Después de asistir (y resistir ) el ciclo de conferencias "filosóficas” que a través de su facultad de ciencias humanas programó la universidad de Antioquia (conferencias que tuvieron como uno de sus principales y pocos aciertos el modesto titulo con que se les bautizó:"Lecciones de noviembre”, ya que fueron justamente eso: deprimentes informes de lectura tipo colegial, que como tales eran abundantes en los plagios ideológicos y de estilo, plagadas de extensas citas textuales, carentes de toda apreciación crítica y creativa. ''Lecciones” que en algunos casos ni siquiera la larga y pomposa lista de títulos y hasta de cursillos realizados por los expositores lograba satisfactoriamente sustentar. Dice Sábato acerca de B. Russell:"Su filosofía no está pegada a su personalidad como un rótulo, ni la sobrelleva como una carga profesional: es consubstancial con su vida misma como en Sócrates o Espinoza".); decía, pues, que tras soportar estos aletargantes y pedantes baboseos, uno no puede dejar de creer que las palabras que hace 100 años dijera el auténtico filósofo que era Nietzsche, están hoy más vigentes que nunca:"En las facultades de filosofía se debería escribir es te epitafio: “No ha conmovido nadie”. Esto lo decía, entre otras cosas, pensando en Emerson, quien sostenía que el día en que apareciera un verdadero filósofo sobre la tierra, todas las cosas correrían peligro, pues al día siguiente podrían encontrarse cabeza abajo. Lo que de hecho debiera ser una de las funciones y pruebas primordiales que tenga que satisfacer una verdadera filosofía, pues cuando se reflexiona profunda, honesta y objetivamente sobre los distintos problemas que conciernen al hombre como ser social, político, religioso, racional, metafísico, etc., es lógico que sus edificios institucionales y humanos tiemblen y sucumban si tienen los pies de barro y las ideas y valores decadentes y obsoletos se vean sacudidos con violencia y caigan como frutos podridos y resecos al paso del viento fresco y recio que constituye toda filosofía verdadera. A no ser qué todo sea perfecto, o por lo menos sea satisfactorio y provechoso para todos: lo cual ha sido utópico y antinatural en toda época y de manera especial en ésta que nos toca, aquí en Colombia y en el mundo entero: nuevas modalidades del crimen, el delito en general y la política, revolucionarias y hasta traumatizantes innovaciones tecnológicas y científicas, audaces movimientos artísticos, nuevos y mayores peligros para la vida del hombre en todas sus manifestaciones y en todos los lugares de la tierra, la terrible angustia que vive la humanidad con la experiencia de los habitantes del tercer mundo, especialmente: masivas desapariciones y secuestros, drogadicción, torturas, masacres etc. Fenómenos que debieran ser temas obligatorios de reflexión para aquellos que dicen llamarse filósofos o, de manera más general: intelectuales, trabajadores de la cultura.
Es un deber y una obligación de toda la sociedad, pero principalmente de su clase intelectual, cuestionarse permanentemente y plantear estrategias y alternativas en épocas de crisis, señalar nuevos rumbos y crear otras escalas de valores si es preciso, liberarnos de la tiranía y el prejuicio y de las aberraciones derivadas de miras estrechas. Dice Russell:"El amor, la belleza, el conocimiento y el goce de la vida, he aquí las cosas que conservan brillo inmarcesible, por remotos que sean nuestros horizontes. Y si la filosofía puede ayudarnos a sentir el valor de estas cosas, habrá representado el papel que le corresponde en la obra colectiva de la humanidad, cuyo objeto es llevar la luz a un mundo de tinieblas".
Pero existe una joven generación necesitada de dichos guías y maestros, que por su ausencia corre el riesgo de llegar en su totalidad a la drogadicción, la sexodicción, la violencia, el suicidio, o en el mejor de los casos, a raparse la cabeza y seguir grupos seudoespirituales y seudointelectuales de parásitos alienados que gritan "Hare, Hare", mientras el mundo "Arde, Arde” a su alrededor. Pero en una época de tantas y tan diversas crisis no es sólo la juventud quien se ve desorientada: gran cantidad de adultos cree encontrar respuesta a sus inquietudes y consuelo para sus frustraciones en alguna de las tantas religiones que con ese fin una clase dominante les ha fabricado, generando así una comunidad de tarados que adquieren normas de pensamiento y de conducta contradictorios con la vida, la naturaleza y la misma sociedad.
También queda la superchería: charlatanes inescrupulosos que explotan la estupidez de un pueblo ignorante (y con frecuencia; supuestamente culto) que debido a su completa y total orfandad frente a la existencia, ingenuamente se deja estafar diariamente. Un pueblo que encuentra la emulación a todo lo que pueda representar e implicar el acontecimiento "Apolo 11" en una vieja y oportunista escoba, ex candidata a tomar el timón de este podrido barco de iconos y de yerbas.
Y así, existe un buen número de problemas éticos, religioso, gnoseológicos, epistemológicos, etc., que enfrenta el hombre actual y que competen directamente a la filosofía en general.
Es por estas razones que las mencionadas conferencias resultan anodinas y anacrónicas-estéril historia de la filosofía pues hablar de la teoría de la gravitación que enunció Newton hace 300 años y que hace más de 70 se tragó prácticamente la relatividad generalizada de Albert Einstein, o enunciar postulados retóricos en una época y en una sociedad donde impera en la poesía el verso libre y en la prosaica vida política y social el si1encio absoluto y obligado, o decir que la historia del mundo se apoya y concluye en el dios de los hebreos, el cual da a cada uno de nosotros lo justo, según a lo que nos hagan acreedores nuestros actos; o describir minuciosamente el método científico en Descartes, para terminar afirmando, atrevidamente, que estaba por completo equivocado. Hablar de cosas como estas en tiempo de toda clase de conflictos y de guerras es, además de superfluo y anacrónico, tremendamente sospechoso, porque es inaudito que estos intelectuales no entiendan que con el letargo y el sopor que producen estas chácharas, se está siendo cómplice en la perpetuación de un estado y un sistema que operan con base en el engaño, la violencia y el terror.
Esos temas que los traten en una plácida noche de invierno, con una buena copa de coñac o una taza de té, frente a la chimenea, con un viejo amigo y todo aquello que requieran la apacibilidad y el confort del buen burgués. Pero en público, en la actualidad, definitivamente, rotundamente: NO.
Esto es tan absurdo y ridículo como si, por ejemplo, ante una emergencia de tipo nuclear, los físicos e ingenieros se dedicaran a discutir: las virtudes y defectos de la palanca de Arquímedes, o las ventajas y desventajas de la teoría geocéntrica Ptolemaica. Eso sería una falta de objetividad sencillamente irracional. (Y así pretenden que se hable de las ciencias humanas y sociales, cuando carecen, o mejor, desconocen, o hacen que desconocen los objetivos concretos hacia los cuales su trabajo y sus métodos debieran apuntar).
Si "nuestra" filosofía es sólo eso, no tendremos más remedio que darle la razón a Nietzsche, y aceptar dolorosamente que dicha filosofía hiede y apesta, que las facultades son cementerios, las aulas son sepulcros y los académicos momias que mudan de morta- ja y salen a la calle a dictar conferencias, sin espantar a nadie.
Así que después de escuchar las lamentables "Lecciones Filosóficas”, de los más ilus- tres profesores, de una de las más prestigiosas universidades Colombianas, se le puede ocurrir a uno esta triste parodia de la famosa frase del filosofo materialista alemán: "La filosofía es el opio del pueblo".
FILOSOFO: Aquel que ama la sabiduría, pero por encima de todo, LA VIDA.
Medellín. Noviembre de 1988.
Es un deber y una obligación de toda la sociedad, pero principalmente de su clase intelectual, cuestionarse permanentemente y plantear estrategias y alternativas en épocas de crisis, señalar nuevos rumbos y crear otras escalas de valores si es preciso, liberarnos de la tiranía y el prejuicio y de las aberraciones derivadas de miras estrechas. Dice Russell:"El amor, la belleza, el conocimiento y el goce de la vida, he aquí las cosas que conservan brillo inmarcesible, por remotos que sean nuestros horizontes. Y si la filosofía puede ayudarnos a sentir el valor de estas cosas, habrá representado el papel que le corresponde en la obra colectiva de la humanidad, cuyo objeto es llevar la luz a un mundo de tinieblas".
