lunes, 24 de mayo de 2010

Juan Gregorio Regino (México) en el XX Festival Internacional de Poesía de Medellín




VEINTE DÍAS

Guardemos nuestro amor por veinte días.
Veinte días de paz para iniciar la limpia.
Guadermos nuestro sexo en el petate
para aliviarnos, y así detener nuestra vida
para viajar al futuro.
Guardemos nuestra inquietud de madrugada,
en las noches hagamos oraciones que la alejen,
y que nada entre o salga de esta casa,
ni siquiera el suspiro del humo
o la brisa que cachetea el viento
Matemos nuestra carne con incienso,
detengamos la pasión que nos consume,
porque la carne es una hoguera que quema.
Condenemos así la carne frágil y
que nuestra alma vuele y llegue
adonde no hay límites ni abismos.
Allá donde sólo nosotros conocemos la puerta,
como si fuera nuestra casa.
Allá donde únicamente caben
los que son parte del mundo;
los que cuidan y llenan de luz el universo.
Los que pueden sostener una vela durante
veinte días,
mientras menstrúa la luna.

PIENSAS EN MI

En mi interior existe la certeza,
piensas en mí, no me olvidas.
Yo no sé qué sentimientos existen
en el corazón de los muertos,
ni qué tan intensos son;
pero algo en mi interior me dice
que estás preocupada
y piensas mucho en mí.
Así como estás presente
cuando yo como y bebo.
Así como al anochecer sueño
y pienso al amanecer,
así también en ti estoy presente.
Aunque la casa de luz está en el infinito, te veo.
Te escucho, en el abismo que separa el cielo de la tierra,
porque eres aire y polvo.
Estás triste.
¿Cómo estará mi padre?
piensas, cada vez que el viento sopla
y apaga las estrellas;
sientes miedo a la obscuridad y a la tormenta,
entonces piensas en el frío y el sepulcro
que hay en mi lecho.
Nada te pasará,
no sientas temor ni pienses en mí.
Ya sabes cómo engaño al trueno
cuando está furioso.
No pienses en mí,
que nada me pasará.
Ahora sí, acabemos de una vez con la tristeza,
yo te enviaré a diario mis plegarias
y tú estarás en mí como siempre.

TU MUJER

Tomaste la decisión de pedir mi mano,
enviaste al embajador a tocar mi puerta.
¿Por qué fui yo la elegida?
¿Por qué yo si ni siquiera conozco tu mirada?
Ahora eres el dueño de todo lo que tiene vida
en mi cuerpo y en mi alma.
Ahora que la mazorca se convierte en fiesta
y el fuego se enciende hasta el amanecer.
Ahora que se tiende el baile y la mesa para todos.
Lentamente ve habitando mi corazón,
maneja mis sueños, guía mis deseos
y quédate a vivir aquí sin preguntar, es tu casa.
Si sucumbo al sueño cuando aletea la obscuridad
despiértame, abre mis ojos, enjuaga
mis párpados con rocío.
Acostúmbrame a dormir contigo,
ser uno solo de noche y de madrugada,
ser siempre, en todo momento,
tu mujer.

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