sábado, 5 de febrero de 2011

SYLVIA PLATH (1932-1963) - Diarios


PARÍS
1 de abril 1955

Programa: ganar amigos e influir en la gente.


No beber más de la cuenta: (Recuerda las desgracias con Iko después de la fiesta de St. John; Hamish, dos citas, la fiesta de St. Botolph´s y la noche de Londres); mantente sobria.

Ser casta y no insinuarte tanto (c.f. David Buck, Mallory, Iko, Hamish, Ted, Tony Gray). Pese a los rumores y a M. Boddy (1), no permitir que en este trimestre compruebe nadie los fallos del anterior.

Mostrarme amistosa y más contenida. En caso necesario, niebla espesa de “mujer misteriosa”, reposada, simpática, ligeramente desconcertada ante escándalos llenos de colorido. Rechazar el desparpajo con que actúa Sally Bowles.
Trabajar en vida interior para enriquecerla. Concentrarme en asignatura de Krook, escribir (relatos, poemas, artículos para Monitor, apuntes). Francés todos los días.
No parlotear tanto. Escuchar más; simpatizar con la gente y “entenderla”.
Guardarme mis problemas.
Soportar las habladurías mezquinas y los desaires y no darles importancia. Ser amable y adoptar una actitud positiva ante todo.
No criticar a nadie ante otra persona. Las citas incorrectas son como un juego telefónico.
No salir ni con Gary ni con Hamish. Ser amable, pero no entusiasta con Keith y los demás.
Ser estoica cuando haga falta y escribir. Has visto muchas cosas, has sentido con mucha hondura y tus problemas son lo bastante universales como para hacer que tengan sentido. ESCRIBE.

1. Michael St. George Boddy, amigo íntimo de Ted Hughes.


13 de marzo, jueves por la mañana…

Sentada, caliente, soñolienta, y ya al otro lado de los escalofríos, escribo aquí, tratando de edificar un centro de calma. Ayer fue un horror; Ted, para explicar la menstruación, dijo algo sobre la luna y Saturno que me puso tensa como un alambre y me hizo vibrar sin piedad. Demasiado cansada para apreciar el humor salvífico, derribada, tocada en lo más hondo… Pelea con Ted sobre coser botones de chaquetas (algo que debo hacer), sobre ponerse el traje gris y sobre otras cosas igualmente triviales, él saliendo de la enfermedad y yo hundiéndome en ella. Engullendo un ala de pollo y un revoltijo de espinacas y tocino, y todo convirtiéndose en veneno. Dream Play –producción ambiciosa- la hija desciende bailando a través de un transparente telón de nubes, su voz demasiado ceremoniosa y teatral… la ironía de la pieza es que todo es verdad en mi propia vida. Acabábamos de pelearnos sobre botones y cortes de pelo (como las ensaladas y otras cosas parecidas como base para el divorcio) y en especial las instrucciones que repite una y otra vez el funcionario: enseñando y aprendiendo para siempre que dos veces dos es… ¿qué? Y yo, sentada también en el mismo asiento que ocupé hace tres, cuatro, cinco, seis, siete años, enseñando lo que aprendí hace uno, dos, tres, cuatro años, con menos vigor que cuando lo estudié y aprendí, viviendo entre fantasmas y rostros familiares que finjo no reconocer… Todo girando sobre sí mismo, con sabor a levadura agria, con sabor a ardor de estómago. Ahora debo vestirme a toda prisa e ir a clase, pronto, para robar tres blocs de color rosa: sí, para mi novela. Acabo de leer la basura sensacionalista que es El bosque de la noche , todos pervertidos, todo rimbombante, melodramático: “el sexo olvidado por Dios”. Autocompasión, como el gemido teatral del Dream Play. Compadecednos: oh, oh, oh, la humanidad es lastimosa…

1. La novela, ya clásica, de Djuna Barnes.

No hay comentarios: