Mi primer contacto con la gripe porcina fue en Bagdad, el año 1985, cuando a un grupo de ingenieros del instituto de pesquisas atómicas de la Universidad de Sao Paulo, USP, nos contrató el gobierno de Sadam Hussein por tres meses con el objetivo de apoyar la investigación militar. Al mes de trabajo y por un asunto de idioma nos comenzamos a relacionar con un grupo de latinoamericanos que alojaba en el mismo hotel. Eran médicos y químicos, la mayoría; también había siquiatras y otros profesionales, todos científicos. Pasábamos la mayor parte del tiempo encerrados, es decir del instituto militar al hotel y así sucesivamente. La ciudad ofrecía poco o casi nada a la hora de la entretención. Había guerra, además. En algún fin de semana fuimos a alguna zona arquelógica por afanes turísticos. El diálogo fluía especialmente después de las 19 horas cuando nos juntábamos en los sectores aledaños al bar, a la piscina o en la cena. Hablábamos de fútbol, la mayor parte del tiempo, y después de nuestras familias. La mayoría eran hombres, aunque había un par de gays asumidos. El contrato negaba la posibilidad de hablar de los proyectos propios con el gobierno iraquí. El inglés era el idioma oficial de trabajo. El personal del hotel entendía poco y nada de inglés, menos portugués o español. Tampoco teníamos guardias. Sólo en el instituto militar había algún traductor para nuestro trabajo.
Con las confianzas abiertas, al final di a conocer mi proyecto y me enteré de los otros. Nada para enorgullecerse. Todos proyectos relacionados con la guerra. En todo caso ninguno entregó detalles. A grandes rasgos, dijimos que desarrollábamos.Había un dilema ético en todos nosotros -repito, la mayoría latino de formación cristiana-, pero éste se nos esfumaba cuando pensábamos en el dinero que recibiríamos. Después volví a Bagdad, pero aquella es otra historia.Del grupo entablé una amistad más fuerte y duradera –después por misivas hasta reducirse a tarjetas navideñas- con Iván Fuentes y María Concepción Benítez, un matrimonio de médicos, él chileno y ella mexicana. Ambos representaban una edad sobre los 45 años y estaban preocupados por su hijo que se llamaba Iván. Al chico lo cuidaban unas nanas y los abuelos maternos. El había trabajado para el gobierno de Pinochet, a finales de los años 70, asunto que lo marcaba –decía-. En un viaje a México conoció a María Concepción Benítez -quien ponía cara de aburrida cuando su marido contaba la historia de ambos-. Se quedaron viviendo en el DF. En ese entonces no me confensó de su lazo con el gobierno de Pinochet. De aquello me enteré en un reportaje de la revista Gatopardo, donde se hablaba del vínculo de los dictadores, en alusión a Pinochet y Hussein. También fui nombrado en ese reportaje; aquello me costó desprestigio profesional y una serie de problemas que no viene al caso nombrar. Pasado.Por Iván Fuentes oí por primera vez el nombre de la Gripe Porcina o Gripe de los cerdos -como le llamaba-. Su objetivo era claro: desarrollar esta enfermedad como arma contra los soldados iraníes. Me explicó que este tipo de gripe ya se había utilizado como arma bacteriológica en Viet Nam, por parte de los estadounidenses. Hussein era seguidor de la guerra de Viet Nam, de ahí su interés por saberlo todo y reciclar ideas para combatir a sus enemigos. Ignoro porque y cómo los iraquíes llegaron a Fuentes. Por lo nebuloso de la época, imagino un enlace con Chile, después México y así sucesivamente. El reportaje de Gatopardo sólo dio el nombre de Fuentes, más contó sobre mi caso. En una carta posterior, Fuentes confirmó que todo lo del proyecto en Irak había resultado bien, además con su mujer me invitaron junto a mi familia a su casa de veraneo. Entiendo que era una casa de veraneo espectacular. Nunca la conocí.Como la mayoría, la última semana volví a escuchar sobre la Gripe Porcina por los hechos consabidos en México. Googleé a Fuentes y encontré un par de noticias referidas al contexto universitario; sin embargo al hilar más fino en Google hallé a su hijo Iván Fuentes Benítez. El tipo estaba vinculado al cartel narco mexicano de Sinaola. Según la prensa que revisé de 2007, era el tercero de la organización o algo por el estilo. El reportaje hacía énfasis que era hijo de dos científicos ligados a las dictaduras latinoamericanas, ambos mexicanos -supongo que Fuentes quiso borrarse de Chile, como tantos otros-. Por esto creo que el cartel de Sinaloa tiene relación con la expansión de la gripe porcina en México. En estos momentos toda la atención mediática y militar pasó del narco a la Gripe Porcina.
