martes, 22 de mayo de 2012

El inocente ojo del antílope - Waldo Leyva





Un tigre salta de la piedra.


Vuela un ave que ignora la angustia del vacío.

Ciego es el pez, su pupila es el agua

y muere herido por el aire.



La lombriz puede ser reina de la altura

y deshacerse el árbol

en el vientre insaciable del insecto.



A la cruz del comienzo clavado sigue el hombre.

Sangra. Puede ver aún el rostro de los otros.



Ni dios, ni ventanas azules,

ni el inocente ojo del antílope.



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