sábado, 6 de septiembre de 2008

Tienda de antiguedades filosóficas 2


Capítulo LII


Los filósofos

Detrás de ellos vienen los filósofos, venerables por su barba y por su manto, que dicen ser los únicos que saben; el resto de los mortales son hombres que revolotean. ¡Oh, cuán dulcemente deliran cuando forjan mundos infinitos a su antojo; cuando miden como con el pulgar, como con un hilo, el sol, la luna, las estrellas y los orbes celestes; cuando sin vacilar un punto explican las causas del rayo, del viento, de los eclipses y de todos los demás fenómenos inexplicables! Y lo hacen como si fueran los secretarios del arquitecto del mundo, o como si acabaran de llegar del Consejo de los dioses. En tanto, la Naturaleza se ríe de ellos y de sus hipótesis, porque no conocen nada con certeza, como lo demuestran palmariamente las interminables disputas que mantienen entre sí acerca de cualquier cosa. No saben absolutamente nada, y pretenden saberlo todo. No se conocen a sí mismos, ni ven la fosa abierta a sus pies, ni la piedra en que pueden tropezar, sea porque de ordinario son casi ciegos, sea por tener la cabeza a pájaros; pero esto no les impide afirmar que perciben las ideas, las universales, las formas abstractas, la materia prima, los quidditates, los acceitates, cosas, en verdad, tan imperceptibles, que, a mi juicio, ni el mismo Linceo las hubiese visto con claridad. Pero, sobre todo, desprecian al profano vulgo, solo porque saben trazar triángulos, cuadriláteros, círculos y otras figuras matemáticas, inscritas unas en otras, e intrincadas en forma laberíntica y acompañadas de un ejército de letras, repetidas en distintos órdenes, cuya colocación ofusca a los ignorantes. No faltan algunos entre ellos que leen el provenir de los astros, y que prometen milagros mayores que los de la magia. ¡Y todavía encuentran papanatas que creen también esas cosas!...


Elogio de la locura.
Erasmo de Rotterdam.



Carta dirigida al Hermano Juan exhortándolo sobre la manera de abocarse al Estudio


Porque me has preguntado Juan, mi muy querido en Cristo, de qué manera te sea conveniente aplicarte al estudio cuando se trata de conquistar el tesoro de la ciencia, quiero proporcionarte estos consejos:

1. Que prefieras ingresar al mar no de golpe, sino a través de riachuelos, porque conviene arribar a lo más difícil valiéndose de los más fácil.
2. Esta es mi advertencia y lo que debes aprender: te encarezco que seas sosegado en el hablar y que sin prisa te aproximes a donde se conversa.
3. Aficiónate a la limpieza de conciencia.
4. No dejes de darte a la oración.
5. Si quieres acceder a la bodega del vino (de la sabiduría), debes amar con insistencia tu lugar de estudio.
6. muéstrate amable para con todos.
7. No escarbes en los hechos ajenos.
8. No te muestres demasiado confianzudo con nadie, porque la demasía en la familiaridad engendra desprecio y proporciona materia para que te sustraigas al estudio.
9. De ninguna manera debes entremezclarte en los dichos y sucesos de los que viven en el siglo.
10. Huye del discurrir sobre cualquier cosa.
11. No omitas seguir las huellas de los santos y de los buenos.
12. no consideres de quién lo oyes, sino que cuanto se diga de bueno almacénalo en tu memoria.
13. Todo lo que lees y escuchas trata de entenderlo.
14. Respecto de las dudas, cerciórate.
15. Y todo cuanto puedas ubicar en la alacena de tu mente, hazlo cuidadosamente, como quien procura llenar un recipiente.
16. No pretendas alcanzar lo que te supera.
Siguiendo este camino aportarás y producirás follaje y frutos útiles en la viña del Señor mientras vivas.
Si persigues todo esto te será posible alcanzar aquello a lo que aspiras.


Cartas filosóficas
Tomás de Aquino


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