martes, 29 de diciembre de 2009

EN LA CALZADA DE JESÚS DEL MONTE - Eliseo Diego




EL PRIMER DISCURSO


En la Calzada más bien enorme de Jesús del

Monte

donde la demasiada luz forma otras paredes con

el polvo

cansa mi principal costumbre de recordar un

nombre,



y ya voy figurándome que soy algún portón

insomne

que fijamente mira el ruido suave de las sombras

alrededor de las columnas distraídas y grandes

en su calma.



Cuánto abruma mi suerte, que barajan mis días

estos dedos de piedra

en el rincón oculto que orea de prisa la nostalgia

como un soplo que nombra el espacio dichoso de

la fiesta.



Al centro de la noche, centro también de la

provincia,

he sentido los astros como espuma de oro

deshacerse

si en el silencio delgado penetraba.



Redondas naves despaciosas lanudas de celestes

algas

daban ganas de irse por la bahía en sosiego

más allá de las finas rompientes estrelladas.



Y en la ciudad las casas eran altas murallas para

que las tinieblas quiebren,

¡oh el hervor callado de la luna que sitia las

tapias blancas

y el ruido de las aguas que hacia el origen se

apresuran!,



y daban miedo las tablas frágiles del sueño

lamidas por la noche vasta.

Mas en los días el vuelo desgarrador de la paloma

embriagaba mis ojos con la gracia cruel de las

distancias.



Cómo pesa mi nombre, qué maciza paciencia

para jugar sus días

en esta isla pequeña rodeada por Dios en todas

partes,

canto del mar y canto irrestañable de los astros.



Calzada, reino, sueño mío, de veras tú me

comprendes

cuando la demasiada luz forma nuevas paredes

con el polvo

y mi costumbre me abruma y en ti ciego me

descanso.

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