Tenía la nariz fría
como la nieve, el pecho blanco
y todo el resto acaramelado.
Su ocico como loba y sus orejas
terciopelo.
Titina era su nombre, cada día
la recuerdo.
Parecía una niña
como el primer hijo que tengo.
Me miraba aveces tierna,
arrogante, orgullosa.
Sabía que la amaba,
y se aprovechaba de eso.
Le gustaba la leche dulce,
las galletas con helado
y las tajadas de queso.
Amaba tanto a mi padre,
como mi padre la amaba a ella.
Le daba de comer en su mano,
echadita entre sus piernas.
Todos tenemos con ella una historia,
todos crecimos con ella.
Como la extraño titina.
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