lunes, 11 de enero de 2010
La masacre de Chengue - José Ramón Mercado
Ese día el sol fue borrado
Homero
I
Llegaron al final de la noche
entre la sombra ciega y los ladridos de los perros
al alba a pie juntillas en vilo las hachas
Las mujeres aturdieron el cielo con sus gritos
Rosa Meriño sintió el pálpito en su entraña
María Martínez vio los muertos pálidos
Sixta Andrades Sequea volvió a menstruar
lunas después de la menopausia
Según Prasca Oviedo a su marido lo arriaron
bajo un cielo de hastíos y horror
No tuvieron tiempo para despedirse
una pasta gruesa en la saliva le atascó la voz
Primero les amarraron las manos y les taparon la boca
luego pusieron sus cabezas sobre el tronco
el tronco de hachar los huesos en el matadero
y uno por unos los fueron despescuezando
Los muertos tenían el miedo en el rostro
los perros olían la sangre de sus amos
y salían huyendo despavoridos como animales apaleados
A Manuel Mendoza lo soslayaron
con un golpe de hacha en el aire
y salió corriendo con la cabeza en las manos
creyendo que se había salvado
Néstor Meriño cayó aplastado como un racimo de plátanos
Estaban todos juntos el silencio olía a sangre
parecían, una montaña, los muertos arrumados
Ya viste una montaña alta de muertos
todos los muertos se parecen a los muertos
tienen una palidez de cadáver que los recorre en silencio
No hay llanto que a uno lo cure ante sus muertos
las oraciones no alcanzaron para los muertos de Chengue
La sangre derramada y los gritos
también rodaron por la ladera
La plaza estaba encharcada de sangre
después del bazar de la muerte
II
Al mediodía llegaron las volquetas fúnebres
con sus chazas inmensas de tártaras calientes
Las órdenes dadas estaban cumplidas
Ese día el sol fue borrado del cielo
Las espigas de maíz estaban secas
El camino parecía un cementerio
y las volquetas cargaban las bolsas
negras llenas de cadáveres
Era una carga de bolsas negras
como arena mojada
pesaban como piedras insensibles los muertos
Los alinearon bajo el sol de la tarde
a cada uno le fueron colocando su cabeza
parecían aún sentenciadas a muerte sus sombras
pero andaban lejos de sus lágrimas carcomidas de miedo
ninguna batalla consagraba su heroísmo
allí estaban bajo el sol de la tarde
A lo largo del camino hasta Ovejas llegaron los muertos
vieron por última vez el cielo borroso bien arriba
En menos de lo que un gallo canta
la noticia dio la vuelta al incrédulo mundo
pero en Chengue no volvieron a cantar los gallos
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario