sábado, 9 de enero de 2010

Ataúd tallado a mano - Flóbert Zapata



8

Tan cruel la vanidad, tan amarga la envidia.
Y mirar lo que somos:
huesitos con recuerdos.
Huesitos en joyeros de forma tan sencilla,
que más tarde serán
huesitos sin recuerdos.
Que más tarde serán
—en documentos fríos—
recuerdos sin huesitos.
Que luego serán nada.
Eso somos no más.
Huesitos que serán
trasplantados a cajas de madera
y luego a cofrecitos de la tierra.
Huesitos con memoria.
Es toda nuestra esencia,
envidia cruel y vanidad amarga.


17

CADÁVER QUE HA PERDIDO CONCIENCIA DE LO HUMANO

¿Qué daño les he hecho?
Mi solitaria falta:
permanecer inmóvil y en silencio.
Que no caigan más lágrimas,
van a arruinar mis ropas con la sal excesiva.
Un grito más y romperán mis tímpanos.
Ya guarden sus camándulas,
dejen de repetir y repetir sus fórmulas monótonas.
¿Qué daño les he hecho
para que así me ultrajen?
La luna baja limpia, no la ensucien.
¿Vendrán nuevas molestias
y más tarde crueldades y obsesiones?


35

SE BUSCA

Flóbert Zapata
pregunta por su padre.
Trece de octubre del sesenta y siete:
vez última que fuera visto,
aquí en el cementerio de Filadelfia, Caldas,
a dónde vino huyendo “desterrado”
de zarca Pensilvania dos décadas atrás,
aparte de otras plagas
pasquines por debajo de la puerta.
Encontraría al llegar violencia más atroz
y por poco le toca huir de nuevo:
secretos bajo lápidas y hostias.
Señales más visibles:
carpintero, fotógrafo, escultor en madera;
en la frente un panal de abejas, siempre;
en la espalda y el cuello
las marcas de un disparo de escopeta,
porque era liberal;
algún carné firmado por su mano,
secreto por entonces y ahora público;
unos ojos de densa nicotina,
Virginia o Pectoral, soñando que los miedos
se fueran diluyendo en espirales;
su columna en pedazos por caer de un andamio
cuando refaccionaba la cama del Señor
y Él no lo supo nunca.
Lo busca para que cumpla aquella promesa
que nunca pudo hacerle y se supone
entre dos que han sentido idéntica barbarie:
hablar y beber juntos una jarra de vino.

54

La muerte se masturba, se masturba.
Cada cadáver es
un miembro para ella, y no repite:
escoge uno distinto cada vez.
Y a veces la muy puta
se contenta con mil y no con uno.

112

Cantan mucho los gallos en mi tierra.
Antes de morir cantan.
Cantan blues con el cuello degollado.
Ahogados en burbujas
cuando oscuros disparos
penetran en sus pechos.
Cantan cuando les cortan
las alas con feroces motosierras.
Cuando les introducen
agujas en los picos y los ojos.
Hinchados por el agua, repiten y repiten
las canciones del río.
Si los secuestran cantan.
Y cuando son comidos por los lobos.
Si los entierran,
con mal pegadas lápidas,
no paran de cantar.
Si sus cuerpos no son hallados cantan.
Cantan, cantan y cantan.
No cesan de cantar.

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