Escribiré las ideas que me provocas,
las cantaré para ahogarte
con la abundancia de los cristales
que flotan en mis palabras astilladas.
Quiero lamer tu salada envoltura antes de comerte a tirones;
secaré tu cuerpo al sol,
y tu piel será un edredón que me guardará como a una oruga
cuando te escriba de amor.
Voy a escribirte de amor mientras sueñe contigo,
te retenga en mi sonrisa
y no me tritures la cara
sólo para dominarme.
Escribiré si no te fanatizas con la idea de beber
de un trago
toda el agua de mi vientre.
Escribiré si puedo sostenerme de tus pupilas,
si me columpio con tu lengua sobre la orilla del mundo,
al borde del infinito abismo,
en esa orilla donde me congelé contigo,
te dibujé la luna
y sollozaste hasta inundarnos.
Te escribiré de amor con la tinta de la lluvia
que escurre de las grietas de mi soledad en ruinas.
Una vez terminados los dibujos de mis palabras,
los dejaré en tu ventana
y te veré leer sin sorpresa…
Estoy segura de que, palabra a palabra,
incendiaré la póliza de tu seguro de vida contra la desdicha
y borraré de la historia,
el seguro que tienes contra el Tsunami de mi nostalgia.
Estoy segura que seguirás leyendo
sin darte cuenta de lo que en mí incendias con tu caos,
con tu miseria,
con tu convulsa locura.
Te escribiré amor, en tanto el loquero no te declare sano
y en tu sonrisa persista la mueca sádica.
Seguiré con mis escritos si desgarras la ventisca
en que se ha convertido mi alma.
Pondré una veladora al pie de tu foto;
en ella, esparciré sal sobre tu mirada
y dejaré el retrato flotar sobre el mar de mi sangre.
Luego de filtrar tus ojos,
mezclaré todo con la sangre que extraje de tu aorta
mientras susurrabas a mi oído
las palabras que escuché la última noche
que sobre ti desperté.
Vos escribirás tus lienzos,
yo dibujaré música en tus suspiros.
Se vieron Se palparon
se fueron arrimando los muebles
las telarañas
Colgar de las paredes el nido
Hacerse los idiotas en el baño
Comerse hasta la marca taciturna
Huir de las ventanas hacia adentro
Con el corazón entre las piernas
El hado les ha reunido el picotazo
Se tienen Se alimentan
se han arrinconado las sombras en el pozo
Cuánta cobardía los impulsa a pertenecerse
a darse las gracias en el odio
a darse las banderas y saltar las camas una a otra a una a otra
y nada que la luz ya los persigue
Como la mañana de los pájaros se han alumbrado
Se han arrancado la costra de otros nombres
Se han pertenecido en la sombra de otros dientes
han envejecido de reclamos
de ropas deslavadas y pocos platos en la cocina
Sólo hay dos tenedores
una cuchara y un disco para cada fiesta
Solo quedan las manchas en la alfombra y moho en el lavabo
Ellos y su musgo de siempre
de todos los días construyendo
padeciendo el tradicional festejo de la carne
Se vieron
se tomaron fotos en cada pared vacía
Como vacío era el vientre antes de jugarse las amígdalas
Como vacío estaba el piso y la ruleta en que tiraron los dados
Ahí queda un poco de equilibrio para sus propios miedos
queda la soltura de una carabina dos milímetros y medio
El azul del barco
El azul de cada mantel los reconoce
Ahí los condones y la dinamita en medio de la sala
Ahí en el techo crían los calores su propio armazón de calenturas
su desvestir la mirada en cada gesto
Se tienen Se complementan
en el ardiente pasaje del camino que anuncia madrugadas
El sol los contempla renunciando
los encadena a decirse hola en cada desayuno
Pan tostado y la caminata para salir del cobertor
para separarse en la orilla del metro
El camino abierto que siempre se recorre
Tardes de plomo y llovizna de murciélagos
La noche los espera sobre el sofá
Con su cansancio detrás de la puerta
He ahí el humo sobre el maquillaje
Lavarse la cara la carne los besos caen como niebla
Fundirse en la luz que los contempla
Ahí el café que no se compromete a mirarles las pestañas
Leer el periódico sobre las piernas hinchadas
Hinchadas las ganas de sentarse en el retrete a fumar la vida
El cepillo de dientes el cepillo y el cabello y la caricia sobre la nuca
Hay un brillo tenue cerca de la cerradura
una idea fija colgada en el teléfono
La corbata el saco el pantalón vaquero
la ropa de dormir y los restos de comida en el lavabo
se adentran las miradas
se palpan sudorosos y agitados esperando que les crezca el vientre
que la noche los circunde y les sonría
ahí se miran entre las almohadas y la piel desnuda
juntos como los relámpagos y las nubes
Las nubes que van arropando los futuros
Se tienen Se merecen Se completan uno al otro
Al modo de un poema de Cavafis,
hoy escribo su cuerpo y lo recuerdo.
