domingo, 1 de enero de 2012

ASMODEO - Voltaire



Ningún hombre que conozca la antigüedad ignora que los judíos, hasta el tiempo de su cautividad, no conocieron los ángeles, y que se los hicieron conocer los persas y los caldeos. En su cautiverio, según dice Calmet, supieron que había siete ángeles principales delante del trono del Señor; entonces también supieron los nombres de los diablos. El demonio que nosotros llamamos Asmodeo se llamó antiguamente Hashmodai o Chammadai. «Se sabe —dice Calmet— que había diablos de varias categorías; unos eran príncipes y señores entre los demonios y otros subalternos y vasallos.»

Para que Hashmodai tuviese bastante poder para retorcer el cuello a siete jóvenes que se casaron sucesivamente con la hermosa Sara, natural de Ragés, que dista quince leguas de Echatana, era preciso que los medas fueran siete veces más maniqueos que los persas. Un príncipe bondadoso proporciona marido a dicha joven, y Hashmodai, que era rey de los demonios, destruye siete veces el casamiento que proporcionó a la aludida un príncipe bienhechor.

Siendo Sara hija de un judío, y judía también, que estaba cautiva en Echatana, ¿cómo un demonio meda pudo tener tanto poder sobre los judíos? Esa razón hace creer que Asmodeo-Chammadai era también judío, y que fue la antigua serpiente que tentó a Eva, y amó furiosamente a las mujeres, a las cuales tan pronto las engañaba como mataba a sus maridos por exceso de amor y de celos.

Efectivamente, el libro de Tobías, en la traducción griega, nos hace saber que Asmodeo estaba enamorado de Sara. Es general creencia de los sabios de la antigüedad que los genios buenos o malos tenían gran afición a las hijas de los mortales y las hadas a los mancebos hijos de los hombres. La misma Sagrada Escritura, poniéndose al nivel de nuestra debilidad y dignándose adoptar el lenguaje vulgar, dice que «los hijos de Dios, encontrando hermosas a las hijas de los hombres, escogieron esposas entre ellas».

Pero el ángel Rafael, que dirigía al joven Tobías, le da otra razón más digna de su ministerio, y que podía ilustrar mejor al joven a quien servía de lazarillo, diciéndole que los siete maridos de Sara fueron víctimas de la crueldad de Asmodeo porque se casaron con ella únicamente por gozarla, y añade: «Es preciso que el esposo guarde continencia con la esposa durante tres días y que juntos recen a Dios.»

Parece que con semejante instrucción no se necesita otro remedio para que Asmodeo huya; pero sin embargo, Rafael añade que se necesita además asar el corazón de un pescado con fuego de carbón. ¿Por qué, pues, no se empleó más tarde ese secreto infalible para sacar el diablo del cuerpo de las jóvenes? ¿Por qué los apóstoles, enviados expresamente para expulsar los demonios, no pusieron nunca sobre las parrillas el corazón de ningún pescado? ¿Por qué no se empleó ese expediente en los asuntos de Marta Brossier, de las monjas de Londun, de las queridas de Urbano Graudier, de La Cadière y del hermano Girard y de otras poseídas, en las épocas en que hubo tanta mujer que tuvo los diablos en el cuerpo?

Los griegos y los romanos, que conocieron muchos filtros para obligar a que los amaran, y que también poseían algunos para curar el amor, empleaban para esos casos hierbas y raíces. Recomendamos el agnus castus, que llegó a adquirir gran fama, pero los modernos lo hicieron tomar a monjas jóvenes y no les produjo efecto. Hace ya muchos siglos que Apolo se quejaba a Dafne de que a pesar de ser médico, no podía encontrar ningún medicamento que curara el amor. También empleaban, para conseguir ese resultado, el humo de azufre; pero Ovidio, que era maestro en esa materia, declara que esa receta es inútil.

Parece que fue más eficaz para expulsar a Asmodeo el humo del corazón o del hígado de un pescado asado. El reverendo padre Calmet se inquieta porque no puede comprender que semejante fumigación obre sobre un puro espíritu; pero puede estar tranquilo respecto a esto, si recuerda que los antiguos dotaron de cuerpos a los ángeles y a los demonios. Verdad es que sus cuerpos eran muy sutiles y tan ligeros como las pequeñas partículas que se desprenden de un pescado asado, y se parecían al humo que éste hace salir del fuego, y obraba sobre ellos por simpatía.

Por este procedimiento no sólo se consiguió hacer huir a Asmodeo, sino también que el ángel Gabriel le encadenara en el alto Egipto, donde está todavía. Vive en una gruta que está cerca de la ciudad de Saata o de Taata. Pablo Lucas lo vio, y nos habla de él. Es una serpiente que cortan en pedazos, y estos pedazos se vuelven a reunir en seguida y luego desaparece. Calmet cita el testimonio de Pablo Lucas, y yo quiero citarlo también. Podría añadirse la teoría de Pablo Lucas a la teoría de los vampiros en la primera compilación que el abate Guyón imprima.

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