martes, 20 de octubre de 2009

Poemas de Lorenzo Mejía Lemaitre


HERÁCLITO

Heráclito bebía para sí
Las últimas gotas del río
Donde halló los secretos del tiempo
Y lloró
Por aquél amor que el agua se llevó
Y nunca regresó
Entonces dictaminó
Que el amor fluye como el tiempo
Y que si no nos lanzamos
A sus aguas ondulantes de río
Jamás encontraremos el destino:
La laguna del corazón
El estado donde el amor
Permanece en silencio
Pero inmensamente activo
Latiendo en cada célula de nuestra alma;
Heráclito reflexionó un poco
Y extrañó aquel amor desnudo
Con el que descubrió
El secreto del agua torrentosa
Y lloró
Amargamente lloró
Porque ya viejo
En el final de su vida
El río se había robado a su amor
Y se encontró sólo
Bañándose para siempre
En el mismo río



LA MIRADA OCCIPITAL DEL PEZ

En la nieve sideral nacen mis sueños,
Trato de sentir que ésta gigante azul
Sobre la que desperté
Es realmente mi madre.
La componen mares salados
Y mis lágrimas
No son más que remembranza
Del pez que con el tiempo
Evolucionó en hombre
Donándome su cuerpo;
El pez vive en mí,
Mi silencio interior es el rumor del mar
Y mi llanto es la melancolía que siento
Al no poder regresar a su vientre.
Mi planeta tierra
Está colmado de árboles,
De arena y piedra,
De nieve y tierra,
Animales coloridos lo habitan
Y mi ojo de pez
Ha aprendido ya a ver su color,
Habito en un templo
Donde las guacamayas
Hablan el lenguaje del corazón;
Donde soy el amor
Cuando los pájaros cantan
Y las ballenas expulsan
El agua sobre la mar,
Y recuerdo los cantos épicos de Ulises
Cuando la mamá ballena
Le enseña al ballenato
Las historias de sus antepasados.
Surqué los aires en la antigüedad
Cuando a escondidas
Usé la máquina de volar
Que Leonardo había construido,
Fue allí
En ese instante de vuelo
Cuando Ícaro aprendí
A amar el vuelo de las libélulas
Que copulan bajo el sol.
Mi planeta
Es una gran piedra viviente
Que cruza el infinito,
Yo no soy un pez
Soy un ángel disfrazado de hombre
Con sus alas recogidas
Bajo la piel de los omoplatos,
He aprendido a usar mis piernas
Pero añoro volar como en antiguo
Cuando después de un largo vuelo
Perdí la memoria
Y desperté en este cuerpo
Con la misión de amar la tierra
E impedir su destrucción,
Porque es el refugio
De la amiba, la bacteria
Y el hongo rojo,
Del pez náutico
Del mortífero reptil,
Del ave que canta
Y del callado árbol,
De la ballena y el jaguar
De los gnomos de los árboles
De las ninfas de las plantas,
Del río blanco
De la nieve pura,
Del mar pelágico
Del corazón de lava,
Ella, mi madre, la tierra
Es la estación de paso
Donde el paraíso recobra vida
Y los ángeles perdidos
Vuelven a vivir



ENTRE DOS DÍAS AMARILLOS

Entre dos días amarillos
La vida va fluyendo
Como la sangre
Que se detiene en la piscina.
Las nenas se asolean
Sus hermosos cuerpos juegan desnudos
Con la luz anaranjada
Y el sol se dilata un instante más
En sus doradas nalgas.
La vida se alimenta del erotismo
Y los niños pasean sus triciclos
En las orillas
De la piscina de sangre,
Los pájaros cruzan
Y mi mirada se eleva
Hacia la libertad;
Balones de colores
Se deslizan por el agua roja,
Al fin y al cabo
Nos sostiene el agua roja
Con burbujas efervescentes de eritrocitos
Glóbulos rojos como el gas de la champaña
Con la que celebramos los más santos rituales.
Entre dos días amarillos
Me encuentro con un harem
De hermosas chicas
Y unos cuantos niños
Celebrando el dolor de la vida
En la piscina de sangre
Por donde la vida se detiene
Y cae luego de bañarnos
Por un desagüe
Que va directo al río
Donde los vampiros beben nuestros desechos
Y los pájaros nuestras alegrías;
Lo más interesante
Es que los niños no paran de jugar
Y nosotros no nos cansamos de nadar y copular,
En la piscina de sangre
Cuando la vida se detiene


EL DRAGÓN VOLADOR

El dragón volador cabalga el espacio
Batiendo sus alas de pergamino,
Suspendido en la corriente de aire
Traza triángulos y rectángulos
Entre la grama y el arroyo,
Dueño absoluto del terreno
Se desplaza libremente sobre el agua
Y en sus excelentes maniobras de vuelo
Caza mosquitos y moscas
Que perecen entre sus mandíbulas
Como lo haría un hombre
En las fauces de un dragón milenario.
El dragón volador
Posee unos ojos grandes de gran precisión
Rojos y hermosos
Capaces de detectar el más mínimo movimiento
En la floresta.
Cuando copula sobre las piedras de la quebrada
Su delgado y prolongado abdomen
Describe un corazón sobre el cuerpo de su amada
Invocando un romanticismo propio del mundo natural
Cuando el sol brilla
El dragón vuela y se deleita
Su felicidad consiste
En posarse una y otra vez
En las márgenes del arroyo
En copular
Y en atrapar mosquitos
Como una gran aeronave animal.

Algún día desnudo,
Entre las gramíneas del lago
Despertaré al hada que duerme en el dragón
Y aprenderé a volar.

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