viernes, 30 de mayo de 2008

Antístenes



"Consulta el ojo de tu enemigo, porque es el primero que ve tus defectos."

"Las pasiones tienen causas y no principios."

"Los cuervos devoran a los muertos y los aduladores a los vivos."


1. Antístenes, hijo de Antístenes, fue ateniense. Objetábanle, como en desprecio, que era oriundo de otras regiones, a que respondió: «También la madre de los dioses es de Frigia». Parece que su madre fue de Tracia; así, habiendo peleado valerosamente en la guerra de Tanagra, hizo decir a Sócrates «que de dos atenienses no hubiera nacido tan esforzado». Igualmente el mismo Antístenes, a los atenienses que se jactaban de ser indígenas, los humilló diciendo «que en esto no eran de mejor condición que los caracoles y los saltones». Al principio fue discípulo del orador Gorgias, por cuya razón en sus diálogos manifiesta estilo retórico, singularmente en el titulado La verdad y en los Exhortatorios. Hermipo dice que tenía resuelto en los juegos ístmicos vituperar y alabar a los atenienses, tebanos y lacedemonios, pero que después lo omitió, viendo eran muchos los concurrentes de estas ciudades. Después fue discípulo de Sócrates, y aprovechó tanto en él, que exhortó a sus discípulos se hiciesen sus condiscípulos en la escuela de Sócrates. Habitaba en El Pireo y andaba cada día los 40 estadios (346) para oír a Sócrates, del cual aprendió a ser paciente y sufrido, imitó su serenidad de ánimo, y así fue el fundador de la secta cínica.
2. Que el trabajo es bueno, lo confirmaba con el ejemplo de Hércules el Grande y de Ciro, trayendo aquél de los griegos y éste de los bárbaros. Fue el primero que definió la oración, diciendo: «La oración es una exposición de lo que era o es». Decía a menudo: «Primero maniático que voluptuoso». Y asimismo: «Conviene tratar con aquellas mujeres que correspondan agradecidas». A cierto joven que, habiendo de ir a su escuela, le preguntó de qué necesitaba, le respondió: «De un cartapacio nuevo, de una pluma nueva y de una tablita nueva» (347), manifestando por ello que necesitaba de juicio. A uno que le preguntaba de qué calidad debía ser la mujer con quien se casaría, le dijo: «Si la recibes hermosa, será común a otros; si fea, te será gravosa.» Habiendo oído en cierta ocasión que Platón decía mal de él, respondió: «De reyes es el oír males habiendo hecho bienes.» Cuando fue iniciado en los misterios órficos, como el sacerdote le dijese que los iniciados en tales misterios eran participantes de muchos bienes en el infierno, respondió: «Pues tú, ¿por qué no te mueres?» Objetándole una vez el que no era hijo de dos libres, respondió: «Ni tampoco de dos palestritas o luchadores, y no obstante, soy palestrita.»
3. Preguntado por qué causa tenía pocos discípulos, respondió: «Porque no los arrojo de mí con vara de plata.» Preguntado también por qué corregía a sus discípulos tan acerbamente, dijo: «También los médicos a los enfermos.» Habiendo una vez visto a un adúltero, dijo: «¡Oh infeliz, de cuánto peligro huir pudiste con un óbolo!» Según Hecatón en sus Críos, solía decir «que es mejor caer en poder de cuervos que en el de aduladores; pues aquéllos devoran los muertos, éstos los vivos». Preguntando qué cosa era la mejor para los hombres, respondió: «El morir felices.» Lamentándose una vez en su presencia un amigo suyo de que había perdido unos Comentarios, le dijo: «Convenía los hubiese escrito en el alma, y no en el papel.» Decía «que como el hierro es comido de la escoria, así de la propia malignidad los envidiosos. Que los que quieren ser inmortales deben vivir pía y justamente. Que las ciudades se pierden cuando no se pueden discernir los viles de los honestos.» Alabado una vez por ciertos hombres malos, dijo: «Temo haber cometido algún mal.»
4. Decía «que la vida unánime y concorde de los hermanos es más fuerte que toda muralla. Que para la vida se deben prevenir aquellas cosas que en un naufragio salgan nadando con el dueño» (348). Afeándole en cierta ocasión el que andaba con los malos, respondió: «También los médicos andan con los enfermos, y no cogen calenturas». Llamaba «cosa absurda quitar el joyo de las mieses, y del ejército los soldados inhábiles, sin arrojar de la república los malos.» Preguntado que había sacado de la filosofía, respondió: «Poder comunicar conmigo mismo.» A uno que en un convite le dijo que cantase, le respondió: «Toca tú la flauta.» A Diógenes, que le pedía una túnica, le dijo «que doblase el manto». Preguntado qué disciplina es la más necesaria, dijo: «Desaprender el mal.» A los que oían se hablaba mal de ellos, los amonestaba «a que lo sufriesen con paciencia aún más que si uno fuese apedreado».
5. Motejaba a Platón de fastuoso; y en cierta pompa pública, viendo relinchar a un caballo, le dijo: «Paréceme que tú hubieras sido un bellísimo caballo.» Dijo esto porque Platón alababa mucho cierto caballo. Habiendo venido una vez a visitar a Platón, que estaba enfermo, y mirando una vasija en que había vomitado, dijo: «Veo aquí la cólera; pero el fasto no lo veo.» Aconsejaba a los atenienses hiciesen un decreto de que los asnos eran caballos; y teniendo ellos esto por cosa irracional, dijo: «Pues entre vosotros también se crean generales de ejército que nada han estudiado, y sólo tienen en su favor el nombramiento.» A uno que le decía: «Muchos te alaban», le respondió: «Pues yo, ¿qué mal he hecho?» Como pusiese una vez a la vista la parte más rasgada de su palio, mirándolo Sócrates, dijo: «Veo por el palio tu gran sed de gloria.» Preguntado por uno (así lo dice Fanias en el libro que compuso De los socráticos) qué debía hacer para ser honesto y bueno, le respondió: «Aprende a ocultar tus vicios de los que los conocen» (349). A uno que loaba las delicias, le dijo: «Los hijos de los enemigos viven deliciosamente.» A un joven que se hermoseó demasiado para ser retratado de relieve, le dijo: «Di tú: si el bronce recibiese voz, ¿de qué piensas se gloriaría?» Diciendo él que de la hermosura, respondió: «¿Pues no tienes vergüenza de parecerte en la alegría a un inanimado?» Habiéndole un joven póntico ofrecido que lo cuidaría mucho luego que llegase su nave cargada de pescado salado (350), tomando él un costal vacío se fue a una vendedora de harina, y llenándolo bien, se lo llevaba; mas como la mujer pidiese el valor de la harina, le dijo: «Este joven lo dará cuando llegue su nave con pescado salado.»

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