domingo, 1 de junio de 2008

Miscelanea de poesía



Yo tengo para ti mi buen amigo
un corazón de mango del Sinú
oloroso
genuino
amable y tierno
(Mi resto es una llaga
una tierra de nadie
una pedrada
un abrir y cerrar de ojos
en noche ajena
unas manos que asesinan fantasmas)
Y un consejo
no te encuentres conmigo



Raúl Gómez Jattin (Colombia)


Mediados del siglo VII a. de c.

Algunos dicen que lo más hermoso sobre la oscura tierra es una hueste de soldados de infantería, y otros, que una flota de barcos; pero para mí lo es mi ser amado. Y es fácil hacer que cualquiera lo entienda.
Cuando Helena conoció al más bello de los mortales, lo hizo su elegido, el destructor de toda la estirpe de Troya, y no pensó en sus hijos ni en su amado padre, sino que el amor hizo que se extraviara y ofreciera su corazón lejos, porque es siempre fácil que el amor extravíe a la mujer cuando cree que lo cercano y lo querido tienen poca importancia.
Aún así, Anactoria, parece que no recuerdas, cuando ella está contigo, que eres aquélla el agradable sonido de cuyas pisadas prefería oír y el resplandor de cuyo rostro brillante prefería ver antes que todos los carros y soldados vestidos con mallas de Lidia.
Sé que en este mundo los humanos no pueden alcanzar lo mejor, pero rogar por una parte de lo que una vez se compartió es mejor que olvidarlo.


Safo de Lesbos



Puedo tocar...


puedo tocar dijo él
(voy a gritar dijo ella
sólo una vez dijo él)
es lindo dijo ella

(puedo palpar dijo él
cuánto dijo ella
un montón dijo él)
por qué no dijo ella

(vámonos dijo él
no demasiado lejos dijo ella
qué es demasiado lejos dijo él
donde estás dijo ella)

puedo quedarme dijo él
(en qué sentido dijo ella
así dijo él
si besas dijo ella

puedo moverme dijo él
es esto amor dijo ella)

si estás dispuesta dijo él
(pero me estás matando dijo ella

pero es la vida dijo él
pero tu mujer dijo ella
ahora dijo él
ay dijo ella)

(de primera dijo él
no pares dijo ella
oh no dijo él)
más despacio dijo ella

(¿teeerminaaaste? dijo él
ayayay dijo ella)
¡eres una maravilla! dijo él
(eres Mío dijo ella)


EDWARD ESTLIN CUMMINGS (Estados Unidos)


Encuentro

¿Por qué te contemplo? ¿Por qué te toco? ¿Qué busco en ti,
mujer,
Que he de apresurarme para estar contigo una vez más?
¿Por qué debo sondear nuevamente tu nada abisal
Y extraer nada más que dolor?

Fijamente, fijamente miro tus ojos acuosos; pero no quedo más
convencido
Ahora que alguna otra vez
De que sólo son dos espejos que reflejan la pálida luz del
firmamento,
Eso y nada más.

Y aprieto mi cuerpo contra tu cuerpo como si esperara abrirme
una brecha
Directamente a otra esfera;
Y me esfuerzo por hablar contigo con palabras más allá de mi
palabra,
En las que todas las cosas son claras;

Hasta que exhausto me hundo una vez más en tu nada abisal
Y la fría nada de mí:
Tú, riendo y llorando en este cuarto ridículo
Con tu mano sobre mi rodilla;

Llorando porque me crees perverso y desdichado; y riendo
Por hallar nuestro amor tan extraño;
Con la vista mutuamente clavada en la última esperanza,
ciega y desesperada,
De que el mundo entero cambie.


CONRAD AIKEN (Estados Unidos)



Realidad

Tuve que disentir,
ocultarme,
desaparecer.

Tuve
que ser una disonancia.

Tuve que dejarme ir
a la deriva
sin explicar.

Tuve que esconder
el rostro,
volverme
huidizo,
callar, acallar
(cuando acaso era útil
una simple aclaración).

Se me juzgaba con ley de hombre
pero nunca fui interrogado.

Todo
fue por ti,
y no te he visto.


Rafael Cadenas (Venezuela)



FELICIDAD

Tan temprano que casi está oscuro todavía.
Estoy en la ventana con una taza de café
y el acostumbrado atasco a esta hora de la mañana
en la mente.
Veo entonces al chico y a su amigo
acercarse por la calle
para repartir el periódico.
Llevan gorras y sudaderas,
uno de ellos la bolsa al hombro.
Son tan felices
que no se dicen nada, estos chicos.
Creo que si pudieran, se cogerían
uno al otro del brazo.
Es temprano, por la mañana,
y andan haciendo esas cosas juntos.
Se acercan, despacio.
El cielo comienza a cargarse de luz
aunque la luna todavía cuelga pálida sobre el agua.
Tanta belleza que, durante un minuto,
la muerte y la ambición, incluso el amor,
no tienen que ver con esto.
Felicidad. Llega
inesperadamente. Y sigue su camino; realmente
las primeras horas de la mañana nos hablan de ello.


