viernes, 6 de noviembre de 2009

El arte de mirar por las ventanas, PUNTO SEGUIDO sale como poesía al viento - Fernando Cuartas



Hoy la operación de abrir ventanas no es dar la sensación de espacios de luz, ni la manera de airear las casas. Se abren ventanas desde una "pecera" donde habitan signos y figuras que son traídas por los vehículos de las autopistas virtuales. Aquí se conferencia con alguien de Paris, allá con una mujer desconocida que puede vivir al frente de la misma casa donde ahora vivimos los vecinos del teclado. Algo rápido, casi hecho de añicos reales, de fragmentos de dialógos y de esperanzas resucitadas entre un encuentro invisible que departe palabras como confites de nostalgia o recursos de apertura a otros mundos.

Las ventanas de la casa son el símil de ese mirar que no se habita, se ven los barrios de los cerros, las calles mojadas por la lluvia, las niñas recien salidas del colegio, el vendedor de fruta, agotado con su carreta destartalada, más pocas veces salimos a ese territorio donde nos veríamos extraños. Volvemos al santuario interior, hacemos un gesto sobre un teclado y ya estaremos en Corea, al lado con otra ventana abierta estemos buscando la biografía de un señor que hace sueños con pestañas de vaca y en otra tal vez una dama desnuda canta sobre un tejado antiguo. Todo esta allí, más poco queda... lo táctil se desvanece, la luz blanca sobre ese cuadro encendido que va quemando ojos y aullidos nunca pronunciados.

En otros momentos las ventanas eran cerros, desde allí se sentían horizontes y se contemplaba la lejanía como un algo posible que se acerca en el deseo. El viento, la neblina, el aire renovado, el olor a arbol y ese montón de caminos que siempre hemos dibujado en sueños. En otros momentos la ventana queda hacia adentro, dormimos, creemos que lo hacemos, más estamos en un viaje milenario, volvemos al ritmo de la tierra, buscamos donde mirar al mar interno.
No faltan las ventanas de los libros, otra forma de llegar sin tocar nada, sin cambiar al ser que se toma su veneno, que ama como un poseído de las furias y las tenuras más extrañas. Llegar al libro, ventana distinta, es llegar a un lugar que puedes mirar o cerrar con la discreción de saber que el otro o los otros que allí se pueden ver, siempre estarán en la misma acción cuando vuelvas sobre ellos. Más en cierta forma es móvil ese contacto, queda los datos de una historia que sigue nadando en nuestros pensamientos, los lugares que al ser leídos sirven para la invensión de los nuestros.
Las ventanas pueden ser postigos, ranuras, ojos de cerradura, lugares para un voyerismo donde se espía la condición de otros seres que podrían ser nosotros, alterados, seducidos, en sus vientos personales y sus orgías oníricas.
Tu "ordenador" no trabaja rápido, tiene muchas ventanas abiertas. Las de la imaginación siempre estarán abiertas y no por eso seremos más lentos, que vivan las ventanas, a ratos hemos tirado la casa por la ventana y nos salimos del cuadro como el viejo Wang-Fó, de Margarite Yourcenar. Hasta las fosas nasales son ventanas y los ojos cuando miran son miradores desde adentro.

Volver a salir con las ventanas al viento, buena suerte en todo...
El fercho Cuartas.

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