El pecho, la piel húmeda, los labios,
sus ojos… eran, me parece, azules…
sí, azules: como el zafiro mismo.
Como los amantes de Cavafis, yo
no pregunté su nombre, ni recuerdo
haber, para él, pronunciado el mío.
Nos dimos a la prisa y al deseo
en aquel cuarto incómodo y angosto
bajo un ruido ronco de motores
y después, sigilosos como gatos,
volvimos cada uno a nuestro asiento
cuando ya la voz neutra del piloto
ordenaba abrochar los cinturones
y anunciaba el inminente aterrizaje.
La ducha te queda grande,
demasiada agua para ti solo.
Hoy no te froto la espalda
ni deslizo mis dedos
peligrosamente,
para darte jabón entre las piernas.
Pero piensas en mí y te duchas solo,
te enjabonas solo, no te acaricio,
y las gotas resbalan por tu cuerpo
como aletas de peces fugitivos.
Tus cabellos se arremolinan
sobre la frente contraída. Sudas.
Un oleaje te arrastra a ojos cerrados
y los labios, amoratados,
reciben a golpes los besos del agua.
Te ahogas.
La espuma muere desagüe abajo.
Deja un rastro húmedo y lento,
como la huella de un caracol.
*
Poemail
Amor mío, para asimilar la fuerte dosis de cafeína que me causa tu amor,
debería estar en otro planeta.
Me explico, trataré al menos, (y por favor no me mal entiendas):
Un beso de tus labios se parece al roce del ala del Pegaso,
un guiño de tus ojos es la consabida y única explicación de mi deseo,
un toque de tus manos la razón de mi existencia corpórea,
una sola de tus palabras el inicio de cualquier buena novela,
el sexo contigo la única posible razón con la que yo entendería el paraíso,
y me explico:
cuando me tocan tus dedos y tu lengua , al mismo tiempo,
(que puede ser imperdonable) y comienzas a lamerme el sexo
me siento como la única gran posibilidad del universo.
Nuevamente yo y mis letras en esta noche que no se estira para alcanzarte.
Te amo, más que las mordidas de la noche,
más que las vueltas posibles al infinito,
más que a la imagen de los soles que renacen,
te amo más de lo que te imaginas,
De nuevo besos hasta el último rincón de tu corazón
y hasta donde te imagines que mis labios alcanzarían.
Jocelyn Pantoja (México)
*
Beso digital
Con la cima del puntero
acaricio tus labios
que sonríen a la cámara.
Con el filo digital
de una flecha intangible
dibujo la línea perfecta
de tu boca.
Pixeléticos dedos
rozando la carne impersuasible
que cede al movimiento de mi mano
sobre un control remoto.
Negro sobre rojo;
mi penumbra acechando tu eros.
En el deslumbrante plano de la pantalla
revolotean mis pupilas aturdidas
por el magnético hechizo de tu imagen.
Deslizo el mouse sobre las estrellas de Van Gogh
que me guiñan el ojo desde el pad
como si el pequeño aditamento plástico
fuera la mágica varita de un hada cenicienta;
empoderada de virtual omnipotencia
arrojo tus nos a la papelera de reciclaje
y deposito un beso sobre las desnudas
valvas abiertas a mi antojo.
Un beso por cada diente
y dos más para que no se te olvide
que en el delgado sitio de las nanoposibilidades
la que manda soy yo.
Angélica Santa Olaya (México)
*
Café San Martín
¿Te acuerdas del Café San Martín?
Yo sí, a veces,
cuando llueve de tarde y es verano.
Nos gustaba ir ahí y tomar café
y fumar mientras mirábamos la lluvia.
El Café San Martín era pequeño,
tibio, y tenía ventanas grandes
que daban a un camellón de junio.
Pero ya no existe.
Ahora venden computadoras
en la esquina donde antes estaba.
¿Has intentado regresar?
¿Has caminado bajo la lluvia, sola,
recordando la muchacha que fuiste
y preguntándote a dónde se mudaría esa gente,
con sus cortinas rosas y sus cucharas viejas
y su Café San Martín?
Yo sí he querido volver,
muchas veces,
cuando me da por pensar en ti,
cuando los zapatos se me llenan de agua
y quisiera tener otra vez esa edad
y no ser tan tonto,
no soltarte la mano aquella tarde.
De nuevo es junio y llueve.
Por todas partes hay cafés
en ciertos barrios.
El presente borra todas las huellas.
Agustín Cadena (México)
*
Por la benevolencia del Diablo
Quisiera escribir un libro con todos los nombres
De las cosas que jamás amé.
Quisiera en una sola línea
Por ejemplo
Saludar a la saudade de mis padres
Esa que les impidió mirar hacia donde yo
Me encontraba
Pequeño
Confundido
Solitario.
Quisiera escribir por ejemplo
Que nunca amé el piso rugoso y limpio
De mi niñez, ni sus olores a comida y cloro
Pegaditos a su conformación de mineral
Deslustrado.
Quisiera escribir que nunca amé las escasas
Caricias de mi madre, los apodos cariñosos de mi padre, ese
Silencio que se construía tras la cena y la televisión.
Quisiera decir que nunca amé esas eternas
Noches con el ojo fijo en la testuz del demonio. Que sus palabras
Seductoras jamás hirieron la fuente de mi alma.
Quisiera decir que nunca amé nada de eso pero no puedo. Porque mi cuerpo lleva todavía finos trazos de losa, de mis cabellos húmedos recién se despegaron los dedos maternos,
Mi padre llega de la esclavitud militar y me saluda muy contento
Por traer dinero para comer. Es por la benevolencia del diablo
Que aún sigo aquí.
Escribiendo palabras podridas de raíz.
Intuyendo que la muerte se me acerca a mil kilómetros por segundo.
Llorando en los suaves hombros de María Fernanda.
Es de verdad que quisiera escribir un libro con todos los nombres
De las cosas que jamás amé.
Pero si tal libro existiera sería de una sola página. Vacía.
Tal como mi alma
En esta noche cansada de agosto.
Eduardo Olivares (México)
*
Hoy recibo el sol con humildad
como los menesterosos reciben
el albergue de los parques
el alcohol y el azúcar para seguir mintiéndose la vida
porque el cuerpo no entiende
no se degrada ni en la prostitución
y en la decrepitud ante la muerte
libra su batalla más intensa
El cuerpo huele a espadas victoriosas
Su ponzoña es letal en ciertas noches
cuando el sexo es beber tantas edades
tanto sudor y tanto sobre camas ajenas
donde la perfección es solo el grito
que irrumpe en el silencio
y regresa al vacío miserable
de los cuartos de hotel.
Iliana Godoy (México)
1 comentario:
Hola Walther,
Gracias por publicar mi poema.
Angélica Santa Olaya.
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