jueves, 5 de noviembre de 2009

«CON MENOS DEL 5% DE LA POBLACIÓN MUNDIAL, LOS ESTADOUNIDENSES CONSUMEN LA MITAD DE TODA LA DROGA DEL MUNDO»


Por: Germán Castro Caycedo


Si se mira con detenimiento, el problema de la droga en Colombia es una de las consecuencias de la invasión de Estados Unidos a Vietnam en 1958. Entonces los vietnamitas emprendieron dos guerras: una armada y otra cuyo objetivo a largo plazo era minar las siguientes generaciones del invasor, enviándoles cargamentos de drogas, parte de ellas a través de Laos y Camboya.Inicialmente fue marihuana y luego hachís, que se sumaban al torrente de «estimulantes» que les daba su propio ejército para que pudieran entrar en la selva a combatir.Once años después, los días 15, 16 y 17 de agosto de 1969, los primeros síntomas del triunfo de Indochina llegaban a cinco continentes a través de Woodstock, un festival de rock y droga que quedó registrado en kilómetros de documentales, uno de los cuales ganó el Oscar al mejor documental en 1970.En ellos, una inmensa masa de jóvenes estadounidenses, que comenzaron a ser imitados por parte del mundo, exhibía sus porros de marihuana y gritaba: «Haga el amor y no la guerra».Una encuesta realizada en Estados Unidos en el año 2003 señalaba que el 25% de los jóvenes que participaron en la guerra de Vietnam probaron la heroína o se hicieron adictos a ella.En 1989, cuando George Bush era presidente de Estados Unidos, medios de prensa señalaron que su hijo, George W. Bush, tenía problemas de adicción.Treinta y nueve años después de la invasión, el 3 de julio de 1997, durante la asamblea general de la Organización de Estados Americanos en Lima, Thomas McLarthy, asesor del presidente Bill Clinton para América Latina, dijo:«Con menos del 5% de la población mundial, los estadounidenses consumen la mitad de toda la droga del mundo».Al regresar de Vietnam, los contingentes de excombatientes comenzaron a buscar afanosamente la marihuana en Jamaica, pero los volúmenes encontrados no eran suficientes. Pronto descubrieron que en la Sierra Nevada de Santa Marta, situada en el Caribe colombiano, había mejores variedades.Hasta entonces la hierba la consumían en Colombia, en pequeñas cantidades, gentes de las clases menos productivas de la sociedad, en tanto que la invasión de estadounidenses comenzó con aviones sobrantes de Vietnam, piloteados por veteranos de esa guerra, que venían con sus dólares en busca de aquella marihuana.Detrás de ellos surgieron los colombianos, que por sus oficios menores tenían que ver con los visitantes, y comenzaron a sembrarla en cantidades mayores. Otros se la llevaban en maletas a las universidades norteamericanas y otros más a Miami; así nació la temible mafia de la marihuana, primero en el Caribe y luego en el resto del país.Pero simultáneamente tenía lugar otra invasión de estadounidenses que no habían combatido en Vietnam, algunos de los cuales vinieron a cultivarla y a enviársela a sus paisanos, cobijados con el nombre de Cuerpos de Paz.El auge y la fama de la marihuana colombiana declinaron casi en forma definitiva en 1987, cuando Estados Unidos comenzó a ocupar el primer puesto del mundo como cultivador. Además, aquel año la marihuana fue el cultivo más grande del país, arrebatándole ese lugar al maíz, según la revista High Times, especializada en marihuana y de libre circulación en esa nación.

High Times publica mensualmente el precio de la hierba por variedad y por estado, e incluye a todos los estados de la Unión.Paralelo al apogeo de la sinsemilla, marihuana estadounidense, la cocaína empezó a ser señalada como nuevo vicio. Según veteranos narcotraficantes en cárceles colombianas, los primeros que aparecieron en el país eran estadounidenses que generalmente venían cada uno con cuatro o cinco mujeres, a las que enviaban de regreso con la droga, traída de Ecuador y refinada en Colombia. Pero pronto aparecieron los traficantes nacionales y nació la gran mafia, que desde entonces promueve el cultivo de la coca a través de campesinos desharrapados y envía el producto al exterior. Se trata de una legión de criminales de un salvajismo extremo que ha cubierto de sangre y desmoralización al país a lo largo de cuatro décadas.No obstante, según documentos oficiales, hoy en día el 83% del dinero de la cocaína se queda irrigando el torrente económico de Estados Unidos.El secretario de Estado de Estados Unidos, Colin Powell, reconoció en el Congreso de su país que el problema del narcotráfico es mayor culpa de los que consumen las drogas en Estados Unidos, que de quienes las producen en países como Colombia.«El verdadero problema en la zona andina no lo causa la región misma sino lo que sucede en las calles de Nueva York y grandes ciudades en el país, donde no sólo niños pobres sino abogados y artistas continúan usando drogas en forma ilegal. Esto es lo que está causando el problema en Colombia y en otras naciones de la región andina. Y, por tanto, tenemos no sólo que perseguir la oferta y recurrir a la interdicción. También debemos asegurarnos de que estamos atacando la demanda recurriendo al tratamiento para ese horrendo problema. «No les podemos decir a los campesinos que simplemente dejen de cultivar la coca. Hay que proporcionarles los medios para que puedan poner comida en sus platos», dijo Powell durante una audiencia en un subcomité de la Cámara de Representantes. Henry Kissinger (Does America Need a Foreign Policy) dijo a su vez: «El Plan Colombia carga con el mismo momento desesperanzador que condujo a Estados Unidos a involucrarse en Vietnam... Se necesita mucho más que helicópteros de ataque y un puñado de tropas sujetas a un corto curso con instructores estadounidenses. Los cultivadores de drogas, en su mayoría pequeños y pobres agricultores, deben tener una amplia oportunidad para emprender cultivos que sustituyan a la coca. La asistencia de Estados Unidos a Colombia para agricultura alternativa ha sido ínfima comparada con la militar».La de la droga es una guerra que libra Colombia contra sí misma, con sus propios dineros y su propia gente.


Germán Castro Caycedo (Zipaquirá, 1940). Periodista. Es el autor de libros de narrativa no ficción más leído de Colombia.


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