Pero existe una joven generación necesitada de dichos guías y maestros, que por su ausencia corre el riesgo de llegar en su totalidad a la drogadicción, la sexodicción, la violencia, el suicidio, o en el mejor de los casos, a raparse la cabeza y seguir grupos seudoespirituales y seudointelectuales de parásitos alienados que gritan "Hare, Hare", mientras el mundo "Arde, Arde” a su alrededor. Pero en una época de tantas y tan diversas crisis no es sólo la juventud quien se ve desorientada: gran cantidad de adultos cree encontrar respuesta a sus inquietudes y consuelo para sus frustraciones en alguna de las tantas religiones que con ese fin una clase dominante les ha fabricado, generando así una comunidad de tarados que adquieren normas de pensamiento y de conducta contradictorios con la vida, la naturaleza y la misma sociedad.
También queda la superchería: charlatanes inescrupulosos que explotan la estupidez de un pueblo ignorante (y con frecuencia; supuestamente culto) que debido a su completa y total orfandad frente a la existencia, ingenuamente se deja estafar diariamente. Un pueblo que encuentra la emulación a todo lo que pueda representar e implicar el acontecimiento "Apolo 11" en una vieja y oportunista escoba, ex candidata a tomar el timón de este podrido barco de iconos y de yerbas.
Y así, existe un buen número de problemas éticos, religioso, gnoseológicos, epistemológicos, etc., que enfrenta el hombre actual y que competen directamente a la filosofía en general.
Es por estas razones que las mencionadas conferencias resultan anodinas y anacrónicas-estéril historia de la filosofía pues hablar de la teoría de la gravitación que enunció Newton hace 300 años y que hace más de 70 se tragó prácticamente la relatividad generalizada de Albert Einstein, o enunciar postulados retóricos en una época y en una sociedad donde impera en la poesía el verso libre y en la prosaica vida política y social el si1encio absoluto y obligado, o decir que la historia del mundo se apoya y concluye en el dios de los hebreos, el cual da a cada uno de nosotros lo justo, según a lo que nos hagan acreedores nuestros actos; o describir minuciosamente el método científico en Descartes, para terminar afirmando, atrevidamente, que estaba por completo equivocado. Hablar de cosas como estas en tiempo de toda clase de conflictos y de guerras es, además de superfluo y anacrónico, tremendamente sospechoso, porque es inaudito que estos intelectuales no entiendan que con el letargo y el sopor que producen estas chácharas, se está siendo cómplice en la perpetuación de un estado y un sistema que operan con base en el engaño, la violencia y el terror.
Esos temas que los traten en una plácida noche de invierno, con una buena copa de coñac o una taza de té, frente a la chimenea, con un viejo amigo y todo aquello que requieran la apacibilidad y el confort del buen burgués. Pero en público, en la actualidad, definitivamente, rotundamente: NO.
Esto es tan absurdo y ridículo como si, por ejemplo, ante una emergencia de tipo nuclear, los físicos e ingenieros se dedicaran a discutir: las virtudes y defectos de la palanca de Arquímedes, o las ventajas y desventajas de la teoría geocéntrica Ptolemaica. Eso sería una falta de objetividad sencillamente irracional. (Y así pretenden que se hable de las ciencias humanas y sociales, cuando carecen, o mejor, desconocen, o hacen que desconocen los objetivos concretos hacia los cuales su trabajo y sus métodos debieran apuntar).
Si "nuestra" filosofía es sólo eso, no tendremos más remedio que darle la razón a Nietzsche, y aceptar dolorosamente que dicha filosofía hiede y apesta, que las facultades son cementerios, las aulas son sepulcros y los académicos momias que mudan de morta- ja y salen a la calle a dictar conferencias, sin espantar a nadie.
Así que después de escuchar las lamentables "Lecciones Filosóficas”, de los más ilus- tres profesores, de una de las más prestigiosas universidades Colombianas, se le puede ocurrir a uno esta triste parodia de la famosa frase del filosofo materialista alemán: "La filosofía es el opio del pueblo".
FILOSOFO: Aquel que ama la sabiduría, pero por encima de todo, LA VIDA.
Medellín. Noviembre de 1988.
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