viernes, 23 de marzo de 2012
Wislawa Szymborska
Eclesiastés
A veces fantaseo con situaciones inverosímiles.
Me imagino, por ejemplo, en mi osadía,
Que tengo la oportunidad de platicar con Eclesiastés,
Autor de un lamento estremecedor
Sobre la vanidad de todas las empresas humanas.
Me habría inclinado muy hondamente ante él,
Ya que es -por lo menos para mí-
Uno de los poetas más importantes.
Pero luego lo habría cogido de la mano:
“Nada hay nuevo bajo el sol'', has escrito, Eclesiastés.
Sin embargo, Tú mismo has nacido nuevo bajo el sol.
Y el poema que has creado también es nuevo bajo el sol,
Ya que antes de Ti nadie lo había escrito.
Y nuevos bajo el sol son tus lectores,
Puesto que los que vivieron antes que tú no te podían leer.
Y el ciprés, en cuya sombra te sentaste,
No crece aquí desde el principio del mundo.
Le dio origen otro ciprés, semejante al tuyo, pero no en todo igual.
Y además te quisiera preguntar, Eclesiastés,
¿Qué desearías escribir, ahora, de nuevo bajo el sol?
¿Algo con qué completar tus ideas,
O tal vez tienes la tentación de negar algunas de ellas?
En tu poema anterior concebiste también la alegría, y
¿Qué hay del hecho de que resulte ser tan pasajera?
¿Tal vez sobre ella va a tratar tu nuevo poema bajo el sol?
¿Tienes ya algunos apuntes o primeros esbozos?
Pues no dirás “ya he escrito todo, no tengo nada que añadir''.
Esto no lo puede decir ningún poeta,
Y mucho menos uno tan grande como Tú.
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