miércoles, 6 de octubre de 2010

Khalil Gibran. 1883-1931. Ensayista, novelista y poeta libanés



Por muy larga que sea la tormenta, el sol siempre vuelve a brillar entre las nubes.

En el corazón de todos los inviernos vive una primavera palpitante, y detrás de cada noche, viene una aurora sonriente.

Los hombres que no perdonan a las mujeres sus pequeños defectos jamás disfrutarán de sus grandes virtudes.

No busques al amigo para matar las horas, sino búscale con horas para vivir.

Para entender el corazón y la mente de una persona, no te fijes en lo que ha hecho no te fijes en lo que ha logrado sino en lo que aspira a hacer.

Del hablador he aprendido a callar; del intolerante, a ser indulgente, y del malévolo a tratar a los demás con amabilidad. Y por curioso que parezca, no siento ninguna gratitud hacia esos maestros.

La más bella palabra en labios de un hombre es la palabra madre, y la llamada más dulce: madre mía.

El silencio del envidioso está lleno de ruidos.

Si no puedes trabajar con amor sino sólo con desgana, mejor será que abandones el trabajo y te sientes a la puerta del templo a recibir limosna de los que trabajan con alegría.

¿Dónde puedo encontrar un hombre gobernado por la razón y no por los hábitos y los deseos?

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