domingo, 25 de marzo de 2012

La oración del ateo - Miguel de Unamuno



Oye mi ruego Tú, Dios que no existes,
y en tu nada recoge estas mis quejas,
Tú que a los pobres hombres nunca dejas
sin consuelo de engaño.
No resistes a nuestro ruego
y nuestro anhelo vistes.
Cuando Tú de mi mente más te alejas,
más recuerdo las plácidas consejas
con que mi ama endulzóme noches tristes.
¡Qué grande eres, mi Dios! Eres tan grande
que no eres sino Idea;
es muy angosta la realidad
por mucho que se expande para abarcarte.
Sufro yo a tu costa, Dios no existente,
pues si Tú existieras
existiría yo también de veras.

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