Te vi desnuda en el río
mostrándome tus senos de barro
y tu cuerpo de musgo.
Danzabas en las arenas blancas
y jugabas con las piedras y los peces.
Te vi desnuda
con los cabellos largos y cobrizos.
Tocabas las flautas y las quenas del agua,
lavabas tu rostro de otoño
y tus vestidos de selva virgen.
En tus brazos de árbol
llevabas el sueño de los pájaros
y una larga trenza de hojas secas.
Esmir Garcés Quiacha (Colombia)
Nada interesante hay en esta dilatada tarde.
Sólo el monótono ronroneo de los helicópteros.
Hoy, como siempre,
se adivinan a lo lejos las catástrofes
y cerca, muy junto a mí,
descuartizan a un hombre.
Nada interesante hay en esta dilatada tarde.
Sólo un dolor inmenso lanzado al infinito.
En el otro extremo del mundo,
aquí, tras esta pared de por medio,
alguien ha de estar solo y como yo
ha de estar necesitado de que le hablen.
Jader Rivera Monje (Colombia)
El poeta Li Po,
borracho de alardes
o ilaciones genuinas de poder
atrapó la luna casquivana
y se ahogó con ella en el estanque.
Alucinado por imágenes y tiempo,
en mis venas siento fluir la luna de Li Po
como en el estanque sus versos ebrios.
La muerte juega con las transgresiones
de alcohol y cuerpo,
palabra y transparencia.
Humberto Vinueza (Ecuador)
En el reino de Etiopía, todas las niñas soñaban
con hacerse mayores para servir a su emperador.
La tradición concedía una virgen cada año al
Monarca, descendiente del magnánimo rey Salomón.
Sólo la muy hermosa veía coronado su sueño.
Trasladada a vivir en palacio se pinchaba los brazos
para despertar, o cerraba los ojos para seguir soñando.
En su dicha se sentía como encantada. Ni por asomo
podía sospechar que el emperador se investía de
juventud eterna bañándose en sangre de doncella.
Arturo Corcuera (Perú)
Y me voy a morir -tú bien lo sabes-
a morirme de barro bien usado,
a morirme de risa repentina,
de risa de estar vivo como un hombre.
¿Para qué me trajeron cabestreando
por rosas y rosales y escaleras?
¿Para qué me pusieron estos ojos
y estas manos sin aire
y estas venas?
¿Para qué me pusieron tanta lumbre,
tanto donde escoger y tanto frío?
Me dan risa este día y esta hora
y esta rosa en su tiesto y este muro
que me grita su yedra y su volumen.
Me da risa la tierra y mis dos piernas,
las ganas de morirme en que me pudro.
El aire que respiro me da pena.
Pena de coliflor, risa de nada.
Héctor Rojas Herazo (Colombia)
La palmera al extremo de la mente
Se eleva más allá del pensamiento,
En la extensión de bronce.
Un pájaro de plumas doradas
Canta allí una canción extranjera,
No destinada al hombre, sin sentimiento humano.
Entonces tu comprendes que no es ésa
La razón que nos hace felices o infelices.
Canta el pájaro. Sus plumas resplandecen.
La palmera está al borde del espacio.
En las ramas se mueve el viento lentamente.
El plumaje del pájaro pende llameante.
Wallace Stevens (Estados Unidos)
Ana Paula, hija mía,
las esferas multicolores del árbol de Navidad
son lindas pero frágiles.
Los niños no las deben coger
porque se pueden quebrar.
Un día, cuando seas grande,
tendrás un árbol de Navidad
lleno de esferas multicolores.
Tendrás también otra Ana Paula
a quien dirás: -“ Hija mía,
las esferas multicolores del árbol de Navidad
son lindas pero frágiles.
Los niños no las deben coger
porque se pueden quebrar.
Un día, cuando seas grande...”
Luiz Sperb Lemos (Brazil)
Qué te podría decir
Qué te podría decir
ahora que has vuelto
y me tocas el corazón con la mirada.
Qué soy frente a la articulación
de un objeto con otro,
de un sentimiento con otro,
de una idea con otra,
pura continuidad
en el espacio,
único sonido.
Qué te podría decir,
de qué manera habría
de darte la bienvenida.
Torre de seda
en que se estrella mi amor,
agua en que mi amor se precipita,
cuerpo que me acompaña.
Qué decirte.
De qué manera
devolverte la mirada
que sea un campo de arroz,
que sea la noche con la noche.
Acompañada.
Pedro Granados (Perú)