UNA FRAGUA Y UNA GUADAÑA

Hace un minuto tenía las ventanas abiertas
y allí estaba el sol. Una brisa caliente
cruzaba la habitación
(subrayé esto en una carta).
Entonces, mientras miraba, se puso oscuro.
El agua comenzó a chapotear.
Los barcos deportivos dieron la vuelta
y se colocaron en línea, una pequeña flota.
El juego de campanas colgado en el porche
se cayó. Las copas de nuestros árboles se inquietaron.
El tubo de la estufa crujió y vibró
bajo sus arandelas.
Dije: «Una fragua y una guadaña».
Hablo así conmigo mismo.
Diciendo nombres de cosas -
cabrestante, maroma, marga, hoja, horno.
Tu rostro, tu boca, tu hombro
me resultan inconcebibles ahora.
¿Dónde se han ido? Es como
si los hubiera soñado. Las piedras que trajimos
de la playa apoyan su rostro
en el alféizar, refrescándose.
Vuelve a casa. ¿Me oyes?
Mis pulmones se cargan con el humo
de tu ausencia.



Raymond Carver (Estados Unidos)


Allen Ginsberg muriendo



Allen Ginsberg se está muriendo
Lo dicen todos los diarios
Está en los noticieros de la tarde
Un gran poeta se está muriendo
Pero su voz
no morirá
Su voz está sobre la tierra
En el Lower Manhattan
en su propia cama
se está muriendo
No hay nada
que podamos hacer
Él muere la muerte que todos
Morimos
Él muere la muerte del poeta
Él tiene un teléfono en la mano
Y llama a todos
Desde su cama en el Lower Manhattan
En todo el mundo
tarde en la noche
el teléfono está sonando
‘Es Allen’
dice la voz
‘Habla Allen Ginsberg’
Cuántas veces lo han oído
a través de los largos grandes años
No es necesario que él diga Ginsberg
En todo el mundo
en el mundo de los poetas
hay un solo Allen
‘Quería contarte’ dice
Les cuenta lo que le está pasando
lo que está cayendo
sobre él
La Muerte esa amante oscura
cayendo sobre él
Su voz va por satélite
sobre la tierra
sobre el Mar de Japón
donde una vez estuvo parado desnudo
tridente en mano
como un joven Neptuno
un hombre joven con barba negra
parado en una playa de piedras

Hay marea alta y las gaviotas graznan
Las olas rompen sobre él
Ahora
y las gaviotas graznan
sobre las costas de San Francisco
Hay un viento fuerte
Hay grandes olas blancas
azotando el Embarcadero
Allen está en el teléfono
Su voz está sobre las olas
Yo estoy leyendo poesía griega
El mar está en ella
Los caballos lloran ella
Los caballos de Aquiles
lloran en ella
aquí junto al mar
en San Francisco
donde las olas lloran
Ellas hacen un sonido sibilante
Un sonido sibilino
Allen
Ellas susurran
Allen

30-5-97


Lawrence Ferlinghetti (Estados Unidos)


SEPARACIÓN

Desmontar la casa
y el amor. Desclavar
los sentimientos
de las paredes y las sábanas.
Recoger las cortinas
tras la tempestad
de las disputas.

El amor no resistió
las balas, plagas, flores
y cuerpos intermedios.

Empacar libros, cuadros,
discos y culpas.
Esperar el infernal
juicio final del desamor.

Los vecinos se asustan en la mañana
ante los destrozos junto a la puerta:
-¡parecían amarse tanto!

Hubo un tiempo:
una casa de campo,
fotos en Venecia,
un tiempo en que sonriente
el amor aglutinaba cenas y fiestas.

Se amó cierto modo de desnudarse,
de peinarse.
Se amó una sonrisa y cierto modo
de disponer la mesa. Se amó
cierto modo de amar.

No obstante, el amor parte en retirada
con sus ropas arrugadas, tropas de insultos,
maletas desesperadas, sollozos incautados.

¿Faltó amor al amor?
¿Se gastó el amor en el amor?
¿Se hastió el amor?

En el cuarto de los hijos
otra derrota a la vista:
muñecos y juguetes penden
en un collage de afectos natimortos.


Se arruinó el amor y tiene prisa de partir
avergonzado.

¿Levantará otra casa, el amor?
¿Escogerá objetos, morará en la playa?
¿Viajará en la nieve y la neblina?

Tonto, perplejo, sin rumbo,
un cuerpo cruza la puerta
con trozos de pasado en la cabeza
y un futuro incierto.
En el pecho el corazón pesa
más que una maleta de plomo.


RESTAURANTE ETRURIA

Esta bella mesera etrusca
con su imponente nariz navegando
entre las mesas del restaurante;

esta bella mesera etrusca
con su nariz portentosa como
henchidas velas en dirección a Grecia;

esta bella mesera etrusca
va de aquí para allá
ocupada en su trabajo,

y no sabe que la contemplo
desde hace 25 siglos.


Romano de Santana (Brazil)

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