viernes, 25 de septiembre de 2009
Poemas del libro POR ARTE DE PALABRAS - Luz Helena Cordero
Durmiente
Un hombre dormido en el parque
mientras los carros lo cubren con humo,
la ciudad camina por su lado sin verlo,
los perros husmean su olor anodino
y prosiguen con desgano,
el sol y el frío pasan de largo,
nada dicen sus brazos abarcando la tierra que lo
acuna,
nada sus pies, inútil extremo del sueño.
un hombre dormido en el césped
es un insulto al trabajo, a la prisa,
a la reputación de los bancos,
una burla a las obligaciones,
a la estadística, a los ascensores,
a los estantes de las notarías.
Dónde habrá ido tan lejos,
abandono su cuerpo aquí
y no ha vuelto a recogerlo.
Fiel estandarte del ocio.
Un hombre dormido en el parque,
tan ajeno, tan piedra, tan bello.
Cotidiana
Pasa una ambulancia en busca de un herido,
da vueltas el sonido rojo
ávido de golpes, de caídas,
buitre que ruega al cielo su alimento.
Todos nos revisamos el cuerpo
no sea que exista un agujero
y por ahí se nos escapen las ganas de movernos,
de empujar los zapatos.
Alguien ha visto pasar nuestro nombre
en el desfile de los rezos.
Es posible que ya estemos muertos
y sigamos erguidos como troncos
que angañan a los pájaros.
Palabra rota
I
Acaso olvidaste ya
que cuando aquí nos miramos al espejo
peinamos también la sombra
para que la confundan con el angel,
el viejo ángel al que rezábamos de niños
y que inútilmente llamamos
la noche en que incendiaron a la abuela,
como si fuera un cirio ofrendado a la virgen.
Recuerda,
al otro día no quisimos rezar,
ni falta que hacía
con toda la falta que nos hizo la abuela,
sus manos de hilos y de soles,
para qué hablar,
daban ganas de incendiarse con ella.
II
Para entonces el abuelo tenía diez años
y desde esa altura vio arder a la madre,
abiertas sus manos al resplandor,
sin voz para el espanto.
Algo goteaba entre sus piernas,
tal vez el miedo de ser hombre,
la desgana de crecer.
Recuerda que era un viejo
cuando en sus pesadillas jadeaba una palabra rota,
como si fuera la única cosa cierta que pudo salvar
entre tanto residuo calcinado.
Es una historia antigua tatuada en la sangre.
Nunca conocimos la abuela,
nunca estuvimos allí,
pero eso no nos libra del recuerdo.
Dejo aquí esa palabra rota
que alcancé a descifrar en el insomnio.
Me pesa tanto como el miedo.
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