miércoles, 2 de septiembre de 2009

ARAÑA DE SÓTANO - cuento de Aymer Waldir


¿Al estadio? Ni falta hacía que me dijera para donde iba. Aunque ahora se ponen la camiseta del equipo cualquier día. Cuando yo me la ponía era para acompañar al equipo en el estadio. Algunos se la ponen a diario. ¿Usted es de esos? Me imagino que al menos la lavan día de por medio o que tienen varias. En mi época nos poníamos el uniforme sólo cuando había partido de local. Hace como doce años no entro al Atanasio Girardot. Desde que nació Brayan. Lo íbamos a poner Víctor si era niño y Victoria si niña, por Victor Hugo. ¿El de Los miserables? no hombre, el del Nacional. Víctor Hugo Aristizabal, el mayor goleador colombiano de todos los tiempos. A la final quedó con el nombre de Brayan. Uno es el que elige, pero las mujeres son las que hacen la lista para que uno escoja. ¿Usted tiene hijos? téngalos para que vea lo que es sufrir viendo cómo crecen y sentir que le va gustando el sufrimiento. Masoquismo. Claro que usted ya es experto en eso, como buen hincha del Medellín. Tener un hijo es lo mismo que despertar a la realidad: una piscina congelada donde el primer idiota que salta le dice a los demás que el agua está buenísima. Pero, en el paseo, los que mejor pasan son los que se meten a la piscina. Si, por eso es la calcomanía del taxi. ¿Cómo se escribe pues? ¿Brian? a buena hora me dice, ya todos le decimos Brayan: hasta en el colegio, y eso que el colegio es bilingüe. A ella le gustaba ese nombre y todo lo que fuera extranjero. A mi me gustaba el Nacional cuando era de puros criollos. Un equipo Nacional lleno de extranjeros y unos Millonarios en quiebra suena algo extraño, pero este país es de cosas raras. Yo era tremendo hincha y odiaba a los contrincantes y a los aficionados de radio, así fueran del mismo equipo. Ahora apenas si me entero de los marcadores hasta el otro día, cuando miro las repeticiones en el noticiero. Claro que todo en los noticieros colombianos es pura repetición: insisten y dan lata con la misma mentira hasta que uno se la va creyendo. Cuando había partido me iba con el combo desde bien temprano para poner los trapos, abrir las banderas y coger el mejor puesto para ver el partido. En la barra yo era el que siempre empezaba a gritar, después se me unían tres, luego mil, medio estadio. Allá van muchos a gritar para después quedarse callados toda la semana en el trabajo. No, no es el caso mío. Después del fútbol el deporte que más me gusta es el de hablar. ¿Se nota? Mi papá me llevaba a fútbol desde pelado. El que a él le gusta es el Deportivo Independiente Medellín, pero yo: ni estudié lo que él quería ni soy hincha de su equipo. Lo que si le aprendí fueron las canciones que a él le gustaban: pura “Voz de Colombia”. Como si Colombia tuviera voz o se pudiera hacer escuchar. Aquí somos una manada de sordos, que sólo oímos lo que nos conviene. A esa emisora la compró una multinacional y la rebautizaron “Bésame”, pero sigue lo mismo. Es como venir ahora a poner Brian a Brayan. Yo, al niño, lo dejo que ponga la música que quiera y al estadio no lo he llevado. La música de mi papá es muy pegajosa, todavía suena y se presta para que se le ponga picardía o bronca. Cuando coreábamos la tribuna entera se nos unía; unidos todos para agredir a la barra del frente. Aquí donde me ve, tan peludo, hice parte de los cabeza-rapadas; la barra más brava y peligrosa de la ciudad hace unos veinte años. Esquin jead nos decían. Cuando empecé creía que lo de esquin era porque nos manteníamos en la esquina; despistado que es uno. La ignorancia es hablar como experto de lo que no se sabe. Para entrar al estadio yo no hacía filas, ni tampoco compraba la entrada, pura boleta de cortesía. O hacíamos el carrusel: con una sola entrada pasábamos hasta once. ¿Sabe como se dice fútbol en inglés? ¿No era el experto en nombres, pues? fútbol sóquer, con harto acento en la o, para que suene elegante. Del alumno también se aprende, maestro. En ese idioma todo parece tener importancia, pero a la final es una carajada. El español le lleva la delantera, le gana por goleada al inglés, porque las palabras significan varias cosas dependiendo donde y cómo se digan. Yo le puedo decir perro a un amigo o a un desconocido y como si nada, pero si les digo “perro” con intención y se dan cuenta, con cualquiera de los dos me gano un problema. Le dicen fútbol sóquer, con desprecio, porque los monos tienen un campeonato local de rugby que dicen es de talla “mundial”. Todo lo que hacen ellos le importa mucho al mundo, o al menos lo afecta. La gente se va para allá buscando el dinero de los gringos. Comiendo mierda y con dos trabajos se consigue plata en cualquier parte, mejor estar aquí. Al lado de los seres amados. De los odiados también. ¿De que era que le hablaba? ¿Ah? Sí, en vez de rugby lo llaman “fútbol americano” porque la pelota es más aplanada. Mas moldeable y fácil de atrapar, como les gustaría a ellos que fuera el mundo.
Cuando me uniformaba pensaba que era para hacerme notar y ahora veo que era para hacerme invisible, para pasar desapercibido. Quería ser la voz cantante, pero en realidad hacía parte del coro. La barra más brava, la de los cabeci-rapaditos nos afeitábamos entre nosotros mismos para ahorrar dinero y nos dábamos coraje los unos a los otros. En medio de la violencia lo que queríamos era disimular tremenda ternura. La camiseta nos la poníamos el día del partido no más. Esa frasecita de “ponerse la camiseta” es para los mediocres, los verdaderos hinchas la llevábamos tatuada en la piel. En esa época yo parecía recién tatuado, con la piel resentida. Cualquier cosa me podía lastimar: una mirada, una palabra, un silencio, sospechar que me ignoraban. Después me fue cicatrizando y fui perdiendo sensibilidad, me salieron callos, cachos y descubrí que la amistad y la lealtad no son más que sensaciones.
La vida es como la ida al baño, se va más tranquilo estando solo que acompañado. Claro que las mujeres piensan otra cosa. Arman paseo para ir al baño. Son un misterio, como los billetes de cincuenta mil; cuando uno ve uno cree que ya lo conoce y cuando vuelve a tener otro en la mano ya ni sabe ni cuantos ceros tiene. ¿Usted si ha visto un billete de cincuenta? ¿Cuántos ceros tiene? No papá, se dejó coger en la mentira. No sirve para político. Un cero. El que va al lado del cinco para formar cincuenta, después va la palabra “mil”. Las mujeres. En el combo teníamos a las más bonitas. A todas les quería hacer la vuelta, pero nada, que remilgues. Todas fueron novias de todos y a mí apenas me incluían. La envidia que me daba, ya ni retacaba, todos los del grupo eran que promiscuos y yo no pasaba de bluyiniada, pero a la final nadie supo. Yo era de los más rudos. Lo que es la vida: mientras más vulgar, más adeptos conseguía. Hay que hacerse respetar, al menos sacar provecho de peso y estatura. Una vez, en plan de conquista, empeñé un anillo; con esa plata me compré dos entradas para preferencia para invitarla a ella. Bostezo va y bostezo viene, en esa tribuna se seca la ola. La fiesta del fútbol es detrás de los arcos. Una tribuna llena de niños bien y puras hijitas de papi y mami. Si no es por la mamá de Brayan me suicido tirándome desde la tribuna. ¿Tiene boleta para norte? En mi época esa tribuna se llamaba Corea y, la de Sur, la llamábamos: el Gallinero, pero ahora les dio por la globalización y llaman norte a lo que quieren significar que va arriba y sur al resto del mundo. La mayoría de mis seguidores son ahora de Los del Sur ¿Oriental? es otra opción, mejor que preferencia. A esa tribuna la deben llamar el valle de la silicona: todas con las tetas del mismo tamaño. Yo soy alérgico a eso, se me queman los labios. Lo bonito es la variedad, para que uno escoja según el estado de ánimo. En preferencia se siente uno como pescado entre un tetero. Incluso hay unos que van de corbata. La corbata de los ejecutivos. Ellos no lavan esa prenda. Son pura apariencia. Los que aparentan sufren más que uno porque sufren el doble, pero cuando uno sufre es que cambia. Aprende a templar. Por eso es que ustedes los hinchas del poderoso son tan aterrizados. Claro que todo puede cambiar y luego les va a quedar la experiencia. Una vez sí, otra vez no: eso es el fútbol. Lo mismo con las mujeres, con la vida, con todo. Lástima que los sí y los no vengan en proporciones tan extrañas. Hay equipos que son ganadores permanentes y otros que juegan contra esos equipos, como el caso del equipo suyo. A mi me gustaba andar en combo, así dijeran que éramos unos desadaptados. ¿Quién se va a adaptar si le cambian las reglas a toda hora?. ¿A usted si le gusta pertenecer a un bando? me refiero a tomar partido. En este país siempre hay que jalar para uno de los dos lados, pero no decir para cual, y cuando le pase algo al vecino decir “por algo será que le pasó” y listo. Queda uno como un caballero. Todo un ciudadano ejemplar. Como los británicos. Allá inventaron la diplomacia y la servidumbre, ¿no ve que todos los mayordomos finos son hombres? Aquí las sirvientas son de baja categoría. De extracto uno. ¿No se dice extracto? ¿Cómo pues? ¿Estrato socioeconómico? la misma vaina: como el extracto bancario. Lo que es la cultura: cuando es inglés es de más importancia. Los británicos les prometieron a judíos y palestinos la misma tierra: de ahí viene eso de la tierra