domingo, 17 de abril de 2016

El endemoniado - José Watanabe



Vino el mal y calzó perfectamente
en mí
como una perversa lucidez.

Mis ojos vieron cómo se desata
el rencor
en todas las cosas. Todo
se tuerce
como la boca de la gente, o se agesta
o se va de uno. Se van
la cuchara de mi mesa, mi mesa, mi casa,
las calles, la ciudad, mi patria,
y quedo yo solo
cada día, cerca de los cerdos, abrazado
a esta piedra / que no ama.
Por eso lloro y me revuelco ante ti. Dame
de tu infinito aire de salud.

Cúrame,
pero no totalmente,
déjame un pelo del demonio en la mirada:
el mundo merece sospecha
siempre .


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