Ahora lo narcos deben estar nadando felices en el barro como cerdos.
Con las confianzas abiertas, al final di a conocer mi proyecto y me enteré de los otros. Nada para enorgullecerse. Todos proyectos relacionados con la guerra. En todo caso ninguno entregó detalles. A grandes rasgos, dijimos que desarrollábamos.Había un dilema ético en todos nosotros -repito, la mayoría latino de formación cristiana-, pero éste se nos esfumaba cuando pensábamos en el dinero que recibiríamos. Después volví a Bagdad, pero aquella es otra historia.Del grupo entablé una amistad más fuerte y duradera –después por misivas hasta reducirse a tarjetas navideñas- con Iván Fuentes y María Concepción Benítez, un matrimonio de médicos, él chileno y ella mexicana. Ambos representaban una edad sobre los 45 años y estaban preocupados por su hijo que se llamaba Iván. Al chico lo cuidaban unas nanas y los abuelos maternos. El había trabajado para el gobierno de Pinochet, a finales de los años 70, asunto que lo marcaba –decía-. En un viaje a México conoció a María Concepción Benítez -quien ponía cara de aburrida cuando su marido contaba la historia de ambos-. Se quedaron viviendo en el DF. En ese entonces no me confensó de su lazo con el gobierno de Pinochet. De aquello me enteré en un reportaje de la revista Gatopardo, donde se hablaba del vínculo de los dictadores, en alusión a Pinochet y Hussein. También fui nombrado en ese reportaje; aquello me costó desprestigio profesional y una serie de problemas que no viene al caso nombrar. Pasado.Por Iván Fuentes oí por primera vez el nombre de la Gripe Porcina o Gripe de los cerdos -como le llamaba-. Su objetivo era claro: desarrollar esta enfermedad como arma contra los soldados iraníes. Me explicó que este tipo de gripe ya se había utilizado como arma bacteriológica en Viet Nam, por parte de los estadounidenses. Hussein era seguidor de la guerra de Viet Nam, de ahí su interés por saberlo todo y reciclar ideas para combatir a sus enemigos. Ignoro porque y cómo los iraquíes llegaron a Fuentes. Por lo nebuloso de la época, imagino un enlace con Chile, después México y así sucesivamente. El reportaje de Gatopardo sólo dio el nombre de Fuentes, más contó sobre mi caso. En una carta posterior, Fuentes confirmó que todo lo del proyecto en Irak había resultado bien, además con su mujer me invitaron junto a mi familia a su casa de veraneo. Entiendo que era una casa de veraneo espectacular. Nunca la conocí.Como la mayoría, la última semana volví a escuchar sobre la Gripe Porcina por los hechos consabidos en México. Googleé a Fuentes y encontré un par de noticias referidas al contexto universitario; sin embargo al hilar más fino en Google hallé a su hijo Iván Fuentes Benítez. El tipo estaba vinculado al cartel narco mexicano de Sinaola. Según la prensa que revisé de 2007, era el tercero de la organización o algo por el estilo. El reportaje hacía énfasis que era hijo de dos científicos ligados a las dictaduras latinoamericanas, ambos mexicanos -supongo que Fuentes quiso borrarse de Chile, como tantos otros-. Por esto creo que el cartel de Sinaloa tiene relación con la expansión de la gripe porcina en México. En estos momentos toda la atención mediática y militar pasó del narco a la Gripe Porcina.
Ahora lo narcos deben estar nadando felices en el barro como cerdos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario