viernes, 12 de agosto de 2011

Ryokan el Gran Tonto





Ryokan (1758-1831) fue un monje japonés de la secta Soto del Zen y uno de los poetas más amados de Oriente. La sencillez y la naturalidad caracterizan su vida y su obra. Vivió en una ermita solitaria, dedicado a la mendicidad, a la práctica del Zen y a la poesía.Daigu Ryokan (Ryokan el Gran Tonto) fue su nombre literario.


De Ryokan afirma Alan W. Watts en El Camino del Zen: “En cierto sentido, Ryokan es un San Francisco de Asís japonés, aunque mucho menos evidentemente religioso. Fue un tonto errante, que jugaba con los niños sin avergonzarse, vivía en una choza solitaria del bosque, bajo un techo de goteras y con una pared llena de poemas escritos en su letra maravillosamente ilegible, como patas de araña, tan apreciada por los calígrafos japoneses”.

Ryokan escribió haikú, tanka, poesía tradicional ykanshi (poemas chinos). Estos últimos, de los que se conocen unos cuatrocientos, están emparentados con la poesía clásica china, en especial con el estilo del poeta chino Han-shan (Kanzan).





POEMA PARA UN AMIGO AUSENTE

Primavera... Tarde en la noche doy un paseo.
Rastros de nieve persisten sobre pinos y cedros.
La luna radiante adorna las montañas.
Pienso en ti, a tantos ríos y montañas de aquí;
innumerables pensamientos, pero el pincel no se mueve.


GOGO-AN


El viento sopla en mi pequeña ermita,
no hay nada en la habitación.
Afuera, un millar de cedros;
en la pared, varios poemas escritos.
Ahora la tetera está cubierta de polvo,
y no se levanta humo de la marmita del arroz.
¿Quién golpea a mi puerta iluminada por la luna?
Sólo un viejo de la Aldea Oriental.



Me siento en silencio a escuchar las hojas que caen...
Una cabaña solitaria, una vida de renunciación.
Se esfuma el pasado y olvido las cosas.
La manga de mi túnica, humedecida por las lágrimas.



Una noche fría... Solo, en mi cuarto vacío,
ocupado nada más que por el humo del incienso.
Afuera, un centenar de bambúes;
sobre la cama, varios libros de poemas.
La luna brilla a través de la ventana,
y toda la vecindad en silencio, excepto por el ruido
de los insectos.
Miro esta escena con una inmensa emoción,
pero sin una palabra.



Cuando yo era un muchacho,
me gustaba jugar por todos lados.
Solía ponerme el vestido favorito
y montar en un caballo castaño de nariz blanca.
Hoy, paso la mañana en el pueblo
y la tarde bebiendo entre los duraznos florecidos del río.
De regreso a casa, he perdido el camino. ¿Dónde estoy?
Riendo, me encuentro cerca del burdel.


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