y funesto del que puede expresarse con palabras. Los bosques están llenos de guardabosques”.

domingo, 10 de julio de 2011

La conjura de los necios (fragmento) - John Kennedy Toole




Soy capaz de tantas cosas y no se dan cuenta. O no quieren darse cuenta. O hacen todo lo posible por no darse cuenta. Necedades. Dicen que la vida se puede recorrer por dos caminos: el bueno y el malo. Yo no creo eso. Yo más bien creo que son tres: el bueno, el malo y el que te dejan recorrer. El bueno lo he intentado andar y no me ha ido bien. Juro que ha sido así. De pequeño hice todo lo que consideré correcto y lo que está bendita New Orleáns, con sus acordes de ébano y sus insoportables chaquetas a rayas me inducía a hacer. Estudié profundamente y traté de trasladar mis conocimientos con pasión. Los estudiantes saben eso. También escribí encerrado en un pequeño mundo cuarto juntando frases, frustrándome ante las huidizas buenas palabras y las no menos resbaladizas imágenes, comparaciones, situaciones, personajes, diálogos. Asumí estar en ese camino porque es ese el modo como se consiguen los sueños. Al menos eso creía hasta un día, cuando tenía todo acabado y faltaba la confirmación de que había decidido bien, no hubo recompensa. No hubo zanahoria. Ahí me di cuenta de que ya estaba caminando, lejos de mi voluntad, por la otra senda. Esa que no es la buena ni la mala. Porque está claro que la buena es buena porque es una opción propia. La mala es mala porque también es tu opción. Pero la otra no es algo que hayas escogido, por lo cual no pueden decir que es ciertamente buena o ciertamente mala. Es ciertamente ajena, impropia. Por ese camino involuntario caminé, llevado de las narices, arrastrado como un palo sin poder animarme. Tuve que resignarme a ser como ellos me ordenaban, a aceptar sus juicios y sus rechazos. A comprobar una vez más que no todos pueden ver más allá de su aliento. A ser víctima de un sistema que hace de gente como yo infelices zombies o incomprendidos. Y hay que tener el espíritu muy bien templado, tal vez como acero damasquino o más, para afrontar semejante fuerza.

viernes, 1 de julio de 2011

Lírica







II

De la dulce vida, me queda poca cosa;
esto me hace llorar a menudo porque temo al Tártaro;
bajar hasta los abismos del Hades,
es sobrecogedor y doloroso,
aparte de que indefectiblemente
ya no vuelve a subir quien allí desciende.


Anacreonte

viernes, 24 de junio de 2011

Uruguay - Eduardo Galeano



Para despojar a los indios de su libertad y de sus bienes, se despoja a los indios de sus símbolos de identidad. Se les prohíbe cantar y danzar y soñar a sus dioses, aunque ellos habían sido por sus dioses cantados y danzados y soñados en el lejano día de la Creación. Desde los frailes y funcionarios del reino colonial, hasta los misioneros de las sectas norteamericanas que hoy proliferan en América Latina, se crucifica a los indios en nombre de Cristo: para salvarlos del infierno, hay que evangelizar a los paganos idólatras. Se usa al Dios de los cristianos como coartada para el saqueo.
El arzobispo Desmond Tutu se refiere al África, pero también vale para América:
-Vinieron. Ellos tenían la Biblia y nosotros teníamos la tierra. Y nos dijeron: "Cierren los ojos y recen". Y cuando abrimos los ojos, ellos tenían la tierra y nosotros teníamos la Biblia.

lunes, 13 de junio de 2011

Jorge Luis Borges (del libro La cifra)




1
Algo me han dicho
la tarde y la montaña.
Ya lo he perdido.

2
La vasta noche
no es ahora otra cosa
que una fragancia.

3
¿Es o no es
el sueño que olvidé
antes del alba?

4
Callan las cuerdas.
La música sabía
lo que yo siento.

5
Hoy no me alegran
los almendros del huerto.
Son tu recuerdo.

6
Oscuramente
libros, láminas, llaves
siguen mi suerte.

7
Desde aquel día
no he movido las piezas
en el tablero.

8
En el desierto
acontece la aurora.
Alguien lo sabe.

9
La ociosa espada
sueña con sus batallas.
Otro es mi sueño.

10

El hombre ha muerto.
La barba no lo sabe.
Crecen las uñas.

11
Ésta es la mano
que alguna vez tocaba
tu cabellera.

12
Bajo el alero
el espejo no copia
más que la luna.

13
Bajo la luna
la sombra que se alarga
es una sola.

14
¿Es un imperio
esa luz que se apaga
o una luciérnaga?

15
La luna nueva
ella también la mira
desde otro puerto.

16
Lejos un trino.
El ruiseñor no sabe
que te consuela.

17
La vieja mano
sigue trazando versos
para el olvido.

sábado, 11 de junio de 2011

jueves, 9 de junio de 2011

Oliverio Girondo (Buenos Aires, Argentina - 1891- 1967)




¿Dónde?


¿Me extravié en la fiebre?
¿Detrás de las sonrisas?
¿Entre los alfileres?
¿En la duda?
¿En el rezo?
¿En medio de la herrumbre?
¿Asomado a la angustia,
al engaño,
a lo verde?...
No estaba junto al llanto,
junto a lo despiadado,
por encima del asco,
adherido a la ausencia,
mezclado a la ceniza,
al horror,
al delirio.
No estaba con mi sombra,
no estaba con mis gestos,
más allá de las normas,
más allá del misterio,
en el fondo del sueño,
del eco,
del olvido.
No estaba.
¡Estoy seguro!
No estaba

lunes, 6 de junio de 2011

Louis Zukofsky (1904-1978)




de “A” – 18

Una exhumación
mi amada
si lo digo ahora ¿quedará
dicho siempre?
Siempre sé
que soy yo quien ha muerto
aunque en ese estado

pero no por ti
y tu soledad.
Pensando en ti
sin mí
sin los años
de horas
que es el tiempo.
Egoísta de mí
por desearte
que tan sólo vivas
lo suficiente

para no llenar
un tiempo
en el que
el pensarme
carezca de sentido
pues con
ese pensamiento
es que yo he muerto.

Quiero decir no llores
en el sentido
de que no puedo ahora

dejar de pensar
que estoy muerto
donde contigo de
momento no tengo lugar
como lo digo
ahora y tú lo sientes
dicho siempre.

domingo, 22 de mayo de 2011

Vladimir Holan ( Praga )




Cuando llueve en domingo y tú estás solo...


Cuando llueve en domingo y tú estás solo,
completamente solo,
abierto a todo, pero no llega ni el ladrón
y no llama a la puerta ni el borracho ni el enemigo;
cuando llueve en domingo mientras tú estás abandonado
y no comprendes cómo vivir sin cuerpo
y cómo no vivir puesto que tienes cuerpo;
cuando llueve en domingo y, solo, no eres más que tú,
¡no esperes ni hablar contigo mismo!
Entonces el ángel es el único que sabe
lo que hay encima de él,
entonces el diablo es el único que sabe
lo que hay debajo de él.

El libro sostenido, el poema al caer...

viernes, 20 de mayo de 2011

domingo, 8 de mayo de 2011

Charles Reznikoff (Brooklyn)



1.

El hombre muerto yace en la calle.
Tienden una bolsa sobre su cabeza sangrante.
Llovizna. La cuneta y las aceras son negras.

Su esposa ahora en su ventana,
la cena hecha, la mesa puesta,
espera a que llegue saliendo de lo mojado.

3.

Las vendedoras dejan su trabajo
silenciosamente.

Las máquinas están quietas, las mesas y sillas
se oscurecen.

Las tandas silenciosas de ratones y cucarachas comienzan.

10.

No escuchamos ningún paso en el pasillo.
Ella llego
de repente como un arco iris.

14.

Aun mucho que leer, pero muy tarde.
Apago la luz.

martes, 3 de mayo de 2011

Ernesto Sábato - Ovación Online




Murió Ernesto Sábato, un gran escritor y referente de la literatura argentina y latinoamericana, pero también un confeso hincha de Estudiantes de La Plata. El novelista y ensayista falleció en su casa de Santos Lugares, Buenos Aires, con casi un siglo de vida.

Sábato, autor de la trilogía de novelas El Túnel (1948), Sobre héroes y tumbas (1961) y Abbadón el exterminador (1974) fue un escritor y un ser humano polémico, cruzado por sus propias contradicciones, presentes en algunos de sus personajes literarios.

El emblemático escritor jugó en las divisiones inferiores del Pincha. “No era un virtuoso, hay que aclararlo y aceptarlo, pero iba y volvía y no daba pelota por perdida”, había dicho tiempo atrás. Cuando dejó el deporte se dedicó a las matemáticas y la química, luego, ya en París, se dedicó a escribir.


Más sobre el maestro


Ernesto Sabato iba a ser homenajeado el domingo en la 37ª edición de la Feria del Libro que se realiza en el predio de La Rural, con motivo de cumplir 100 años el próximo 24 de junio.

Doctorado en Física, trabajó en el Laboratorio Curie, en París, y abandonó definitivamente la ciencia en 1945 para dedicarse exclusivamente a la literatura.

Sábato fue una figura central en la elaboración del informe sobre los desaparecidos durante la dictadura militar, trabajo encargado por el Gobierno de Raúl Alfonsín a la CONADEP.

Nació en la ciudad de Rojas, provincia de Buenos Aires, en 1911, se doctoró en física en la Universidad de la Plata e inició una prometedora carrera como investigador científico en París, donde fue becado para trabajar en el célebre Laboratorio Curie.