miércoles, 16 de mayo de 2012

Ningún poder tiene derecho a abandonar la compasión - Flóbert Zapata Arias



Día del maestro, nada qué celebrar. Cada día más carga de trabajo, más obligaciones, más papeles y cada día menos descanso. Recortarle las vacaciones a los maestros hace honor a las equivocaciones soberbias. Hinchar el control sobre los maestros, postrarlos literalmente de rodillas, llevó la situación a tocar fondo. Cualquier aseadora vigila, cualquier maestra castiga. Maestros aterrorizados, que se hacen las cirugías en vacaciones para no perder tiempo de clases, por lo que entran igual de cansados. Que cuando sirven de jurados en elecciones no reclaman el día compensatorio porque incurren en falta de pertenencia. Servicios médicos atiborrados, maestros pensionados por trastorno bipolar, psiquiatras que dan citas para el mes o más. Los maestros están enfermos, graves, más los jóvenes que los viejos. Ni hablar de los servicios médicos y su deriva insana e irredimible como todo lo privatizado. El ratio profesor-alumno se tornó inclemente. En cada grupo seis o siete alumnos con sociopatías tan graves que uno solo enloquecería al psiquiatra más paciente, igual por todas partes y algunas peor. Rectores, coordinadores, acosadores laborales, al extremo de que a una maestra el psiquiatra la vio tan mal que la incapacitó un mes. Si tienes tus propias opiniones entras en conflicto con el Rector, si entras en conflicto con el Rector mejor pide traslado. O te “liberan”, como llaman ahora al caprichoso baile de los que sobran y razón del temor mezclado con temblor. Para prevenirlo unas maestras se juntan y le dan al Rector un estrén de pies a cabeza. Existen pandillas, de maestras, las hemos padecido. A tal extremo pernicioso ha llegado la situación que se habla de “autoliberados”. Y sin embargo se dan Rectores concientes, lo que prueba que no resulta fácil acabar con la especie. Este el regalo hoy, Día del maestro, para Juan de Jesús Rojas Mancera, de la escuela Barrios Unidos, un hombre humilde y bueno que lleva treinta y seis años enseñando y que merecería un trato más humano pero hasta la saciedad sabemos que el infierno se encuentra al final. Parado frente a su grupo Quinto, en su salón, mientras Juan escuchaba respetuoso sentado en el trasero escritorio, el Rector se refirió al maestro más malo de la escuela mientras lo señalaba con el pulgar, pero él se dio cuenta. Tan hiriente fue el gesto que hasta los alumnos difíciles y silvestres se indignaron. El otro maestro más malo soy yo y se va a deshacer de los dos fundiendo grupos con la otra jornada, eso manifestó. Llorando a la salida Juan de Jesús lo contó a casi todos, porque hay los que automáticamente no escuchan al de abajo, egos adiposos. Para no dañar su cercana pensión se contuvo:



─A mí me provocaba levantarme de ese puesto y darle delante de los alumnos.



Ningún poder tiene derecho a abandonar la compasión.



Manizales, martes 15 de mayo del 2012.

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