prometida. También se jalaron el invento del mejor espectáculo del mundo, como llaman al fútbol en los comerciales de la FIFA. Yo me crié viendo fútbol, viviendo la pelota. No como otros que eran hinchas de radio y no conocen el estadio por dentro. De niño mi papá me enseñó: “Tenemos un arquero, que es una maravilla; ataja los penales sentado en una silla", buen estribillo. Los que él me enseñaba para el rojo yo los acondicionaba para el verde. Yo me inventé algunos, hasta mejores que ese. Una vez escribí un poema. ¿Cuál acróstico? eso es para los enamorados y para los que hacen crucigramas. Un poema. Imagínese: Yo, un poeta. Los del parche no creían que pudiera haber caído tan bajo. Casi no me repongo de esa. Ah, ¿Usted es poeta? No hay problema, a este taxi se han subido gente de todos los pelambres: políticos, policías, putas y poetas. Una vez me dijo una señora: ¿Usted es poeta? entonces súbase la bragueta. Es broma. ¿Poeta? y para colmo hincha del Medellín. Lo que usted tiene es vocación de sufrido. ¿Qué le contaba? Si. Lo que mejor hacía eran las canciones, son muy fáciles. Como escuchaba la misma música del viejo se me pegaban las melodías y las usaba fácilmente ¿Quiere que le enseñe? Lo primero es corear el nombre del equipo separándolo en sí-la-bas: sílabas, sí-la-bas, ¿si le coge el tono? o el apodo del jugador que más le guste, ojalá de dos silabas. Por ejemplo: Choronta, choronta, choronta y acelerar la pronunciación mientras patea el suelo. ¿Es de tres sílabas?, ¿pero aprendió la técnica o no? Va acelerando y pateando el suelo. Eso sí, con cuidado de no pisarle nada al de la escala de abajo. Una bien buena es "Yo te daré, te daré niña hermosa, te daré una cosa, una cosa que empieza con V: ¡Verdé!" hay que ponerle la tilde en la é para que salga, de lo contrario se tira en la rima. "Sí, sí, señores, de Nacional; sí, sí, señores, de corazón; porque este año en el Atanasio, de color verde viste el campeón". También se vale tomar prestadas las de un equipo de otro país: "vaya, vaya con el campeón; a todas partes vaya con el campeón; si sos de Boca, hacé el favor; andá a la puta que te parió". La oí en una transmisión de Fox. De la televisión se aprenden muchas cosas. Allá en Argentina la combinan con los del River o del Racing, pero aquí se le puede acomodar cualquier otro equipo. Vea usted: un producto importado y sin pagar arancel, como en un tratado de libre comercio. Los estribillos que más gustan son los de doble sentido, donde la grosería abre las piernas dejando pasar la bola por el medio: "despacito, despacito, despacito; les rompimos el culito". Esa suena muy bien cuando uno es el que la canta, pero da una rabiecita cuando toca escucharla. Claro que eso es lo que se busca: provocar al contrario, gozar con el sufrimiento del otro. Con el triunfo del equipo se alegra uno, pero con la derrota del otro es que se disfruta más. Autogol competía conmigo inventándose arengas y coros. Frente a una muchedumbre, los mediocres son los más elocuentes. Le decíamos Autogol porque lo hicieron sin querer. A mi me gustaba poner apodos. A ella, que era la novia de Autogol, la puse Araña de sótano: Puro culo y patas. Después le cambié el apodo por el de microbióloga, porque vivía analizando las cagadas de los demás. ¿Cómo me decían a mí? ¡Jefe! y las mujeres bonitas me decían “papito”. Claro que en esa época me pudieron haber puesto “víbora de museo” porque vivía entre un frasco de alcohol. Nunca hice amigos bebiendo leche. De Brayan para acá ya no bebo. Hay que darle ejemplo al pelado, que no vea al papá con asco y desprecio. No me perdía partido, llevaba el bombo y la voz cantante. Severo bombo. Valió como cuatrocientos mil y lo compramos a punta de bailes y empanadas. Las mujeres del grupo eran unas tesas. Conseguían plata sin necesidad de quitarse la ropa. Después una se cambió de religión, se convirtió al putaísmo. Eran otras épocas; cuando eso las muchachas oían la música que ahora llaman para aplanchar y nosotros al Barón Rojo. Claro que a Araña de sótano no le gustaba ese grupo de rock, dizque por el color. Ella también sostenía que roja ni la sangre. Bobadas de ella. Esa también prometió muchas cosas, como los ingleses y a la efe me dejó embalado. La vida es de ir modificando los gustos. Entró a la barra por ir detrás del perro de Autogol y terminó embarazándose. Una vez fue a un partido con tremenda barriga, como de ocho meses, resultó ser el mejor bombo del estadio, el más bello. ¿Volteo por esta o subimos derecho por Colombia? Las canciones de antes si eran profundas. De una canción del Puma saqué aquel célebre "este es mi amigo Rojo, dueño del corazón; pierde cada partido. No te hace ningún gol". Es que también le hacia canciones a la competencia. Y Leonardo Favio me inspiró para decir “no juegues más, mi Nal, no juegues más; que los del rojo ya no pueden más". La tribuna coreaba mis canciones con letra propia y música prestada. A mi hijo ya lo estoy entrenando. Todos los días le pregunto: “¿de que equipo es usted? para irlo incorporando. A los hijos hay que tratarlos de usted y a los enemigos tutearlos, para que se confíen. Cuando me fui para la nevera a ver si levantaba billete y volví, ya se me estaba dañando el chino. Dizque oyendo vallenatos y con camiseta del DIM. Es que a los hijos hay que educarlos hablándoles durito, a la pareja dejándole de hablar y a las vecinas dándoles de que hablar. En un partido contra el equipo de la capital nos inventamos una estrofa que te cagás: “El verde no tiene marido, El verde no tiene mujer, pero tiene un hijo bobo, que se llama Santa Fé”. En un clásico, cuando los de Rexistencia Norte no cantaban, porque iban perdiendo, gritábamos: “No se escucha, no se escucha, sos amargo, rojiazul hijo de puta”. Nada personal. En mi casa, además de mi papá, mis dos hermanos son del DIM, pero mi mamá es una santa. No tengo nada contra nadie, pero los insultos hacen parte de la fiesta del fútbol. Ante todo la lealtad, la fidelidad es otra cosa. Es que al único que se le menta la madre no puede ser al árbitro, todos tenemos derecho. En esa época todo era amague y a la final nada. Salía uno del estadio abrazado. Todo cambia menos los políticos que siguen robando lo mismo. Lo mismo y hasta más. ¿El tiempo pasa? ¿Cuál? si el tiempo está quieto viendo como pasamos delante de él. Somos nosotros los que vamos y venimos. Ir a fútbol no es como ir a cine, a teatro, a ballet o a un concierto sinfónico. Es algo más activo porque allá se va a rendir un tributo. A contribuir, a ir con la tribu. La tribu se me descompuso después del rifirrafe con Autogol y Araña de sótano. Brayan se parece mucho mí. Parece hijo negado. Al perro de Autogol tocó desterrarlo del parche por faltón. Después se me quitaron las ganas de todo. Abandoné al grupo, dejé a los amigos y no volví al estadio. Empecé a cuidar a Araña de sótano y al bebé. De abandonos si que sé. ¿Lo dejo aquí frente al reloj, con los mariachis? o ¿vamos hasta el Obelisco? Me volví hincha de radio y ya hasta dejo que Brayan se ponga las camisetas de otros equipos, pero de otros países. Ante todo: la lealtad. De traído le voy a conseguir una del Barcelona o del Real Madrid, la primera que consiga. Antes de abandonarme, para irse detrás de Autogol, Araña de sótano me dijo que hasta resulté ser un buen padre. Para que vea hermano, en la vida hay tres cosas que no se olvidan y lo dejan marcado a uno: el primer amor, el primer beso y el primer gol.



Aymer Waldir nació en Medellín (Colombia). Integró durante siete años el grupo experimental de teatro del Politécnico Colombiano “Jaime Isaza Cadavid”. Estadístico de la Universidad de Medellín, se gana la vida con los números y pretende ganarle a la vida con las letras. Es integrante del Taller de Poesía de la Biblioteca Pública Piloto de Medellín. Sus cuentos y poesías han sido publicados en revistas y suplementos literarios de varios países. Viajó a España en el 2003, como ganador de la convocatoria “Toma la palabra” de la Casa Domecq. En 2005 obtuvo el Primer lugar del “Premio Nacional de Poesía” otorgado por la Universidad Metropolitana de Barranquilla. En 2008 ganó el “I Concurso mundial de poesía erótica” convocado por la Casa del Poeta Peruano. Ese mismo año resultó ganador simultáneo en dos categorías (cuento y crónica) del Concurso de Creación Literaria de la Secretaría de Cultura Ciudadana dentro del marco del XVI Juego Literario del Municipio de Medellín y fue elegido por la Revista DONJUAN como uno de los cien personajes colombianos protagonistas del 2008. Ganó en 2009 el concurso de cuento breve “Tomás Carrasquilla” del Politécnico Colombiano Jaime Isaza Cadavid.

1 comentario:

juan esteban dijo...

necesito que me mandes por favor las actividades que has puesto en clase
ATT: Juan Esteban Rodriguez